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na
trayectoria brillante, años de lucha jalonados por una larga
vigencia, honor a la amistad y fidelidad a sus maestros y amigos. Dueño
de una personalidad cautivante y una enorme profesionalidad. Con una
espléndida voz de barítono, sumada a una particular expresión
dramática; impresiona por su presencia y el admirable dominio
del escenario.
Su fina sensibilidad hace que, aún en los temas más
dramáticos, prive una línea melódica en donde luce la dulzura de su
media voz, matizada con el torrente de su fuerza expresiva y acompañada
por la profundidad de sus bajos y los largos sostenidos finales.
Nació en Buenos Aires, en el barrio de Caballito, pero su
familia se trasladó a la ciudad de San Francisco, en la provincia de
Córdoba, cuando apenas contaba con pocos días de vida.
Al abrigo de los tangos de Gardel,
tarareados por su padre, del bandoneón de su primo Raúl
y la atenta escucha diaria del Glostora Tango Club, aprendió
a entonar las primeras notas.
La visita de Alfredo de Angelis en
San Francisco, le brindó la posibilidad casual de ser escuchado
por Oscar Larroca y Carlos
Dante, quienes propiciaron su presencia en el escenario. Tenía
16 años.
Este encuentro fue el escalón inicial. Larroca
lo vinculó a la Orquesta Juventud Triunfadora de Córdoba,
donde comenzó profesionalmente. Luego pasó a otras orquestas,
hasta que formó su propia agrupación dirigida por el
bandoneonista Norberto Pivatto.
En Córdoba estudió técnica vocal con el profesor
Piedrabuena, un excelente barítono que había integrado los elencos del
Teatro Colón. El deseo del maestro de inclinarlo hacia la música lírica,
sucumbió ante la firme decisión de dedicar su vida al tango.
Luego, emprendió una incursión por Buenos Aires y aunque
cantó en muchos lugares, no lo acompañó la suerte. En esa época también
participó en cuanto concurso aparecía, pero indudablemente no era su
momento. Agotada las posibilidades, se volvió para San Francisco, con
sus veinte años a cuestas. Recorrió cantando todos los pueblos entre
Rosario y Santa Fe.
En una ocasión, estaba actuando en la Confitería Oriental,
de su ciudad, cuando fue escuchado por el "Negro" Mela,
que era el apoderado de Osvaldo Pugliese.
Este lo tentó con la posibilidad de una prueba, porque el maestro
estaba buscando una voz joven. Luego de diversas alternativas y pruebas
en Rosario -donde estuvo a punto de cantar con la orquesta- fue citado
a Buenos Aires para una prueba final. Compitió con más
de 300 postulantes. De todos ellos quedaron cuatro cantores, pero
él resultó el elegido por los músicos de la orquesta.
Su debut fue el 10 de octubre de 1964, ya bautizado Abel Córdoba
por Julio
Jorge Nelson, que tomó el apócope de su nombre y
su lugar de residencia. Y vale la pena preguntarse: quienes eran esos
músicos. Nada menos que los maestros: Osvaldo
Ruggiero, Julián Plaza, Emilio
Balcarce, Arturo Penón, Víctor Lavallén, Alcides
Rossi, Cacho Herrero, Julio Carrasco y Quique Lanóo.
Tuvo como compañeros en el canto a Jorge
Maciel y Alfredo Belusi, aunque este
último se alejó al poco tiempo para volver con el maestro
José Basso.
Su primer gran alegría se presentó enseguida cuando partió
en gira a Japón. Pactada inicialmente por tres meses, se prolongó a
seis. Muy grande fue su asombro al llegar, ya que el público que los
esperaba conocía a todos los integrantes, aún a él, que era el más
nuevo. Fue una gira muy exitosa, en la que se dieron más de noventa
conciertos.
Y llegó el año 1968 en el que seis músicos y
Jorge Maciel se fueron de la orquesta para
formar el Sexteto Tango. Fue un duro
golpe para don Osvaldo, quien pensó
continuar con un quinteto. Pero la insistencia de su compañera
Lidia hizo que formara nuevamente la orquesta y Abel continuó
con él.
Pugliese continuó con muchas giras, que comprendieron nuevamente
Japón, dos a Francia, seis a Holanda, Bélgica, Finlandia,
España y Portugal. Después, tres a Estados Unidos -donde
visitó Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Detroit, San
Francisco- y a casi todos los países de Latinoamérica.
En Ecuador cantó frente al Principe Rainiero y las princesas
Carolina y Estefanía de Mónaco. La última gira
fue a Japón y China. Sin olvidar que en ese lapso hizo dos
presentaciones en el Teatro Colón.
Registró todo un record: 31 años cantando con Pugliese.
Fue su único cantor desde 1968, hasta 1981, año en que
se incorporó Adrián Guida. También hubo esporádicas
presentaciones femeninas, como Inés "Galleta" Miguens,
Gloria Díaz, Maria Graña y
Nelly Vázquez, quien los acompañó a Cuba. A raíz
del fallecimiento de Adrián Guida, en 1994, vuelve a ser el
único vocalista, hasta el final de la carrera del maestro.
A partir de la década del sesenta, las compañías grabadoras
no prestaron mucha atención al tango, por eso no registró tantas
grabaciones. Serán alrededor de sesenta los registros, en las que
presentó temas tradicionales y otros de autores más actuales.
De sus discos, destacamos: "Enamorado estoy" de Oscar Zito
y letra de José Márquez, "Canción de rango"
de Raúl Kaplún y José
María Suñé, "Manón"
de Arturo De Bassi
y Antonio
Podestá y, muchos años después, "Milonga
para Gardel" junto a Adrián Guida, de Carlos
Viván y Horacio Sanguinetti
y "Por unos ojos negros" de José
Dames y Horacio Sanguinetti.
Al deceso del maestro encara la carrera de solista y, en
tal carácter, viaja a Holanda, Bélgica y a los Estados Unidos, además de
Perú y Ecuador. Con la Orquesta Color Tango hizo una larga gira
europea. Recorrieron Italia -actuando en Venecia, Trieste, Roma y Lecce-
haciendo cinco recitales en memoria de Pugliese.
En la actualidad, actúa invitado por varias orquestas, hace
sus presentaciones en teatros, locales de Buenos Aires y recorre el
país en forma permanente. En agosto de 1999 registra dos grabaciones
con la Orquesta Color Tango: "Sueño
querido", de Ángel Maffia y Mario
Battistella y "Noches de luna", de Daniel Álvarez
y Rafael Buono. Unos años después, cuatro con Fernando
Romano: "Los
mareados", "Uno",
"Buenos
Aires" y "Nostalgias".
Ferviente defensor del tango, no oculta su disgusto al recordar la
aparición del Club del Clan, que de la mano de Ricardo Mejía,
"capo" de la Victor, se planteó como un requisito
la marginación del tango y llegó a destruir matrices
irrecuperables. «Al extremo -nos dice- que en el Club Estudiantes
de la Plata, la comisión directiva llegó a pedirle a
Osvaldo que no tocara, pagándole igualmente, porque estaba
el Club del Clan y daban bebidas gratis. Osvaldo logró imponerse
y la orquesta tocó a pesar de la oposición. En otra
ocasión, recién llegados de Japón con un éxito
impresionante, en unos carnavales del Club Provincial de Rosario,
mandaron a unos pibes a tirarnos monedas al escenario».
Tuvo una gran satisfacción cuando estando en Finlandia, le
informaron que, en Estocolmo, un jurado de diez musicólogos eligió como
mejor versión del tango "Uno", la de Pugliese con su participación
vocal.
Finalmente, podemos agregar que es muy querido en el
ambiente y respetado por sus colegas. Su vida, sin ostentaciones, nos
muestra el trabajo y el empuje de aquel joven, que sin soberbia y
exhibiendo con orgullo su pasado humilde, decidió encarar el camino del
canto, deslumbrado por el tango, la pasión de su vida.