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Masacre de Trelew: un ensayo previo al genocidio PDF Imprimir Correo
Escrito por Agencia Paco Urondo   
Domingo, 23 de Agosto de 2020 00:02

Se cumplen 48 años de aquella masacre en el sur del país en la que fueron fusilados 19 militantes revolucionarios. Esta nota pretende dar una introducción al dossier que dedicamos en  este día a uno de los sucesos más dolorosos en la historia de nuestro país. -Por Miguel Martinez Naón
Leer también al final de esta nota: "Los odiábamos con todo nuestro miedo" (Intertexto: Norman Petrich) ¿Acaso no esta corriendo la sangre de los fusilados en Trelew?
¿hay algún sitio del país donde esa sangre no este corriendo ahora? (Juan Gelman)
En pocas horas se estarán cumpliendo 48 años de aquella fatídica noche del 22 de agosto de 1972 en la que fueron fusilados 19 militantes, combatientes de las tres organizaciones político-militares más importantes de Argentina: FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) y Montoneros. Esta tragedia es considerada un ensayo previo al genocidio perpetrado el 24 de Marzo de 1976.
¿Qué sucedió en Trelew?
Todo comenzó un 15 de agosto de aquel año en la cárcel de Rawson, a 1500 kilómetros de Buenos Aires, donde se encontraban alojados 82 presos comunes y alrededor de 200 presos políticos.
El país era azotado por la feroz dictadura de Alejandro Agustín Lanusse, un general antiperonista que en aquel momento intentaba negociar una salida democrática donde participara el peronismo sin que Perón pudiese ser candidato. Una maniobra militar, proimperialista, denominada Gran Acuerdo Nacional (GAN) en un contexto en el que el movimiento peronista ya estaba cumpliendo 17 años de proscripción y los cuadros políticos más importantes de estas organizaciones se encontraban presos.
Dentro de la cárcel, un comando revolucionario conformado por miembros de las tres organizaciones guerrilleras y con apoyo del exterior, comenzaron a reunirse y organizarse para concretar un gran plan de fuga, una operación de gran envergadura que permitiría la libertad de más de 110 cuadros políticos para seguir combatiendo a la dictadura. Consideraban que el poder militar era imponente, que las posibilidades de recuperar la libertad por vía legal eran muy remotas y tal plan era imprescindible para continuar la estrategia de guerra popular y prolongada.
Tal como cuenta Alberto Camps (uno de los sobrevivientes de la masacre) en el libro “La patria Fusilada” de Francisco Urondo, el copamiento del penal fue uno de los aspectos en que más se trabajó, de varios planes que había se eligió el de copar el Aeropuerto y tomar un avión comercial. Tal como cuentan los tres sobrevivientes en la entrevista plasmada en ese libro, fue imprescindible la unidad de acción, la disciplina, la organización y los principios de conducción militar.
La fuga
Es 15 de agosto y la fuga comienza a efectuarse a las 18 hs. Primero se toma la sala de armas y luego de desarmar a 25 carceleros, ocupan todo el resto de las instalaciones.
En el transcurso de la operación suceden hechos confusos que producen demoras, los dos camiones pequeños que debían esperar a una gran parte de los prófugos no se hacen presentes en la puerta de la cárcel. Hubo un grave error en la señal que debían dar los presos (una frazada colgada de una reja)
25 guerrilleros distribuidos en dos vehículos y tres taxis se evaden en dos tandas y los primeros en llegar ocupan militarmente el aeropuerto local. Son seis, logran huir primero, llegan al Aeropuerto y suben a un avión secuestrado por compañeros que formaron parte del grupo de apoyo. En el avión había 96 personas entre pasajeros y tripulantes. Vuelan a Chile primero y en los días venideros, tras una tensa relación diplomática entre el gobierno de Salvador Allende y los dictadores argentinos, vuelan a Cuba. Ellos son: Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo, Domingo Mena, Fernando Vaca Narvaja, Marcos Osatinsky y Roberto Quieto. Y entre los colaboradores se encontraban Víctor Fernández Palmeiro, Ana Weissen, Alejandro Ferreira y Carlos Goldenberg.
El segundo grupo conformado por 19 compañeros, llega al aeropuerto con retraso, sin posibilidad de despegar, y son obligados a rendirse. Se entregan luego de acordar públicamente, en conferencia de prensa, las garantías para su integridad física.
Violando el compromiso asumido por el Capitán Luis Emilio Sosa (condenado en 2012 a reclusión perpetua) no los devuelven al penal sino que los trasladan a la Base Almirante Zar donde estarán recluidos siete días hasta el desenlace final.
La masacre
El 22 de agosto a las 3:30 de la mañana los despiertan y los obligan a salir de sus celdas, a sacar los colchones, a pararse en fila y mirar el piso. Comienzan por humillar a Mariano Pujadas obligándolo a repetir varias veces: “Yo no soy un guerrillero, yo amo a las fuerzas armadas de mi país”. Lo provocan para que reaccione violentamente, pero éste mantiene la calma.
Los verdugos de la Armada comienzan a disparar con ráfagas de ametralladoras. Los sobrevivientes hacen cuerpo a tierra y se refugian en sus celdas. Se escuchan gritos de horror, llantos, quejidos, puteadas. Después de un silencio se comienzan a oír disparos aislados, donde se sabe que están rematando compañeros. Se oye decir a uno de los asesinos: “Éste todavía vive”
Todo esto lo escuchan Mario Delfino y Alberto Camps desde su celda, hasta que llega Bravo, los obliga a poner las manos en la nuca y les dispara a ambos. El primero morirá, el segundo conseguirá sobrevivir, igual que María Antonia Berger, herida de balas en el estómago y en la cabeza; y Ricardo René Haidar. Los tres serán asesinados años después durante la última dictadura genocida.
El gobierno golpista explicó después que se había tratado de un intento de fuga. El dictador Lanusse asumió, como comandante en jefe, la responsabilidad de lo actuado por la Marina. La versión oficial la difundió el jefe del Estado Mayor Conjunto, contralmirante Hermes.
La noche del 22, el gobierno sancionó la ley 19797 que prohibía la difusión de informaciones sobre o de organizaciones guerrilleras. Durante esos días hubo manifestaciones en varias ciudades, y fueron colocadas más de 60 bombas en protesta a lo sucedido.
Los muertos son 16: Ana Villarreal de Santucho (embarazada de meses), Carlos Astudillo, Eduardo Capello, Carlos del Rey, José Mena, Clarisa Lea Place, Humberto Suarez, Humberto Toschi, Jorge Ulla, Mario Delfino, Alfredo Kohon, Miguel Angel Polti, Mariano Pujadas, Susana Lesgart, Maria Angelica Sabelli y Rubén Bonet.
El comisario de la Policía Federal Alberto Villar desocupó violentamente, con sus tanquetas, la sede del Partido Justicialista en la Capital Federal, donde se velaba a algunos de los combatientes, que posteriormente tuvieron que ser enterrados clandestinamente.
Gracias a la lucha popular y al camino bregado por el presidente Néstor Kirchner, desde el 2003 fueron juzgados por estos crímenes los ex Capitanes Luis Sosa, Emilio Del Real, Ruben Paganini y Jorge Bautista, y el ex cabo Carlos Marandino. Roberto Bravo sigue en libertad; vive en Estados Unidos, de donde no han querido extraditarlo.
A 48 años de la masacre recordemos a estos 16 mártires y a los sobrevivientes, y abracemos a sus familiares, amigos y compañeros, como así también al pueblo de Trelew que se movilizó y mantuvo en alto su memoria.
María Antonia Berger estando herida en aquella celda escribió con su propia sangre en la pared: LOMJE.
Gritemos una vez más con ella, en este día y cada día: Libres o Muertos ¡Jamás Esclavos!
Los odiábamos con todo nuestro miedo
Este intertexto realizado con comunicados, dichos y la literatura de Humberto Costantini desplegada en “Testimonio…” y fragmentos de Libro de Trelew, vienen a dar una pequeña muestra del trabajo minucioso, poético, épico sobre la fuga y los hechos que la rodearon, como sólo lo pudo escribir “Cacho”
Intertexto: Norman Petrich
“A las 3:30 de hoy, los 19 terroristas que se encontraban detenidos en la Base Aeronaval “Almirante Zar” de Trelew, Chubut, después de haberse entregado en la noche del 15 del corriente a la autoridad militar de la Zona de Emergencia del aeropuerto civil de esa ciudad –que había sido copado tras la fuga de otros extremistas- intentaron una nueva evasión en masa.
En tal oportunidad tomaron el despacho del segundo jefe de la Base, capitán de corbeta Luis Emilio Sosa, aprovechando se les había permitido concurrir a ese lugar con el argumento de formular un petitorio basado en un supuesto enfermo necesitado de urgente atención. Tras ello, ocuparon la sala de armas, apoderándose de algunas de grueso calibre con el propósito de abrirse paso hacia el exterior. El intento no prosperó, pues los dispositivos de seguridad y de emergencia funcionaron rápidamente.
Como consecuencia del enfrentamiento, murieron 13 terroristas y quedaron otros seis heridos”. (TELAM)
“Sí, señor, mucho miedo, usted lo ha dicho bien, un miedo sucio. Y rabia, una rabia mordida, basilisco, una rabia dolor de no poderlos. Verlos así, tan ellos, tan simplemente ellos, tan vivos, tan muchachos, ¿tan libres, dice?, bueno, sí, tan libres. Los odiábamos con todo nuestro miedo.
Por las noches andaban, trate de comprenderlo, andaban, se nos subían al sueño, en grupos, en bandadas, qué sé yo, se acercaban, cantaban, me parece, pero lo peor de todo: se reían.
Ah, era insufrible aquella risa, usted no sabe. Era tocarle el culo a la marina, así. Conocernos el miedo, destaparnos. ¿Cómo lo podrían ver?, yo me pregunto, cómo lo podrían ver al miedo, ellos, ellos tan luego, desnudos como ranas, solos, enfermos, abombados de hambre y de palizas. No les ladraba un perro y se reían. En sueños, claro, pero se reían, se nos reían, señor, dueños de qué se yo, conocedores, nos sabían el miedo, nos rondaban, nos miraban las noches, se reían.
Por eso fue, señor, para que se callaran, para hacerlos callar, para que nunca más, para que vieran. En fila, claro, en fila los pusimos, como siempre. Gritamos el mentón contra el pecho, no fuera que miraran, no fuera que se pusieran a mirar. Los insultamos, mucho, para darnos coraje, ¿cómo si no?, la PAM me transpiraba de miedo en esta mano, yo no sé si quería, yo me hubiera ido, pero alguien disparó. Cayeron varios, otros ganaron los calabozos. Entonces yo me vi tirándoles, gritando para tapar el miedo, entre el olor a pólvora y los gritos, van a cantar carajo, entre la sangre, entre quejido y los cuerpos cayendo, ríanse de la armada hijos de puta, disparábamos. Las mujeres, había varias mujeres, señor, son duras de morir, las rematamos, recorrimos heridos a balazos, prolijamente recorrimos las celdas rematando, matando, se quisieron fugar, se nos fugaron, nos trepaban al sueño, se reían, se nos siguen riendo, tengo miedo”. (Testimonio de un suboficial que intervino en los sucesos de Trelew)
“Al realizar el jefe de turno una recorrida de control en los alojamientos de los detenidos, mientras los mismos se encontraban en el pasillo, al llegar a uno de los extremos es atacado por la espalda por el detenido Mariano Pujadas, quien logra sustraerle la pistola ametralladora con la que iba armado.
Escudándose en el mismo, intentan evadirse. El jefe de turno logra zafarse y es atacado a tiros, resultando herido. En tal circunstancia la guardia contesta el fuego contra los reclusos que se avalanzaban hacia la puerta de salida, encabezados por Pujadas.
Se inicia así en el local un intenso tiroteo a raíz de cual resultan muertos: Mariano Pujadas, Jorge Alejandro Ulla, Adrián Humberto Toschi, Carlos A. Astudillo, Eduardo A. Capello, Humberto S. Suárez, Mario E. Delfino, José R. Mena, Carlos Alberto del Rey, Clarisa Rosa Lea Place, Susana Lesgart, Ana María Villareal, María Sabelli.
Quedan heridos: Rubén Pedro Bonet, Miguel Ángel Polti, Miguel Alberto Camps, Alfredo Elías Kohan, René Ricardo Haidar, María Antonia Berger. Los que son de inmediato atendidos en la Zona Sanitaria de la Base, no obstante lo cual fallece Miguel Ángel Polti, el resto fue evacuado a Bahía Blanca” (TELAM)
“ESTOY DESILUSIONADO. VENÍAMOS A LIQUIDARLOS A TODOS Y ESTÁN VIVOS. SI SE HUBIERAN ANIMADO A DISPARAR UN TIRO, NO DEJÁBAMOS NI A UNO. PERO SE RINDIERON, LOS MUY COBARDES”. (Dicho por el teniente coronel Muñoz a Primera Plana luego de la rendición en el Aeroparque)
“ESPERÁBAMOS UNA RESISTENCIA FEROZ, PERO SON UNOS PATOTEROS. NO PELEAN, SON UNOS CAGONES”. (Dicho por otro oficial que acompañaba a Muñoz)
“LA PRÓXIMA VEZ NO VA A VER NEGOCIACIÓN. LOS VAMOS A CAGAR A TIROS, SIN TANTOS MIRAMIENTOS”. (El capitán Sosa, a los detenidos en la base aérea)
“¡SI SEREMOS BOLUDOS! EN LUGAR DE MATARLOS, LOS ESTAMOS ENGORDANDO”. (El teniente de corbeta Roberto Guillermo Bravo a los detenidos, mientras comían en la base)
“AHORA VAN A SABER LO QUE ES EL TERROR ANTIGUERRILLA”. (Dicho por Bravo)
“AHORA VAN A VER QUÉ ES LA MARINA”. (Dicho por Bravo o Sosa, antes del asesinato)
“LA ARMADA NO ASESINA. NO LO HIZO JAMÁS, NO LO HARÁ NUNCA…
LO HECHO, BIEN HECHO ESTÁ. SE HIZO LO QUE SE TENÍA QUE HACER. NO HAY QUE DISCULPARSE PORQUE NO HAY CULPA…
LA MUERTE ESTÁ EN EL PLAN DE DIOS, NO PARA CASTIGO SINO PARA REFLEXIÓN DE MUCHOS. (Dicho por el comandante de la aviación naval capitán de navío Horacio Mayorga en la base Almirante Zar el 5 de setiembre de 1972)
Libro de los hechos de Trelew, el libro sobre la matanza de la base naval de Trelew, en la provincia de Chubut, durante la madrugada del 22 de agosto de 1972.
Libro de los hombres nuevos, también; de los muchachos que, despojados de todo temor y de toda mezquindad, levantaron sus armas contra la dictadura; desearon para todos los hombres una fecunda patria socialista.
Por ese entonces la represión se había desatado con gran violencia en todo el vasto territorio argentino; desde Misiones hasta la Patagonia, desde las provincias de Cuyo hasta las tierras del Atlántico, la vara ensangrentada de la represión cobraba innumerables víctimas.
Hombres y hombres desaparecían sin que volviera a saberse de ellos, oscuras comisiones policiales sobre dirigentes obreros; adiestradas bandas armadas sobre los militantes, sobre los defensores de presos políticos.
Así es como se extiende sobre el campo una incontenible plaga, así se había extendido sobre todo el país la tortura, los golpes y la picana eléctrica, el aplastamiento y los refinados inventos para el dolor y la vejación, ellos eran un quehacer cotidiano de policías y también de militares.
Y las cárceles apenas daban abasto para contener a tanto perseguido político; los sitios para la represión, colmados hasta el hacinamiento.
Porque para enfrentar a los asesinos habían nacido las organizaciones de combate; para defender a los oprimidos, los luchadores del pueblo.
Ellos eran llamados delincuentes y también enemigos de extrema peligrosidad; porque para combatir a las fuerzas armadas, habían aprendido a manejar las armas; para derrotar a la violencia, ellos utilizaban a la violencia.
A raíz de lo cual, muchos de los prisioneros, aquellos a quienes la dictadura más temía, fueron concentrados en la lejana cárcel de Rawson; los más aguerridos entre los defensores del pueblo, en la unidad carcelaria de Rawson, en la provincia de Chubut.
Y ellos; paulatinamente se habían despojado de toda mezquindad y de todo temor; con paciente trabajo se habían construido a sí mismos: habían ido haciendo un revolucionario del obrero; un combatiente de la revolución del estudiante o de la muchacha con deseo de justicia.
Organizaron minuciosamente sus días y sus noches; con seriedad de alumnos aplicados decidieron acerca del barrido de los pisos, acerca de los cursos, de la gimnasia, de las reuniones de estudio; paso a paso rindieron sus exámenes en la difícil escuela.
Hombres de ERP, de FAR y de Montoneros barrieron y limpiaron juntos, juntos asimilaron los nuevos conocimientos, rieron juntos de los mismos chistes; con parecidas palabras discutieron acerca de sus diferencias ideológicas; en medio de las discusiones un nuevo lazo, el de la amistad, los iba uniendo fuertemente.
Juntos además pelearon por las mismas conquistas, el arma de los cuerpos que habían conocido las torturas se blandió con vigor; la huelga de hambre forzó las puertas de pequeñas mejoras, insignificantes beneficios con trabajosa lucha.
Porque con prepotencia amaban la vida, la alegría y la amistad, más valiosas que el alimento; la solidaridad, como un bálsamo para los conocedores del dolor y el aislamiento.
Pero he aquí que esta pequeña gran batalla no alcanzaba a conformar sus corazones; todos ellos deseaban recuperar prontamente su libertad; atravesar los portones de hierro de la cárcel para volver a enfrentarlo.
La idea de una fuga como pequeñísima llama oculta entre frazadas; como una luz escondida en un rincón oscuro de la celda.
Hasta que la fuga fue decidida una mañana; el minucioso operativo que les devolvería la libertad, que declarado significa lucha.
Sabiendo que desde afuera de la cárcel otros muchachos y muchachas trabajaban y se reunían también, juntos preparaban el apoyo de las tres organizaciones de combate al operativo de fuga.
Mil quinientos hombres armados, alrededor del penal; aviones, elementos antiguerrilla, policías, soldados y gendarmes; los datos iban llegando y eran cuidadosamente evaluados; las fuerzas del enemigo; estudiadas como un libro de texto.
Y los guardias no sabían que estaban vigilando a los hombres nuevos, ignoraban quién podía ser esta gente de hablar sesudo; esos muchachos y muchachas de manejar palabras en las nubes.
Gente de decir “coyuntura”, de decir “la batalla a nivel ideológico”; gente de aplicarse a las tareas de cebar mate o de barrer con la seriedad de quien cumple una misión de vida o muerte.
Gente mansa y alegre (éste era el pensamiento de los guardias), hermosas muchachas de sonrisa fácil, larguiruchos a quienes era una risa verlos tan seriecitos haciendo sus estúpidas reflexiones.
¿A dónde está el peligro de esta gente? (este era su pensamiento) ¿para qué tanto cuidado con los devoradores de libros?; ¿qué podrán intentar los cumplidores de tareas, los barredores de pisos, los capaces de ayunar como faquires por sólo unos minutos de recreo?
Y aún esta ignorancia de los guardias era cuidadosamente evaluada; debilidad del enemigo dentro del penal, se traducía; debilidad de hombres acostumbrados a tratar con delincuentes, ciegos desconocedores de la capacidad del hombre nuevo.
Apenas un susurro en una pieza saturada de Buenos Aires; apenas unas palabras en voz baja entre los compañeros del ERP, de FAR y Montoneros; éstos son los horarios, éstas son las costumbres del enemigo.
Y el 15 de agosto de 1972 comenzó el camino hacia la libertad; a las seis de la tarde, las primeras acciones del operativo.
Apenas unas palabras en voz baja; sólo la escueta orden de no resistir; en la mano, el brillo acerado de una pistola.
No palabras de odio en los largamente torturados, no insultos y venganza en los portadores de vejaciones y de insultos; sólo breves y precisas palabras subrayadas por el brillo del arma.

 
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