 LA RICA HISTORIA Y LA POSTERIOR PÉRDIDA DE LA GAZETA, HASTA LA LLEGADA DE LOS MITRE
Le doy mucha preponderancia a los comienzos de los medios escritos en el país, porque allí, tal vez, está la clave fundamental, de cómo se debe hacer periodismo, aún siendo de tono partidista, porque si uno desea difundir lo bueno que realiza en la vida y está encuadrado en lo honesto y/o verdadero, considero que es saludable, porque se está difundiendo ideales, que pueden ser discutidos, pero cada uno tiene el derecho de tomarlos para sí y hacerse socio o contrincante de tales propuestas.
Hay un párrafo sobresaliente que Mariano Moreno, utilizaba cotidianamente y era difundido en su diario, extraído del pensamiento del historiador romano Cornelio Tácito, manifestando lo siguiente: "Tiempos de rara felicidad,son aquellos en los cuales se puede sentir lo que se desea y es lícito decirlo". Estas palabras, sintetizaban todo un pensamiento de transferencia de ideales, con el firme propósito de “educar” a una sociedad de las buenas nuevas que reprensaba la revolución para el país que se estaba formando.
Bien lo había mencionado en mi primera muestra del día de ayer, cuando reflejaba que los parroquianos que estaban frente al Cabildo Abierto, estaban habidos de saber lo que sucedía concretamente, utilizando el slogan "el pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes", algo que interpretó perfectamente Moreno, dedicándose con mucho compromiso y profesionalidad en la aparición del diario La Gazeta, siendo ésta la única alternativa viable, para comunicarse con su pueblo y transferirle realmente lo que pasaba en los avatares revolucionarios.
Claro, era importante tener en cuenta que el creador estuvo muy poco tiempo al frente de ésa patriada, porque apenas transcurrido nueve meses de la salida del periódico, Moreno pierde la vida sospechosamente, siendo necesario para ese compromiso revolucionario, tener hombres de suma confianza para continuar con la obra.
Mariano Moreno falleció en alta mar en la madrugada del 4 de marzo de 1811, a bordo de la goleta inglesa "Fame", en viaje a Gran Bretaña. Su cuerpo fue envuelto en una bandera inglesa y arrojado al mar (28° 7’ S, a unos kilómetros de la costa de Brasil, cerca de la isla de Santa Catarina), tras unas salvas de fusilería.
Según el testimonio de su hermano Manuel Moreno y de Tomás Guido, sus secretarios y acompañantes en ese viaje, murió debido a una sobredosis de un medicamento administrado por el capitán del buque. Cuando llegaron al gabinete de Moreno, el capitán sostuvo que le había suministrado cuatro gramos de un vomitivo de uso habitual en aquella época, elaborado con antimonio y tartarato de potasa.
Según comentó más adelante Manuel Moreno:
“Si Moreno hubiese sabido que se le daba tal cantidad de esa sustancia, sin duda no la hubiese tomado pues a la vista del estrago que le causó y revelado el hecho, él mismo llegó a decir que su constitución no admitía sino una cuarta parte de gramo y que por tanto, se reportaba muerto. Aún quedó en duda si fue mayor la cantidad de aquella droga u otra sustancia corrosiva, la que le administró, no habiendo las circunstancias permitido la autopsia cadavérica. A ello siguió una terrible convulsión, que apenas le dio tiempo para despedirse de su patria, de su familia y de sus amigos. (Datos extraídos de Wikipedia)
Hablaba líneas arriba, que era fundamental contar con personas de confianza para que el diario siguiera difundiendo los aires libertarios y para ello, Moreno había formado un grupo de notables que continuaron, una vez fallecido, con todo lo anhelado por el creador. Estos profesionales prestigiosos de gran valía, fueron los siguientes: Mariano
Gregorio Funes (diciembre de 1810 - marzo de 1811), Pedro José Agrelo (18 de marzo de 1811 - 5 de octubre de 1811), Vicente Pazos Silva (5 de noviembre de 1811 - 25 de marzo de 1812), el mismo Vicente Pazos Silva (Gazeta de los miércoles), Bernardo Monteagudo (Gazeta de los viernes) (25 de marzo de 1812 - 5 de octubre de 1812), Manuel José García (7 de septiembre de 1812 -), Emiliano Medrano (8 de octubre de 1812 - abril de 1815), Camilo Henríquez (abril de 1815 - noviembre de 1815), Julián Álvarez (noviembre de 1815 - 1820), , Bernardo Vélez (1820 - septiembre de 1820) y Manuel Antonio Castro.
Tal vez Bernardo José de Monteagudo (Tucumán, 20 de agosto de 1789 - Lima, 28 de enero de 1825) quien fue un abogado, político, periodista, militar y revolucionario argentino, pudo ser el de mayor responsabilidad con la causa iniciada por Moreno, pero era inevitable, que ante la gran presión de los capitales europeos de inversión, que se acercaban al país, con fuertes premisas de perjudicar todo lo que se construía dentro de nuestro territorio y bajo iniciativas de sus patriotas ( observen que siempre se utilizan las mismas fórmulas) la continuidad del periódico, tenía los días contados, siendo de tal manera, que a mediados de 1821, dejo de aparecer, recurriéndose para la información, a medios pequeños regionales, que cambiaron el rumbo de la historia, promoviendo la llegada de Rivadavia al poder y las recetas europeas, para ejecutarlas con todo su poderío.
Todo esto duró muchas décadas, diría con mayor énfasis, hasta la llegada de la revolución de Caseros, pero en vez de clarificarse la situación, se agravó contundentemente para la salud mental de los argentinos, que estaban necesitados en consumir otro tipo de informaciones, pero sucedió todo lo inverso, ya que aparece en escena, alguien que cambiaría notablemente los destinos del país, conduciendo a su antojo y de acuerdo a las “sugerencias” de Inglaterra, llevando a nuestra nación a una dependencia, que recién cambiaría en la segunda década del siglo 20. Estamos hablando literalmente de Bartolomé Mitre, la Guerra de la Triple Alianza y su Diario La Nación, y de él nos encargaremos a partir de las siguientes notas que publicaremos en NUEVO PAÍS.
A no perdérsela, porque circularan a partir de mañana.
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