Según Ana Natalucci
el resultado electoral del kirchnerismo en las PASO fue producto de la
ausencia de un sujeto. El supuesto retroceso del movimiento obrero
organizado y de las organizaciones socioterritoriales en el armado K
sería la causa de la pérdida de votos.
Por Horacio Bustingorry
Para Natalucci el error del gobierno fue su apuesta a la juventud en detrimento de otros actores. Según la autora: "La
derrota frente a las patronales agropecuarias en el conflicto por la
125, la crisis internacional de 2009 y un modo de entender la conducción
política pusieron al kirchnerismo en una posición defensiva que lo
llevó a creer que necesitaba de una “fuerza propia” que le respondiera
sin ningún tipo de condicionamientos. En ese contexto emergió la
fantasía que los “jóvenes” podían constituirse en el sujeto del
kirchnerismo".
Natalucci hace referencia a La
Cámpora, aunque sin nombrarla. Su relato sobre el periodo de desarrollo y
consolidación de esta organización como sostén del kirchnerismo tiene
un problema de periodización. El crecimiento exponencial de La Cámpora
no fue después de las elecciones de 2009 sino hacia fines de 2010, luego
de la muerte de Néstor. Hasta esa fecha constituía una organización
pequeña, circunscripta a pocos espacios territoriales y con un puñado de
militantes. Muy lejos de la organización nacional actual que no deja
prácticamente punto del país sin abarcar. Por otra parte, la causa de
este crecimiento no reside en la apuesta a conformar una “fuerza
propia”, sino en la necesidad de contener la explosión militante de
muchos sectores juveniles, manifestada después del fallecimiento de
Kirchner.
¿Esta juventud no expresa nada como sostiene la autora? La respuesta
es negativa a no ser que se confunda discurso y realidad social. Una
cosa es la apelación a la juventud como constructor de sentido e
interpelación discursiva y otra muy distinta la composición real de una
fuerza. Natalucci parece desconocer dos procesos interrelacionados: la
cada vez mayor presencia territorial de La Cámpora y el proceso de
camporización de muchos militantes y organizaciones kirchneristas.
Este último aspecto se dio no sólo en sectores medios también en la
militancia barrial. Sirva como ejemplo el Pitu Salvatierra, -desde el
año pasado militante de La Cámpora- quien en los sucesos del
Indoamericano puso en agenda el problema de tierra y vivienda en la
ciudad de Buenos Aires. Por lo tanto, no es cierto que en las juventudes
kirchneristas no estén representados los trabajadores informales y los
desocupados.
Tampoco parece acertado plantear que la forma de entender la
conducción política por parte del kirchnerismo fue lo que llevó al
crecimiento de la juventud. Es cierto que hubo
intolerancia frente a algunos planteos al interior del movimiento, pero
no más que en otras épocas del peronismo. En ese sentido, Natalucci
adolece de perspectiva histórica. Comparados con otros
gobiernos peronistas, los de Néstor y Cristina han sido los menos duros a
la hora de sancionar la disidencia interna. Además, han sido receptivos
a algunos desacuerdos como bien lo demostró Horacio Verbitsky en su
crítica al proyecto para limitar las cautelares o el cuestionamiento del CELS al ascenso del general César Milani
Respecto a Hugo Moyano existe una paradoja en relación al planteo de
Natalucci. En las legislativas de 2009 el dirigente sindical brindó todo
su apoyo, con una gran movilización incluida y llamó a votar por el
gobierno. En ninguna elección antes o después Moyano se jugó tan a fondo
por el kirchnerismo. Sin embargo, los resultados no fueron los mejores.
Muy distinta fueron las presidenciales del 2011. Ese año, Moyano fue
adquiriendo un perfil cada vez más opositor al punto de pronunciar un
discurso muy duro contra el gobierno a escasos días posteriores de la
reasunción de Cristina. La ausencia del moyanismo en el acto celebrado
en el Congreso fue el dato saliente del comienzo del segundo mandato
cristinista.
Esto no quiere decir que los trabajadores formales no estén
representados en el kirchnerismo. Los secretarios generales de dos
sindicatos tan importantes como la UOM
y el SMATA siguen dando su apoyo al proyecto nacional, si bien
coincidimos con Natalucci en que no cuentan con la "legitimidad y
representatividad en el colectivo de los trabajadores formales" que si
tiene Moyano. Este cambio de apoyos puede evidenciar un cierto
conservadurismo en materia laboral pero de ninguna manera una ruptura
total con el movimiento obrero. El paro del 20N fue una novedad en el
ciclo kirchneristas, pero también evidenció que el desencuentro de los
trabajadores con el gobierno está muy lejos de haberse consumado.
Por otra parte, el pobre desempeño electoral que mostró el moyanismo
en su alianza con De Narváez hace pensar que el espacio tiene poco que
aportar a la hora de sumar votos. En general, las experiencias
electorales sindicales nunca han tenido demasiado éxito, incluso cuando
la impulsaron dirigentes de la talla de Vandor o Ubaldini, quiénes por
otra parte, contaban con una enorme capacidad de movilizar a las bases a
la hora de realizar un paro o una protesta.
Como hemos señalado en otras oportunidades, aceptamos que la ruptura
con Moyano fue un problema. Probablemente, muchas de las dificultades
para profundizar el modelo que el gobierno viene manifestando desde 2011
se deban a ese hecho. Sin embargo, no creemos que la ruptura haya
tenido incidencia en el proceso político-electoral y que en
consecuencia, explique la merma de votos en estas elecciones.
El sujeto está en la lucha
Dice
Natalucci: "En una sociedad argentina demasiado heterogénea, las
organizaciones sindicales y socioterritoriales le permitieron al
kirchnerismo representar a los sectores populares en alianza con
sectores medios. Esta es la fotografía que permite entender el 54% de la
elección presidencial de 2011".
Por los elementos brindados en párrafos anteriores nos permitimos
dudar de esta afirmación. Con todo, el eje central del desacuerdo no es
empírico sino teórico. Creemos que los sujetos no se manifiestan en las contiendas electorales sino en la lucha.
Confundir esas dos instancias de la realidad fue lo que llevó a muchos
compañer@s kirchneristas a defender el carácter popular del gobierno en
el 54 % de 2011, y a no entender por qué en estas elecciones se
perdieron tantos votos.
Es en la lucha donde el kirchnerismo sigue expresando la mayoría de
las demandas de los 90. En ese sentido el problema de la izquierda o de
Moyano no es que no puedan sacar muchos votos, sino que no pueden
conformar un sujeto popular con demandas unificadas que incluyan los
problemas de los sin tierra, sin vivienda, campesinos, precarizados,
trabajadores en blanco, es decir al conjunto del campo popular. Con
todas sus limitaciones, el kirchnerismo sigue siendo el espacio político
con más chances de articular todas las demandas y llevarlas a buen
puerto. Que todavía falta mucho para constituir un sujeto completamente
consolidado con fuerte arraigo en la totalidad de los sectores populares
es una realidad incontestable. Pero de ahí, a negar la existencia de un
sujeto hay un largo trecho, que se hace más grande todavía cuando se
plantea que esa supuesta ausencia explica la performance del
kirchnerismo en estas elecciones.
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