Cuando la justicia, representada por jueces probos, actúa con imparcialidad y rectitud, la impunidad es un término ausente del pronunciamiento jurídico.
Cuando el poder político interviene y avasalla la libertad del judicial, se fortalece y crece desmedidamente un cuarto poder; el madiático. Este último con una ingerencia tan importante como nociva en la información y consecuentemente en la formación de opiniones y certezas relativas, del ciudadano que consume sin analizar esta información que le llega mediante periodistas operadores de las grandes corporaciones económicas. Esta red ampliamente abarcativa, se expande rápidamente y logra incautar cerebros vulnerables a su antojo, y puede escucharse a los afectados con un: «...lo leí en el diario, o lo vi por TV», sin aclarar el medio en cuestión, y dando por hecho la veracidad de lo inyectado, transformándose en subalternos operadores de la mentira para luego difundirla por inercia. Cuando lo advierten ya es tarde eligieron a su propio verdugo, y reconocerlo va en contra de su propio ego, algunos hablan de la decepción, sin darse cuenta que el corrupto en cuestión siempre fue así, y el que lo maquilló y lo adornó fuiste tú para no verlo como en realidad era. Entonces comprueban la existencia de una delgada línea entre «No me des ilusiones» y «No me desilusiones».
Abraham Lincoln dijo alguna vez: «Es mejor estar callado y parecer estúpido que abrir la boca y disipar las dudas».