Entrevista con Juan Recce, titular del Centro Argentino de
Estudios Internacionales y de la Iniciativa Pueblos por Malvinas. Sus
reflexiones sobre el momento histórico que vive la región.
Por Enrique de la Calle
AGENCIA PACO URONDO: ¿Qué balance hace de esta década de gobiernos progresistas, populares, en buena parte de Sudamérica?
Juan Recce: Es una década sin precedentes: se ha dado una
circunstancia única de lo que yo llamo un mundo cerrado. El mundo se
cerró en 1492, cuando el hombre descubrió que vivía en una esfera por
primera vez en la historia. Desde 1492 hasta esta parte de la historia,
el poder mundial siempre estuvo concentrado en el mismo lugar, arriba
del Ecuador y cerca de Greenwich, con distintos regímenes de poder, el
hispano-portugués, el poder británico, el poder americano. El inicio del
siglo XXI sorprendió al mundo con un proceso nuevo que se llama
multipolarización global del poder.
Esa multipolarización tiene una pata en cada continente: Brasil en
Sudamérica, Rusia en la Europa asiática, China en el extremo asiático,
India en el sudeste asiático, Sudáfrica en África. Por su parte, Brasil
ha logrado articular -junto con todos los países de América del Sur- una
propuesta superadora de un conjunto de miedos y temores que los países
teníamos en la década del 70, cuando nos mirábamos con mucha
desconfianza, competíamos contra nosotros e incluso pensábamos en la
destrucción recíproca, este es el gran marco del surgimiento del
proceso.
APU: En ese marco, destaca la consolidación del Mercosur, de Unasur.
JR: La consolidación de un MERCOSUR que va netamente más allá de lo
comercial y productivo hacia el ámbito de una integración política
institucional. Un proyecto ideológico y social movilizador que es el
ALBA y la construcción de un gran paraguas estratégico de alcance global
que es la UNASUR. Desde ese punto de vista, creo que podemos decir que
la primera década del siglo XXI, ha sido una década de trascendencia
histórica. Es de relevancia histórica porque nos permite pensar la
consolidación regional de un bloque de poder.
Por primera vez en la historia hay atributos -voy a usar un concepto
de raíz marxista que me parece muy útil-: hay atributos de
autoconciencia social, la gente es consciente de que somos una nueva
realidad estratégica en un espacio territorial nuevo con fronteras
ampliadas y un enorme potencial de desarrollo. Algo cambió en la
percepción social y en la comprensión del espacio de las oportunidades
políticas. Creo que esta dimensión sociológica no tiene punto de
retorno.
Un emblema que para mí es muy significativo: el termómetro de este
proceso es Malvinas. En momentos en que las relaciones entre Argentina y
Chile pasaban por una coyuntura muy difícil por el tema del gas, en el
Chile de Piñera, no se dudó ni un segundo en ratificar su apoyo a la
Argentina por la causa Malvinas. Uno tiene que tratar de comprender esto
y dimensionarlo, no es un hecho menor porque Chile tiene puntos
estratégicos en su relación con el Reino Unido ¿Vas a pagar costos por
un tipo con el que tenés problemas comerciales y problemas de inversión?
Sólo pagás esos costos si ves que hay un beneficio gigantesco al final
del camino. Esos beneficios gigantescos se llaman integración, se llama
Atlántico y Atlántico sur y se llama Antártida.
APU: La pérdida de liderazgos importantes como Chávez y
Kirchner. La finalización del mandato de Cristina en 2015. ¿Cuál
consolidada está la integración regional?
JR: Creo que hay un itinerario trazado que es difícil de disolver
tanto para Argentina como para los países de la región. Tal vez el
problema que podamos enfrentar en los próximos años, en cuanto a los
cambios de conducciones políticas de los países, es el momento de
repartir los huevos en las canastas. Me refiero a que nadie va a querer
dejar de estar presente en la UNASUR, ni Colombia ni Chile, ni la
Argentina así girara 180 grados. El problema es qué peso relativo va a
tener, es decir, si va a ser una locomotora pujante que trabaje para el
moldeado de un mundo diferente dentro del G20, el G77 en Naciones
Unidas, o no. Es muy probable que los países de la región encuentren
liderazgos que tomen el hilo de la continuidad con un perfil bastante
más moderado, esto nos genera una alerta temprana y un desafío inminente
que resolver.
Acá se trata de integrar recursos de poder para construir un proyecto
sustentable a largo plazo. Creo que en estos últimos tiempos no
avanzamos en la consolidación de una dinámica de participación que esté
más allá de lo comunicacional y de lo afectivo a nivel social. Hay que
trabajar fuerte en la inserción del sector civil, de los pueblos, a
través de redes que superen las fronteras y que sean la malla de
contención en sucesos lamentables como los de Paraguay, fenómenos
recurrentes como los que ocurren en Bolivia y una fuerte estrategia
inteligente de pensar al sector privado.
APU: ¿En qué sentido plantea esa “estrategia inteligente” con el sector privado?
JR: El sector privado no funciona con la lógica del altruismo,
funciona con la lógica de la renta y en esto, tal vez hay que aprender
bastante de Brasil, que ha logrado que el sector privado acompañe una
lógica de inclusión social y promoción de empleo. Desde el peronismo
tenemos un trípode que resolverle a la gente, al pueblo si queremos una
nación grande. Ese trípode es: casa, escuela y fábricas y para eso hay
que incluir al sector privado al proyecto de desarrollo. Un proyecto de
desarrollo que no tenga límites en las fronteras, sino que tenga límites
en un espacio de confianza continental ampliado que es Sudamérica.
Por eso es necesario sentarnos a charlar para poder resolver
eficientemente las coyunturas que nos toca enfrentar en el campo del
comercio y producción y al mismo tiempo generar una lógica local de
inversión extranjera. Qué mejor que Argentina esté invirtiendo en Brasil
o en Ecuador, Paraguay recibiendo inversiones chilenas, es decir, un
proceso local de inversión y generación de capital no sólo económico,
sino capital humano.
APU: ¿Cómo ve dentro de esa integración regional el rol que desempeñan Colombia y Perú?
JR: Creo que la política es el arte de gestionar el bien común
arbitrando la contradicción. La contradicción en el mundo no se acaba
nunca porque las cosas están planteadas como están, no podés plantear
las cosas idealmente para poder ejecutar políticas perfectas, las cosas
tienen rebarbas, colores, texturas que se parecen y el Pacífico es una
aspiradora. El punto es de qué manera nosotros integramos estos modelos
que son distintos, cómo los integramos en un proyecto de desarrollo
estratégico regional.
Como parece que se va a dividir el mundo desde el punto de vista
económico en las próximas décadas y desarrollamos –me hago cargo de lo
que digo- cuatro modelos de Estado. Por un lado, un “estado gigante” que
tiene la locomotora de crecimiento adentro, que es su mercado local,
como puede ser China, India, Indonesia, puede estar Turquía, Brasil.
Países que tienen un mercado interno tan grande que son la variable
central del PBI (gasto, consumo, inversiones y exportaciones netas). Es
básicamente lo que hace crecer a un país como EE.UU. Los americanos
consumen el 85% de las cosas que producen, el comercio internacional
para ellos es muy importante pero la clave del secreto está adentro.
Después están los “Estados ballena”, emergentes, países consolidados
como el Reino Unido, Francia. Y dentro de los países emergentes hay dos
modelos que son los que pueden vivir como fenicios comerciando, como es
el caso de Chile, el de Uruguay, que pueden vivir de la transacción, de
la intangibilidad, de las finanzas y del comercio. Después hay un modelo
de estado que somos nosotros, que somos de un porte territorial medio,
con un componente demográfico medio y con un sistema productivo mixto
agro-industrial.
APU: En el caso de Argentina, ¿se trata de un modelo intermedio?
JR: No tenemos la escala para crecer económicamente con nuestro
propio consumo, por lo tanto, necesitamos vertebrar un eje de comercio
exterior, regional y emergente para poder colocar nuestra manufactura; y
tenemos un nivel de desarrollo tecnológico muy promisorio pero que
todavía no está a la vanguardia productiva.
Por el bien de los argentinos y el trabajo de los argentinos,
necesitamos poder tener un mercado de trabajo que esté a la altura del
mundo que se viene. Eso nos exige no sólo sintonía financiera, sintonía
heterodoxa, aprender a tocar la partitura según las circunstancias. Si
no logramos un núcleo de conciencia en el 10% de los temas va a ser
obsoleta, siempre es mejor ir para adelante que ir para atrás. La clave
está sin lugar a dudas en la integración y en la renovación tecnológica.
Creo que a pesar que pasan cosas difíciles, el futuro es súper
promisorio, el tema es qué lugar queremos jugar nosotros en este
proyecto como sociedad. Es un debate que se está gestando desde el 2003
en Argentina impulsado por el Proyecto Nacional y Popular y que
encuentra, aunque a veces es negado por interlocutores, un conjunto de
aceptaciones muy amplias en los sectores de la oposición.
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