El autor propone que el giro conservador que ha adoptado
Facundo Moyano puede corregirse a partir del rutilante paro general del
pasado 10 de abril. ¿Papá, volví a casa?
Por José Cornejo
Facundo Moyano supo ser el joven maravilla del campo popular. Le
bastó una columna de 500 militantes con la pechera de la CGT el 24 de
marzo de 2010. A partir de allí, muchos se ilusionaron con el
reencuentro entre el peronismo de izquierda y el movimiento obrero
organizado. Retrotraer la historia de aquel fatídico 25 de setiembre de
1973. La misma presidenta de la Nación alentó esta expectativa al
ponerlo en las listas del Frente para la Victoria como diputado
nacional.
No fue así. Tomó distancia del kirchnerismo, en lo que inicialmente
se creyó que era acompañar a su padre. Pero no se quedó con Francisco De
Narváez sino que continuó su alejamiento hasta “whatsappearse todos los
días” (Facundo dixit) con Sergio Massa.
La decadencia ideológica de Facundo alcanzó su punto más bajo el
primer bimestre del año. Calló ante la demagogia punitiva del Frente
Renovador, que dinamitó el consenso alrededor de la modernización del
Código Penal. En esta ocasión, Massa quedó a la derecha de Ricardo Gil
Lavedra y Federico Pinedo. Pero más grave aún (y desapercibido) fue el
mutismo de Facundo ante las expresiones del (ex) odiado vocero de la
patronal argentina, Ignacio De Mendiguren, cuando evaluó la posibilidad de bajar salarios. Fue Pablo Moyano el encargado de responderle, ubicándose en una posición más radicalizada que su elegante hermano.
Es obvio que esta línea lo llevó a desmovilizar la Juventud Sindical.
En su propio gremio, los empleados de peajes trabajaron incluso durante
el paro general del 10 de abril, que tuvo adhesión absoluta en los
sindicatos moyanistas. Facundo responsabilizó al encuadramiento formal
de esos trabajadores, que no es SUTPA. Si fuera por ello, su gremio no
existiría, dado que el SUTPA adquirió en los últimos tiempos
reconocimiento legal. La posibilidad de ser “candidato a gobernador
bonaerense por el Frente Renovador”, según le confía a sus allegados,
todo lo puede.
Sin embargo, el paro del 10 de abril pasado parece haberlo
desconcertado. El éxito de la medida ha reempoderado a Hugo Moyano. La
CGT Azopardo recuperó el centro de la escena política y Facundo obtuvo
presencia diaria en la televisión, como vocero prolijo de su padre.
Incluso cenó con Mirtha Legrand y presenció la pelea entre Beto Casella y
la mujer de Diego Latorre, que tuvo picos de un millón de espectadores
en la región metropolitana. En paralelo, el paro general obtuvo el
repudio del conjunto de la clase política, entre la que ocupa un lugar
privilegiado Sergio Massa.
En este sentido debe entenderse el desencuentro de este martes 22 de
abril, cuando la prensa oficial del Frente Renovador (o sea, Sergio)
intentó adjudicarse un proyecto de ley para exención del impuesto a las
ganancias a quienes paguen alquiler. Proyecto que Facundo presentó al
menos hace dos años. Y fue el titular de Judiciales, el híper moyanista
Julio Piumato el que salió a responderle a la "prensa oficial del FR".
Así las cosas, el corazoncito de Facundo (y algunos de sus escoltas,
como el titular de la CGT zona Norte Federico Sánchez) tira para Tigre.
Pero el padre (y otro escudero de Facundo, el responsable de prensa
Walter Iampetro) no ven con malos ojos un reencuentro con el probable
heredero del kirchnerismo, Daniel Scioli.
A Hugo Moyano pueden impugnarse sus desvaríos electorales, pero no su
historia de lucha junto a la clase obrera argentina. Méritos muy
distintos tienen la dupla Massa – De Mendiguren. Mejor si Facundo
regresara a sus raíces.
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