A los 78 años de edad, un primero de julio de 1974, nos dejaba Juan Domingo Perón, aquel hombre que en 1946 levantaba las banderas en franco apoyo a los desposeídos, en busca de la igualdad de los argentinos en cuanto a la acreditación de derechos. Luego de 16 años (1930-1946) de aquel golpe perverso en contra de la democracia y de otro argentino, Hipólito Yrigoyen, quien había luchado denodadamente en contra de las corporaciones en pos de las mismas ambiciones de Perón, el militar oriendo de Lobos, traía aires frescos para la sociedad argentina.
Levantó entonces las mismas banderas de Yrigoyen y todos, sin excepción, sabemos lo que pasó en nuestra bendita tierra, con enormes etapas de gloria y bienestar y luego, nuevamente la desazón por esas malditas acciones de los sectores más corporativos del país, a quienes en nada les interesa precisamente, ése bienestar que sólo logran aquellos modelos que los conservadores los denominan populistas.
Nuestra más sincero homenaje a ése hombre que cambió para bien la historia de los argentinos. Quiera el destino cercano, poder recuperar esas épocas de gloria en el menor tiempo posible, porque es harto necesario en estos tiempos del salvaje neoliberalismo y si no tenemos en nuestras mentes todo lo sucedido en estos últimos 87 años, difícilmente podamos recuperar el estado de bonanza y ampliación de derechos que hemos vivenciado en esos benditos y productivos tiempos.