"El macrismo quiere evitar toda una serie de debates"

El historiador Horacio Bustingorry analiza las implicancias de la eliminación de Historia de la curricula de los secundarios.
Los pre-diseños elaborados por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para la Nueva Escuela Secundaria eliminan la asignatura Historia de cuarto y quinto año. La reforma abarcaría a las diez orientaciones que tendrán los bachilleratos, incluso el de Ciencias Sociales y Humanidades. En cuarto año, será una optativa junto a otras materias del área de sociales, y en quinto, directamente no será dictada.
Es cierto que los profesores de Historia muchas veces optamos por detenernos en algunos puntos y analizarlos en profundidad con lujo de detalles. Otorgar relevancia a los principales nudos problemáticos de una etapa y no abundar en la multiplicidad de aristas posibles de ser analizadas, es un desafío que no siempre es bien resuelto. Sin embargo, abarcar el proceso que va desde la hominización hasta la actualidad en tres años es nada realista, por más capacidad de síntesis que intente desarrollarse.
Por otra parte, los alumnos de cuarto y quinto año están en mejores condiciones de abordar temas contemporáneos de gran complejidad. Tanto si se enfoca la historia poniendo el eje en los países centrales, como en una perspectiva centrada en Latinoamérica o Argentina, los tópicos planteados hacen relación a problemáticas actuales, de difícil abordaje en los primeros años del secundario.
Así, en el primer caso podemos mencionar la constitución del capitalismo global y el nuevo orden mundial forjado por el imperialismo y su desenlace bélico, la revolución rusa, la crisis de entreguerras, la segunda guerra mundial, la guerra fría, los procesos de descolonización, la constitución del bloque de países no alineados, el auge del neoliberalismo, el fin del socialismo real y los nuevos escenarios de desarrollo capitalista.
El mismo período para el caso latinoamericano incluye temas como la inserción subordinada de América Latina en la división internacional del trabajo, el rol imperialista de Gran Bretaña y Estados Unidos, los gobiernos nacionales y populares, el desarrollismo, los movimientos revolucionarios y las dictaduras, la deuda externa en los 80 y la constitución de democracias neoliberales, los nuevos gobiernos nacionales y populares y su apuesta por la integración regional.
Visto desde Argentina, la historia contemporánea abarca el modelo agro-exportador y la consolidación del Estado oligárquico, la creciente importancia de los sectores medios y el auge de la UCR, la crisis del 30 y la restauración conservadora, los proceso de industrialización, el avance de la clase obrera y el surgimiento del peronismo, la proscripción y la alternancia de semidemocracias y dictaduras, el golpe de 1976, el retorno a la democracia y los gobiernos neoliberales, y el kirchnerismo. La comprensión de este conjunto de temas requiere una maduración por parte de los alumnos, muy difícil de alcanzar en los estadios iniciales de la educación secundaria.
En última instancia lo que el macrismo quiere evitar son toda una serie de debates. Los alumnos de cuarto y quinto año se corresponden con la franja etaria recientemente incorporada al electorado y una discusión seria sobre la historia contemporánea podría poner en riesgo potenciales votantes. Lo insulso de las argumentaciones del jefe de gobierno porteño y su negación del imperialismo chocan con las causas estructurales de los problemas argentinos.
Las propuestas xenófobas de cuño macrista van a contramano de la necesidad de construir una Patria Grande que resista los embates de los países centrales. La negación de las políticas de memoria del kirchnerismo es el complemento del ocultamiento de los verdaderos intereses que representa el Pro. Evidentemente, un estudio a fondo de la historia contemporánea implicaría un diagnóstico muy distinto al elaborado por el macrismo. Los supuestos paladines del diálogo y el consenso no están dispuestos a escuchar ningún debate sobre historia reciente.