Escrito por Juan Carlos Junio
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Domingo, 06 de Octubre de 2013 10:59 |
Democracia verdadera o falso republicanismo![alt](http://revistanuevopais.com.ar/images/stories/junio.jpg) Las
comparaciones acerca de las tácticas de las derechas son muy útiles, ya
que desnudan sus puntos en común y los modos engañosos y velados que
van adoptando. Una
de las noticias internacionales destacadas de esta semana está referida
a la decisión del Congreso de
Estados Unidos de negarle al presidente Barak Obama la aprobación del
presupuesto para el nuevo año fiscal. Medios de todo el mundo
consignaron títulos similares: “EE UU: el gobierno se quedó sin fondos y
cierra oficinas ante el fracaso de la negociación en el Congreso.” El
motivo se explicitó sin eufemismos: es una oposición cerrada de los
republicanos a la implementación de un plan de salud que ofrece a los
ciudadanos la posibilidad de inscribirse en varios planes privados,
antes de que en enero se decrete la obligatoriedad del seguro médico.
En
este punto resulta muy útil traer a la memoria el documental Sicko de
Michael Moore. La obra revela con crudo realismo la naturaleza de una
medicina concebida con una idea mercantilizada, por la cual 50 millones
de estadounidenses carecen de seguridad sanitaria y el resto está
sometido a diversos abusos por parte de las poderosísimas corporaciones
de la salud. La reforma que
propone Obama es juzgada por muchos como una mejora muy débil para los
derechos ciudadanos, teniendo en cuenta que una parte significativa de
la población se halla indefensa frente a la enfermedad. Sin
embargo, el proyecto del presidente es caracterizado por los sectores
más recalcitrantes de la derecha conservadora como “socialista” y para
boicotearlo han llegado al punto de bloquear la sanción del Presupuesto
Nacional para el ejercicio entrante. Veamos
algunas consecuencias de esta situación: más de 800 mil empleados están
cesantes mientras dura la medida. Sólo el personal militar está eximido
de marcharse a su casa a esperar -sin salario- que la tormenta amaine. El
diario La Nación avisa que una de las consecuencias es que numerosos
centros públicos deben “cerrar sus puertas con las únicas excepciones de
los servicios de emergencia y los encargados de la seguridad del país”. Página/12
difunde
declaraciones del presidente estadounidense: “Nadie puede amenazar la
imagen y el crédito de Estados Unidos para beneficio propio. Nadie puede
dañar nuestra economía y la de millones de personas inocentes sólo
porque hay un par de leyes que no le gustan.” Lo cierto es que si no hay
acuerdo antes del 17 de octubre próximo, el país caerá en default. Digámoslo
claramente: para la oposición republicana se puede amenazar la imagen y
el crédito de Estados Unidos para beneficio político propio, aunque
dañe la economía nacional y la de millones de personas inocentes. Obama
aprendió duramente la lección de intentar transformar la trama de poder
fáctico que impide la ampliación de derechos, aunque esta sea modesta. ¿Qué
tiene que ver esta situación en Estados Unidos con lo que está pasando
en Argentina? La asociación es lógica y útil, si tenemos en cuenta que
estamos a las puertas de elecciones y que la coalición
opositora, orientada y potenciada en su accionar por los grandes medios
monopólicos, viene amenazando con acciones que por sus consecuencias
políticas la emparentan con el Tea Party, que constituye el ala
ultramontana y conservadora del Partido Republicano. Las comparaciones
acerca de las tácticas de las derechas son muy útiles, ya que desnudan
sus puntos en común y los modos engañosos y velados que van adoptando.
Recordemos que en Venezuela el candidato Henrique Capriles decía en su
campaña electoral, contra Chávez primero, y contra Maduro después, que
haría lo mismo que el chavismo? ¡pero bien! Ya no podía seguir diciendo
la verdad sobre su verdadero pensamiento. Esa
retórica liviana, “políticamente correcta”, supone que ya no es
electoralmente “rentable” defender de manera dura y pura las viejas
fórmulas opositoras sustentadas en doctrinas perimidas. Mauricio Macri
es un claro ejemplo del ejercicio de una suerte de
cínico minué. Habla del diálogo como expresión de la nueva política,
pero salda los conflictos a través de recursos que poco tienen que ver
con soluciones consensuadas: la golpiza de la UCEP a indigentes, por la
cual está procesado; la actuación represiva y brutal de la Policía
Metropolitana; la presentación de demandas penales contra menores por la
toma de colegios; o el veto de más de un centenar de leyes votadas por
la Legislatura, son todo un mentís a la proclama dialoguista. La
nueva promesa del establishment, Sergio Massa, habla poco pero alcanza
para que muestre la hilacha. El caso más contundente fue su alocución
frente a grandes empresarios. A ellos les propuso volver al
endeudamiento externo, habilitar vías de privatización de las
jubilaciones, revisar las retenciones como reclama la Sociedad Rural, y
reformular las alianzas internacionales. Ergo: Consenso de Washington y
relaciones carnales. La crítica a las
computadoras entregadas por el gobierno nacional, falseando además los
recursos con los que se financia este derecho, filtra su matriz
neoliberal. Y la amplitud de la convocatoria a una “nueva y renovada
política” choca de frente con el elenco de personajes patéticos que lo
apoyan, que son la contracara de una renovación, desde Luis Barrionuevo a
Aldo Rico y Eduardo Amadeo (y siguen las firmas). Por su parte, las
sucesivas declaraciones de Hermes Binner ponen en cuestión los viejos
principios del Partido Socialista. El llamado a pagar frente a la
presión de los fondos buitre, obedeciendo a la justicia títere de Ghana,
la confesión de que votaría al golpista Capriles, y la culpabilización
“al populismo” por los muertos venezolanos tras la elección de abril de
2013, expresan un claro deslizamiento hacia posiciones que se enlazan
con la lógica política de la derecha internacional. Finalmente,
en el campo de los hechos concretos
la oposición desmiente sus planteos verbalistas de defensa de la
democracia republicana. Los debates parlamentarios en los que se impulsa
la ampliación de derechos para las mayorías o minorías ciudadanas han
contado con la ausencia, la abstención o la negativa de las fuerzas
opositoras. La amenaza de reeditar al Grupo A ensombrece el panorama
institucional en Argentina. Lejos de incentivar la profundización de la
democracia, lo que puede ofrecer el mapa mayoritario de las fuerzas
opositoras es la vuelta a un pasado de inoperancia política y
fragmentación social. Aunque resulte odioso, muchos de nuestros
televisivos políticos opositores se parecen cada vez más a los
teapartistas norteamericanos. Nota publicada el 4 de Octubre en Tiempo Argentino
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