El sindicato de docentes privados (SADOP) reflexionó sobre el
"Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos", que dio magros
resultados para la mayoría de los países de la región, entre ellos
Argentina.
Por SADOP
Comprando en el almacén con el manual del almacenero
En estos días se conocieron los resultados de las pruebas de evaluación del PISA.
El programa PISA es el Programa para la Evaluación Internacional de
Alumnos (toma el nombre de la sigla en inglés Program for International
Student Assessment) de la OCDE (Organización para la Cooperación y el
Desarrollo) y tiene por objeto “evaluar hasta qué punto los alumnos
cercanos al final de la educación obligatoria han adquirido algunos de
los conocimientos y habilidades necesarios para la participación plena
en la sociedad del saber”.
Además de la totalidad de los países asociados a la OCDE, se incluyen
en este programa varios países asociados, entre ellos algunos de
América Latina como es el caso de Argentina.
Integrada por los países centrales, ricos, la OCDE es un reservorio
que pugna, desde su perspectiva, por “políticas mejores para una vida
mejor”, según reza su slogan actual.
Claro que siempre el concepto de “mejor” está vinculado con el modelo
político-social que se persigue. En el caso de la OCDE, lo “mejor”
dista lo suficiente de un modelo de sociedad como el que pretendemos los
pueblos latinoamericanos. Y se acerca más a una concepción neoliberal
del mundo, de la economía, de la sociedad y –por supuesto- de la
educación. Una pregunta ingenua: ¿Porqué es la OCDE quien evalúa los
resultados de la educación y no, por ejemplo, la UNESCO (Organización de
las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura) que es
el organismo internacional que se dedica a tiempo completo a la
educación?
La respuesta es sencilla: porque la OCDE no pretende evaluar para
mejorar, sino promover un modelo de sociedad donde los niños sean útiles
a un paradigma de sociedad.
Participar de la “sociedad del saber” –al “saber de la OCDE”-
significa ni más ni menos que adaptarse a las reglas del mercado de
capitales, a los poderosos del mundo, a los que llevan el sartén por el
mango y se quedan con el mango y el sartén. A los que desbarrancan a
cada paso.
Digamos, desde una perspectiva ideológica, estar incorporados al PISA
significa incorporarse a un modelo de evaluación de la educación que
responde a parámetros de otros: al decir de Arturo Jauretche “comprar en
el almacén con el manual del almacenero”.
Peinate nene que vienen las visitas
La mentalidad colonial consiste en quedar bien con lo extranjero. En
hacer los deberes que desde afuera se nos imponen para pasar las
pruebas.
Hace muchos años, cuando el Fondo Monetario Internacional evaluaba a
los países en el cumplimiento de sus metas, se producía en la Argentina
más preocupación por quedar bien con el que venía a tomar examen –par lo
cual era necesario el ajuste del ajuste- que con los millones de
argentinos que sufrían producto de esas mismas políticas que se
evaluaban.
¿Nos vamos a marzo?
La inmediata lectura que desde muchos sectores se hizo de los
resultados de la prueba PISA 2012 es que la Argentina reprobó y que se
ubica a la cola de los resultados. En la lista de los que se van al
descenso.
Objetivamente falso, ya que la lectura de ellos nos ubica con algunas
mejoras en Matemáticas y con retrocesos en comprensión de textos.
Ahora bien: ¿la evaluación de matemáticas, comprensión de texto y
ciencias (las tres pruebas que realiza el programa) constituyen una
evaluación seria de la marcha del sistema educativo de un país? Peligroso pensamiento sostener que la educación es eso y solo eso.
Y peor aún si la misma prueba es tomada a un niño de la puna o del
centro de las grandes ciudades. Seguramente ambos han de recibir
contenidos comunes importantes, pero también contenidos propios de su
realidad nacional, regional y local que PISA no considera.
La foto que PISA representa no es más que eso. Una foto. Una
instantánea de lo que sucede con un grupo de estudiantes en un
determinado momento. Y no una evaluación de un proceso que –como el de
enseñanza aprendizaje supone- requiere de la toma de una “película” más
compleja que tomar una muestra.
La necesaria evaluación
¿Ésta crítica al PISA supone evitar la evaluación? Por el contrario. El proceso de educación requiere y exige evaluar. Evaluar de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Evaluar qué contenidos, para qué educación, para qué proyecto de
país, para qué integración regional. Y sí, claro, evaluar los resultados
del proceso educativo.
Los trabajadores de la educación y las autoridades somos concientes
que el cuello de botella del sistema está en la escuela secundaria.
Los docentes también sabemos de las dificultades y los problemas, de
las falencias del sistema y de las vías para encontrar soluciones.
Cualquier evaluación que sólo considere como protagonistas a los
estudiantes y obvie el contexto y a los otros sectores involucrados es
parcial y de escasa utilidad. Salvo que esa parcialidad y ese
direccionamiento tengan, como suponemos, otro paradigma y otro modelo de
sociedad.
La firma de la Paritaria Nacional Docente para la formación docente
permanente, gratuita y en servicio es un hecho auspicioso. Y, aunque no
constituye en si mismo la solución sino que abre el camino deseado por
los docentes para una educación de calidad.
Entendida la calidad como la posibilidad de dar respuesta a las
necesidades de nuestro pueblo y no a las de los burócratas
internacionales.
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