MITRE PREFERÍA EL BAJO CONSUMO Y DEPOSITAR LOS DINEROS EN LOS BANCOS

En la continuidad de estas muestras, hoy nos abocaremos estrictamente a la actividad de Mitre, con su diario La Nación y le difusión de todo lo que Gran Bretaña, “le escribía” al Generalísimo Mitre, para que el mandamás de nuestro país, “instruyera” a nuestro pueblo de cuáles serían las premisas para el futuro argentino.
La Revolución Industrial en pleno auge, después de un siglo de alternativas mostradas por Inglaterra y el gran interés de éste país, de introducirla en América, preferentemente en el sur de nuestro continente, traía condimentos que seducía a parte de nuestra dirigencia política, porque se esperaban grandes negocios, no se si para el país, pero si para ellos, que estaban muy entusiasmados en la ejecución del plan inglés.

Durante las tres presidencias que comenzaron con Bartolomé Mitre (1862-68), Domingo Faustino Sarmiento (1868-74) y la continuidad de Nicolás Avellaneda (1874-80), se introdujo fuertemente las premisas inglesas y la revolución sobre la industria, se ejecutó a pleno, teniendo que reconocer que el país creció enormemente, pero con la llamativa muestra de que se endeudaba día a día, contradictoriamente con los pasos de inversión que se estaban dando en el país. No se puede creer que ante una crecida demanda inversionista y la apertura de fábricas y la puesta a punto de los ferrocarriles, la nación se derrumbaba económicamente, algo que preocupaba demasiado a los legisladores nacionales Rafael Soria y Leandro N.Alem (por ejmplo).
La cultura conservadora de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, pasaba por la creación de nuevos ámbitos educativos con tono industrialista y para ello fomentaron, un proyecto de Ley que se votó en el parlamento, pero con la inclinación concreta en la mirada europea, copiando los modelos que venían de Inglaterra y Francia, tal es así, que se dispuso, a creación de escuelas de artes y oficios, que  estaba inspirada en l'École Centrale des Arts et Manufactures (ECAM), fundada en París, Francia, en 1829,  donde se formaba la mano de obra especializada para llevar adelante el programa de desarrollo que imponía la revolución industrial francesa en ciernes.
No se les caía un idea en lo que simbolizaba una nueva escuela, de acuerdo a nuestras culturas, aunque uno pueda reconocer que al no tener experiencias en la materia, necesariamente había que mirar hacia el extranjero, pero tengamos en cuenta que todos esos profesionales que alimentaron la nueva ley que se asentaría en vigencia, habían estudiado en Europa, por lo tanto, conociendo los costumbres o ideologías políticas de esos países, tranquilamente, se podía cotejar ambas culturas y sacar lo mejor, con el objetivo de crear una escuela,  acorde a nuestras tradiciones.
Un 4 de Enero de 1870, Bartolomé Mitre, durante la presidencia de Sarmiento y con gran ayuda económica del Reino Unido, sale a difundir  con su periódico La Nación, toda la estrategia inglesa sobre la revolución en cuestión, logrando un consenso en casi todas las áreas legislativas, a sabiendas que eran muy pocos los que estaban en contra de la cultura conservadora en el país, porque aquellos que se llamaban federales, fieles seguidores de lo que quedó de la doctrina de Rosas o Dorrego, no tenían las fuerzas precisas para contrarrestar las iniciativas capitalistas, ni el dinero suficiente para crear un medio periodístico paralelo para defender las causas que pregonaban.
Mitre se convierte en un hombre poderoso, comenzando a vincularse fuertemente con los banqueros europeos de aquella época, lanzando una frase que ha quedado en la historia, simplemente si uno se pone a investigar. El slogan que utilizaba Don Bartolomé, era algo parecido a lo siguiente: “Es muy importante que nuestros compatriotas, tengan una idea cabal del ahorro, porque antes de consumir desaforadamente, es mejor tener la plata en los bancos”. Esto no significa que quien escribe estas notas, esté en contra del ahorro, simplemente, observo que si no hay un mesurado consumo, no puede existir la producción, el empleo, etc. Algo que defiende el actual gobierno de Cristina Kirchner.
Era evidente que la idea de Mitre estaba centrada en la exportación de los productos que se hacían en el país, pero como las empresas eran todas extranjeras, también era innegable que los costos para esos industriales, se les presentaban muy bajos, merced a los bajísimos salarios que cobraban nuestros obreros, con la excusa de que no eran idóneos, ya que no tenían la preparación imperiosa para ejecutar tareas que nunca habían imaginado, ni siquiera habían obtenido el aprendizaje necesario para esas labores.
Además, algo lógico para la época, no existían administraciones del estado, con relación a un trabajo registrado, por lo tanto, ante la carencia de empleo, obviamente se los manipulaba con total desparpajo.
Crecieron los bancos en el país, y se vislumbraba una estrategia que demoraría menos de diez años en ejecutarla, ideada por los nombrados anteriormente (Mitre, Sarmiento y Avellaneda, sumándose Don Carlos Pellegrini, un joven aristocrático del país, creador más tarde del Jockey Club de Buenos Aires, un refugio de los ricos en la nueva Argentina que se presentaba. La frase o consigna  utilizada por esos personajes, para entrar en el club que fundó Pellegrini en 1882, era el siguiente: "Caballeros representativos de la actividad política y económica del país".
 Continuando con el tema, esa  maniobra que se entreveía, no era otra cosa que “La Conquista del Desierto” ejecutada militarmente por Julio Argentino Roca (junto con Pellegrini, fueron un binomio de confianza para aniquilar a los nativos patagónicos) bajo notificación de los nombrados inicialmente y que llevaría a consolidar la instrucción inglesa de “conquistar” el sur argentino, para robustecer fuertemente ésa nueva idea de “patria” a la inglesa, algo que desgraciadamente tuvimos que soportar durante 150 años.
En la próxima muestra,  seguiremos comunicando a ustedes,  sobre las nuevas premisas y todo lo que significó esa violación a los pueblos originarios y la ingerencia del Diario La Nación de Don Bartolomé.