Una vez más, las corporaciones de los medios de comunicación, ante las pérdidas diarias de credibilidad, utilizan herramientas de baja “hilaza” y mecanismos no codificados en los libros del periodismo.
Tener que calificar a Sandra Russo, a través de su trayectoria periodística, ocuparía un espacio superlativo, pero con los condimentos de una profesional sana, incorruptible y defensora de un modelo de país que hoy patrocina como nunca, por ser precisamente, el modelo inclusivo que deseamos la mayoría de los argentinos.

Lejos de pensar que ha sido “comprada”, sería más aceptable decir que se siente cómoda e identificada en un lugar de trabajo, donde se comparte aire puro y buenas intenciones, algo que los medios que la atacan no pueden esgrimir.
Publicar fotos compartiéndola con personajes cuestionados por la justicia en asesinatos y hechos vandálicos, es de una bajeza no admisible y digno de vergüenza. ¿Quien no se ha sacado una foto o compartido accidentalmente con figuras indeseables, principalmente, cuando se trata de una figura pública y querida?
Si revisamos los archivos y tratamos de observar a todos los personajes de cierta popularidad de la vida argentina, seguramente nos encontraremos con sorpresas cuando se juntan los “buenos y los malos” en fiestas, velorios, espectáculos, etc.
¿No sería más importante que Fontevecchia, publicara a diario las fotos compartidas en el mismo acto y con el mismo objetivo, entre Ernestina de Noble, Jorge Rafael Videla, Alejandro Lanusse y todos aquellos genocidas de la época dictatorial?
Claro, esto es una utopía de mi parte, pero el pueblo argentino ya sabe perfectamente quién es quién en nuestro suelo, y por ello Sandra puede quedarse tranquila que estas “agachadas” no se le creen ni siquiera los niños de salita amarilla.