Generando cambio

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Un 16 de junio es bueno recordarlo.. PDF Imprimir Correo
Escrito por Gentileza de Tiempo Argentino, especial para Nuevo País   
Sábado, 15 de Junio de 2013 21:00

La más maravillosa música

Por Enrique Manson *
Alguna vez cierta gente que se definía por su amor a la Libertad y la Democracia se propuso borrar de la memoria argentina a Juan Perón. Hoy, la juventud canta, con escaso respeto por las formas gramaticales pero con clara elocuencia, Ya, de bebé, en mi casa hay una foto de Perón en la cocina.
Es que por casi sesenta años, las fotos de Perón, estuvieron en cocinas, comedores, y otros ámbitos de muchas casas. Humildes y no tan humildes. A pesar del bando militar que anunciaba cárcel y multa a quien violara la norma que decía que la doctrina peronista “ofende el sentimiento democrático del pueblo argentino” para quien “son una afrenta”, el gobierno decide prohibir el uso de “imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas y obras artísticas”.
No estará permitido el uso de fotografías o esculturas de funcionarios peronistas o sus familiares, el escudo y la bandera peronistas, “el nombre propio del presidente depuesto”, las expresiones “peronismo, peronista, justicialismo, justicialista, la abreviatura P.P.”
El peronismo había sido como una alianza de sectores sociales en que la armonía superaba al conflicto de clases. Pero fuera de algunas conductas individuales, los sectores medios –políticos, militares, intelectuales y, aun, dirigentes sindicales, del movimiento- bajaron su nivel de compromiso en las horas de la prueba. No ocurrió así con los trabajadores.
Cuando las condiciones de vida y de trabajo se endurecieron tras la caída del tirano, no tuvieron dudas. El peronismo era su movimiento. El que los había hecho vivir tiempos mejores y protagonizar la política de una manera inédita entre los proletariados del continente.
Los diecisiete años de Resistencia tuvieron un protagonista colectivo, que lo era a partir de su identidad cultural y social, pero también de causas concretas como el deterioro de sus condiciones de vida y de trabajo, así como de su exclusión política. Yo nunca estuve en política, siempre fui peronista, diría el Gatica de Favio. Es que ser peronista era, ante todo, una identidad. Como ser negro en la Sudáfrica del apartheid o ser chiíta entre los seguidores de Khomeini, en el Irán del Sha.
Junto a ese pueblo hubo otro protagonista no menos importante. Perón no fue solamente el conductor de la Resistencia, ¡por diecisiete años y a quince mil kilómetros de distancia! Era el símbolo, el mito, el elemento ritual que unía y guiaba a los peronistas por el interminable cruce del Sinaí de la proscripción y la persecución, hasta la tierra prometida del Retorno. Sin que faltaran becerros de oro que adorar y falsos sacerdotes que los esculpieran.
El Régimen ensayó una y mil formas de evitar ese Retorno y terminar hasta con el recuerdo de la Segunda Tiranía.
Pero no alcanzó. Perón volvió y fue presidente por tercera vez.
Sin embargo, debía enfrentar una profunda crisis interna y otra no menos grave en lo internacional. En el marco de la multiplicación del precio del petróleo y de la inestabilidad económica y política mundial, los sectores internos del peronismo se enfrentaban duramente. El mismo Líder les dijo alguna vez a los jóvenes militantes que su retorno se había producido cuando él estaba demasiado viejo y ellos eran excesivamente jóvenes.
El 1° de mayo, durante la fiesta de los trabajadores, el conflicto estalló. Muchos jóvenes alineados con la conducción de la organización Montoneros, silbaron a Isabel Perón y exigieron a gritos cambios de política. El General respondió indignado, llamándolos estúpidos e imberbes. El destino impidió que los grupos instalados en la Plaza se enfrentaran hasta producir una masacre.
No había pasado un mes y medio, cuando volvió a convocar a la Plaza. Lo hizo indirectamente, cuando anunció que de no contar con apoyos capaces de enfrentar a la crisis, abandonaría la empresa en que había comprometido lo que le quedaba de vida.
Cuando se asomó al balcón, frente a una multitud que en su enorme mayoría no había ido encuadrada en organizaciones, sino que la formaban argentinos y peronistas preocupados, pronunció su último discurso en tal escenario.
Agradeció la presencia del pueblo que respondía a su convocatoria de esa mañana. Los que estábamos abajo movíamos los brazos como aspas para trasmitir que no había nada que agradecer, y que éramos nosotros los que recibíamos el regalo de su confianza.
Tal vez, ya era tarde. Por la gravedad de su salud y, sobre todo, por lo avanzado de la crisis, imposible de encauzar sin su presencia.
Pero, como dice la juventud –cada nueva generación de juventud que se va sumando con el tiempo-: A pesar de las bombas, de los fusilamientos –los ya sufridos y los que vendrían en los terrible años que siguieron-, los compañeros muertos, los desaparecidos. No nos habían vencido. Pocos días después, el 1ª de julio, el Líder nos dejaba.
Pero habíamos recibido, en esa Plaza de la Historia, de entonces y de Hoy, una despedida que decía:
Llevo en mis oídos la más maravillosa músicaque es, para mí, la palabra del Pueblo Argentino.
 Junio de 2013
* Profesor, escritor. Miembro de Número del Instituto Nacional Manuel Dorrego.
A 58 años del bombardeo a la Plaza de Mayo

El bautismo de fuego de la aviación naval fue en combate contra peatones
Planearon atacar la Casa Rosada para matar a Perón. Sin embargo, el 16 de junio de 1955, hubo 308 muertos y 700 heridos entre la población civil. Fue el anticipo del genocidio. Y la semilla del terrorismo de Estado en la Argentina.
El bombardeo de una ciudad por fuerzas armadas del propio país es una acción con pocos antecedentes en la historia mundial. El del 16 de junio de 1955 tuvo esa singularidad. Pasado el mediodía de ese jueves, un coro de truenos comenzó a ser audible. Desde el cielo emergía una bandada de aviones en vuelo hacia la Plaza de Mayo. Exactamente a las 12:40, estalló la primera bomba sobre la Casa de Gobierno.
Los días previos fueron vidriosos. En el marco del enfrentamiento de la Iglesia con el gobierno peronista, la procesión de Corpus Christi del 11 de junio mutó en una virulenta manifestación. Concluiría con la quema de una bandera argentina arriada de un mástil y su remplazo por la del Vaticano. La respuesta oficial fue organizar para el día 16 un acto de desagravio, en cuyo transcurso una escuadra de la Aeronáutica sobrevolaría la Catedral. Tal detalle hizo que el contralmirante Samuel Toranzo Calderón, jefe de los complotados contra Perón, adelantara su plan de operaciones: destruir con un ataque aéreo la Casa de Gobierno, con el objetivo de eliminar al General.
El putsch se gestó en las entrañas de la Marina. Hasta el representante de esa fuerza en el gabinete, contralmirante Aníbal Olivieri, era parte de la conspiración. Aquella vez, el Ejército se mantuvo leal al gobierno. Pero los generales Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu no eran ajenos al asunto. El comandante de la III Brigada con asiento en Paraná, general Justo Bengoa se plegó a la conjura a último momento, junto con el integrante del Estado Mayor General del Ejército, coronel Eduardo Señorans. También a último momento, el vicealmirante Benjamín Gargiulo, al mando del Batallón IV de Infantería de Marina, se sumó al complot. A media mañana del 16 de junio, avanzaría con sus tropas hacia la Plaza de Mayo. Tenía la misión de tomar la Casa de Gobierno tras el ataque aéreo. En ese mismo instante, Perón estaba en el Ministerio de Guerra; se había refugiado allí por consejo de su titular, el general Franklin Lucero.
Luego del primer bombazo sobre la Casa de Gobierno, un avión Beechcraft hizo blanco en un trolebús repleto de pasajeros; no hubo sobrevivientes. La escuadra agresora –compuesta por otros cinco aparatos de ese tipo, 20 naves North American y tres hidroaviones Catalina de la aviación naval, junto a diez cazas Gloster Meteor de la Aeronáutica– repartieron puntería entre ese edificio, la plaza y sus alrededores: el Ministerio de Hacienda, la sede de la CGT y una boca del subte. Más de 100 bombas sobre la gente que corría sin rumbo entre lenguas de fuego y humo blanco, bajo el tableteo de las ametralladoras. Trece toneladas de trotyl y miles de balas calibre 7,62 fue el gasto de la jornada. Quedarían allí 308 muertos y 700 heridos.
El plan criminal de los sublevados desembocó en una tragedia histórica. Su propósito: imponer el terror; golpear en forma feroz e indiscriminada con un escarmiento sobre el conjunto del cuerpo social. Por eso se eligió como blanco un escenario simbólico de la movilización popular. Era el anticipo de un genocidio; la semilla que habría de alentar la escalada criminal que culminó en 1976 con el secuestro, la tortura y el asesinato de miles de personas. Algunos de sus hacedores son la prueba palmaria de ello.
USiNA DEL HORROR. Hay una anécdota que el vicealmirante retirado Máximo Rivero Kelly –ex piloto en el ataque a la Plaza de Mayo– solía repetir con recurrencia. Ocurrió en 1977 a bordo de un avión de Aerolíneas Argentinas en vuelo a Londres, cuando fue invitado a la cabina para conocer a la tripulación. Allí estaba el copiloto Ernesto Adradas. El visitante le preguntó: "¿Usted no volaba en la Fuerza Aérea?" Adradas asintió. Rivero Kelly, entonces, dijo: "Ah. Mire, yo estaba en el avión que iba junto al que usted derribó sobre Puerto Nuevo en el '55". No se equivocaba: Adradas fue uno de los oficiales de la Fuerza Aérea que combatió a la aviación golpista. Y desde su Gloster tumbó un North American, guiado por el guardiamarina Arnaldo Román, quien se eyectó con paracaídas. Rivero Kelly acotó, como al pasar: "Me enteré que por eso los peronistas le dieron una casa y un auto." Adradas no respondió.
Es notable el encono que, a 22 años de los hechos, el marino sentía hacia su viejo adversario. El silencio de Adradas no era gratuito: su interlocutor era ahora hombre de confianza del almirante Emilio Massera, y dirigía la represión en la zona norte de Chubut. Tal vez, en ese instante, su mente haya retrocedido al pasado.
El 15 de junio de 1955, los jóvenes pilotos navales fueron a dormir sabiendo que al día siguiente rociarían bombas sobre Plaza de Mayo. Ello al teniente Rivero Kelly, de 23 años, no le quitó el sueño: "No me acuerdo bien como dormí. Debe haber sido con la típica actitud de la acción, como si uno tuviera una regata o un partido de tenis a la mañana siguiente", dijo en 2005 al diario Clarín. También expuso su visión sobre la matanza de civiles en una acción de combate: "El militar es un hombre que se coarta su propia libertad en forma voluntaria para aceptar el sistema. Un sistema de dar órdenes y de cumplirlas. Esa es la educación típica de los militares. La racionalidad puede llegar a quebrar la cadena de mandos."
Rivero Kelly cometería luego delitos de lesa humanidad como jefe de la Base Almirante Zar, de Trelew, y en la zona norte de Chubut. En 1982 integró el Estado Mayor de la Armada. Y en el gobierno de Raúl Alfonsín fue segundo comandante de esa fuerza. En 1985 debió presentarse ante la justicia para responder por violaciones a los Derechos Humanos. En 1987, fue beneficiado por la ley de obediencia debida.
Otros jóvenes pilotos del 16 de junio tendrían destinos semejantes. A Horacio Estrada se le imputaron 25 graves delitos cometidos en la ESMA. Apareció muerto de un disparo en 1998. El entonces teniente de corbeta Eduardo Invierno llegó a ser en la dictadura jefe del Servicio de Inteligencia Naval. Tuvo que ver con la muerte del empresario Fernando Branca. El ex teniente de corbeta Carlos Fraguio alcanzó grado de contralmirante, y en 1976 estuvo al frente de la Dirección General Naval, con responsabilidad administrativa sobre la ESMA. El ex teniente de fragata Carlos Carpintero fue a partir de 1976 el secretario de Prensa de la Armada. El teniente de corbeta Carlos Corti fue su sucesor. Y supo ser un visitante frecuente en la ESMA. El teniente de corbeta Alex Richmond fue en 1977 el agregado naval de la Embajada Argentina en Asunción del Paraguay.
Ninguno de los que bombardearon la Plaza de Mayo rindió cuentas ante la justicia. Si los criminales de 1955 hubieran sido castigados, quizás no hubiese existido el 24 de marzo de 1976.
16/06/13 Tiempo Argentino

 
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