Generando cambio

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JUEVES EN LA PLAZA CON LAS MADRES PDF Imprimir Correo
Escrito por Gerardo Bova   
Sábado, 26 de Mayo de 2012 12:58
“Habría que llenar la tapa de los diarios de los 30.000, que eran un mar de amor hacia el otro”
Hebe de Bonafini. Discurso del 24 de mayo de 2012.
“Si es verdad que resuena la Plaza, resuena lejos. Yo quería retomar un poco el discurso del jueves porque hoy leí mucho los diarios y vi las tapas de los diarios. Y ustedes vieron que las Madres tenemos una posición tan firme, tan ética y tan llena de principios, nunca ocupamos la tapa de ningún diario con esa posición. Claro, no es fácil reivindicar la revolución. No es fácil reivindicar a los revolucionarios. Hay que tratar, por lo menos para muchos medios, de seguir con el tema individual, personal, capitalista si queres. Entonces yo quería retomar. A veces me cuesta leer una tapa que diga que con la gotita de sangre encontró al padre. ¡Qué poco que precisó para encontrarlo! Nosotras en realidad caminamos un montón de años con esperanzas de encontrarlos. Y cuando no los encontramos, socializamos la maternidad y la sangre de ellos que había inundado el país, que no era una gotita propiamente nos hizo pensar diferente, nos mostró el camino diferente, nos dijo estos que están acá al lado de ustedes son sus propios hijos. Y así sentimos que si bien es cierto que ellos nos parieron a esta lucha, nosotras quedamos embarazadas para siempre y seguimos pariendo hijos. No con una gotita de sangre, con una inundación de sangre en esta Patria que está regada de sangre de los patriotas.
Quiero explicar que respetamos a las personas, mucho, por supuesto, con sus ideas. Pero yo también, que es el único medio que tenemos las Madres, la Plaza, quiero explicarles a los que se pueda, que entienda el país, que si no estamos en las tapas de los diarios es porque el socialismo para nosotros sigue siendo la base de nuestra lucha, que fue la base de nuestros hijos, y por la cual seguimos luchando. Y en el socialismo no se admiten cosas individuales. Por eso las Madres no tenemos una película de nosotras porque no queremos ser ninguna de nosotras la protagonista porque somos todas. Por eso ninguna tiene un libro de su propio hijo, porque nuestros hijos no son protagonistas de nada, son los 30.000. Nadie es mejor que nadie porque fue profesional o porque estudió. Se los llevaron por revolucionarios. Por eso no hay teatro de las Madres, porque es muy viva esta lucha y es muy firme esta lucha. Y porque las Madres no resignamos nada. Cuando nos vienen a proponer películas o teatros o libros, nosotras somos las que proponemos. Somos todas una cadena de trabajo. Todos nuestros hijos son iguales, no hay ninguno que sea mejor que el otro. No queremos hacer un libro ni de Montoneros, ni del ERP, ni del PRT, ni de nada. Queremos hacer un libro de los 30.000 porque todos iban por el mismo camino. No importa a qué organización pertenecían. No importa en que lugar estaban. No importa con qué cura trabajaban. Y eso es muy difícil compañeros.
Por eso las Madres hacemos la historia desde otro lugar, hacemos la historia desde esta Plaza, hacemos la historia desde nuestra Radio. Y se nos hace muy difícil. A veces dicen y cómo no hay película de las Madres, cómo no hay un libro de sus hijos. Muchas veces me vinieron a proponer a mí hacer un libro de mi hijo porque era científico, digo, pero no se lo llevaron por eso, se lo llevaron porque entregó su vida a la revolución. Y para esos revolucionarios habría que hacer muchos libros. Todavía esta Patria les debe a nuestros hijos un reconocimiento, un reconocimiento para todos. No de a pedacitos, una plazoleta que se llame Juancito, nos da vergüenza que pongan baldosas con los nombres de nuestros hijos que después todo el mundo le camina por arriba. Eso no es un homenaje, eso es una ofensa para las Ma dres, y tampoco lo entienden. Entonces no ocupamos la tapa de los diarios porque no hay gotita de sangre para ocupar la tapa del diario, hay la sangre que inundó este país de miles y miles que todavía nos falta reivindicar. De miles y miles que ponían todo lo mejor que tenían, que era su propia vida y la de su casa y de sus hijos, enseñándonos a todos nosotros cuál era el camino. Ese camino maravilloso que nos costó entender, que nos costó comprender, que nos costó acompañarlos.
Por eso me parece increíble que esta Plaza tenga tanta fuerza, que desde esta Plaza se llegue tan lejos. Las enseñanzas de ellos, de la solidaridad, del amor, del amor inmenso que pusieron en su lucha. No era una gota de sangre, era un mar de amor. Un mar de amor hacia el otro, hacia el compañero, al amigo, al que menos tenía, al que más necesitaba. De eso habría que llenar la tapa de los periódicos. Pero es muy difícil compañeros, porque todos tienen un compromiso, todos tienen algo en el bolsillo, y nuestros hijos eran puro corazón. No eran sólo una gotita de sangre.
Y ahora para terminar, tengo una perlita, muchos que se dicen periodistas o se creen, ofenden permanentemente, difaman, ensucian. Y como a mí no me gusta nombrarlos en esta Plaza porque esta Plaza es de nuestros hijos y tiene que ser lo más limpia posible, lo más sana posible, lo más blanca posible, lo más increíble posible, no los quiero nombrar, porque esos nombres ensucian. Pero voy a leer algo:
El historiador en su propio tiempo, se llama.
Los especialistas en levantar murallas y cavar fosos nos dicen: ‘Hasta aquí llega el género novela. Este es el límite de la poesía. He aquí la frontera que separa la literatura de ficción de la literatura de no ficción. Y lo más importante: que nadie se descuide ni se confunda. Hay celosos aduaneros separando la literatura de sus bajos fondos. El periodismo es un suburbio de las bellas artes’.
¿Cómo explican esos trituradores del alma que el mejor narrador argentino de su generación fuera esencialmente periodista?
En el esquema del pensamiento burgués, que fractura lo que toca, no habría lugar para muchas de las realizaciones literarias de mayor eficacia y más alta belleza en América Latina. La obra del cubano José Martí había sido sob re todo escrita para su publicación en periódicos; y el paso del tiempo se encargó de demostrar que pertenecía a un instante pero además pertenecía a la historia. Lo mismo ocurrirá con Rodolfo Walsh, este historiador de su propio tiempo, protagonista y testigo, que escribió, como dijo y quiso, para dar testimonio.
Ahí quedan sus palabras, su lucidez implacable, su capacidad de hermosura. Tienen un alto nivel de calidad estas obras que marcan a fuego a los responsables de la tragedia argentina. Walsh es uno de esos escritores que le devuelven a uno la fe en el oficio cuando tropieza y tambalea, estando como está el camino tan lleno de pavorreales, impostores y mercachifles.
Eduardo Galeano para Rodolfo Walsh.”
 
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