La renovación conservadora de Massa
La persecución de objetivos antiinflacionarios forma parte del viejo ideario neoliberal que ahora intentan aggiornar. El
plan antiinflacionario presentado por el intendente Sergio Massa
amerita un cuidadoso análisis. En esencia, está fundado en una
perspectiva económica ortodoxa, ya muy conocida y sufrida por los
argentinos por su carácter profundamente antipopular, y está apuntalado
desde un elenco de asesores variopinto, entre los que se destaca Martín
Redrado, conspicuo defensor de los intereses de las corporaciones y de
las doctrinas neoliberales.
La
propuesta de Massa incluye la reforma del Indec y la creación de un Área
de Reducción de la Inflación dentro de la Defensoría del Pueblo de la
Nación, de carácter no vinculante. Pero el punto más controversial de su
estrategia tiene que ver con la creación de un Consejo de Inversión y
Desarrollo Nacional, que estaría integrado por funcionarios del
Ejecutivo y por el presidente del Banco Central. En la práctica se busca
emular al Consejo Monetario Nacional brasileño, que tiene entre sus
principales atribuciones la fijación de las denominadas metas de
inflación. Resulta oportuno recordar
que la persecución de objetivos antiinflacionarios forma parte del viejo
ideario neoliberal que ahora intentan aggiornar vistiéndolo con un
nuevo y vistoso ropaje. Las famosas metas son pregonadas desde hace años
por el FMI y se aplican en países de la región como Brasil y Chile, que
ciertamente han contenido la inflación en niveles bajos, aunque a costa
de un menor crecimiento del PBI y del trabajo. Siguiendo
con el proyecto en cuestión, se sostiene expresamente que el Consejo
propuesto tiene el cometido de "formular y planificar una política
monetaria tendiente a garantizar la estabilidad monetaria y del crédito"
(Art. 3, inc. c). Este punto veladamente se propone modificar
nuevamente la Carta Orgánica de nuestro Banco Central, que actualmente
entre otros objetivos fija el de "promover el empleo y el desarrollo
económico con equidad social". Así fue definido por el Parlamento
Nacional, cuando reformuló drásticamente la Carta fundada en principios
doctrinarios impuestos por los preceptos del Consenso de Washington. Más
allá del carácter efectista de las ideas de Massa en torno a la
inflación, a la que denomina propagandísticamente como "la otra
inseguridad", la propuesta deja enseñanzas importantes al dar una pauta
un poco más clara sobre las políticas en que se encuentran trabajando
los equipos del partido estrella de la oposición mediática. Estos
"expertos" no pierden ocasión para ofrecer sus mágicas y novedosas
recetas, que en el fondo se parecen demasiado a aquellas remanidas del
enfriamiento de la economía, con las consecuencias conocidas de recesión
y regresión en la distribución de los ingresos para la mayoría de los
ciudadanos. Desde nuestra visión, la
causa fundamental que está por detrás del aumento de precios es la puja
distributiva. Al respecto, vale la pena mencionar una encuesta
reveladora de D'Alessio Irol, realizada para el Instituto para el
Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA) en octubre de 2012. Los
encuestados, en su mayoría representantes de las 500 empresas más
grandes del país, reconocieron que, luego de las paritarias de ese año,
el 49% trasladó el aumento de salarios a sus precios. Y en particular,
un 29% lo trasladó en la misma magnitud, mientras que un 20% lo aplicó
por encima del porcentaje que resulta de la paritaria (entre 5 y 10
puntos más) (BAE 31/10/12). Queda claro que no son los salarios los que
empujan los precios, sino las decisiones arbitrarias de las propias
empresas, como una forma de incrementar su rentabilidad. Estos
comportamientos se ven favorecidos por la elevada concentración de la
economía, tanto en la esfera de la producción como de la
comercialización, con predominancia de empresas extranjeras
multinacionales. Por ejemplo, en la elaboración de bienes de consumo
masivo se observa que, para el caso de los aceites, un 80% de la
producción es realizada por dos empresas: Molinos y Aceitera General
Deheza. En el sector lácteo, el 78% es manejado por Sancor y La
Serenísima. En cuanto a los insumos críticos de la industria, Aluar es
el único productor de aluminio primario; Siderar explica el 99% de la
oferta interna de chapa laminada en frío; y en cemento Loma Negra se
encarga del 49% de la producción. En el segmento de los supermercados,
el 81% del negocio está concentrado en tres empresas. El neoliberalismo
no encuentra conexión teórica alguna entre estos datos estructurales del
aparato productivo y el proceso de determinación de los precios. Para
ellos, la concentración es una consecuencia lógica e inmodificable que
subyace al funcionamiento del libre mercado. Todo indica que los
economistas de Massa están integrados a esa visión ideológica y a los
intereses que los sustentan. En
cambio, la visión asociada a la puja distributiva se orienta
inevitablemente a que el Estado tenga un rol activo y efectivo en el
control de los costos de los formadores de precios para evitar conductas
abusivas y la apropiación sin límite de ganancias. En este marco, una
de las medidas para empezar a resolver la suba de precios sería la
aplicación de una alícuota impositiva vinculada a una razonable tasa de
ganancia para cada sector. Por encima de esa tasa la tributación sería
total. Así, todo incremento de precios que supere cierto límite iría al
fisco, desincentivando las demarcaciones desmesuradas que terminan
pagando los consumidores, o sea los ciudadanos de nuestro país. Lejos
de tratarse de una discusión técnica, se trata de un debate
eminentemente político, ya que en el trasfondo se dirime la disputa que
existe entre aquellos que sustentan parámetros conservadores de bajo
crecimiento y escasa inflación; y quienes bregamos por seguir ampliando
las conquistas sociales, generando empleo, mejorando los ingresos y las
condiciones de vida de la mayor parte de la población. Se trata de una
disyuntiva central a la hora de pensar en el proyecto de país que
queremos seguir construyendo. Las
mentadas metas de Massa se presentan como aquel fantasma que recorre el
mundo. Pero aunque se disfrace sin Carnaval, al decir de Discépolo, es
un viejo muy conocido. Sólo trae ajuste, recesión y pérdida del nivel de
vida para la mayoría de nuestro pueblo. Nota publicada en Tiempo Argentino el 20/09/2013
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