Generando cambio

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Elección del 10 de Julio PDF Imprimir Correo
Escrito por LEON GUINSBURG. Para Nuevo País   
Viernes, 15 de Julio de 2011 02:31
Disquisiciones sobre electores porteños
En un programa radial del dia siguiente de la primera vuelta porteña, un animador abundoso en superficialidades y chistes malos calificó de “soberbia intelectual” un comentario de Ricardo Forster. El académico, mencionado como “el principal intelectual del kirchnerismo”, declaró ese día que “los porteños votan contra sus propios intereses”. No me pareció una frase soberbia sino una opinión más, con la que no estoy del todo de acuerdo. Si Forster hubiese  dicho “cada porteño” lo estaría, por supuesto excluyendo a los que no sufragaron por Mauricio Macri. Y si hubiera agregado “por credulidad, ingenuidad o desinformación”, es probable que también. La más aproximada calificación de los habitantes de la ciudad es “los porteños” pero no en el sentido cultural, porque nuestra metrópoli solo alberga “individualidades” o “grupos” con interese propios, exclusivos, ajenos de los de “los otros”. Macri dice que el voto de los porteños es “independiente” y tiene razón. Pero lo importante es dilucidar de qué es independiente.
En lo inherente a la elección, es independiente de votar a Macri a pesar de su precariedad intelectual, de sus comprobadas fabulaciones y contradicciones, de haberlo hecho jefe del Gobierno de la Ciudad una primera vez sin importarle o no creyendo, a pesar de haberse informado en todos los medios, que fue procesado por contrabando de autopartes, que su empresa familiar resultó concesionaria infiel del Correo Argentino al no pagar parte de los cánones correspondientes. Otros nuevos procesamientos penales se agregaron durante su gestión actual.
Tampoco importó a sus votantes –o tal vez le dieron la razón-, cuando expresó que los cartoneros “roban” los desperdicios reciclables. La miserable especie tenía que ver, sin duda, con los intereses de la empresa familiar del en ese momento candidato, contratista de la recolección de basura. Y colorín colorado, Mauricio Macri, con su exquisita sensibilidad social, fue Jefe de Gobierno obteniendo un alto porcentaje de sufragios.
LA REELECCIÓN
El  2011 encuentra a Macri ganador holgado en la primera vuelta con poco mas del 48 por ciento de los votos. Sus votantes creyeron en su proclamada inocencia respecto a los espionajes telefónicos, o aprobaron que estos se realizaran, o supusieron que se trataba de una conspiración del kirchnerismo para involucrar a su impoluto Jefe de Gobierno de la Ciudad.
No importó a los votantes, o estuvieron convencidos que se trataba de lo correcto, que el propio Macri confesara la estulta y cipaya consulta a los servicios secretos de las embajadas de Israel y Estados Unidos para designar jefe de la policía metropolitana, lo que fue desmentido por las propias sedes diplomáticas (que me disculpen los señores embajadores, pero por única vez le creo a Macri). El comisario general Palacios, investigado y detennido por una presunta advertencia de allanamiento a un imputado por la “causa AMIA”, confesó en sede judicial escuchas a opositores políticos de Macri. Añadamos que su esotérico cuñado también fue “escuchado” y baleado y el viudo de ua víctima de la AMIA, de apellido Burstein, denunciante de Palacios, tambien sufrio intervención telefónica y se lo pretendió involucrar en un falso hecho delictivo por lo que estan procesados dos jueces federales. Pero para los votantes, Mauricio es ajeno a esto o su responsabilidad política no alcanza a los hechos atribuidos a su jefe policial Palacios, o es perfectamente lícito espiar a otros políticos, parientes y ciudadanos.
Los votantes de Macri no creen que fuera creador de la Unidad de Espacios Públicos que se dedicaba a expulsar con violencia a indigentes –niños incluidos-, quemándoles los colchones y pateándolos. Mauricio no tuvo nada que ver o tal vez se interprete que eso estuvo bien, que la presencia de indigentes atenta contra la estética de la Ciudad.
Consideraron al poner su voto que los hospitales y escuelas de la ciudad están hechos un primor, y que profesionales y trabajadores de la salud, docentes y estudiantes protestan y reclaman por arreglos, insumos y gas injustamente, inducidos por el kirchnerismo. Además, concluyen que no se construyeron viviendas por culpa del kirchnerismo, Schoklender y Hebe de Bonafini y que la sub ejecución de obras fue por sabotaje del Gobuerno Nacional, o porque el mayor empeño se volcó en romper y rehacer calzadas y bicisendas y hacer de doble mano avenidas, obras ejecución a cargo de empresas de la misma cámara a la que pertenece la constructora familiar de Macri. Eso, aunque los costos sean incomprobables e indescifrables, porque seguramente que no se romperán autos y que los ciclistas podrán circu.lar –aún a riesgo de romperse la crisma con los mazacotes que dividen las calles y perder un ojo con los palitos de plástico intercalados (¿?), y eso  es más importante que la salud y la educación públicas, que pueden esperar.
CONCLUSION
Se podrían enumerar otros item  y seguir conjeturando por qué los votos porteñas mayoritarios fueron a Macri. No conformarnos con las humedades de Ari Paluch ni con la parcial afirmación de Forster, porque el fenómeno merece un análisis más acabado y realista. Soslayando la ironía, también cabe afirmar que no todos los “vecinos” -categoría minúscula respecto a “pueblo”- desconocen la precariedad conceptual de Macri ni la similitud del PRO con un “club de negocios”.
Aparte del acendrado individualismo de los habitantes de Buenos Aires, propio de las grandes metrópolis, converge también el fenómeno de débiles y volubles estructuras políticas, algunas raquíticas en principios, otras ineptas para ocupar espacios. En el caso del PRO, se sabe que ganó una militancia “retail” joven, paqueta y formada en colegios y universidades privadas, algunas de ellas muy exclusivas.
Sería erróneo suponer que el 25 % de simpatizantes porteños del radicalismo tradicional desconozca la precariedad conceptual de Macri o no hayan prestado atención acerca de sus fabulaciones, desajustes verbales, contradicciones y  tendencias “empresariales”.
Tampoco lo juzgan el mal menor sino que, ante la irrepresentatividad de la candidata y los dirigentes de la UCR, optaron por privilegiar su tradicional antiperonismo, ya que el peronismo está inserto  muy mayoritariamente en el kirchnerismo.
Los liberales-conservadores, ante la imposibilidad de un triunfo de López Murphy, votaron por lo que se parece a una derecha frente a la “izquierda” kirchnerista, y la centro izquierda que no digiere a nada que huela a peronismo hizo otro tanto, en contraste con el progresismo vuelto kirchernerista, que lo acepta quizás para “darle contenido”. El caso de la Coalición Cívica es diferente porque sus votantes de antaño huyeron del verasátil pintoresquismo  de su personaje central, y es probable que hayan repartido voluntades. Los votos de María Eugenia Estenssoro fueron enteramente propios porque representa una visión liberal coherente, prudente y culta, con prescindencia de su marca partidaria. La izquierda dogmática, por su parte, confirmó su escaso caudal de militancia orgánica, cuyos menesteres no pasan institucionalmente por el ejercicio del voto.
El sector derechoso del peronismo porteño, motivado por la “infiltracipon zurda” y las “traición”, desairando al candidato duhaldista, votó también por Macri, y no precisamente por la presencia de la “pata peronista”, reducida a dos dirigentes sueltos.
Las huestes militantes del tercero en preferencias, Fernando Solanas, se diezmaron; muchos de sus antaño simpatizantes emigraron su voto a Filmus, unos por hacer fuerza contra Macri y otros menos  por juzgar que  actitudes del cineaasta le hicieron el juego a la derecha y no pocos de sus paeridarios le reprocharon prestarse a la manipulación mediático del grupo Clarín. Y no pocos de sus anteriores votantes recalaron en apostar al machismo, postergando la simpatía personal a la figura de Pino.
Pero lo cierto es la existencia de una enorme cantidad de individualidades porteños de voto volátil, sin ideología política precisa, en los estamentos sociales medios y también humildes. El atractivo del exitoso millonario siempre victimizándose que contrajo matrimonio de acuerdo a la liturgia del jet set, fuertemente promovido por los medios dominantes y bien asesorado por un muy efectivo profesional del marketing electoral como lo es el ecuatoriano Durán Barbas, prendió fuerte. “Juntos vamos bien” y algunos muestreos como el Colón –a pesar de sus maltratado personal- y mucha maquinaria vial en la calle –fuera del caos y del arreglo sobre arreglo facturación mediante-, inducen a creerlo, más allá de las peripecias judiciales, las mentirillas, las patoteadas a indigentes, los negocios inmobiliarios, la ruinosidad de hospitales y escuelas y el espionaje. Claro que luego, si se empieza a sentir picazón en el bolsillo, para algo  fueron inventadas las cacerolas.
Fue la del domingo 10 de julio una elección formalmente democrática, aunque con cierta miopía que hace a patentes flaquezas morales de un candidato que carga como pendientes un par de procesos penales. Una democracia con lineamientos  éticos y apreciaciones llamativamente elásticos, condescendientes, aún cuando son pocos los que creen que la política es cosa de querubines.
Pero ¿qué sucedería si nos equivocamos? ¿Qué ocurriría si Macri está disimulando, si en realidad es una persona coherente, culta, preparada, sensible, nacional, popular, de honda sensibilidad social e inteligencia descollante? ¿Qué pasaría si demuestra ser un gran estadista y nos deja una obra magistral convirtiendo a Buenos Aires en la ciudad más limpias del mundo, con viviendas dignas para todos, sin indigentes, llena de autovías cruzándola por encima y el tránsito ligero y ordenado, con escuelas públicas modelo y hospitales públicos impecables y convenientemente dotados de insumos y personal?
Entonces, diríamos que la intuición de sus votantes no falló y los intelectuales, los artistas, los trabajadores, los estudiantes y los militantes populares y ciudadanos que pusimos el voto por otro fuimos unos reverendos tontos.
Pero él, ya en el rol de brillante hombre de Estado con su lucidez a pleno, estaría convencido que si no se motrana así, banal, contradictorio, con cara de "yo no fui", vivo y tragándose un bigote de cotillón, la mayoria de loa que lo votaron no lo hubieran hecho, porque se vota a un ideal, a un modelo, a alquien con quien uno se identifica,a alguien parecido.

 
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