Generando cambio

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Libro de mi autoría "ENTRE DELIRIOS Y REALIDADES"- Capítulo Cuatro PDF Imprimir Correo
Escrito por Gerardo Bova   
Domingo, 20 de Enero de 2019 00:01

CAPITULO CUATRO

La Revolución  Industrial en  Latinoamérica

Seguramente son pocos habitantes en el mundo  que considere que la apertura de fábricas ocasiona trastornos a la humanidad, salvo que perjudique notoriamente el medio ambiente y la ecología en su conjunto. Esto último trae grandes inconvenientes a cualquier comunidad y a la naturaleza.
Entonces, arrancamos en este capítulo con las “buenas nuevas” que significaron en la década del 80 en el siglo diecinueve, el auge arrollador de la Revolución Industrial en el mundo. No hacía falta ser muy avispado para entender que se trataba de algo de gran trascendencia para cualquier época y se comprobó que fueron  resueltos temas vitales para combatir la desocupación e incentivar la capacitación en un área desconocida, teniendo en cuenta que no existía la tecnología necesaria para reemplazar el trabajo artesanal.
Dentro de ése contexto Latinoamérica iba logrando paulatinamente un fuerte y activo crecimiento que permitió un importante avance en la inserción en el mundo, además de una notable capacitación en sus sociedades para lo que les tocaría vivir en el futuro.
Comenzaron a dar una inmensa valorización a un nuevo sistema educativo, mas precisamente en la educación de carácter industrial con la apertura de Escuelas Técnicas, siendo la Argentina tal vez la que llevó el estandarte en esta materia.
Esta fue la inteligente interpretación de los gobernantes circunstanciales de importantes países de este continente y con la llegada de inmigrantes europeos se fueron alcanzando algunos éxitos en el campo industrial que fueron quedando en el tiempo como la apertura significativa de algo distinto y productivo para las comunidades que añoraban desde hacía muchísimos años, vivir con trabajo y dignidad.  Esto también pasaba a fines del siglo diecinueve.
Pero para llegar a buen puerto en cada idea o planificación, es necesario hacer un amplio estudio de suelo, mercado o la denominación que le quieran llamar.
Los que “mandaban” en cada uno de estos países con demostrativo interés de progresos, tenían “necesariamente” que eliminar obstáculos para concretar esas intenciones.
Con la debida antelación ya se había producido alrededor de l860 la guerra contra el Paraguay, invadida en ése entonces por sus propios hermanos latinoamericanos (hoy integrados en el Mercosur) comandada por el Brigadier General Bartolomé Mitre quién fuera presidente de los argentinos.
Tanto Uruguay, Brasil y Argentina decidieron combatir a los paraguayos, dejando a estos en una desolación increíble que aún en nuestros días le ha cortado la posibilidad de recuperación y esto se debió exclusivamente al gran interés de Inglaterra en manejar la producción agrícola paraguaya y su futura industrialización con sus “socios” de América del Sur. Téngase en cuenta que Paraguay era el país de mejor suelo en este continente y su producción agrícola sin dudas era superior al resto de sus países linderos. ¿Qué sugestivo…no?
Seguramente estos conceptos del autor van a ser ampliamente debatidos, porque naturalmente de acuerdo a lo expuesto por otros historiadores los motivos de la guerra fueron otros y en esa disyuntiva estoy dispuesto a generar el debate y explicar los porqués de mi teoría. En otro ensayo voy a dedicarme a escribir sobre la verdadera historia relacionada con la Guerra del Paraguay.
Retomando el hilo de este capítulo les digo que debe estar en nuestro conocimiento que en ésas épocas predominaban grandes cantidades de tribus indígenas, siendo habitantes de muchísimos siglos en cada lugar y por ende dueño de sus tierras.
Este panorama perjudicaba notoriamente el plan de cada gobierno y consideraron emplear un plan de exterminio con el único objetivo de “liberar” las zonas que en el futuro tenía que ser el epicentro de los parques industriales.
No era la idea central de instalar esas fábricas en lugares aislados de las zonas urbanas, sino que el plan siniestro estaba centralizado en comercializar las producciones agrícolas que trabajaban los indígenas y para ello era necesario quedarse con sus tierras.
Posteriormente esos productos irían a un proceso de industrialización que justificaba las grandes inversiones de los empresarios provenientes de Europa y el norte de nuestro continente.
Desde ya que el recibimiento de ésas tribus a los visitantes invasores no fue nada placentera y ya conocemos todos cuáles fueron aquellos resultados.
Pero la mayoría de la sociedad latinoamericana no conoce los puntos principales que fueron invadidos, porque la historia (mejor dicho…los historiadores) no han sido muy eficientemente elocuentes sobre el comentario de ésa temática.
Conocemos algo de “La conquista del desierto” del General Julio Roca, con detalles insignificantes que dejaban a los indígenas como seres extraterrestres, salvajes y con una violencia desconocida.
Esos presuntos salvajes eran unos cien mil aproximadamente, trabajadores todos, útiles, inteligentes, con grandes y pronunciadas costumbres afectivas en lo familiar, arraigados a sus tradiciones y con una cultura educativa valorizada después de un siglo y medio de ser exterminadas.
Resulta paradójico este comentario, cuando en la actualidad se discute que es necesario poblar la patagonia argentina, cuando tenemos ese panorama de exterminio no resuelto, que hubiese permitido que hoy pudieran vivir en esa parte del territorio argentino unos siete millones de habitantes  en la actualidad, según el crecimiento demográfico de nuestro país en los últimos cien años.
Pero considero menester agregar que en otros puntos importantes de Sudamérica, también se exterminaron tribus indígenas con el mismo propósito industrializador.
En la zona norte de Colombia, para ser más exacto en Barranquilla y Santa Marta, aniquilaron unos 25 mil indígenas. En el límite este de Venezuela con el oeste de Guayana (Guasipati y Cuyují)  se conoce un exterminio de unos cuatro mil habitantes lugareños. Lo mismo sucedió en las regiones de Cuenca y Machala en zona precordillerana de Ecuador, como también en Haráz e Ica en el país hermano del Perú.
Mas arriba y pisando suelo centroamericano podemos citar a Santiago de Panamá, como Alajuela en Costa Rica, sin mencionar a todo lo sucedido en México porque debería escribir otro ensayo por falta de espacio asignado al presente.
Esos costos innecesarios de vidas humanas, han fortalecido día a día los desencuentros de nuestras sociedades, con heridas  que nunca se podrán cicatrizar si no nos ponemos a debatir ampliamente y en alguna medida pedir disculpas por la parte que nos toca, porque si bien nosotros no habitábamos esas tierras en esa época, estamos inmersos en la enseñanza de una historia mentirosa, con el agravante de ponderar las virtudes de hombres que fueron artífices de tal genocidio.
Aquí vuelvo a resaltar esa obra “América, tan violentamente dulce” que protagonizaron José Palomino Cortéz y su hijo Juan Palomino… ¡Excelente documento!
Y quiero mencionarlo en este ensayo, porque considero que ésa dura etapa latinoamericana, ha sido a mi juicio el detonante de tales desencuentros, fundamentalmente, porque nadie se puso a explicar el contenido básico de ésa Revolución Industrial, ni los objetivos primordiales.
Esto es muy sencillo, si alguien tiene una idea renovadora con intenciones progresistas para obtener cambios en una sociedad, no puede limitar el ingreso de nadie. Observen que fácil sería incluir a las tribus indígenas, habitantes de estas tierras y asociarlos al proyecto común, con un propósito integrador que indiscutiblemente alcanzaba la solución inmediata en la desocupación, consiguiendo de esta manera un proyecto de vida en crecimiento  a toda una población ávida de soluciones.
Se puede argumentar que les faltaba a ésas tribus la educación o “civilización” necesaria para la integración con el resto de la comunidad, pero no era el problema central, ya que eso se solucionaba con un programa educativo con el lógico intercambio de aprendizajes en los idiomas autóctonos, tal como lo habían realizado los jesuitas en algunas experiencias de integración y aprendizaje con otros sectores de la sociedad, sin llegar a la violencia o exterminio de las mismas. Concretamente estos sacerdotes lo desarrollaron desde cien años antes en otras regiones de
Argentina y Chile (a manera de ejemplo) obteniendo algunos interesantes resultados.
Yo decía líneas arriba que todos estamos inmersos en ésta problemática, pero no hemos encontrado alternativas para obtener soluciones adecuadas.
Tenemos la obligación moral de comenzar a desmenuzar esta cuestión con otro criterio integrador y difundir lo que creemos racional y coherente con este tema. Y, además tenemos que empezar ya mismo, no nos podemos dar el lujo de esperar mas cuando hay países que se derrumban paulatinamente y no solamente por un problema de índole económico o financiero, sino por la inercia alarmante de sus dirigentes ya que intencionalmente no desean ubicar el verdadero origen identificatorio
Considero muy necesario incluir un párrafo escrito por el notable médico y escritor italiano José Ingenieros en 1925. En su obra “Las fuerzas morales”, decía: “La vida humana es gimnasia incesante de funciones armónicas. Deber natural del hombre es ejercitar su brazo y su mente; quién viola ese deber comete una inmoralidad. Los órganos se amodorran y el espíritu se envilece. La inercia apoca la vida de los holgazanes, tornándolos incapaces de hacer cosa alguna para si mismos y para los demás. Cruzarse de brazos ante un mundo moral que incesantemente se renueva, es suicidarse; es morir de sed junto a las fuentes de la vida.
Quien haya atentado así contra su dignidad, debe curarse reeducando las funciones de su organismo y de su entendimiento. Para aprender de nuevo a ejecutar lo que se piensa es necesario olvidar la palabra “mañana”.
Ahora o nunca. “Mañana” es la mentira piadosa con que se engañan las voluntades moribundas.”
Esta fuerza moral que nos deja el notable escritor italiano, encaja perfectamente según mi criterio, a esta necesidad imperiosa de que debe servirse nuestra sociedad para comenzar a debatir los grandes temas continentales que requieren urgencia y que está netamente identificado con un pasado turbulento, fastidioso y nada claro.


 
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