Naturalizar la pobreza, los inmigrantes y estigmatizarlos con su criminalización como estrategia. Demonizar la política y la memoria colectiva. Desmalvinización y entrega del Estado.
Desde el 10 de Diciembre del 2015 (y un poco antes también) estamos viviendo un cambio de época rotundo. Orientado a lo más básico y decadente, nunca antes visto en la historia democrática Argentina. Basta con escuchar los diferentes discursos de los funcionarios, homilías básicas, ordenadas desde el sentido común. Sumándole la complicidad de un sector de la oposición, en donde ésta le concede gobernabilidad a cambio de cargos y cuotas de poder (Massa, la CGT y el Poder Económico entre los más predominantes). Además del blindaje mediático, como arquetipo, en las diversas entrevistas que brindan a un puñado de periodistas, selectos y cortesanos, se refleja el cinismo explícito y la hipocresía. Como Bernardo Neustadt entrevistaba a Videla, ahora lo hacen los Majúl, Leuco y Lanata con Macri.
Esta juerga se desintegra día a día cuando vemos que los sueldos cada vez valen menos, que las clases no comienzan, despidos, cierre de fábricas, quita de retenciones. En fin. Un país, con destino vacilante, administra para un sector, el rico.
Llega un 2017 electoral, muy importante como cualquier año deliberante, en donde no sólo el macrismo se juega la posibilidad de manejar el poder legislativo, sino que también galopa la contingencia de su continuidad.
El congreso, con diferencias y diferentes tipos de intereses, podría desestabilizar la presidencia. A pesar de que Macri gobierna por decreto.
Todo dependerá, como lo marca la historia, de la organización de la estructura peronista bonaerense, el kirchnerismo y los diferentes movimientos sociales.