El debate pendiente
La agrupación HIJOS - La Matanza recordará con un acto al
trabajador de Mercedes Benz, Diego Nuñez, desaparecido en 1977. El
debate pendiente en torno a la complicidad civil de la última dictadura.
La opinión de un extrabajador de la fábrica. Además, Victoria Basualdo
analiza el perfil anti-sindical de la Dictadura y el rol desempeñado por
José Rodríguez en la etapa previa al Golpe.
Segovia (extrabajador): "No tengo dudas que la empresa entregó compañeros"
Análisis: La complicidad empresarial
Victoria Basualdo: "La dictadura tuvo un sesgo fuertemente anti-obrero y anti-sindical"
Video: entrevista a Weber, periodista que investigó el caso
Por Camilo Carbonelli
La complicidad civil en los delitos de lesa humanidad es una de las
deudas que falta saldar más allá de los notables avances que se hicieron
desde 1983 (profundizados desde 2003) en el juzgamiento a los
represores. En los últimos tiempos se ha optado por la definición
“cívico – militar” para dar cuenta de la última dictadura: ese cambio
indica el largo camino que resta recorrer, ya que hasta ahora la
Justicia alcanzó, salvo excepciones, a los responsables castrenses.
El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 no fue obra de un grupo de
sicópatas. Las fuerzas represivas fueron el brazo ejecutor de un
programa ideado por las empresas monopólicas, las familias de la
oligarquía y otras instituciones que pretendieron reformatear un país
entero a la medida de sus ambiciones. La dictadura tuvo “mandantes
económicos”, como señaló Horacio Verbitsky en una entrevista reciente con AGENCIA PACO URONDO.
Los grupos económicos impusieron sus hombres en el gabinete militar
(José Martínez de Hoz es el nombre más emblemático). Tal acompañamiento
tuvo su rédito. Para citar algunos ejemplos: Pérez Compamc pasó de
tener 12 empresas en 1976 a 48 empresas en 1983; Techint, de 30 a 46;
Bunge y Born, de 59 a 112 al final de la dictadura. Se estima además
que alrededor de 600 empresas fueron apropiadas ilegalmente gracias a
la intervención castrense.
El terror, por supuesto, no quedó afuera de las empresas: existen
denuncias de secuestros y desapariciones de trabajadores, delegados
gremiales o abogados laboralistas en, por lo menos, las siguientes
industrias: Mercedes Benz, Ford, Ledesma, Acindar, Astarsa, Dálmine
Siderca (grupo Techint), Loma negra, General Motors, La Cantabrita,
Terrabusi, Metalúrgico Santa Rosa, Tensa, entre otros. En algún caso, la
Justicia avanza, lentamente, en la búsqueda de responsables.
Caso Mercedes Benz
La participación de la empresa automotriz Mercedes Benz en la
represión es investigada por el Juzgado Federal de San Martin Nº 2.
Fueron secuestrados 17 trabajadores, de los cuales sólo 3 sobrevivieron.
Todos pertenecían a la Comisión Interna que no estaba alienada con el
SMATA nacional, dirigida por José Rodríguez. Ya fallecido, el hombre es
señalado por su complicidad con la patronal.
Según surge de la investigación judicial, las fuerzas represivas se
infiltraron entre los trabajadores haciéndose pasar por “empleados de
vigilancia”: así buscaron información sobre la actividad política y
sindical en la empresa. Tal es el caso de Rubén Luis Lavallén, que
simulaba ser jefe de seguridad en la planta pero que en realidad era un
subcomisario de la Brigada de investigaciones de San Justo. Lavallén
es apropiador de la primera nieta recuperada por las Abuelas de Plaza
de Mayo, Paula Logares.
También está comprobado que el exgerente (jefe de la producción de
la Mercedes), Juan Tasselkraut, entregaba listas de trabajadores. El
mismo está denunciado por los familiares de trabajadores desaparecidos
de la fábrica. Además se sospecha que tanto Juan como su hermano,
Alejandro Tomás Tasselkraut, se apropiaron de dos bebés.
Los 14 trabajadores desaparecidos fueron: Alberto Arenas, Oscar
Bauman Álvarez, Héctor Belmonte, Carlos Cienciala, Fernando Del Contte,
Alberto Gigena, Miguel Grieco, Carmen Grossi Charles, Jorge Leichner,
Juan José Mosquera, Diego Nuñez, Esteban Reimer, Víctor Ventura y José
Vizinni. Por su parte, Juan y Alfredo Martín, y Héctor Ratto, fueron
detenidos, torturados y lograron sobrevivir.
Esta tarde, en Ciudad Evita, la agrupación H.I.J.O.S. va a homenajear
con una placa a Diego Núñez, uno de los trabajadores desaparecidos:
fue detenido en su domicilio el 13 de agosto de 1977. Se trata de uno
de los debates que la democracia argentina tiene que dar para seguir
siendo un ejemplo en materia de Derechos Humanos. Así lo aseguró Ramón Segovia, trabajador de Mercedes Benz
durante la última dictadura militar. Entre 1976 y 1977 desaparecieron 14
delegados gremiales. Dictadura y complicidad empresarial.
Por Nicolás Bondarovsky y Enrique de la Calle AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuándo entró a trabajar en la fábrica? Ramón
Segovia: Entré en noviembre del 74 a la planta de ruta 3, kilómetro 44,
en Virrey del Pino, en La Matanza. En octubre de 1975 se desató un
importante conflicto en la empresa. Tenía 22 años, hacía poco que había
entrado, era un militante de base. Con otros compañeros dimos una mano
en ese conflicto. Primero nos enfrentamos con la burocracia, con la
conducción del gremio (SMATA), que era José Rodríguez. Después la
empresa se puso de acuerdo con Rodríguez para romper la huelga. En ese
momento echamos a la comisión interna que respondía a Rodríguez.
Nosotros queríamos delegados que nos representaran. AGENCIA PACO URONDO: ¿Qué ocurrió cuando se produjo el golpe militar en marzo de 1976? RS:
El conflicto del 75 termina con un triunfo nuestro. Pudimos poner una
comisión interna que respondiera a los intereses de los trabajadores. La
empresa debió ceder y aceptarla. Cuando vino el golpe, se atacó a todos
estos compañeros, de hecho tenemos 14 desaparecidos. AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuándo ocurren esas desapariciones? RS:
A fines del 76 y durante el 77. Tenemos dos sobrevivientes, que fueron
secuestrados dentro de la fábrica, durante el día, en pleno día de
trabajo. Se ve que no los pudieron levantar de sus domicilios como a los
otros compañeros. Uno de ellos, Héctor Ratto, estuvo desaparecido casi
dos años hasta que lo liberaron. AGENCIA PACO URONDO: ¿Qué recuerda de esas detenciones en los lugares de trabajo? RS:
La de Héctor Ratto la recuerdo bien, porque estaba con él en el mismo
turno. Llegó el Ejército y se lo llevó. Todos quisimos impedirlo pero no
pudimos. Un director -que ahora está cuestionado por los juicios-, Juan
Tasselkraut, nos dijo que se lo llevaban por averiguación de
antecedente. Igual creo que como se lo llevaron "legalmente" no lo
mataron. A Héctor cada tanto lo veo. Ahora se está jubilando con un
magro sueldo. Quiero decir algo sobre este tema: es una injusticia que
no se haya obligado a las empresas a retomar a los trabajadores
perseguidos y echados, como si ocurrió en el sector público, lo que me
parece excelente. En el sector privado eso no pasó. Héctor sobrevivió a
la dictadura y después debió trabajar de lo que pudo. Tuvo que sufrir
mucho. AGENCIA PACO URONDO: ¿Qué les dijo oficialmente la empresa? RS:
Siempre negó que haya tenido algo que ver con las desapariciones.
Nosotros formamos una Comisión y por lo que pudimos averiguar sabemos
que ellos pasaron un listado de trabajadores a la policía de la
provincia de Buenos Aires. No tengo duda que la empresa pasó un listado a
las fuerzas represivas. Hay que poder demostrarlo, no tengo dudas. Por Horacio Bustingorry I El historiador
analiza el rol de diferentes empresas durante los años de Terror. El
estado de las causas y su rol en la economía actual.
Desde hace algunos años no es extraño referirse al último gobierno de
facto como una dictadura-cívico militar. El término se ha ido
imponiendo en el lenguaje periodístico, en las instituciones escolares e
incluso en el sentido común de la población. La consigna para la marcha
del presente 24 de marzo será “los grupos económicos también fueron la
dictadura”, frase que incluye a los empresarios en el sector civil
compuesto también por jueces, sacerdotes, políticos y medios de
comunicación.
Existen algunos casos emblemáticos de complicidad empresarial en la
organización de la represión. El ingenio azucarero Ledesma de Jujuy
proveyó de camiones al Ejército para el secuestro de sus trabajadores. A
mediados de 1976 en la denominada noche del apagón, la empresa cortó el
suministro de energía eléctrica para facilitar las operaciones y
permitió que dentro de la empresa funcionase el escuadrón 20 de
gendarmería, constituido en centro clandestino de detención.
En la represión de la Ford también fueron utilizados rodados
provistos por la empresa. Los militares usaron camionetas F-100 en los
operativos e instalaron un centro clandestino de detención en la fábrica
donde personal de la empresa participó de los interrogatorios. En la
Mercedes-Benz los trabajadores eran secuestrados con listas negras
proporcionados por los directivos. Las dos automotrices tienen
características similares: las victimas fueron trabajadores delegados de
sección o integrantes de la comisión interna.
Las empresas Acindar y Siderca también instalaron centros
clandestinos de detención en sus predios. La primera, ubicada en Villa
Constitución y presidida por José Alfredo Martínez de Hoz impulsó la
represión en 1975 con el objetivo de desmembrar la dirección de la UOM
local. En la represión participaron distintas fuerzas de seguridad y
sectores afines a José López Rega. La empresa facilitó su helipuerto a
la Policía Federal y permitió que se instalase un cuartel en la fábrica
donde funcionó un centro clandestino de detención.
En la puerta de Siderca, perteneciente al Grupo Techint, se instaló
personal del Ejército con un listado de obreros “indeseables”
proporcionados por la empresa. Los detenidos fueron alojados en un
centro clandestino en el Tiro Federal de Campana, contiguo a la fábrica,
que se comunicaba con el predio por una puerta. El mismo modus operandi
fue empleado en el astillero Astarsa. El 24 de marzo de 1976 fuerzas
del Ejército acordonaron la entrada del predio con tanques de guerra,
carros de asalto y helicópteros e identificaron con colaboración de la
empresa a los trabajadores “rebeldes” para detenerlos y llevarlos a la
comisaría 1ª de Tigre.
Las causas judiciales
En todos los casos mencionados existen causas por
delitos de lesa humanidad. La Secretaría de Derechos Humanos de Nación
intervino en algunos como querellante. En la causa Ledesma uno de los
acusados es su titular Pedro Blaquier quien fue citado para prestar
declaración indagatoria. Sin embargo la citación fue desestimada por el
juez subrogante Carlos Olivera Pastor.
Los casos de Ford y Mercedes Benz están en el juzgado federal de
Daniel Rafecas de San Martín. La causa de Astarsa también se tramita en
la misma jurisdicción. La Secretaría de Derechos Humanos se presentó
como querellante en las dos automotrices y en el caso de Ford participó
de un acto en el que se señalizó la fábrica como un lugar de secuestro
de trabajadores. A su vez el fiscal Federico Delgado ha pedido la
indagatoria para los directivos de la empresa.
La causa de Acindar fue impulsada por la Secretaría de Derechos
Humanos en diciembre de 2010. Está en manos del juez federal de Norberto
Oyarbide pero por ahora ha presentado pocos avances. Finalmente, en
septiembre del año pasado un grupo denominado “Trabajadores y Delegados
de los 70 por Juicio a los Responsables del golpe cívico-militar”
presentaron en la justicia penal documentación que involucra al
directorio de Mercedes Benz, Ford, Astarsa y Techint en el
financiamiento de los servicios de Inteligencia del Ejército. Si tomamos
la caracterización de Rodolfo Walsh en su carta a la junta, donde
plantea que las peores violaciones a los Derechos Humanos fueron
producto de la política económica de la dictadura, concluiremos que
estas empresas favorecidas por aquel modelo violaron los Derechos
Humanos por partida doble
Los Grupos económicos en la actualidad
El gran apoyo recibido por Cristina en las últimas elecciones debe
mucho a la política económica implementada desde 2003. ¿Qué rol jugaron
los grupos económicos analizados en relación al modelo? Salvo Astarsa
que cerró en 1994, el resto sigue en funciones. En la actualidad Ledesma
desarrolla actividades diversificadas orientadas al mercado interno
como la producción de papel, azúcar y naranjas. Sin embargo, las pésimas
condiciones laborales de sus trabajadores y el autoritarismo frente a
la población circundante a sus predios la posicionan como una de las
empresas más dañinas del país. Sirva como ejemplo el desalojo que
impulsó en terrenos de su propiedad que dejaron un saldo de cuatro
muertos.
El caso de Techint es más complejo. El grupo está acostumbrado a
condicionar a gobiernos y querer digitar la política económica nacional.
Los roces con las gestiones de Néstor y Cristina fueron una constante
pese a compartir algunos lineamientos generales de la política
industrial. Sin embargo, las empresas del grupo dinamizan el mercado
interno proveyendo insumos para la industria (sobretodo la petrolera) y
abasteciéndose de una red de proveedores nacionales (sobretodo PYMES) a
los que transfiere tecnología, financiamiento y capacitación de recursos
humanos.
Acindar es una empresa consustanciada con el crecimiento industrial
del modelo kirchnerista. La empresa fabrica alambres, clavos, mallas y
barras de acero además de cordones para hormigón postesado y acero para
estructuras de hormigón armado, insumos básicos de la industria de la
construcción, pilar del crecimiento económico de todo el ciclo
kirchnerista. La empresa no pertenece más a la familia Acevedo y está en
manos de Arcelor Mittal, el principal productor siderúrgico del mundo,
conformado en su mayoría por capitales indios.
Las automotrices han sido centrales en el modelo económico
kirchnerista. El año pasado hubo un récord en la producción de autos,
superándose las ochocientos mil unidades. El aporte de Mercedes Benz ha
sido ínfimo y el de Ford de un 14 % pero ambas expresan un sector
considerado estratégico por el gobierno nacional. La inauguración con
presencia de Cristina de la nueva planta de motores de Ford en Pacheco
simboliza ese aspecto. El mismo gobierno que señala un centro
clandestino de detención en la fábrica le reconoce su actividad presente
y la apuesta al futuro.
La responsabilidad empresarial
Los grupos económicos fueron la dictadura como también lo fueron las
Fuerzas Armadas. De la misma manera que el personal militar comprometido
con la represión está siendo juzgado, los empresarios que fueron
cómplices deberán pasar al banquillo de los acusados. Caiga quien caiga y
sin importar si siguen ejerciendo funciones empresariales en la
actualidad. Sin embargo, como dice Walsh, la violación más profunda a
los Derechos Humanos de la dictadura fue su política económica. Sin un
Estado que discipline al capital las empresas nunca cumplirán la función
social que le atribuye la filosofía peronista. Por esa razón el
gobierno, al igual que lo hizo con las Fuerzas Armadas, busca encuadrar a
los empresarios para comprometerles en una política nacional. Sólo así
los grupos económicos cumplirán un rol positivo para el conjunto de la
población y no cometerán nunca más un genocidio social. Entrar a página de Agencia Paco Urondo y visualizar el video de referencia.
La europea investigó el rol de
Mercedes Benz durante la última dictadura. Es la responsable del
documental "Milagros no hay". Sus trabajos aportaron elementos
importantes a la Justica argentina. ¿Directivos de la empresa se
apropiaron de dos hijos de desaparecidos? Fuente de la entrevista:
Comarca sí.
Entrevista a Victoria Basualdo, quien participó en el libro de Horacio Verbitsky Cuentas Pendientes. En esta oportunidad, analiza el rol de la cúpulas sindicales en el contexto previo y posterior al Golpe de 1976.
Por Nahuel Placanica
APU: La sensación que me quedó cuando leí su capítulo es que
está escrito con mucho cuidado, sabiendo que se trata de un tema muy
complejo. ¿Es así?
Victoria Basualdo: La sensación que tenés es
absolutamente correcta. Cuando me propusieron originalmente escribir
sobre este tema lo pensé mucho, el papel de determinadas dirigencias
sindicales en el proceso represivo es algo que fue apareciendo en los
distintos casos y en distintas situaciones especificas, pero no existe
hasta este momento un análisis abarcativo sobre este tema. Por lo tanto,
una primera precaución tenía que ver con abordar un tema que no ha sido
visibilizado ni abordado en profundidad, sino que fue tocado de manera
secundaria en algunos trabajos específicos. En ese sentido, la
estrategia fue abordar un caso emblemático sobre el que sí hay fuentes,
documentación e interpretaciones previas que permiten hacer una
aproximación fundamentada.
Al mismo tiempo me parecían muy importantes varias cuestiones que
trato de proponer al final del trabajo, que tienen que ver con la
perspectiva, con cómo pensar este tema. Me parece que el objetivo del
libro es justamente ver las complicidades económicas con las fuerzas
militares, y creo que no es lo mismo hablar de las complicidades de
sectores concentrados del capital, que tienen una determinada posición
estructural, un determinado poder y que fueron claros beneficiarios de
este proceso. Por su parte, hay sectores sindicales que tuvieron su
participación, como en el caso emblemático que analizo, que es el de la
dirigencia de SMATA (Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte
Automotor) y en particular el papel de quien fue su Secretario General
en el período represivo más crítico de mediados de los años 70, José
Rodríguez. Pero hay que decir que el comportamiento de un sector de la
dirigencia fue a contramano de otras actitudes y posiciones de un amplio
arco de sectores del sindicalismo, que además fueron tremendamente
castigados durante la dictadura.
APU: Uno de los objetivos de la dictadura fue desmantelar ese movimiento sindical.
V.B: Absolutamente, la dictadura tuvo un sesgo
fuertemente anti-obrero y anti-sindical. Por eso, aunque sin dudas es
importante y pertinente analizar el papel de un sector de las
dirigencias sindicales, me parece fundamental al mismo tiempo evitar el
peligro de la generalización, y de transpolación de estas actitudes a la
totalidad del movimiento sindical (que ya de por sí es objeto de
fuertes prejuicios y ataques). Tanto el movimiento sindical como los
trabajadores, en especial los sectores combativos, fueron perseguidos y
perjudicados en este período, a partir de políticas económicas,
laborales y represivas. Que hayan existido dirigentes sindicales que
traicionaron a su clase no debería oscurecer la relevancia central de la
revancha clasista que se dio a partir del ’76 con la fuerte ofensiva
del capital frente al trabajo, frente a la cual hubo un amplio arco de
posicionamientos, incluyendo fuertes procesos de resistencia, lucha y
organización obrera.
APU: Usted identifica la emergencia de formas de
disciplinamiento del Movimiento Obrero anteriores a la dictadura.
¿Cuándo ubicaría ese momento en que se empiezan a disciplinar ciertos
movimientos de base?
V.B: Es una pregunta interesante porque nos permite
también retomar otra línea de discusión que también es espinosa, en
relación con las líneas de continuidad y cambio respecto a la dictadura.
En la actualidad hay una discusión muy grande en toda América Latina
sobre las dictaduras latinoamericanas. Hay líneas interpretativas qué
enfatizan los vínculos y continuidades respecto a etapas históricas
previas y posteriores y, de algún modo, llaman a ubicar las dictaduras
dentro de la dinámica histórica como parte de un proceso y no como un
estado de excepción. Creo que esa es una operatoria correcta que además
ayuda a detectar entramados sociales que sostuvieron las dictaduras,
pero que al mismo tiempo hay que tener mucho cuidado y no diluir el peso
de los cambios y de las características específicas de cada etapa.
Ahora: ¿cuándo empezó el proceso de disciplinamiento? Diría que
siempre se producen intentos de control y disciplinamiento dentro del
movimiento sindical, ocurren rivalidades y cuestionamientos a
determinados liderazgos que se van burocratizando y que dejan de
representar los intereses de los trabajadores, y los trabajadores y
militantes van buscando alternativas, que los que están en el poder
buscan a su vez acallar o controlar. Esto es de alguna manera inherente a
la dinámica interna de los sindicatos, y probablemente una gran
cantidad de organizaciones e instituciones.
Al mismo tiempo, creo que siempre han existido a lo largo de la
historia del Movimiento Obrero corrientes combativas que ven en la
acción sindical una forma de cuestionar al sistema en su conjunto, una
vía de fortalecer a los trabajadores en un proceso de transformación
radical de la sociedad. Por el contrario, hay otras corrientes que
consideran a la acción sindical como un instrumento para la defensa de
las condiciones materiales de la clase trabajadora, pero sin pensar en
un cambio de sistema (y en muchos casos resistiendo activamente toda
posibilidad de cambio de sistema).
Pero aunque las pugnas internas- tanto dentro del movimiento sindical
como de la clase obrera- siempre existieron y existirán, el grado de
confrontación entre las corrientes auto-denominadas combativas y
ortodoxas fue particularmente elevado e intenso en la primera mitad de
lo años 70. Y esto ocurrió además en un contexto de fuerte avanzada de
las fuerzas represivas contra los trabajadores. La represión a los
trabajadores, particularmente a los combativos, no empezó el 24 de
marzo, sino que hay avanzadas muy significativas en este sentido en el
período ’74-’75. Al mismo tiempo, sin desmerecer el impacto y alcance de
la represión en la etapa previa al golpe, me parece también que la
dictadura tuvo una especificidad que es necesario ver, y que el 24 de
marzo marca un cambio muy importante y significativo, por lo menos eso
es lo que surge de mis investigaciones.
APU: En relación a las corrientes combativas, ¿cuál es su extensión al interior del Movimiento Obrero?
V.B: El movimiento combativo, que tuvo distintas
vertientes y denominaciones (como el clasismo, por ejemplo) fue un
movimiento extendido por todo el país, con algunos casos, como el de
Córdoba (en gremios como Luz y Fuerza, liderado por el gran líder obrero
Agustín Tosco y SMATA Córdoba, con René Salamanca a la cabeza), muy
emblemáticos y más reconocidos. Lo que veo específicamente en el
artículo es justamente la política de creciente disciplinamiento de la
dirección nacional de SMATA, de José Rodríguez en particular, sobre los
trabajadores y delegados de su gremio que se acercaban a las posiciones
combativas. Un ejemplo muy claro es el de SMATA Córdoba, la seccional
dirigida por Salamanca, que es un dirigente vinculado con sectores de
izquierda, vinculado con una organización marxista y además maoísta. El
artículo analiza el papel de Rodríguez en el desmantelamiento y
represión a los sectores combativos en Córdoba.
Además, lo vinculo con otro proceso posterior que ya no tiene que ver
con Córdoba sino con los alrededores de Buenos Aires, como son los
casos de Ford y Mercedes Benz, fábricas en las que los delegados y
comisiones internas, a partir de un proceso de organización democrático
de base, cuestionaron las políticas del SMATA regional, y hubo procesos
represivos muy fuertes en los que la dirigencia del gremio tuvo un papel
importante.
APU: Un tema central tiene que ver con el rol que cumplieron
las organizaciones armadas, en general relacionadas con los sectores
combativos y la violencia política. Esa violencia marcó las pujas al
interior del sindicalismo.
V.B: Es muy importante tu pregunta porque no puede
analizarse este grado tan elevado de confrontación entre las distintas
corrientes sindicales sin tener en cuenta el papel y la inserción de la
lucha armada en el medio. Efectivamente, no sería completo el panorama
si no vemos que en el proceso de articulación de un polo combativo
existen vínculos muy fuertes de estas organizaciones con las
organizaciones político-militares. Al mismo tiempo, los sectores
ortodoxos también tenían sus propios apoyos armados.
A partir de los setenta, cuando la lucha armada comienza a
desarrollarse más ampliamente, adquiere una vinculación muy fuerte con
la lucha sindical. Entonces estos sectores combativos a los cuales nos
estamos refiriendo, no sólo tienen relaciones con organizaciones
marxistas sino también con sectores de la izquierda peronista y con las
dos organizaciones guerrilleras más importantes: con el PRT-ERP y con
Montoneros.
En ocasiones estas organizaciones intervinieron en términos
defensivos en favor de los trabajadores, en el medio de conflictos entre
patotas sindicales o fuerzas parapoliciales, aportando fuerzas contra
este tipo de ataques. Otras veces, sobre todo en el caso de las
corrientes vinculadas al peronismo de izquierda, tuvieron también una
política de asesinato de dirigentes sindicales. Esto es lo que sucede en
el caso de SMATA. José Rodríguez asume como secretario general en el
‘73 en reemplazo de Dirck Henry Kloosterman, que es asesinado por la
guerrilla. En todos los casos, la relación entre lucha armada y lucha
sindical no fue fácil, estuvo cruzada de tensiones y contradicciones que
es imprescindible analizar.
APU: En el caso que usted analiza, el de SMATA, me llamó la
atención que José Rodríguez utiliza un vocabulario similar al de los
empresarios y la represión, como es el concepto de “guerrilla fabril”.
V.B: Exacto, guerrilla fabril, lo que implicaba en
ese momento señalar a los trabajadores combativos como un equivalente de
la guerrilla, lo que abría el campo para una persecución y penalización
acorde, que en esos tiempos tenía implicancias dramáticas. Eso es muy
significativo, por eso digo que el caso de José Rodríguez fue
emblemático y extremo. Estamos hablando de un proceso de lucha contra
los sectores radicalizados que tuvo enormes consecuencias. Por ejemplo,
en el caso de SMATA Córdoba, el desmalentamiento del sindicalismo
combativo cordobés se da en 1974, de algún modo anticipa y prepara el
terreno para la represión brutal posterior al 24 de marzo (en esa fecha
lo secuestran a René Salamanca y desaparece para siempre). Luego está el
avance en Tucumán, en el ’75, y luego el operativo en marzo del ’75 en
Villa Constitución que buscó desmantelar todo el cordón industrial
norte.
El caso del SMATA nacional ejemplifica entonces esta línea de
disciplinamiento de los trabajadores combativos y alineamiento con la
patronal. En esto también interviene una dinámica de defensa de la
propia posición. No son únicamente peones de la patronal: esto me parece
que hay que pensarlo y ver cómo se trabaja a futuro, sobre todo en lo
que se refiere a los sectores de la clase trabajadora que apoyan o
toleran estos liderazgos.
Me parece que los procesos de cambio social son procesos en los
cuales no queda claro hacía dónde se va y qué implican esos cambios en
términos de identidad obrera, y eso agita muchos miedos, muchos temores.
Creo que, en todo tiempo y lugar, la relación entre trabajadores y
empleadores es de una enorme complejidad. Hay que pensar esa relación
salarial, esta cuestión de trabajar para una empresa que paga el salario
al trabajador, que se define como trabajador de esa empresa, lo que se
vuelve en constitutivo de su identidad. De esta relación depende que su
familia acceda a la vivienda, escuela, salud, educación. De algún modo,
la vida del trabajador está atada a este tipo de dinámica, a lo que se
ve desde algunas perspectivas como una relación de mutua dependencia y
necesidad entre capital y trabajo. Sectores importantes de la clase
trabajadora enfatizan esto, y desarrollan una perspectiva que prioriza
la convivencia y la conciliación entre capital y trabajo. Frente a esto,
los sectores combativos ponen en el centro, no ya la interdependencia,
sino la subordinación del trabajo al capital, poniendo en el centro la
relación de explotación y proponiendo romper esas relaciones y generar
algo nuevo. Desde esta perspectiva no hay interdependencia sino un claro
choque de intereses entre capital y trabajo, por lo que se enfatiza la
importancia y centralidad de la lucha y la confrontación.
En resumen, creo que hay que analizar y estudiar, por un lado, el
papel de un sector de la dirigencia sindical que promueve un
alineamiento con la patronal y una defensa de la propia situación,
también una posición ideológica y política. En el marco de este proceso
de confrontación agudo traicionan su mandato básico de representar a los
trabajadores, llegando incluso a la desprotección absoluta frente a la
represión, o a la entrega y colaboración. Pero por otro lado, es
necesario pensar también las tensiones y contradicciones dentro de la
propia clase trabajadora, las grietas que permiten que se construyan y
pervivan estos liderazgos, lo que se logra -por supuesto- con tácticas
violentas y de disciplinamiento, pero también con formas de legitimación
interna que creo que hay que abordar.
APU: Ya en plena dictadura, ¿cómo se acomodan en ese escenario las cúpulas sindicales? ¿Cuáles son los que resisten y cuáles no?
V.B: Claramente, hay un cambio muy radical en
términos del panorama sindical pre y post golpe. Lo que vemos en la
dictadura es que el mapa sindical ya no incluye a los sectores
combativos, ya que la gran mayoría de sus militantes están
desaparecidos, o fueron detenidos o están exiliados. Se ve, en todo
caso, sectores que en otro momento hubieran sido más bien de centro, con
fuerte diálogo con sectores ortodoxos del peronismo, caso Ubaldini por
ejemplo. Con Ubaldini y con la Comisión de los 25 aparece un esbozo de
resistencia y de diferenciación frente a la dictadura. Hay otros
sectores, como los que luego se va a configurar en torno a la CNT
(Comisión Nacional de Trabajo), que tienen una posición mucho más
conciliadora frente a la dictadura. Algunos de estos dirigentes, como
Triaca o Baldassini, van a ir al Juicio a las Juntas a decir que no se
enteraron de la existencia de desaparecidos, cuando líderes sindicales,
no ya combativos, sino incluso de las filas del peronismo más ortodoxo
como Oscar Smith, estaban desaparecidos. Pero de todos modos creo que la
cuestión de los cambios de la dirigencia sindical durante la dictadura
merece más análisis y estudio.
APU: ¿Por qué cree que el Movimiento Obrero no ha hecho una autocrítica en torno a estas cuestiones que hemos analizado?
V.B: Quizás no hubo una autocrítica, pero sí hubo
visiones críticas desde las propias filas del sindicalismo. Hay sectores
importantes vinculados con la CTA que han analizado las distintas
etapas históricas, los enormes desafíos, los errores y las traiciones
que se han producido dentro del movimiento sindical. Me parece que
también parte de la izquierda ha pensado esto. En el sindicalismo más
afiliado al peronismo ortodoxo es más difícil hablar de estas cuestiones
que involucran posiciones y actitudes que son difíciles de reconciliar
con la defensa de los trabajadores. En muchos casos creo que hay un
convencimiento ideológico y político, como decíamos en el caso de José
Rodríguez. Consideran que dieron la pelea que había que dar, que parte
de su tarea justamente era preservar al movimiento sindical y preservar a
sus organizaciones de “los zurdos”, a los que consideraban un peligro y
una amenaza.
De todos modos creo que en términos de investigación académica es
mucho lo que hay para hacer en este sentido y creo que gran parte del
temor y de la precaución al encarar estos temas tiene que ver con
encontrar el lugar de estas temáticas en una trama histórica compleja.
Hay que ver las contradicciones al interior de los trabajadores, las
distintas posiciones de las figuras sindicales en el contexto más
amplio, sin perder nunca de vista la contradicción principal entre
capital y trabajo que marcó a fuego esta historia.
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