Generando cambio

Generando cambio

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Escrito por Carlos “caco” Fernández   
Jueves, 03 de Noviembre de 2011 00:00
Por qué el 54%
He leído por ahí que “Conocer (y reconocer) la realidad no fuerza a hincarse ante ella, pero es condición indispensable para modificarla”.
Que un líder, un partido o un movimiento político aspire a llegar al Gobierno no es un delito, sino un aliciente esencial de la democracia. Así, ganar (o perder) las elecciones no es pecado sino más bien una circunstancia aleccionadora que debería inducir  a mirar, pensar y comprender, porque si bien la cantidad no siempre da la razón, sí se la quita a ciertas lecturas cerradas. Se lo critica al actual gobierno por querer “perpetuarse en el poder” (¡Como si hubiera algún líder o partido que aspire a su propia derrota!) y no faltan quienes afirman que la abrumadora mayoría alcanzada por el FPV en las últimas elecciones es peligrosa para la democracia porque lo pone a un paso del hegemonismo (lo cual podría inducirnos al absurdo de creer que, para dar fe de ser auténticamente democráticos, los partidos políticos deberían estar obligados a obtener escaso apoyo de parte de la ciudadanía)
Por otra parte, la mirada de vuelo bajo busca la explicación del triunfo del FPV observando sólo minucias y cree hallar las razones de ese 54%  en el duelo, en el viento de cola, en un spot imaginativo o en la dispersión de los opositores y algunos errores de estos durante la campaña... Todo suma, claro, pero una mirada menos distorsionada por el apasionamiento de la derrota mostraría que el histórico resultado de las elecciones de hace una semana se empezó a construir hace ocho años, cuando Néstor Kirchner decidió poner en práctica aquella frase de no dejar las convicciones en la puerta de la Casa Rosada: El gobierno que reestatizó las jubilaciones en un acto estratégico de soberanía y justicia social, no puede ser la continuidad del menemismo, tal como se afirmó y se afirma. El gobierno que anuló el indulto y las leyes  de Obediencia Debida y Punto Final  y encarceló después de tantos años a los criminales de la dictadura, no puede ser la continuidad de la impunidad, como se dijo y se dice. El gobierno que se hermanó con otros gobiernos populares de la región e impulsó un proceso de integración como nunca antes en Sudamérica, no puede ser el gobierno que nos aisló del mundo, tal como se pregonó y se pregona.
El kirchnerismo es, además, la única fuerza que promovió a la política a los hijos de desaparecidos y a nietos restituidos y que dio protagonismo a las Madres y a las Abuelas. Eso, que ideológicamente lo ubica en las antípodas del conservadurismo liberal y muy lejos de la izquierda colonizada,  políticamente lo diferencia de otras fuerzas de centroizquierda, algunas de las cuales los escuchaban pero no solo no se mezclaron sino que por el contrario intentaron disputar espacios con ellas, porque nadie quiso, ni siquiera las agrupaciones llamadas progresistas, reivindicar en serio a una generación masacrada y repudiada, tal vez porque no se atrevieron comprometerse con sus reclamos para no contagiarse la lepra setentista, o porque quizá no entendieron que donde había una supuesta cooptación perversa de tradiciones y culturas, hay una resignificación del pasado que remueve conciencias y abre ventanas al futuro creando el vínculo dorado con la juventud.
“Somos de la gloriosa, Juventud Peronista (...) y a pesar de los golpes, a pesar de los muertos, de los desaparecidos, no nos han vencido”, fue la primera canción que recibió Cristina al entrar al bunker del Intercontinental luego haber ganado las elecciones del pasado 23 de octubre. Y eso, mas allá de interpretaciones capciosas que lo atribuyen a un circunstancial entusiasmo pueril,  no es otra cosa que la exteriorización del espíritu de una Argentina noble y generosa que hoy encuentra la posta que la contiene y  continúa y que tiene su expresión más pura en ese tan emotivo como rebelde cantito que dice: “Néstor no se murió, Néstor no se murió… Néstor vive en el pueblo la puta madre que los parió”

 
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