Generando cambio

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El debate pendiente PDF Imprimir Correo
Escrito por Agencia Paco Urondo, Especial para Nuevo Paìs   
Sábado, 28 de Septiembre de 2013 21:00

El debate pendiente

La agrupación HIJOS - La Matanza recordará con un acto al trabajador de Mercedes Benz, Diego Nuñez, desaparecido en 1977. El debate pendiente en torno a la complicidad civil de la última dictadura. La opinión de un extrabajador de la fábrica. Además, Victoria Basualdo analiza el perfil anti-sindical de la Dictadura y el rol desempeñado por José Rodríguez en la etapa previa al Golpe.

http://www.derf.com.ar/imgNoticias2011/derf.com.ar_453938_11112011_INTERIOR.jpg  Segovia (extrabajador): "No tengo dudas que la empresa entregó compañeros"

Análisis: La complicidad empresarial

Victoria Basualdo: "La dictadura tuvo un sesgo fuertemente anti-obrero y anti-sindical"

Video: entrevista a Weber, periodista que investigó el caso

Por Camilo Carbonelli

La complicidad civil en los delitos de lesa humanidad es una de las deudas que falta saldar más allá de los notables avances que se hicieron desde 1983 (profundizados desde 2003) en el juzgamiento a los represores. En los últimos tiempos se ha optado por la definición “cívico – militar” para dar cuenta de la última dictadura: ese cambio indica el largo camino que resta recorrer, ya que hasta ahora la Justicia alcanzó, salvo excepciones, a los responsables castrenses.

El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 no fue obra de un grupo de sicópatas. Las fuerzas represivas fueron el brazo ejecutor de un programa ideado por las empresas monopólicas, las familias de la oligarquía y otras instituciones que pretendieron reformatear un país entero a la medida de sus ambiciones. La dictadura tuvo “mandantes económicos”, como señaló Horacio Verbitsky en una entrevista reciente con AGENCIA PACO URONDO.

Los grupos económicos impusieron sus hombres en el gabinete militar (José Martínez de Hoz es el nombre más emblemático). Tal acompañamiento tuvo su rédito. Para citar algunos ejemplos: Pérez Compamc pasó de tener 12 empresas en 1976 a 48 empresas en 1983; Techint, de 30 a 46; Bunge y Born, de 59 a 112 al final de la dictadura. Se estima además que alrededor de 600 empresas fueron apropiadas ilegalmente gracias a la intervención castrense.

El terror, por supuesto, no quedó afuera de las empresas: existen denuncias de secuestros y desapariciones de trabajadores, delegados gremiales o abogados laboralistas en, por lo menos, las siguientes industrias: Mercedes Benz, Ford, Ledesma, Acindar, Astarsa, Dálmine Siderca (grupo Techint), Loma negra, General Motors, La Cantabrita, Terrabusi, Metalúrgico Santa Rosa, Tensa, entre otros. En algún caso, la Justicia avanza, lentamente, en la búsqueda de responsables.

Caso Mercedes Benz

La participación de la empresa automotriz Mercedes Benz en la represión es investigada por el Juzgado Federal de San Martin Nº 2. Fueron secuestrados 17 trabajadores, de los cuales sólo 3 sobrevivieron. Todos pertenecían a la Comisión Interna que no estaba alienada con el SMATA nacional, dirigida por José Rodríguez. Ya fallecido, el hombre es señalado por su complicidad con la patronal.

Según surge de la investigación judicial, las fuerzas represivas se infiltraron entre los trabajadores haciéndose pasar por “empleados de vigilancia”: así buscaron información sobre la actividad política y sindical en la empresa. Tal es el caso de Rubén Luis Lavallén, que simulaba ser jefe de seguridad en la planta pero que en realidad era un subcomisario de la Brigada de investigaciones de San Justo. Lavallén es apropiador de la primera nieta recuperada por las Abuelas de Plaza de Mayo, Paula Logares.

También está comprobado que el exgerente (jefe de la producción de la Mercedes), Juan Tasselkraut, entregaba listas de trabajadores. El mismo está denunciado por los familiares de trabajadores desaparecidos de la fábrica. Además se sospecha que tanto Juan como su hermano,  Alejandro Tomás Tasselkraut, se apropiaron de dos bebés.

Los 14 trabajadores desaparecidos fueron: Alberto Arenas, Oscar Bauman Álvarez, Héctor Belmonte, Carlos Cienciala, Fernando Del Contte, Alberto Gigena, Miguel Grieco, Carmen Grossi Charles, Jorge Leichner, Juan José Mosquera, Diego Nuñez, Esteban Reimer, Víctor Ventura y José Vizinni. Por su parte, Juan y Alfredo Martín, y Héctor Ratto, fueron detenidos, torturados y lograron sobrevivir.

Esta tarde, en Ciudad Evita, la agrupación H.I.J.O.S. va a homenajear con una placa a Diego Núñez, uno de los trabajadores desaparecidos: fue detenido en su domicilio el 13 de agosto de 1977. Se trata de uno de los debates que la democracia argentina tiene que dar para seguir siendo un ejemplo en materia de Derechos Humanos.

Así lo aseguró Ramón Segovia, trabajador de Mercedes Benz durante la última dictadura militar. Entre 1976 y 1977 desaparecieron 14 delegados gremiales. Dictadura y complicidad empresarial.

Por Nicolás Bondarovsky y Enrique de la Calle
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuándo entró a trabajar en la fábrica?
Ramón Segovia: Entré en noviembre del 74 a la planta de ruta 3, kilómetro 44, en Virrey del Pino, en La Matanza. En octubre de 1975 se desató un importante conflicto en la empresa. Tenía 22 años, hacía poco que había entrado, era un militante de base. Con otros compañeros dimos una mano en ese conflicto. Primero nos enfrentamos con la burocracia, con la conducción del gremio (SMATA), que era José Rodríguez. Después la empresa se puso de acuerdo con Rodríguez para romper la huelga. En ese momento echamos a la comisión interna que respondía a Rodríguez. Nosotros queríamos delegados que nos representaran.   
AGENCIA PACO URONDO: ¿Qué ocurrió cuando se produjo el golpe militar en marzo de 1976?

RS: El conflicto del 75 termina con un triunfo nuestro. Pudimos poner una comisión interna que respondiera a los intereses de los trabajadores. La empresa debió ceder y aceptarla. Cuando vino el golpe, se atacó a todos estos compañeros, de hecho tenemos 14 desaparecidos.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuándo ocurren esas desapariciones?
RS: A fines del 76 y durante el 77. Tenemos dos sobrevivientes, que fueron secuestrados dentro de la fábrica, durante el día, en pleno día de trabajo. Se ve que no los pudieron levantar de sus domicilios como a los otros compañeros. Uno de ellos, Héctor Ratto, estuvo desaparecido casi dos años hasta que lo liberaron.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Qué recuerda de esas detenciones en los lugares de trabajo?
RS: La de Héctor Ratto la recuerdo bien, porque estaba con él en el mismo turno. Llegó el Ejército y se lo llevó. Todos quisimos impedirlo pero no pudimos. Un director -que ahora está cuestionado por los juicios-, Juan Tasselkraut, nos dijo que se lo llevaban por averiguación de antecedente. Igual creo que como se lo llevaron "legalmente" no lo mataron. A Héctor cada tanto lo veo. Ahora se está jubilando con un magro sueldo. Quiero decir algo sobre este tema: es una injusticia que no se haya obligado a las empresas a retomar a los trabajadores perseguidos y echados, como si ocurrió en el sector público, lo que me parece excelente. En el sector privado eso no pasó. Héctor sobrevivió a la dictadura y después debió trabajar de lo que pudo. Tuvo que sufrir mucho. 
AGENCIA PACO URONDO: ¿Qué les dijo oficialmente la empresa?
RS: Siempre negó que haya tenido algo que ver con las desapariciones. Nosotros formamos una Comisión y por lo que pudimos averiguar sabemos que ellos pasaron un listado de trabajadores a la policía de la provincia de Buenos Aires. No tengo duda que la empresa pasó un listado a las fuerzas represivas. Hay que poder demostrarlo, no tengo dudas.

Por Horacio Bustingorry I El historiador analiza el rol de diferentes empresas durante los años de Terror. El estado de las causas y su rol en la economía actual.

Desde hace algunos años no es extraño referirse al último gobierno de facto como una dictadura-cívico militar. El término se ha ido imponiendo en el lenguaje periodístico, en las instituciones escolares e incluso en el sentido común de la población. La consigna para la marcha del presente 24 de marzo será “los grupos económicos también fueron la dictadura”, frase que incluye a los empresarios en el sector civil compuesto también por jueces, sacerdotes, políticos y medios de comunicación.

Existen algunos casos emblemáticos de complicidad empresarial en la organización de la represión. El ingenio azucarero Ledesma de Jujuy proveyó de camiones al Ejército para el secuestro de sus trabajadores. A mediados de 1976 en la denominada noche del apagón, la empresa cortó el suministro de energía eléctrica para facilitar las operaciones y permitió que dentro de la empresa funcionase el escuadrón 20 de gendarmería, constituido en centro clandestino de detención.

En la represión de la Ford también fueron utilizados rodados provistos por la empresa. Los militares usaron camionetas F-100 en los operativos e instalaron un centro clandestino de detención en la fábrica donde personal de la empresa participó de los interrogatorios. En la Mercedes-Benz los trabajadores eran secuestrados con listas negras proporcionados por los directivos. Las dos automotrices tienen características similares: las victimas fueron trabajadores delegados de sección o integrantes de la comisión interna.

Las empresas Acindar y Siderca también instalaron centros clandestinos de detención en sus predios. La primera, ubicada en Villa Constitución y presidida por José Alfredo Martínez de Hoz impulsó la represión en 1975 con el objetivo de desmembrar la dirección de la UOM local. En la represión participaron distintas fuerzas de seguridad y sectores afines a José López Rega. La empresa facilitó su helipuerto a la Policía Federal y permitió que se instalase un cuartel en la fábrica donde funcionó un centro clandestino de detención.

En la puerta de Siderca, perteneciente al Grupo Techint,  se instaló personal del Ejército con un listado de obreros “indeseables” proporcionados por la empresa. Los detenidos fueron alojados en un centro clandestino en el Tiro Federal de Campana, contiguo a la fábrica, que se comunicaba con el predio por una puerta. El mismo modus operandi fue empleado en el astillero Astarsa. El 24 de marzo de 1976 fuerzas del Ejército acordonaron la entrada del predio con tanques de guerra, carros de asalto y helicópteros e identificaron con colaboración de la empresa a los trabajadores “rebeldes” para detenerlos y llevarlos a la comisaría 1ª de Tigre.

Las causas judiciales

En todos los casos mencionados existen causas por delitos de lesa humanidad. La Secretaría de Derechos Humanos de Nación intervino en algunos como querellante. En la causa Ledesma uno de los acusados es su titular Pedro Blaquier quien fue citado para prestar declaración indagatoria. Sin  embargo la citación fue desestimada por el juez subrogante Carlos Olivera Pastor.

Los casos de Ford y Mercedes Benz están en el juzgado federal de Daniel Rafecas de San Martín. La causa de Astarsa también se tramita en la misma jurisdicción. La Secretaría de Derechos Humanos se presentó como querellante en las dos automotrices y en el caso de Ford participó de un acto en el que se señalizó la fábrica como un lugar de secuestro de trabajadores. A su vez el fiscal Federico Delgado ha pedido la indagatoria para los directivos de la empresa.

La causa de Acindar fue impulsada por la Secretaría de Derechos Humanos en diciembre de 2010. Está en manos del juez federal de Norberto Oyarbide pero por ahora ha presentado pocos avances. Finalmente, en septiembre del año pasado un grupo denominado “Trabajadores y Delegados de los 70 por Juicio a los Responsables del golpe cívico-militar” presentaron en la justicia penal documentación que involucra al directorio de Mercedes Benz, Ford, Astarsa y Techint en el financiamiento de los servicios de Inteligencia del Ejército. Si tomamos la caracterización de Rodolfo Walsh en su carta a la junta, donde plantea que las peores violaciones a los Derechos Humanos fueron producto de la política económica de la dictadura, concluiremos que estas empresas favorecidas por aquel modelo violaron los Derechos Humanos por partida doble

Los Grupos económicos en la actualidad

El gran apoyo recibido por Cristina en las últimas elecciones debe mucho a la política económica implementada desde 2003. ¿Qué rol jugaron los grupos económicos analizados en relación al modelo? Salvo Astarsa que cerró en 1994, el resto sigue en funciones. En la actualidad Ledesma desarrolla actividades diversificadas orientadas al mercado interno como la producción de papel, azúcar y naranjas. Sin embargo, las pésimas condiciones laborales de sus trabajadores y el autoritarismo frente a la población circundante a sus predios la posicionan como una de las empresas más dañinas del país. Sirva como ejemplo el desalojo que impulsó en terrenos de su propiedad que dejaron un saldo de cuatro muertos.

El caso de Techint es más complejo. El grupo está acostumbrado a condicionar a gobiernos y querer digitar la política económica nacional. Los roces con las gestiones de Néstor y Cristina fueron una constante pese a compartir algunos lineamientos generales de la política industrial. Sin embargo, las empresas del grupo dinamizan el mercado interno proveyendo insumos para la industria (sobretodo la petrolera) y abasteciéndose de una red de proveedores nacionales (sobretodo PYMES) a los que transfiere tecnología, financiamiento y capacitación de recursos humanos.

Acindar es una empresa consustanciada con el crecimiento industrial del modelo kirchnerista. La empresa fabrica alambres, clavos, mallas y barras de acero además de cordones para hormigón postesado y acero para estructuras de hormigón armado, insumos básicos de la industria de la construcción, pilar del crecimiento económico de todo el ciclo kirchnerista. La empresa no pertenece más a la familia Acevedo y está en manos de Arcelor Mittal, el principal productor siderúrgico del mundo, conformado en su mayoría por capitales indios.

Las automotrices han sido centrales en el modelo económico kirchnerista. El año pasado hubo un récord en la producción de autos, superándose las ochocientos mil unidades. El aporte de Mercedes Benz ha sido ínfimo y el de Ford de un 14 % pero ambas expresan un sector considerado estratégico por el gobierno nacional. La inauguración con presencia de Cristina de la nueva planta de motores de Ford en Pacheco simboliza ese aspecto. El mismo gobierno que señala un centro clandestino de detención en la fábrica le reconoce su actividad presente y la apuesta al futuro.  

La responsabilidad empresarial

Los grupos económicos fueron la dictadura como también lo fueron las Fuerzas Armadas. De la misma manera que el personal militar comprometido con la represión está siendo juzgado, los empresarios que fueron cómplices deberán pasar al banquillo de los acusados. Caiga quien caiga y sin importar si siguen ejerciendo funciones empresariales en la actualidad.
Sin embargo, como dice Walsh, la violación más profunda a los Derechos Humanos de la dictadura fue su política económica. Sin un Estado que discipline al capital las empresas nunca cumplirán la función social que le atribuye la filosofía peronista.  Por esa razón el gobierno, al igual que lo hizo con las Fuerzas Armadas, busca encuadrar a los empresarios para comprometerles en una política nacional. Sólo así los grupos económicos cumplirán un rol positivo para el conjunto de la población y no cometerán nunca más un genocidio social.

Entrar a página de Agencia Paco Urondo y visualizar el video de referencia.

La europea investigó el rol de Mercedes Benz durante la última dictadura. Es la responsable del documental "Milagros no hay". Sus trabajos aportaron elementos importantes a la Justica argentina. ¿Directivos de la empresa se apropiaron de dos hijos de desaparecidos? Fuente de la entrevista: Comarca sí.

Entrevista a Victoria Basualdo, quien participó en el libro de Horacio Verbitsky Cuentas Pendientes. En esta oportunidad, analiza el rol de la cúpulas sindicales en el contexto previo y posterior al Golpe de 1976.

alt  Por Nahuel Placanica

APU: La sensación que me quedó cuando leí su capítulo es que está escrito con mucho cuidado, sabiendo que se trata de un tema muy complejo. ¿Es así?

Victoria Basualdo: La sensación que tenés es absolutamente correcta. Cuando me propusieron originalmente escribir sobre este tema lo pensé mucho, el papel de determinadas dirigencias sindicales en el proceso represivo es algo que fue apareciendo en los distintos casos y en distintas situaciones especificas, pero no existe hasta este momento un análisis abarcativo sobre este tema. Por lo tanto, una primera precaución tenía que ver con abordar un tema que no ha sido visibilizado ni abordado en profundidad, sino que fue tocado de manera secundaria en algunos trabajos específicos. En ese sentido, la estrategia fue abordar un caso emblemático sobre el que sí hay fuentes, documentación e interpretaciones previas que permiten hacer una aproximación fundamentada.

Al mismo tiempo me parecían muy importantes varias cuestiones que trato de proponer al final del trabajo, que tienen que ver con la perspectiva, con cómo pensar este tema. Me parece que el objetivo del libro es justamente ver las complicidades económicas con las fuerzas militares, y creo que no es lo mismo hablar de las complicidades de sectores concentrados del capital, que tienen una determinada posición estructural, un determinado poder y que fueron claros beneficiarios de este proceso. Por su parte, hay sectores sindicales que tuvieron su participación, como en el caso emblemático que analizo, que es el de la dirigencia de SMATA (Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor) y en particular el papel de quien fue su Secretario General en el período represivo más crítico de mediados de los años 70, José Rodríguez. Pero hay que decir que el comportamiento de un sector de la dirigencia fue a contramano de otras actitudes y posiciones de un amplio arco de sectores del sindicalismo, que además fueron tremendamente castigados durante la dictadura.

APU: Uno de los objetivos de la dictadura fue desmantelar ese movimiento sindical.

V.B: Absolutamente, la dictadura tuvo un sesgo fuertemente anti-obrero y anti-sindical. Por eso, aunque sin dudas es importante y pertinente analizar el papel de un sector de las dirigencias sindicales, me parece fundamental al mismo tiempo evitar el peligro de la generalización, y de transpolación de estas actitudes a la totalidad del movimiento sindical (que ya de por sí es objeto de fuertes prejuicios y ataques). Tanto el movimiento sindical como los trabajadores, en especial los sectores combativos, fueron perseguidos y perjudicados en este período, a partir de políticas económicas, laborales y represivas. Que hayan existido dirigentes sindicales que traicionaron a su clase no debería oscurecer la relevancia central de la revancha clasista que se dio a partir del ’76 con la fuerte ofensiva del capital frente al trabajo, frente a la cual hubo un amplio arco de posicionamientos, incluyendo fuertes procesos de resistencia, lucha y organización obrera.

APU: Usted identifica la emergencia de formas de disciplinamiento del Movimiento Obrero anteriores a la dictadura. ¿Cuándo ubicaría ese momento en que se empiezan a disciplinar ciertos movimientos de base?

V.B: Es una pregunta interesante porque nos permite también retomar otra línea de discusión que también es espinosa, en relación con las líneas de continuidad y cambio respecto a la dictadura. En la actualidad hay una discusión muy grande en toda América Latina sobre las dictaduras latinoamericanas. Hay líneas interpretativas qué enfatizan los vínculos y continuidades respecto a etapas históricas previas y posteriores y, de algún modo, llaman a ubicar las dictaduras dentro de la dinámica histórica como parte de un proceso y no como un estado de excepción. Creo que esa es una operatoria correcta que además ayuda a detectar entramados sociales que sostuvieron las dictaduras, pero que al mismo tiempo hay que tener mucho cuidado y no diluir el peso de los cambios y de las características específicas de cada etapa.

Ahora: ¿cuándo empezó el proceso de disciplinamiento? Diría que siempre se producen intentos de control y disciplinamiento dentro del movimiento sindical, ocurren rivalidades y cuestionamientos a determinados liderazgos que se van burocratizando y que dejan de representar los intereses de los trabajadores, y los trabajadores y militantes van buscando alternativas, que los que están en el poder buscan a su vez acallar o controlar. Esto es de alguna manera inherente a la dinámica interna de los sindicatos, y probablemente una gran cantidad de organizaciones e instituciones.

Al mismo tiempo, creo que siempre han existido a lo largo de la historia del Movimiento Obrero corrientes combativas que ven en la acción sindical una forma de cuestionar al sistema en su conjunto, una vía de fortalecer a los trabajadores en un proceso de transformación radical de la sociedad. Por el contrario, hay otras corrientes que consideran a la acción sindical como un instrumento para la defensa de las condiciones materiales de la clase trabajadora, pero sin pensar en un cambio de sistema (y en muchos casos resistiendo activamente toda posibilidad de cambio de sistema).

Pero aunque las pugnas internas- tanto dentro del movimiento sindical como de la clase obrera- siempre existieron y existirán, el grado de confrontación entre las corrientes auto-denominadas combativas y ortodoxas fue particularmente elevado e intenso en la primera mitad de lo años 70. Y esto ocurrió además en un contexto de fuerte avanzada de las fuerzas represivas contra los trabajadores. La represión a los trabajadores, particularmente a los combativos, no empezó el 24 de marzo, sino que hay avanzadas muy significativas en este sentido en el período ’74-’75. Al mismo tiempo, sin desmerecer el impacto y alcance de la represión en la etapa previa al golpe, me parece también que la dictadura tuvo una especificidad que es necesario ver, y que el 24 de marzo marca un cambio muy importante y significativo, por lo menos eso es lo que surge de mis investigaciones.

APU: En relación a las corrientes combativas, ¿cuál es su extensión al interior del Movimiento Obrero?

V.B: El movimiento combativo, que tuvo distintas vertientes y denominaciones (como el clasismo, por ejemplo) fue un movimiento extendido por todo el país, con algunos casos, como el de Córdoba (en gremios como Luz y Fuerza, liderado por el gran líder obrero Agustín Tosco y SMATA Córdoba, con René Salamanca a la cabeza), muy emblemáticos y más reconocidos. Lo que veo específicamente en el artículo es justamente la política de creciente disciplinamiento de la dirección nacional de SMATA, de José Rodríguez en particular, sobre los trabajadores y delegados de su gremio que se acercaban a las posiciones combativas. Un ejemplo muy claro es el de SMATA Córdoba, la seccional dirigida por Salamanca, que es un dirigente vinculado con sectores de izquierda, vinculado con una organización marxista y además maoísta. El artículo analiza el papel de Rodríguez en el desmantelamiento y represión a los sectores combativos en Córdoba.

Además, lo vinculo con otro proceso posterior que ya no tiene que ver con Córdoba sino con los alrededores de Buenos Aires, como son los casos de Ford y Mercedes Benz, fábricas en las que los delegados y comisiones internas, a partir de un proceso de organización democrático de base, cuestionaron las políticas del SMATA regional, y hubo procesos represivos muy fuertes en los que la dirigencia del gremio tuvo un papel importante.

APU: Un tema central tiene que ver con el rol que cumplieron las organizaciones armadas, en general relacionadas con los sectores combativos y la violencia política. Esa violencia marcó las pujas al interior del sindicalismo.

V.B: Es muy importante tu pregunta porque no puede analizarse este grado tan elevado de confrontación entre las distintas corrientes sindicales sin tener en cuenta el papel y la inserción de la lucha armada en el medio. Efectivamente, no sería completo el panorama si no vemos que en el proceso de articulación de un polo combativo existen vínculos muy fuertes de estas organizaciones con las organizaciones político-militares. Al mismo tiempo, los sectores ortodoxos también tenían sus propios apoyos armados.

A partir de los setenta, cuando la lucha armada comienza a desarrollarse más ampliamente, adquiere una vinculación muy fuerte con la lucha sindical. Entonces estos sectores combativos a los cuales nos estamos refiriendo, no sólo tienen relaciones con organizaciones marxistas sino también con sectores de la izquierda peronista y con las dos organizaciones guerrilleras más importantes: con el PRT-ERP y con Montoneros.

En ocasiones estas organizaciones intervinieron en términos defensivos en favor de los trabajadores, en el medio de conflictos entre patotas sindicales o fuerzas parapoliciales, aportando fuerzas contra este tipo de ataques. Otras veces, sobre todo en el caso de las corrientes vinculadas al peronismo de izquierda, tuvieron también una política de asesinato de dirigentes sindicales. Esto es lo que sucede en el caso de SMATA. José Rodríguez asume como secretario general en el ‘73 en reemplazo de Dirck Henry Kloosterman, que es asesinado por la guerrilla. En todos los casos, la relación entre lucha armada y lucha sindical no fue fácil, estuvo cruzada de tensiones y contradicciones que es imprescindible analizar.

APU: En el caso que usted analiza, el de SMATA, me llamó la atención que José Rodríguez utiliza un vocabulario similar al de los empresarios y la represión, como es el concepto de “guerrilla fabril”.

V.B: Exacto, guerrilla fabril, lo que implicaba en ese momento señalar a los trabajadores combativos como un equivalente de la guerrilla, lo que abría el campo para una persecución y penalización acorde, que en esos tiempos tenía implicancias dramáticas. Eso es muy significativo, por eso digo que el caso de José Rodríguez fue emblemático y extremo. Estamos hablando de un proceso de lucha contra los sectores radicalizados que tuvo enormes consecuencias. Por ejemplo, en el caso de SMATA Córdoba, el desmalentamiento del sindicalismo combativo cordobés se da en 1974, de algún modo anticipa y prepara el terreno para la represión brutal posterior al 24 de marzo (en esa fecha lo secuestran a René Salamanca y desaparece para siempre). Luego está el avance en Tucumán, en el ’75, y luego el operativo en marzo del ’75 en Villa Constitución que buscó desmantelar todo el cordón industrial norte.

El caso del SMATA nacional ejemplifica entonces esta línea de disciplinamiento de los trabajadores combativos y alineamiento con la patronal. En esto también interviene una dinámica de defensa de la propia posición. No son únicamente peones de la patronal: esto me parece que hay que pensarlo y ver cómo se trabaja a futuro, sobre todo en lo que se refiere a los sectores de la clase trabajadora que apoyan o toleran estos liderazgos.

Me parece que los procesos de cambio social son procesos en los cuales no queda claro hacía dónde se va y qué implican esos cambios en términos de identidad obrera, y eso agita muchos miedos, muchos temores. Creo que, en todo tiempo y lugar, la relación entre trabajadores y empleadores es de una enorme complejidad. Hay que pensar esa relación salarial, esta cuestión de trabajar para una empresa que paga el salario al trabajador, que se define como trabajador de esa empresa, lo que se vuelve en constitutivo de su identidad. De esta relación depende que su familia acceda a la vivienda, escuela, salud, educación. De algún modo, la vida del trabajador está atada a este tipo de dinámica, a lo que se ve desde algunas perspectivas como una relación de mutua dependencia y necesidad entre capital y trabajo. Sectores importantes de la clase trabajadora enfatizan esto, y desarrollan una perspectiva que prioriza la convivencia y la conciliación entre capital y trabajo. Frente a esto, los sectores combativos ponen en el centro, no ya la interdependencia, sino la subordinación del trabajo al capital, poniendo en el centro la relación de explotación y proponiendo romper esas relaciones y generar algo nuevo. Desde esta perspectiva no hay interdependencia sino un claro choque de intereses entre capital y trabajo, por lo que se enfatiza la importancia y centralidad de la lucha y la confrontación.

En resumen, creo que hay que analizar y estudiar, por un lado, el papel de un sector de la dirigencia sindical que promueve un alineamiento con la patronal y una defensa de la propia situación, también una posición ideológica y política. En el marco de este proceso de confrontación agudo traicionan su mandato básico de representar a los trabajadores, llegando incluso a la desprotección absoluta frente a la represión, o a la entrega y colaboración. Pero por otro lado, es necesario pensar también las tensiones y contradicciones dentro de la propia clase trabajadora, las grietas que permiten que se construyan y pervivan estos liderazgos, lo que se logra -por supuesto- con tácticas violentas y de disciplinamiento, pero también con formas de legitimación interna que creo que hay que abordar.

APU: Ya en plena dictadura, ¿cómo se acomodan en ese escenario las cúpulas sindicales? ¿Cuáles son los que resisten y cuáles no?

V.B: Claramente, hay un cambio muy radical en términos del panorama sindical pre y post golpe. Lo que vemos en la dictadura es que el mapa sindical ya no incluye a los sectores combativos, ya que la gran mayoría de sus militantes están desaparecidos, o fueron detenidos o están exiliados. Se ve, en todo caso, sectores que en otro momento hubieran sido más bien de centro, con fuerte diálogo con sectores ortodoxos del peronismo, caso Ubaldini por ejemplo. Con Ubaldini y con la Comisión de los 25 aparece un esbozo de resistencia y de diferenciación frente a la dictadura. Hay otros sectores, como los que luego se va a configurar en torno a la CNT (Comisión Nacional de Trabajo), que tienen una posición mucho más conciliadora frente a la dictadura. Algunos de estos dirigentes, como Triaca o Baldassini, van a ir al Juicio a las Juntas a decir que no se enteraron de la existencia de desaparecidos, cuando líderes sindicales, no ya combativos, sino incluso de las filas del peronismo más ortodoxo como Oscar Smith, estaban desaparecidos. Pero de todos modos creo que la cuestión de los cambios de la dirigencia sindical durante la dictadura merece más análisis y estudio.

APU: ¿Por qué cree que el Movimiento Obrero no ha hecho una autocrítica en torno a estas cuestiones que hemos analizado?

V.B: Quizás no hubo una autocrítica, pero sí hubo visiones críticas desde las propias filas del sindicalismo. Hay sectores importantes vinculados con la CTA que han analizado las distintas etapas históricas, los enormes desafíos, los errores y las traiciones que se han producido dentro del movimiento sindical. Me parece que también parte de la izquierda ha pensado esto. En el sindicalismo más afiliado al peronismo ortodoxo es más difícil hablar de estas cuestiones que involucran posiciones y actitudes que son difíciles de reconciliar con la defensa de los trabajadores. En muchos casos creo que hay un convencimiento ideológico y político, como decíamos en el caso de José Rodríguez. Consideran que dieron la pelea que había que dar, que parte de su tarea justamente era preservar al movimiento sindical y preservar a sus organizaciones de “los zurdos”, a los que consideraban un peligro y una amenaza.

De todos modos creo que en términos de investigación académica es mucho lo que hay para hacer en este sentido y creo que gran parte del temor y de la precaución al encarar estos temas tiene que ver con encontrar el lugar de estas temáticas en una trama histórica compleja. Hay que ver las contradicciones al interior de los trabajadores, las distintas posiciones de las figuras sindicales en el contexto más amplio, sin perder nunca de vista la contradicción principal entre capital y trabajo que marcó a fuego esta historia.            

 
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