Escrito por Agencia Paco Urondo (Especial para Nuevo País)
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Viernes, 23 de Agosto de 2013 21:00 |
Los procesos políticos, económicos y sociales no siguen el
mismo ritmo. Esto es extensivo a las instancias electorales; en estas se
condensan procesos de mediano y corto plazo que inciden tanto en sus
resultados como en los efectos que deparan.
Por Ana Natalucci*
Respecto de las elecciones “Primarias Abiertas Simultáneas y
Obligatorias -conocidas como “PASO”- ocurridas el domingo 11 de agosto
han surgido una serie de interpretaciones que ponen el acento o bien en
las formas de construcción política del kirchnerismo (el cristinismo),
en las decisiones económicas que el gobierno ha tomado (como el cepo
cambiario), problemas que no logra resolver y que están presentes en el
debate público (inseguridad, inflación).
Muchos de los desconcertados
por los resultados se preguntan porqué el bajo rendimiento que en
comparación con 2009 no estuvo antecedido por un conflicto como el de
las patronales agropecuarias. Tal vez Martín Rodríguez (@Tintalimon) y
Ezequiel Meler (@MelerEzequiel) propusieron las mejores explicaciones
que, con el foco en diferentes aspectos, permiten a su vez la
elaboración de un análisis complejo de los resultados. Sin
embargo, hay una pregunta que creo no nos hemos hecho directamente. En
este sentido, e insistiendo con que los procesos no son unidireccionales
ni tienen efectos inmediatos, debemos interrogarnos por el sujeto que
sostiene al kirchnerismo como movimiento político; esto es, las alianzas
que le permitieron impulsar profundos cambios, que lo hicieron viable
como gobierno luego de los turbulentos 2001 y 2002 y legítimo como
proyecto político. En particular, estoy pensando en dos: el movimiento
obrero y las organizaciones socioterritoriales. Por diversas cuestiones
que expondré de modo breve a continuación, ambos casos sufrieron fuertes
traspiés desde 2009 que los reposicionaron en el espacio kirchnerista.
Volver, aunque sea de modo breve, sobre sus trayectorias nos permitirán
identificar algunas claves para comprender el resultado electoral
reciente. Respecto del movimiento obrero, desde 2003 Néstor
Kirchner alentó la unificación de la CGT bajo la conducción de Hugo
Moyano (mientras mantenía una relación amigable con la CTA, aunque sin
otorgarle la reclamada personería gremial). Este escenario le permitía
al kirchnerismo dos cuestiones. Por un lado, equilibrar las demandas
patronales, de la burguesía o de la UIA -o como le llamemos- respecto de
la distribución de la riqueza y de la puja distributiva. Por otro lado,
contar con la representación de los trabajadores formales, que todo
proyecto que se precie de popular debe tener. Con tensiones, esa alianza
se mantuvo hasta mediados de 2012 cuando el gobierno, y concretamente
por intermedio del ministerio de Trabajo, intervino en el proceso
interno de elección de autoridades y propició la ruptura de la CGT. Los
“costos” aunque no se vieran de modo mecánico e inmediato fueron altos:
el gobierno perdió no sólo la capacidad de maniobra en la puja
distributiva sino fundamentalmente al sector con mayor legitimidad y
representatividad en el colectivo de los trabajadores formales. El
proceso de las organizaciones socioterritoriales no fue mucho mejor. El
Frente Transversal, la Federación de Tierra, Vivienda y Hábitat y el
Movimiento Evita -tal vez la experiencia más interesante- recibieron un
fuerte apoyo entre 2003 y 2007 en vistas a consolidar la representación
de los desocupados o trabajadores informales. En ese período, convocaron
nuevos militantes, extendieron su desarrollo territorial, fortalecieron
su capacidad de gestión y para la instalación de problemas en la agenda
pública. Sin embargo, el reclamado “salto a la política” no llegó nunca
y pese a que algunos dirigentes lograron colar en las listas
legislativas, las organizaciones fueron relegadas sistemáticamente a
lugares marginales en cuanto a las instancias de decisión política. A
esta situación, se agregó que a partir de 2009 perdieron la disputa con
los intendentes del Conurbano por la implementación del Programa
Argentina Trabaja que les hubiera permitido fortalecer su
representatividad ante el colectivo de los trabajadores informales. Las
organizaciones sindicales y socioterritoriales fueron entre 2003 y 2009
junto con el Partido Justicialista -fundamentalmente los Intendentes
del Conurbano Bonaerense- la base de movilización y política del
kirchnerismo, aquellas que le daban un anclaje territorial y un sujeto
para la acción. La derrota frente a las patronales agropecuarias
en el conflicto por la 125, la crisis internacional de 2009 y un modo
de entender la conducción política pusieron al kirchnerismo en una
posición defensiva que lo llevó a creer que necesitaba de una “fuerza
propia” que le respondiera sin ningún tipo de condicionamientos. En ese
contexto emergió la fantasía que los “jóvenes” podían constituirse en el
sujeto del kirchnerismo. Tal vez su mayor atractivo radicaba en cierta
pureza proveniente de no tener pasado, de no tener vinculaciones ni
anclajes con procesos pretéritos. Y si bien esto puede parecer
interesante para todo proyecto que se pretenda fundacional -como lo es
el kirchnerismo- en esto radica también su mayor debilidad: los jóvenes
como entidad política no representan nada per se, ni pueden hacerlo en
tanto se conforman como colectivo a partir de cierta pureza. Dicho con
otras palabras: no tienen capacidad ni a quien interpelar. Y como
sabemos la política como práctica colectiva implica necesariamente la
convocatoria a otros. En una sociedad argentina demasiado
heterogénea, las organizaciones sindicales y socioterritoriales le
permitieron al kirchnerismo representar a los sectores populares en
alianza con sectores medios. Esta es la fotografía que permite entender
el 54% de la elección presidencial de 2011. Tal vez el error radicó en
leer las expectativas declaradas por las organizaciones como
condicionamientos, sobreactuando las críticas a las ambiciones de los
dirigentes, acusando de corporativas a las organizaciones y forzando en
consecuencia la construcción de un nuevo sujeto, la juventud, sin
capacidad de representar nada. En la diferencia de la representación de
los sectores populares y medios, aún con todas las contradicciones que
aparejan, a la “fuerza propia” puede explicarse la recaudación en una y
otra elección. * Doctora en Ciencias Sociales. Investigadora de
CONICET con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani,
Universidad de Buenos Aires.
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