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Escrito por Agencia Paco Urondo, Especial para Nuevo Paìs   
Jueves, 17 de Octubre de 2013 11:16

La hora de los gremios

El sindicalismo recuperó espacios de poder durante la reciente "década ganada". Sin embargo, todavía está lejos de ser la "columna vertebral del movimiento nacional". Los desafíos pendientes.

Por Nahuel Placanica

Históricamente, el sindicalismo fue considerado la columna vertebral del movimiento nacional justicialista. Desde su participación clave en el 17 de octubre, la génesis del peronismo, hasta su centralidad en los años de la resistencia post ´55, supo ser actor protagónico de la vida política. Hoy, se encuentra ante el desafío de recuperar su rol histórico y ganar terreno perdido. Declive

Tras 18 años de proscripción, en 1973 vuelven las elecciones con participación del peronismo. En los comicios en que fue candidato Héctor Cámpora, el armado de listas contó con referentes provenientes de la juventud. En este escenario, el sindicalismo cedió espacios pero sin perder su peso histórico. En el gobierno de “Isabel” Perón, llegaría a controlar tres ministerios.

Con el golpe cívico-militar de 1976, se instaló un modelo económico basado en el campo y el sistema financiero. Esto tendría como consecuencia la desindustrialización y la fragmentación del aparato productivo. La profundización de este modelo en los 90 generaría una masa de trabajadores desocupados que los sindicatos no sabrán contener.

Con el regreso de la democracia en 1983, el sindicalismo queda al frente de la campaña política del justicialismo. La fórmula elegida para enfrentar al radical Raúl Alfonsín, será Luder-Bittel. El peronismo fue derrotado y los dirigentes sindicales pagarían los costos de la derrota.

Sin embargo, este hecho no alcanza para entender su declive. La apertura democrática tendría otras consecuencias. Los sectores de la dirigencia política del PJ volvieron a ocupar intendencias, gobernaciones y bancas legislativas a partir de 1983. Esto les permitió recuperar autonomía política y financiera y despegarse del sindicalismo. Hicieron valer al interior del peronismo el peso territorial por sobre el poder de los sindicatos. Las elecciones de 1991 -en provincia de Buenos Aires- en las que Saúl Ubaldini se presentó como candidato a gobernador por fuera del PJ, enfrentando a Eduardo Duhalde, podrían considerarse ilustrativas.

El bajo desempeño electoral de los dirigentes sindicales también se vincula a la sistemática campaña de estigmatización en su contra. El imaginario construido desde los medios ha hecho de los casos aislados de corrupción la generalidad. Frente a este ataque, el sindicalismo tampoco supo proponer una estrategia comunicacional que diera la batalla en la arena de la disputa del sentido.

Salir del letargo

Al calor de la recuperación económica de los últimos diez años, los sindicatos crecieron en afiliados y han podido robustecer sus organizaciones. Este avance no tuvo su correlación en el plano político. El nivel de dispersión de las centrales sindicales es evidente y las experiencias políticas cuentapropista terminaron en alianzas con sectores reaccionarios, como por ejemplo, el caso del moyanismo aliado a De Narváez.

El Movimiento Obrero Organizado debe recuperar la iniciativa haciéndose cargo de las discusiones pendientes hacia dentro y hacia fuera. Hacia dentro, impulsando las luchas contra la precarización laboral y dando una discusión seria acerca de la democracia al interior de las organizaciones gremiales. Hacia afuera, recuperando su protagonismo histórico en la vida política del país.

Sindicales

Entrevista a Andrés Schipani, politólogo de la Universidad Torcuatto Di Tella. En esta oportunidad, reflexionó sobre la relación entre el sindicalismo peronista y el Partido Justicialista. Además, analizó las causas del actual escenario de fragmentación sindical.

Agencia Paco Urondo: ¿Cómo piensa la relación entre el sindicalismo peronista y el PJ? ¿Fueron siempre iguales esas relaciones?

Andrés Schipani: El gran quiebre se da con la doble transición hacia la economía de mercado pero también con la vuelta a la democracia. Si hasta el ´83 el sindicalismo había sido la columna vertebral del peronismo, es decir, aquella organización que aportaba los cuadros, el dinero y los locales para hacer campaña, a partir de ese momento el centro de gravedad del partido pasa de los sindicatos a los jefes territoriales. Estos habían sido marginales entre el 55 y el 83 por las sucesivas proscripciones. Con la apertura democrática estos jefes empiezan a tener juego propio.

Las reformas de mercado refuerzan el lugar de los jefes territoriales porque crece el trabajo informal y estos trabajadores viven en el territorio y por lo tanto se articulan desde ahí. En términos relativos, los sindicatos pierden afiliados y los que ganan adeptos son los jefes territoriales a través de la redes distribución asistencial.

En este contexto, el sindicalismo es un actor que está claramente a la defensiva. Está más preocupado en una lucha centrada en sí mismo, en la defensa de prerrogativas organizativas, tenían poca capacidad para dar batallas más amplias por el lugar en el partido o el avance de ciertos derechos.

En este marco, los sindicatos pierden su rol de relevancia en el justicialismo. Ese fenómeno no se ha revertido hasta hoy. Si se mira una foto del rol del sindicalismo en el PJ durante el menemismo y durante el kirchnerismo, la foto es la misma.

APU: En una nota que escribió comparaba la situación del PJ con el PT brasilero, marcando algunas diferencias…

Andrés Schipani: Si uno ve el proceso histórico, era de esperar que el rol central del sindicalismo en el partido mermara. Ahora, si vos miras indicadores básicos como cantidad de legisladores o puestos claves en el partido, Argentina está muy por detrás de otros países que experimentaron el mismo proceso de reforma de mercado.

Te doy dos ejemplos. En el PT brasilero la influencia de los sindicatos es abrumadora. Es imposible pensar el PT sin los sindicalistas. En el PJ tienen relevancia pero son accesorios. Lo mismo ocurre con el Frente Amplio uruguayo. Los sindicalistas juegan un rol fundamental en la vida partidaria.

Fijate qué paradoja. El movimiento sindical argentino es sin dudas el más poderoso de América latina, quizás del mundo, sin embargo su incidencia partidaria es mucho más baja que en Brasil y Uruguay. Ahí observo ciertos déficits del PJ, tiene una escasa capacidad de integrar a los sindicalistas.

APU: Al calor del crecimiento económico de los últimos diez años, los sindicatos recuperaron afiliados y poder, sin embargo, no hubo un correlato en su incidencia en el plano político ¿Por qué?

Andrés Schipani: Primero hay que preguntarse si los sindicatos quieren recuperar su rol en la política. La respuesta no es obvia. Hay distintos sectores. Diría que un sector representado fundamentalmente por Moyano, pero también por otros, tienen la ambición de recuperar ése rol. Pero a la mayoría creo que no les interesa.

A partir de los noventa se vieron a ellos mismos como representantes de un interés funcional, abocado a la representación de los intereses de los trabajadores dentro de la arena de las relaciones industriales.

Esto no quiere decir que no tengan ideología política. Todos son peronistas y les interesa la política pero no tienen intenciones de recuperar el rol que tenían antes del ´83. En ese reclamo, Moyano está un poco solo dentro del espectro del mundo sindical.

Otro punto es el factor Kirchner y sobretodo el factor Cristina. Néstor fue bastante ambiguo en cuanto a la incorporación de los sindicatos a la política. Hubo intentos como la designación de Moyano al frente del PJ bonaerense, aunque tampoco fueron intentos demasiado osados. Con la asunción de Cristina, prima en este gobierno una política de que los sindicatos tienen que ser marginados de la política partidaria, que su rol es acompañar al proyecto en la arena de las relaciones industriales. Cristina ha privilegiado a dos actores dentro del armado de las listas: por un lado el camporismo o juventud kirchnerista y, por otro lado, los dirigentes territoriales. Cristina -con un estilo más personalista- veía en Moyano una amenaza a su capacidad de decisión.

En tercer lugar, involuntariamente el kirchnerismo ha debilitado la posibilidad de que surja un liderazgo claro dentro del sindicalismo. Han florecido sindicatos de todo tipo. El que desplazó a Moyano de la CGT fue la UOM de Caló. Con sus políticas expansivas y proteccionistas, el kirchnerismo ha promovido el florecimiento de muchos actores sindicales que sin el kirchnerismo hubieran quedado marginados.

APU: Teniendo en cuenta la tradición movimentista del peronismo y entendiendo al kirchnerismo inscripto en esa tradición, ¿por qué pensaba la relación de los sindicatos con el partido y no en clave de movimiento? ¿Por qué sería mejor disputar en el partido que en el movimiento?

Andrés Schipani: Es un poco lo que hicieron los movimientos territoriales. A los actores territoriales no les interesa mucho el partido, por ejemplo, D´Elía. No les interesa tanto el partido y buscan su lugar en el kircherismo por su peso en la calle…porque también movilizan las campañas desde otro lugar. Uno podría decir que hay una salida por ese lado.

La pregunta es si los sindicatos podrían encontrar una salida por ahí. A mí me cuesta pensar otro lugar que no sea el PJ donde disputar dentro del armado kirchnerista. Su trabajo es en las fábricas mientras que el trabajo de los movimientos territoriales  justamente son los territorios, y desde ahí podés hacer muchas cosas: podés movilizar para el proyecto o hacer campañas. Hoy vas a La Matanza y la campaña la hace Espinoza y los movimientos territoriales.

El emplazamiento de los sindicatos es la fábrica estrictamente. Ahí tu margen de maniobra es bastante limitado. Allí las posibilidades de desarrollar militancia son pocas, y son aquellas limitadas a la defensa de los intereses de los trabajadores. Si querés buscar algo más ambicioso que eso, creo que el partido es el lugar.  

En otros países de la región, el lugar de la política para los sindicatos es el partido de izquierda. No hay movimientos territoriales vinculados a los sindicatos. Los hubo en algún momento. La CUT brasilera tuvo hacia fines de los años 70, 80, cierta actividad de movilización en los barrios, sobretodo en la última parte de la dictadura. Era un sindicalismo que activaba las fábricas y los barrios de la periferia de la fábrica, de Sao Pablo.

APU: La fragmentación actual del sindicalismo, ¿qué semejanzas y diferencias tiene con otros momentos de fragmentación gremial?

Andrés Schipani: Es importante mencionar que la fragmentación no es algo novedoso para pensar la historia de la CGT. No es algo nuevo. Ninguna fragmentación ha sido permanente, salvo una. Todas son temporarias, disputas en relación con la táctica más que cuestiones de fondo. La CGT estuvo dividida durante la dictadura de Onganía, también durante la última dictadura militar. Siempre se dio. En los 90 también hubo fracturas. En el menemismo se discutía: somos más conciliadores o más combativos. Una ruptura permanente es la de la CTA, que es una escisión de la CGT. Fue una fractura distinta porque fue algo de fondo: qué sindicalismo se construye. ¿Por qué se da esa fragmentación? Primero, una cuestión institucional: la CGT no tiene poder decisional, no tiene grandes instrumentos para gobernar la vida de los sindicatos. La característica del sindicalismo es el sindicato por rama de actividad. Así tenemos el jefe del sindicato de camioneros, o de metalúrgicos, etc. En otros países occidentales, la Central tiene herramientas para controlar a esos jefes sindicales. En Suecia, la Central controla los fondos de huelga. La CGT no tiene herramientas, no puede disciplinar a esos jefes, de allí que se den situaciones en donde diferentes jefes de sindicato se le rebelen al titular de la CGT.

APU: Además está la cuestión del PJ y su separación del sindicalismo.

Andrés Schipani: Está el factor partidario: la des-sindicalización del PJ. Eso es importante. Porque el jefe de la CGT, qué poder tiene. No toma decisiones en relación con los sindicatos. Sí puede ser una plataforma política para hacer carrera partidaria. En Brasil, los dirigentes sindicales tienen ambiciones políticas que canalizan a través de las estructuras partidarias. Pueden ser legisladores, gobernadores e incluso presidente, como Lula. Acá el PJ no funciona como válvula de escape. Entonces cada dirigente quiere tener su propia CGT para su propia política. El tercer factor es: la cuestión económica. El kirchnerismo fomentó el surgimiento de nuevos sectores económicos, lo que fomentó la aparición de nuevos sectores sindicales. El cuarto factor es: el factor Cristina. De alguna forma debilitó a los sindicatos y llevó a la escisión de Moyano. Estoy convencido de que sin Cristina no hay ruptura de la CGT. ¿En qué sentido? Si Cristina no le hubiera cerrado el camino a las ambiciones partidarias de Moyano, él no se hubiera ido del kirchnerismo. No la estoy culpando, estoy describiendo la realidad.

APU: Un instrumento político histórico del Movimiento Obrero o de la CGT, era las 62 Organizaciones. Hoy no tiene mayor relevancia. ¿Cómo ve esa situación?

Andrés Schipani: Nunca quedó muy claro cómo era su funcionamiento. Nunca hubo un estudio al respecto. Era un órgano informal que coordinaba las estrategias políticas del sindicalismo. Después del 83 se fue desdibujando. Desde los 90 tuvo un desempeño marginal. La condujo Momo Venegas, que no es un sindicalista relevante, lo que te demuestra su rol poco importante.

APU: ¿Cómo pensaba la aparición del Frente Renovador y su relación con el sindicalismo?

Andrés Schipani: El massismo ordenó el mapa político-sindical. Uno piensa al kirchnerismo como el gran articulador sindical, es el gobierno que más hizo por los trabajadores, pero el massismo ordenó las preferencias políticas de los sindicatos.

Los sindicatos siempre se sintieron incómodos con las políticas del kirchnerismo. En primer lugar, por la orientación ideológica y sobretodo el tema de los setenta y de los desaparecidos. Parece algo marginal para el mundo, pero los setenta a los sindicalistas les quedó grabado. Desconfían de aquellos que levanten las banderas de sus enemigos marxistas. No digo todos pero sí algunos.

En segundo lugar, en muchos sentidos el kirchnerismo es más de izquierda que los sindicatos, sobretodo una fracción importante como los “Gordos”. El kirchnerismo es más proclive a enfrentarse al capital y movilizarse en las calles.

Los “Gordos” están preocupados por las paritarias y el servicio social a los afiliados. No les gusta estar en la calle (a diferencia de Moyano). No les gusta el conflicto con el capital, piensan un modelo más armónico, y siempre dentro de la fábrica, no en la calle.

Moyano es distinto. Por eso era una especie de animal raro. En los noventa, sin dejar la CGT, forma el MTA y hace una política de alianza con la CTA en la calle con consignas ideológicas y políticas. Los otros sindicalistas también se le habían opuesto a Menem pero por cuestiones más concretas, como la seguridad social y las paritarias.  Kirchner era el matrimonio político perfecto para Moyano. ¿Quién lo iba a reivindicar? Kirchner era todo lo que Moyano creía que un presidente peronista debía ser.

Los “Gordos” estaban desamparados con Kirchner. Les había devuelto paritarias y empleo pero siempre se sentían incomodos con su confrontación con el capital, el constante pedido de movilización y su tradición setentista.

Massa viene a ordenar el mapa político porque representa mejor lo que ésos sindicatos creen políticamente. Massa es un peronismo moderado, menos en la calle. Con Massa ahora están West Ocampo, Barrionuevo, porque piensan más como él. En el kirchnerismo quedaron gremios como  SMATA y UOM, de tradición más combativa y que sienten más el kirchnerismo por su modelo industrializador.

Moyano quedó desalineado, al lado de una opción más conservadora como De Narváez. Me da la sensación que pronto va a mudar hacia otro lado. Probablemente hacia Massa. Esa alianza no es consistente en el largo plazo.

APU: ¿Cómo piensa el rol de la Juventud Sindical?

Andrés Schipani: Hay un espacio vacante en el sindicalismo que es para los jóvenes. Todos los dirigentes sindicales son etariamente viejos. En algún momento van a dar un paso al costado y la pregunta es quién va ocupar su lugar. Otra pregunta es quién se va a ocupar de los reclamos de los jóvenes trabajadores.

Ahí la izquierda marxista ha ganado un lugar muy importante. Las comisiones internas de las grandes empresas están controladas por la izquierda marxista y tienen mucha presencia de jóvenes. Hay trabajadores precarizados, que en general son jóvenes, que no son articulados por el sindicalismo. Ahí hay un espacio, y la Juventud Sindical, sea la de Facundo Moyano u otra, debería incorporar a su repertorio las demandas de los jóvenes trabajadores. Ese lugar tiene que ser ocupado por dirigentes jóvenes, sindicales, que mantengan las conquistas de los viejos dirigentes.

Entrevista con Arturo Fernández, politólogo e investigador del CONICET. El especialista analiza la historia reciente del sindicalismo y aborda los cambios en la estructura sindical de los últimos años.

AGENCIA PACO URONDO: ¿Qué incidencia política tiene el sindicalismo peronista en las elecciones del ´83?

Arturo Fernández: Como consecuencia de la dictadura genocida, el sindicalismo queda al frente, de hecho, de la campaña electoral del 83. En las candidaturas a presidente, a gobernador de Santa Fe y gobernador de la provincia de Buenos Aires, la última palabra las tuvieron los sindicalistas, todavía ligados a la UOM.

La derrota frente a Alfonsín fue un golpe durísimo. La sensación de ciertos sectores peronistas y sobre todo de los anti peronistas, era que el peronismo se había acabado. Los sindicalistas fueron las principales víctimas y, en general, bajo la conducción de Lorenzo Miguel, se replegaron tratando de mantener sus posiciones en  los sindicatos y abandonaron las posiciones de dirección del justicialismo.

Los políticos peronistas renovadores (Cafiero, Menem) los van a ir marginando del liderazgo del justicialismo, entre otras cosas, porque la popularidad de los sindicalistas había bajado a un punto muy débil. En parte, debido a errores propios y en parte, por una propaganda de demonización. Se los acusaba de obstruir el desarrollo capitalista y de ser todos corruptos.

APU: ¿Cómo se posiciona el campo sindical frente al menemismo?

AF: El campo sindical estaba dividido en la elección interna. Ubaldini, apoyó a Cafiero en el sector renovador. El sector participacionista y Lorenzo Miguel (los vandoristas) terminaron apoyando a Menem, que tenía mayor capacidad de concesiones que Cafiero -quien se había alejado por cuestiones de táctica política-.

Cuando Menem gana con un programa que parecía de reforma social, de volver al bienestar de los años 40, los sindicalistas lo acompañan y muchos seguirán haciéndolo, Lorenzo Miguel con algunas reticencias a medida que iba avanzando el plan liberal que Menem adopta un año después de asumir la presidencia.

La primera presidencia de Menem, va a significar el predominio de una CGT participacionista que siempre va a estar con todos los gobiernos de turno. El sector de Ubaldini es subordinado y disciplinado por la historia misma del peronismo donde el que gana, gana y los demás obedecen.

En los primeros años el sindicalismo acepta reformas bastante antisociales sin mayor resistencia. En ese marco, se produce la incisión que va a dar lugar a la CTA, la primera del sindicalismo después de 1930, con un proyecto sindical distinto al proyecto peronista de relación sindicato-estado.

En 1994/95 aparece el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) liderado por Moyano (Camioneros) y Palacios (UTA). Son los fundadores de lo que ahora se intenta: un modelo de desarrollo industrial con inclusión, lo había propuesto primero la CGT. Después lo hacen sectores de la Unión Industrial en oposición al neoliberalismo que inició Menem y continuó De La Rúa.

APU: A comienzos de los noventa Saúl Ubaldini se presenta a elecciones en provincia de Buenos Aires enfrentando a Eduardo Duhalde ¿Qué sucede en esa elección?

AF: Pese a haber liderado la oposición y haber ayudado a reconstruir el peronismo, Ubaldini casi no tiene votos. Después de la derrota del 83, ningún sindicalista, salvo rarísimas excepciones, tiene muchos votos propios.

Esto es consecuencia de una campaña de prensa prolongadísima que hizo que el sindicalismo no sea aceptado por el votante medio. Es una falacia que todos los sindicalistas son corruptos, sin embargo esto se hizo carne en amplios sectores medios y hasta obreros diría.

APU: Las 62 organizaciones fueron por mucho tiempo el órgano político de la CGT ¿Qué pasó con este espacio?

AF: Las 62 organizaciones permitieron la supervivencia del justicialismo. En el congreso normalizador de 1957, las 62 Organizaciones Peronistas tuvieron la mayoría y los militares no normalizaron la CGT. Como no todos los sindicalistas eran peronistas pero sí la mayoría, se decidió que las 62 organizaciones fueran el órgano político de la CGT.

Al fallecer Lorenzo Miguel, las 62 Organizaciones fueron cesando de existir. Moyano no las utilizó y se dedicó a liderar fuertemente la CGT a partir del 2004/5. Ese órgano político no se ha recompuesto. Hay una cierta parálisis sindical en materia política y es cierto también que los políticos peronistas desconfían de los sindicalistas. Recién ahora uno ve la preocupación de los sindicalistas de salir de su aislamiento.

Actualidad sindical

APU: ¿A qué adjudica el nivel de fragmentación sindical?

AF: La primera causa de fragmentación sindical es la fragmentación del mercado laboral, los trabajadores ganan de manera muy distinta si son camioneros o si son gastronómicos. Eso ha roto la homogenieidad que pudo haber entre los años 40 y 70. El mundo capitalista va hacia esa heterogeneidad y al capital eso le conviene. Hay una transformación mundial en el trabajo que ha debilitado la unidad del Movimiento Obrero y hasta la identidad misma del sujeto clase obrera.

Hay que rescatar el hecho de que la CGT apoyada en una legislación que favorece la unidad, mantiene la unidad sindical desde 1930. En el sindicalismo hubo tres tendencias claras: los participacionistas, los vandoristas y los que confrontan y nunca formaron CGT separadas. La contra de la legislación es que no hay minorías sindicales muy respetadas.

Me preocupa que esta división confunda, de cara a las elecciones próximas y sobre todo en el 2015, lo que está en juego, que es el esquema de desarrollo industrial con inclusión.

Cualquiera que gane de la oposición, temo que va a sucumbir (como sucumbió Menem) a las presiones de los grandes grupos económicos que quieren volver a la apertura económica. Si los sindicalistas se confunden en quién apoyar, van a salir muy perjudicados. Pienso en el caso de Moyano, no se sabe bien a quién va a apoyar, seguramente no va a estar de acuerdo con el modelo de apertura, pero está en posturas excesivamente confusas.

APU: ¿En estos 10 años, al calor del crecimiento económico, crecieron también las comisiones internas?

AF: Sí, ampliamente. Primero se volvió a la negociación colectiva, los sindicatos volvieron a tener un rol económico y social fundamental. Creció la mano de obra y por lo tanto, crecieron los sindicatos, creció la presencia de las comisiones obreras y comienza a haber comentarios de que los sindicatos hacen lo que quieren en las empresas.

Hay que entender que el sindicalismo es un movimiento social numeroso que lucha por ponerle diques al capitalismo, el sindicalismo nunca va a ser revolucionario, lo decía Lenín y tenía razón. Es muy difícil que un sindicalismo pueda proponer el cambio del sistema capitalista. Por lo tanto, ese dique de contención que puede ser el sindicalismo, tendría que defender alguna forma de desarrollo económico que le de a los obreros: trabajo, negociación colectiva y protección laboral.

Las comisiones se desarrollaron notablemente y ha vuelto a haber un desarrollo del clasismo en Argentina, no con la fuerza de los años 70 pero hay comisiones que simpatizan con partidos clasistas como el Partido Obrero o con diversas tendencias clasistas, de los cuales los metrodelegados son un ejemplo, pero esto viene en cada época de bonanza en la Argentina. Hay muchos trabajadores que por la lógica misma del trabajo enfrentado al capital, se dan cuenta que el capitalismo no es justo, e  insisten en crear organizaciones más combativas.

APU: ¿En estos 10 años cree que ha crecido el nivel de afiliación de los sindicatos?

AF: Totalmente. El nivel de afiliación de los sindicatos, gracias a las leyes, nunca bajó del 25% pero seguramente debe haber crecido un 10%. Son cifras difíciles porque todos los sindicatos mienten un poquito, no se sabe exactamente cuántos afiliados aportan y por otra parte hay una afiliación un tanto compulsiva. Lo que se comprobó es que la gente no quiere desafiliarse porque en el 76 la idea de la dictadura era dictar una norma por la cual se invitaba a todos los trabajadores a desafiliarse y sólo se desafilió un 7 u 8%. Aún en la peor época la gente prefirió seguir sindicalizada.

APU: ¿Cómo se comportan las comisiones internas controladas por la conducción de los sindicatos, por ejemplo, UOM?

AF: Creo que suelen ser mucho más conciliadoras que las comisiones en manos de delegados de base clasistas, pero no necesariamente todas. En general, una comisión interna formada por sindicalistas honestos, y que apuestan a la conciliación de clases, negocian con la patronal honestamente y sin pedir coimas para levantar una huelga.


 
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