El intelectual Eduardo Rinesi analizó qué implican estas tres
décadas de vida democrática en el país. Virtudes y deudas pendientes.
Por Enrique de la Calle AGENCIA PACO
URONDO: ¿Nos daría una primera reflexión sobre el acto del 10 de
diciembre, los 30 años de la democracia, en un momento nacional tan
complejo?
Eduardo Rinesi: Hay varias cosas. Creo que fue un acto muy
importante, la fecha, las circunstancias, la conmemoración de estas tres
décadas de continuidad ininterrumpida de la legalidad democrática, es
un hecho intrínsicamente importantísimo. El discurso de la Presidenta,
al menos el que escuché, que fue en el Museo del Bicentenario, me
pareció un muy interesante discurso con algunas ideas y algunos
hallazgos que me parece que vale la pena comentar.
Y el contexto, sin
duda que ensombrecía y que buscaba ensombrecer este festejo, como señaló
la Presidenta. Se ha dicho mucho en estos días, no hay que ser ningún
analista avispado para darse cuenta: la reiteración de hechos violentos
ciertamente desestabilizadores, conmocionantes como estos que tuvieron
lugar en estos últimos días. Los meses de diciembre de los
últimos años de la vida política argentina no pueden atribuirse a
ninguna circunstancia estacional ni a ninguna coincidencia, sino que
evidentemente busca producir sobre el final de todos los años una
sensación de desamparo que sin duda para todos nosotros es de mucha
congoja, de mucha tristeza.
En ese sentido, había en todos los que participamos en el acto en la
plaza muchas ganas de conmemorar una cosa tan importante. Pero al mismo
tiempo con un oído puesto en lo que estaba ocurriendo en el país y con
mucha preocupación, había una sensación dual, de corazón partido por la
alegría y al mismo tiempo la evidente tristeza del momento.
AGENCIA PACO URONDO: En ese marco, ¿le parece que los 30 años de democracia representan un hecho para celebrar? ER:
Creo que conmemorar 30 años de democracia es sin duda un hecho
auspiciosísimo. Uno puede decir que la democracia en Argentina no está
consolidada definitivamente, puede sufrir conmociones como la que está
sufriendo en estos días, eso es evidente. Además eso forma parte de la
fragilidad que existe también en la institucionalidad democrática en
cualquier país. Sin embargo, me parece que podemos felicitarnos de haber
ayudado a consolidar el país que tiene hoy características diferentes,
que tiene hoy una agenda diferente de la que tenía este país cuando
empezaba a transitar el camino hacia la democracia que hoy hemos
consolidado. En aquellos años, en los que salíamos de una
dictadura muy atroz, que empezábamos a caminar lo que se llamaba la
transición a la democracia, esa palabrita interesante que aludía a una
especie de camino, de ruta, de marcha hacia una democracia que
imaginábamos como una suerte de utopía que veíamos allá lejos en el
futuro, un horizonte que sabíamos que todavía estaba muy remoto, hacia
el cual había que ir trabajando, caminando trabajosamente.
Me parece que cuando uno sale de una dictadura muy atroz como
salíamos en la Argentina, de la situación de falta de libertades que
habíamos padecido, la preocupación, la principal obsesión de todo el
mundo es: la obsesión por la libertad. Creo que en los años 80 nuestra
preocupación era por la libertad, pensamos y luchamos mucho en torno a
la cuestión de la libertad, la pugna por la democracia al inicio de la
transición era una apuesta por la libertad.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Ese es el principal logro de la democracia: ampliar esos márgenes de libertad? ER:
Diría que 30 años después hay una cosa de la que podemos felicitarnos:
es que esa libertad con la que soñábamos cuando recién salíamos de la
dictadura, son hoy libertades plenamente realizadas, que rigen de una
manera inédita en Argentina. Incluso, diría, no sólo con las libertades
con las que podíamos soñar al comienzo del ciclo de transición, sino con
muchas otras también que no podíamos ni siquiera soñar entonces. Nunca
nos imaginamos que en la Argentina iba a haber una libertad de expresión
tan extraordinaria, que iba a haber una libertad de prensa tan plena.
Y me parece que esa misma realización de las libertades por las que
hace 30 años apenas nos animábamos a soñar hace que hoy nuestra
preocupación se dirija más hacia otra zona de lo que uno podría llamar
una vida política democrática, que es la zona de los derechos. Hace 30
años nos preocupaba el problema de la libertad, hoy nos preocupa y nos
ocupa el problema de los derechos. Cómo hacer para conquistar cada vez
más derechos, tendemos a pensar que una ciudadanía es cada vez más
democrática cuantos más derechos va teniendo y me parece que ese es el
camino que hoy se va afirmando en Argentina. Un proceso que
efectivamente es de crecimiento, de generalización, de universalización
de derechos civiles, políticos, identitarios, sexuales, laborales,
previsionales y de toda naturaleza que nos va permitiendo definir a
nuestra sociedad cada vez más democrática. AGENCIA PACO
URONDO: En ese sentido, la democracia tiene deudas muy profundas en lo
que hace a la cuestión social, más allá de los avances que se han dado
en el último tiempo. La desigualdad social, la pobreza en algunos
núcleos duros de la sociedad sigue siendo, no sé si una cuestión
consolidada, pero sí persistente en el tiempo ¿Cuál es su visión sobre
esa deuda de la democracia? ER: Sin duda tenemos un
enorme tema de preocupación desde hace tiempo en Argentina. Uno podría
decir, mirando ahora la cosa con un poquito más de perspectiva histórica
a la que uno tiene cuando está pisando los acontecimientos, que todo el
último cuarto del siglo XX, diría desde 1975, desde el comienzo del
descalabro económico del último gobierno peronista, durante toda la
dictadura con algún matiz o alguna inflexión en los años del
alfonsinismo pero profundizándose extraordinariamente durante la última
década del siglo pasado: tenemos un cuarto de siglo de
desestructuración violenta, muy brutal, de un modo social que había
caracterizado a la Argentina los tres cuartos anteriores del siglo XX.
Una Argentina que hasta mitad de la década del 70 era un país
razonablemente integrado, sostenido sobre un desarrollo industrial
dependiente; sin duda no podría compararse a las grandes potencias del
mundo pero permitía sí la incorporación creciente de contingentes de
trabajadores a los beneficios de una modalidad industrial periférica que
no eran menores, con importantes niveles de integración social, con
importantes niveles de homogeneidad dentro de sus clases trabajadoras.
Me parece que a la salida de la dictadura militar primero y a la salida
del gran ciclo neoliberal que ocupó los últimos 25 años del siglo
pasado, lo que nos encontramos es un país muy despedazado. En su vieja
estructura industrial, con unos sectores populares muy fragmentados, muy
empobrecidos, con las viejas clases medias que habían sostenido niveles
importantes de integración social muy desamparados, con un Estado que
había dejado de cumplir sus funciones primarias de protección y de
garantía de un conjunto de servicios de derechos de la población. Y, con
unos sectores altos muy enriquecidos, muy vertiginoso y abundantemente
enriquecidos, muy concentrado con un gran poder de control sobre las
instituciones políticas y muy acostumbradas a hacer lo que se le diera
la gana en el manejo de los resortes institucionales del país.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Revertir ese panorama es el principal desafío de la democracia?
ER: Revertir eso es, efectivamente, una tarea enorme y me parece que
tenés toda la razón en decir que vamos -sin duda- en ese camino. Pero
quedan grandes desafíos por delante. Me parece que se trata de insistir
en un camino que hoy, no sólo en Argentina, sino en toda la región va
entendiendo que se trata de poner al Estado en un lugar muy central, en
el manejo de algunas variables muy fundamentales de la economía. El
Estado ha dejado de ser para nosotros un obstáculo o incluso un peligro
para el desarrollo económico y nos lo empezamos a representar cada vez
más como un agente activo del desarrollo económico y de la protección de
los derechos. Es un Estado que tiene que ir consolidándose en una tarea
que es compleja y que supone que tiene que ir todo el tiempo
discutiendo el poder con corporaciones que sabemos bien cómo funcionan y
con cuánta violencia defienden sus privilegios. Instalando políticas
que permitan ir avanzando en un proceso de inclusión, de realización, de
dosis creciente de justicia social. Es claro que cabe esperarlos, no
podemos conformarnos con resultados parciales como los que tenemos. Me
parece que hay que avanzar mucho más, hay que avanzar en niveles
mayores de igualdad, de justicia, no abandonar el viejo sueño de una
sociedad igualitaria. Me parece que democracia quiere decir libertad,
quiere decir justicia, quiere decir derechos y tiene que querer decir:
igualdad. En este último terreno estamos todavía, en efecto, con mucha
tarea para hacer.
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