Generando cambio

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MACONDO EN JUJUY PDF Imprimir Correo
Escrito por Jorge Rachid   
Lunes, 03 de Septiembre de 2018 12:27

“Pibes villeros” denomina la prensa al juicio oral contra Milagros Sala y otras docenas de militantes de la Tupac Amarú, cuya carátula “occidental y cristiana” es Milagros Sala y otros, sobre malversación de fondos públicos. Como todo el mundo “sabe”, si son pibes y son villeros, son chorros, que otra cosa se puede esperar…. El ambiente del juzgado, un gran galpón con decoración de biblioteca pública, es inmenso, rodeado de libros encerrados con candados y en bibliotecas de vidrio, intocables, lejanos, dormidos, pero que dominan cada pared lateral, delante de la madera que intenta tapar la precariedad del lugar. Preside la gran sala un Jesús blanco, crucificado y doliente que impone que los pecados del mundo, deben purgarse, por eso sangra él.
El frente dominado por dos bibliotecas más, ofrece tres juegos de escritorios, uno central majestuoso, donde seguramente se sentarán los magistrados, y dos laterales, uno ocupado por dos taquígrafas en actitud de obreras textiles agobiadas bajo las máquinas y el del otro lado por dos inquietos secretarios todo terreno que entran y salen, mientras el salón se va llenando,
La disposición de abogados y encartados, así los llaman a los detenidos y acusados, es en una U gigantesca que enfrenta al Tribunal. En uno de sus primeros escritorios laterales, se sientan los blancos fiscales acusadores, nerviosos e inquietos, en el frente y el otro lateral, los abogados defensores de las dos docenas de “encartados”, que se sientan en la segunda fila, detrás de los blancos defensores.
Ahí están los acusados, negros , mulatos, criollos, zambos, teñidos, jóvenes, altivos en una segunda fila que cambia de color, apoyados por policías parados de uniforme, armados y con correajes y gorras, en actitud intimidatoria, tan negros como los acusados, hombres y mujeres de pueblo, unos militantes, otros al servicio de los blancos y sus leyes .
Detrás en tercera fila otra línea de hombres y mujeres de pueblo, de civil que impiden cualquier contacto con los encartados y designan las ubicaciones. El primer círculo del Dante es blanco, los otros son negros, marginales, sin nombres ni alcurnia, simplemente pueblo. Ahí si detrás, los atrevidos mirones de este espectáculo, tipo sainete, de una Justicia parodiada, en una provincia militarizada.
De pronto se abre la puerta y aparecen “ellas”, tres mujeres, todos de pié, grita una voz sin sentimiento y ahí están Sus Señorías” las señoras juezas. La presidente es mamá añosa o abuela joven, tipo cincuenta, que pretende transmitir una autoridad que carece de templanza y carácter, como ajustada un libreto. Las otras dos, jóvenes madres en actitud de sala de pediatría de clínica privada, ajenas y acompañantes pasivas de los acontecimientos.
Comienza la tarde con una mención a la ausente, aunque presente en cada párrafo: “la encartada Milagros Sala, se encuentra en dependencia aledaña, a la espera de ser trasladada a El Carmen, ya que ha tenido una actitud irreverente e inadecuada al asistir al Tribunal en ropa de cama, sin ropa interior, aduciendo ante los secretarios del juzgado una actitud de enfrentamiento. al mostrar sus zonas pudendas, cuando solicitaba en el Hospital, ir a bañarse y cambiarse para el juicio. Por lo tanto éste Tribunal resuelve excluir a la señora Milagros Sala de las audiencias, y sólo podrá asistir en caso de querer declarar”.
Milagros Sala está presenta sin estarlo, es el eje de este juicio de blancos, contra negros que se atrevieron a malgastar el dinero de “todos los argentinos” en construir 7 mil viviendas, escuelas, hospitales, jardines maternales, comprar tomógrafos computados , instalar laboratorios y construir enormes piletas para los niños, en una actitud descabellada e inaudita, que los condenará a los mismos infiernos, al visibilizar a lo que estuvo escondido, enterrado por 500 años, el pueblo coya y otros pueblos originarios, que encontraron su propia respuesta social y económica, construyeron sus casas, desarrollaron el concepto de Comunidad Organizada instalando la solidaridad como un bien cultural indispensable para la vida.
El juicio tiene entonces un objetivo, disciplinar a un pueblo, escarmentarlo para que los colonizados no levanten su voz, enfrentar pobres contra pobres, quebrar testigos falsos con dinero para demostrar lo vicioso que son “los negros”. La Presidenta del Tribunal se cree iluminada por los dueños del apartheid, es una herramienta funcional al poder, como los fiscales que se refieren a Milagros como el demonio mismo, como se deben haber referido los jueces inquisidores en la decapitación de la familia y en la propia muerte salvaje de Tupac Amarú. Son lo mismo, en diferentes épocas, como lo fueron con Tupac Atari o como marginaron por mujer a Juana Azurduy. A Milagros mujer, negra, pobre y coya nunca le perdonarían ser dirigente social con gestión impecable, había que destruirla antes que sea poder político. Pero lo que no te mata, te fortalece y Milagros está y estará viva.
Esta parodia circense donde campean las formas de un fondo cloacal y contaminado, como en la Justicia Federal y la persecución a los compañer@s militantes en el país, tiene todas las formas de Inquisición, sabemos ya que Milagros será quemada por “bruja”, por sus “delirios de Justicia Social”, por su afán de lucha por los más pobres y humillados, por su actitud irreverente frente a un poder que no reconoce como propio. Ella se comunica con sus “sabios”, con su etnia, sus símbolos, se arropa en la Pachamama, tiene sus rituales, es su cultura profunda, americana, morena que la construcción del pensamiento autoritario y colonizador del blanco no entiende.
No la podrán doblegar, ni matar, porque ya vive en el corazón de miles de personas en el mundo, como la imagen clara del odio racial, inhumano y salvaje de un capitalismo que no tolera que “nadie” incursione en sus negocios espureos. Que mejor que los “pibes villeros” para estigmatizar, denigrar, humillar a los pueblos originarios, los marginados y los excluidos por un régimen represor.
Macondo en la Argentina se llama Jujuy, García Márquez escribiría memorables notas sobre éste juicio que llenarían mi envidia.

 
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