Suplemento Cultura Popular
El humorista Carlos Barragán nos acerca su percepción sobre el humor
político de estos años, analiza los gestos de ternura y las carnicerías
en las que se desenvuelven los profesionales del género. También nos
cuenta sobre los personajes que desarrolla en Todos en cuero, que conduce de lunes a viernes de 23 a 01 por AM 870 Radio Nacional.
Por Boris Katunaric
APU: Contanos de tus comienzos en la radio, empezaste a
trabajar con Lalo Mir, Adolfo Castello y la Negra Vernaci ¿cómo fue (es)
laburar con ellos y en qué te marcó como humorista?
Carlos Barragán: Empecé a laburar con Lalo después de una carta que
le mandé a la radio por la voladura de la AMIA, la carta tuvo mucha
repercusión, después le mandé otras cosas que Lalo leía al aire, y un
día empujado por mis amigos fui a verlo con una carpeta con algunas
ideas, y me llamó al año siguiente para hacer Animal de Radio.
La consigna de Lalo era que escribiera algunas cosas cuando me salieran,
pero lo que hice fue ponerme a escribir todo el día sin parar y
llenamos el programa de secciones, separadores, artística, editoriales,
humor, de todo. La sociedad con Lalo fue increíble porque sin tener
ningún tipo de consigna para laburar, él tomaba todo lo que yo le
llevaba y lo producía al aire. Yo no lo podía creer.
Después conocí a la Negra en unas vacaciones de Lalo donde ella lo
reemplazó. Y pasó algo parecido, empecé a escribirle cosas a ella, que
tuvieran que ver con su manera de ser y de hacer radio. Así cuando
Vernaci empezó Tarde Negra me llamó para escribirle guiones. En
ese programa trabajó Fernando Peña y con él y mis guiones salían cosas
increíbles, con sus personajes –llegué a escribir específicamente para
él- pero además su personajes “actuaban” en otras cosas. Como por
ejemplo Roberto Flores haciendo de Mariano Moreno durante la semana de
Mayo, o cosas por el estilo. Un día Peña se fue y la Negra me dijo
“Gordo, quedate sentado acá” y empecé a hacer aire. Con un esfuerzo
tremendo porque me daba mucho miedo y no me salía la voz, y cuando me
salía mi dicción era terrible (mucho peor que la de ahora). Pero la
Negra me tuvo una paciencia infinita –raro en ella- y aguantó hasta que
pude hablar y se me entendieran las cosas.
Las marcas por la que me preguntás son diferentes, con Lalo las cosas
eran más pensadas y calibradas, y el lugar para la improvisación lo
manejaba él. Con la Negra –a pesar de existir guiones- la improvisación
estaba en todo el programa, todo el tiempo, y con notas mucho más altas
porque ella es capaz de decir la cosa más incorrecta y bestial en
cualquier momento. Con la Negra a pesar de que el sexo está presente
todo el tiempo, como humorista lo llevé siempre por el lado absurdo.
Creo que siempre hice humor absurdo con ella, con la sexualidad como la
materia a deformar hasta hacerla incomprensible y ridícula. Y también un
humor muy agresivo donde siempre había una víctima –entre nosotros, los
personajes- con niveles de crueldad terribles. Creo que haciendo esos
sketches hice una especie de largo viaje por las mentalidades
psicopáticas.
Después con Castelo fue más el humor político que había hecho un poco
con Lalo. Un laburo fuerte porque tomaba las noticias del día y le
entregaba decenas de chistes políticos. Lo que me obligaba a tomar
posición, a pensar políticamente. Siempre digo que el humor político es
política pura, y muchas veces mucho más clara y dura de la que se puede
hacer sin utilizar el humor. Con Castelo aprendí mucho, aprendí a hacer
humor pero mucho más aprendí de ética y de política.
APU: ¿Cómo comprendés el humor político actual tanto oficialista como opositor?
CB: A pesar de los tiempos hiperpolitizados creo que hay poco humor
político en los medios. Están los imitadores en las radios, que operan
tomando un rasgo saliente del personaje y lo exageran, y después en la
tele tenemos a Capusotto y a Lanata. La gran diferencia (más allá de la
calidad, si es que eso vale) es la ternura que hay en cualquier
personajes de Capusotto y la agresividad en los de Lanata. No sé si es
comparable porque Capusotto compone arquetipos o estereotipos, y Lanata
utiliza una figura conocida para ridiculizarla y hacerle decir lo que él
quiere: que es chorro, corrupto, loco o estúpido. Mientras Capusotto te
da pistas, te hace reflexionar, y te pone en contradicción, Lanata, te
da una imagen para el escarnio y nada más.
Rudy y Paz con Nik del otro lado, funcionan parecido: el chiste de
Página12 es una reflexión política, un análisis crítico que nunca es
sanguinario. Mientras que Nik lo que hace es reforzar el estereotipo del
político oficialista que construyó la oposición y todos los días te
dice: es un chorro, es un corrupto, es un inútil, es un turro.
APU: Dentro del kirchnerismo o los humoristas kirchneristas a
veces hay un plano limitado en lo que refiere a "reírse de sí mismo",
(por lo menos a mi parecer nos reímos más del "gorila" o de "el del
Pro") creés que en el kirchnerismo hay algún factor que impide en algún
punto la risa desprejuiciada?
CB: Para mí el humor es una especie de solución a ciertas
frustraciones, y en esa lógica no nos hace falta reírnos de la
presidenta o de los ministros que nos representan y bancamos, sino de
quienes nos frustran, o estamos en desacuerdo, o nos cuesta soportar.
El clima calentito que vive el kirchnerismo desde el primer día,
quizá sea el causante de la poca risa sobre nosotros mismos. Como los
ataques son permanentes y sin límites, se hace un poco difícil. ¿Cómo
haríamos -los kirchneristas- humor con Cristina si se ríen de ella
cuando queda viuda, o cuando se enferma?
De todas maneras en mi programa trato de hacerlo. Tenemos los
Scoccimarros unos wachiturros que hacen cumbia política. Son muy
kirchneristas pero no entienden nada. Y en realidad cuando quieren
analizar la política terminan comparando los culos de las mujeres
kirchneristas con los de las opositoras. Son compañeros peronistas, muy
leales y muy descerebrados y fumones. Es que si uno no introduce el
defecto, no existe el humor.
En la radio tenemos también a la Familia Barrioparque, que son los
Macri, una especie de Los Campanelli. Y ahí aparecen todos los
personajes del Pro y afines, con una gran cantidad de deméritos
–digamos-. Pero ninguno de ellos es odiable, al contrario son tan
simpáticos –hasta el propio Mauri lo es- tanto que alguna vez pensé que
no teníamos que hacerlos más porque en definitiva convertíamos en
simpáticos a personajes que nos dañan como sociedad. Pero los seguimos
haciendo porque creo que el humor además de ser una forma de resolver
nuestra bronca, debe poder conciliarnos por lo menos desde lo humano. Si
el humor deshumaniza te convierte en un muñeco al que podés quemar en
una plaza, y eso es lo que hace el humor opositor.
Hay otro personaje en mi programa que se llama Boris, que siempre me
corre por izquierda, se burla de 678, de las “buenas notis”, de la
“distinta vara”, y está bien reírnos de nuestros clichés, de los lugares
comunes que fuimos construyendo. El otro día mi hija de 8 años me contó
que Justin Bieber estaba drogado porque lo escuchó en el noticiero, y
yo le dije que no todo lo que dice el noticiero es verdad. Y después
conté esto en la radio, riéndome de mí: que preferí defender a Justin
para criticar a Clarín. Uno tiene esos tics y es bueno detectarlos y
resolverlos con humor.
APU: En el programa Todos en Cuero Con Gerardo
Delelisi y Marcelo Chirinos hacen un laburo de guión y de composición de
personajes realmente sorprendente, ¿cómo es ese trabajo?
CB: Por un lado es mucho trabajo diario. Gerardo y yo preparamos un
guión cada uno que por lo general son de diez carillas (por barba). Y
Gabriela prepara alguna de sus historias.
Después viene la parte de “actuar” los personajes, “componerlos” o lo
que sea. Salvo Marcelo que sí tiene experiencia como actor, los demás
lo hacemos intuitivamente, jugando a que sos el Papa, o un wachiturro, o
un paraguayo millonario y medio loco, o un Canciller perverso polimorfo
y multipolar, Tulio el hipócrita notero del trece, Chofi el barrabrava
que filosofa o te tira tiros, etc… Creo que sale porque nos divertimos
haciéndolo, somos como un grupito de niños que se junta a hacer una
especie de “juguemos a que”. Y ese “a que” es lo que después sale al
aire. Es una mezcla de profesionalismo, conocimiento de ciertos
mecanismos del humor y de la radio, y de ganas de divertirnos
olvidándonos de que se trata de algo que escuchan miles de personas. Es
un laburo que cansa como cualquier laburo, pero que al mismo tiempo te
divierte como cualquier juego.
|