Escrito por Agencia Paco Urondo
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Lunes, 07 de Agosto de 2023 16:42 |
Por Mariano NievaAGENCIA PACO URONDO dialogó con el escritor y performer Luis Ortellado sobre la historia de V8, banda pionera del heavy metal local, la cual es centro de su libro La política de los perdedores.
Una lectura sobre la utopía heavy en los ´80 (Clara Beter Ediciones, 2019). “Iorio peleó para que el heavy exista en Argentina y después rompió eso mismo que había creado para hacer otra cosa. Creo que cayó en la tentación del autobombo, citarse a sí mismo, se fue volviendo una caricatura. Es fascinante y, al mismo tiempo, te genera mucho rechazo. La foto con Alejandro Biondini, el líder de la ultraderecha, es un claro ejemplo” Agencia Paco Urondo: ¿Cuál fue la marca que te dejó Luchando por el metal, emblemático disco de V8 que acaba de cumplir 40 años de su edición? Luis Ortellado: Tendría que remontarme a mi adolescencia. Soy misionero, hace 20 años que vivo en Capital Federal y empecé a escuchar V8 en la década del 90, en Posadas, la capital de Misiones, en un ambiente donde el rock estaba menospreciado. Con la ingenuidad de esa época, creía que era una banda contemporánea, al poco tiempo me enteré que habían desaparecido hacía muchos años. V8 me abrió muchas puertas, fue un impulso que prendió en el deseo más íntimo que no sabía que estaba, por ver las cosas desde otro lugar y tratar de entender lo que me aquejaba. Primero, como adolescente, en mi entorno familiar fracturado, y después, a un nivel más amplio, en lo social. APU: ¿Cuándo y cómo escuchaste sonar por, primera vez, a V8 en Misiones? L.O.: Lo primero que escuché de V8 fue la canción “Cautivos del sistema”, del disco Un paso más en la batalla (1984). Misiones es una provincia de mucho movimiento en el interior y tiene una de las ciudades rockeras y metaleras por excelencia, que es Oberá. De hecho, la primera vez que vi a Hermética fue allí, no fue en Posadas, la capital. El tema lo escuché en un programa de radio, Sentimiento incontrolable, que lo conducía Roger Santander, y fue una conmoción interior. No sabía lo que estaba escuchando y tampoco entendía muy bien lo que decía la letra, pero hubo algo que me pasó a nivel sensorial que me puso en otra órbita. APU: ¿Cuánto influyó ese background de la adolescencia a la hora de escribir La política de los perdedores. Una lectura sobre la utopía heavy en los ´80? L.O.: Pasado tanto tiempo, esto lo recuerdo y es otra la mirada. Escribirlo fue remontarme a ese adolescente que había sido y entrar en sintonía con el fuego de ese momento. Es un ensayo más que una biografía, donde reflexiono sobre V8. Porque es un lugar común decir que fue el grupo seminal del heavy metal argentino, pero a fin de cuentas eso no dice nada. La pregunta entonces sería: ¿cuál era su propuesta y por qué fue tan importante? Ya que sigue marcando este estilo en la Argentina. APU: Un acierto que tiene el libro es, como decías antes, no haber caído en la tentación de escribir una biografía del grupo. Y sí pensar el fenómeno V8 desde otro lugar, con más profundidad. L.O.: No quería que fuera una biografía porque me interesaba mucho analizar la época, los reportajes, los discos y darle un espacio a la reflexión. Las “bio” de rock abundan en anecdotarios y a mí no me interesaba eso. Sí la cuestión del pensamiento, del fenómeno estético, por qué suceden las cosas dentro de un determinado contexto histórico. Por eso traté de respetar a rajatabla eso que decías de no caer en la tentación de escribir una biografía. Porque además, es muy cómodo entrar ahí. Por eso digo que es una lectura propia de la utopía heavy de los‘80. APU: En el primer tramo del texto haces mención a Sumo y Los Violadores ¿Pudiste trazar alguna conexión entre las tres bandas? L.O.: Tiene que ver con el clima histórico. Tratando de responder por qué fue importante V8, que tenía de distinto en una escena tan floreciente, donde todos los estilos parecían posibles, me di cuenta que junto con Sumo y Los Violadores quebraron el canon de lo que era el rock, en ese momento. Estamos hablando del año 83, comienzo de la democracia, fin de la dictadura militar. Época en que dentro del rock había una gran confusión y una fuerte vitalidad porque comenzó a entrar muchísima información que hasta ese momento no había. A nivel internacional, el punk había muerto, estaba la new wave, el post punk y de eso, en Argentina, ni noticia, por aquellos años. Hasta que llegó Luca Prodan con Sumo y sus canciones en inglés y en castellano chapurreado; Los Violadores con su impronta punky del ‘77, bien combativa. Y V8 con el thrash metal seminal y contestatario que marcaron una tendencia totalmente distinta y rompieron con lo establecido. Poniendo en escena, discursos que no estaban hegemonizados por la cultura rock, abiertamente disidentes y revulsivos. APU: Un momento clave en la irrupción de V8 en la escena del rock argentino tiene que ver con el maltrato que recibió el grupo en el festival BA Rock de 1982, de parte de un público acostumbrado a un tipo de música más acústica, sin tanta estridencia, con un mensaje de amor y paz, herencia del hippismo. L.O.: Hago un análisis gracias a una filmación que apareció, creo que del primer manager de V8, donde uno ve claramente la hostilidad del público para la banda y, al mismo tiempo, la provocación de los músicos con la sola puesta en escena. La gente no sabía muy bien ni siquiera qué era el heavy metal, en ese momento, y el estar vestidos de cuero, con tachas, con una actitud agresiva, un sonido potente, era un gesto provocador para un auditorio que venía siendo apabullado por los discurso de amor y paz de un hippismo caricaturizado. Que a esa altura del tiempo, era un movimiento del pasado. Eso cambió con V8, Los Violadores y Sumo, trayendo una total subversión a esos valores que tenía el rock. En el libro hablo de Virus, una banda que viene de otro lado, pero que también tenía mucho para decir en esa época. APU: Acerca de la lírica de V8 ¿Dónde y sobre qué temas creés que la banda ponía el foco para construir sus letras? L.O.: En la sensibilidad social, que tiene que ver con la impronta de nuestra identidad siempre en disputa, en crisis. V8 era la piel hipersensible de la sociedad, en ese momento. Era un sustrato de lucidez muy fuerte. Hoy es muy fácil reírse de algunas de sus letras, pero mirándolas desde ese momento realmente eran urticantes. De hecho, es una banda imposible para esta época, porque era políticamente incorrecta. Las cosas que decían, la manera y el lugar de enunciación. V8, antes de crear música, creó un discurso que trasciende los tiempos. Una pregunta que me hacía es cómo es posible que un grupo que no tuvo éxito, ni vendió un carajo, que nunca fue más allá de Buenos Aires, haya llegado a mi provincia. Creo que es eso: un lugar de enunciación muy poderoso que todavía nos sigue interpelando. Temerario y profundamente idealista. Luchando por el metal es un disco de trinchera. En cambio el segundo álbum, Un paso más en la batalla, entra en crisis con su antecesor. Y el tercero, El fin de los inicuos (1986) ya se relaciona mas con la religión y lo espiritual, un trabajo que fue incomprendido, lamentablemente. APU: En esto que decías de cómo V8 recogía la piel sensible de la sociedad, ya desde el primer álbum hay canciones que hablan del pesar del trabajador que, por otra parte, representaba a buena parte del público que iba a verlos. L.O.: En el libro analizo el tema del primer disco, “Muy cansado estoy”, donde V8 dice: “lunes, nuevamente, en el trabajo estoy” y me acordé de “Lunes otra vez” (Confesiones de invierno, 1973) de Sui Generis. Me puse a pensar que pasaron 10 años entre una canción y la otra, lo que me llevó a preguntarme: ¿qué pasó en esos 10 años con la juventud en Argentina? En la época del dúo de Charly García y Nito Mestre, la gente que hacía rock no era del mismo estrato social de lo que vino después. Eran más de clase media, con ciertos recursos. Obviamente, hubo excepciones, pero no estaban relacionados con lo inmediato, con la cuestión económica del día a día. Por eso, quien describe la situación en el tema de Sui, se espanta ante la rutina de los otros, descubre que la ciudad es una cárcel y lo ve todo con tristeza y resignación. En cambio en V8, si bien se descubre parte de una maquinaria, hay más bronca que pena y lo que aparece es el grito. Que hizo que el grupo no sólo se enfrentara a la sociedad sino al mismo público de rock. APU: Me gustaría pedirte una reflexión acerca de la figura tan polémica en la que se convirtió Ricardo Iorio, un artista que no sólo fue miembro fundador de V8, sino que siguió sosteniendo la primera línea del heavy nacional con Hermética y Almafuerte. L.O.: Ricardo Iorio siempre fue un personaje provocador, en algún punto inclasificable. No podés ubicarlo en algún lado porque, permanentemente, está buscando salirse de ese lugar. Creo que siempre fue un hombre emocionalmente de derecha, al que lo hacía cambiar el contexto social. Obviamente, lo que tiene Ricardo es una sensibilidad importantísima, es un poeta. Pasa que a veces la obra, lo que uno deja, es mucho más inteligente que el propio autor. Eso le pasa al Iorio de hoy. De todos modos, no hay que olvidar que fue uno de los primeros artistas que reivindicó las luchas indigenistas y de los que habló de Malvinas. Estuvo a la vanguardia de muchas cosas. Lamentablemente, después se desdijo, combatió sus propias ideas, como si quisiera desdibujar ese que fue en función de éste nuevo. APU: Es muy interesante tu planteo cuando decís que la obra trasciende al artista, pero hay sectores del público que no hacen esa lectura cada vez que Ricardo tiene esos derrapes verbales. L.O.: Eso está pasando ahora, dentro del heavy, con la figura de Iorio. ¿Qué elegimos heredar de él? Hay que ser críticos en el buen sentido de la palabra. Si bien el Ricardo que conocimos reivindicaba muchas cosas, hay que ver que tiene el de la actualidad para decirnos, y en todo caso ¿nos identifica o no? ¿O lo tenemos que respetar por el pasado y no podemos discutir su presente? Es un personaje digno de Roberto Arlt. Es autodidacta y heterodoxo, tiene lecturas que van desde la Escuela Científica Basilio, el espiritualismo, al Martín Fierro, los libros más telúricos. Vos leés o escuchás algo de Ricardo y decís: “esto es Iorio”, es una voz clarísima. Él peleó para que el heavy exista en Argentina y después rompió eso mismo que había creado para hacer otra cosa. Después, creo que cayó en la tentación del autobombo, citarse a sí mismo, se fue volviendo una caricatura. Es fascinante y, al mismo tiempo, te genera mucho rechazo. La foto con Alejandro Biondini, el líder de la ultra derecha es un claro ejemplo. APU: Para terminar, estás encarando un nuevo trabajo donde, más allá de la figura del músico, también aparece otro personaje muy controversial como fue Jorge Luis Borges. L.O.: Sí, y el libro que estoy haciendo habla sobre todo esto. Es más, cuando lo comencé sin darme cuenta, descubrí que estaba escribiendo sobre el país, sus relatos y los discursos que nos erigieron como nación que siempre están en tensión y disputa. Jorge Luis Borges nació a fines del siglo XIX y murió en 1986, justo cuando Iorio sacaba El fin de los inicuos con V8. Eso es algo que me interesa mucho. El contraste que se da entre la figura de Ricardo con la de Borges, al entrelazarlos a los contextos históricos y a ese fenómeno que está en el medio de los dos, que es el peronismo.
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