Generando cambio

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Escrito por Agencia Paco Urondo, especial para Nuevo País   
Martes, 25 de Junio de 2013 11:02

Del pensamiento a la formación, al acto y al proyecto

Pequeño análisis de 20 años de pensamiento e intervención cultural, política y social de Francisco “Paco” Urondo.
Por Mariela Genovesi
El pensamiento es expresión de su época. Se halla inscripto en el lenguaje, en las prácticas y en los problemas del contexto socio-histórico que le es propio. Propongo el análisis de tres artículos escritos por Paco -uno del ‘56, otro del ‘71 y otro del ‘74- que dejan entrever los desplazamientos coyunturales y retóricos que se observan en el planteo de su problemática de fondo: la relación entre el campo artístico e intelectual y el campo político-social. Trasfondo que emerge en 1956 de la mano de un escrito presentado en la Primera Reunión de Arte Contemporáneo realizada en la ciudad de Santa Fe, y donde se aprecia un primer esbozo de la problemática. La relación entre el arte y la política apenas es nombrada, no obstante, cobra raigambre el vínculo entre el arte y la educación y el compromiso de los artistas para con la construcción de “nuevas mentalidades”. El foco de la cuestión se halla en la transformación que los mass media generaron en las formas de expresión, afectando en consecuencia, el tipo de comunicación que los artistas mantenían con su público y éste con las obras de arte. En palabras de Paco:
“Cuando se propone establecer vínculos en un plano humanamente profundo, el arte tal vez evidencia su  significado mas íntimo (…) Pero en la actualidad, parece ingenuo comunicarse, vincular a los hombres, sin que medie un provecho económico.  La situación se agrava porque el imperativo comercial de nuestra época ha inventado medios eficaces para propagar sus razones. Estos medios de difusión, si bien no invalidan, al utilizar la expresión artística la malversan con la correspondiente consecuencia que este hecho tiene sobre la conformación del gusto popular y, por lo tanto, sobre la capacidad de percepción estética del público”
“La burguesía asigna cada vez mayor importancia comercial y por ende política a las artes de comunicación dirigidas a las grandes masas. A las ediciones millonarias de los diarios y revistas se agregan con el tiempo las películas cinematográficas destinadas al consumo de grandes multitudes; las audiencias radiofónicas, los grandes espectáculos deportivos, la televisión, todo debidamente comentado y condimentado por las técnicas publicitarias” Cierra, citando a Edgar Bayley.
Así, piensa Paco, se asiste a una suerte de “incomunicación” entre el arte y los hombres, generada por la intromisión de la lógica de capital mediático. En consecuencia, al artista se le presenta un interrogante debido a que no sólo tiene que dedicarse a su obra, sino que tiene que construir las vías de la recepción deseada para ésta. Debe saber mirar, entender e interpretar a este nuevo público y a sus capacidades perceptivas y estéticas. Pero, ¿cómo hallar esa salida? Citando a Max Bill, propone:
“La educación seria el único medio efectivo para abrir una brecha entre esa muralla –la propaganda- que se ha levantado entre el arte y los hombre. Pero la educación no es tarea fácil en nuestro país. No hay que olvidar en este las periódicas frustraciones que particularizan su gestación y su posterior desarrollo. El estado nunca logro dar a ese mundo (educacional) la organicidad que este requería: la urgencia indiscriminada por aplicar el conocimiento a la producción de riqueza, los compromisos de todo tipo que frecuentemente sacrificaron, por interés o por cortesía, lugares claves de la educación”
“Estos estigmas –también conviene recordarlo- no son privativos del sector educacional, sino que también se han generalizado en otros y, en especial, donde se participa activamente en la producción de cultura. Así el llamado mundo artístico e intelectual no deja de ser indiferente y conformista, manso y prudente”.
Para Paco de lo que se trata es de educar al público para crear otro tipo de “mentalidad” que sea consciente y crítica de esa coyuntura alienada y deformante. De esta manera, se restablecería el acercamiento entre  los hombres y las obras de arte. Tarea ésta, que debería ser llevada a cabo por los artistas y los intelectuales de manera “orgánica” para que esa “acción gravite progresivamente en nuestra realidad”. Para ello, “este sector” debería abandonar su carácter de cofradía, su indiferencia y su presunción individual para comprometerse en un proyecto  que incurra en la creación y formación de esta nueva “mentalidad”.
“La difusión de criterios equivocados o fragmentarios sobre lo que debe ser la obra de arte, o la depreciación de su importancia en esta época, o la aceptación de cualquier manera falsificada de ese arte –como la propaganda-, tiene como antecedente una mentalidad negativa que nos configura y preside. A esta mentalidad es necesario oponerle otra localizada en nuestro ámbito y en nuestra circunstancia, que tienda a reemplazarla. Si no tenderemos que habituarnos a contemplar la deformación impune que se opera del gusto popular y, por lo tanto, también acostumbrarnos a que se impida la percepción estética y se reemplace la comunicación”.
“Esta nueva mentalidad será evidente en la medida que de claridad a la conformación de este momento (…). Es decir una mentalidad que prefiere no aislarse y busca incansablemente la manera de dialogar. No incurriremos por esto en la ingenuidad de suponer que la transformación, aunque regida por ese nuevo estado mental, sea inmediata y cumplida totalmente, para que esto ocurra se requieren otras transformaciones de las cuales, en cierta medida, depende la cultura. Pero esa es tarea política que si bien nos incumbe no podemos desempeñar”
Hasta ahí, el límite del intelectual. Reducido al ámbito de la educación y la cultura. La “tarea” de formación aún no es concebida por él como una tarea propiamente política.
Del pensamiento al acto
El rol político del intelectual, su politización, aparecerá en el pensamiento de Paco en los setenta, cuando la “formación de la nueva mentalidad” adquiera otro matiz. Primero, porque los planteos y la problemática de época es otra, pero también, porque es otro el lugar de la literatura, del arte en su relación con las masas, y otro el pensamiento de Paco. Ya en 1968 inicia su militancia política al incorporarse al Movimiento de Liberación Nacional (Malena) para luego, años más tarde, pasar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y finalmente a Montoneros.
En 1971 publica un breve artículo titulado Escritura y acción en el diario La Opinión. Allí plantea su preocupación respecto al “boom de la literatura latinoamericana” en el exterior y la mirada puesta de las “grandes potencias colonialistas” -como Francia e Inglaterra- en los escritores de novelas latinoamericanas. El provecho económico, ahora, ya no está en el plano de la propaganda sino en el interior del campo literario que se fragmenta. El éxito que “copta” a los “buenos”, los encandila y los saca de su compromiso político y republicano.
“Que parís o Londres certificaran la existencia o el valor de esa literatura, era el sueño admitido o encubierto de casi todos los escritores de estos países sub o semidesarrollados”
Y ese es un problema para la acción. Para el rol del intelectual abocado a escribir para hacer, para producir cambios políticos y culturales y no para el éxito impuesto por la mirada de la crítica foránea. Ese sería el problema de fondo, pero junto a este, emerge otro: el carácter, los tiempos y la forma propia de la escritura novelística que parece no adaptarse a la exigencia temporal e inmediata de su tiempo histórico.
Al respecto, cita a una serie de escritores que opinan sobre los dilemas que genera esta nueva problemática. De Germán Leopoldo García dice: “este autor piensa que al decir que la literatura es política ¿no estamos diciendo que la política puede ser literatura?” Hermosa y tramposa pregunta. Si la política es literatura es ficción, y si es ficción, es invento, y pierde credibilidad, validez, carácter de verdad. ¿Qué busca entonces la política? Esas no son preguntas que incluya Paco, pero si el hecho de que la narrativa literaria no llegue a estar a la altura de la “narratividad” del proyecto revolucionario. Ahora el proyecto no es sólo educativo, cultural. Es un proyecto político donde el intelectual y su producción deben ser parte activa y comprometida. Por eso es importante preguntarse y re-pensar la obra literaria en sí, en tanto producto destinado a la acción. ¿”Sirve” o “se presta” la novela a ese fin? ¿Puede generar acción directa?
El problema, remite a la forma intrínseca de ésta y la clave la da Miguel Briante al afirmar:
“La escritura tiene menos posibilidades de obrar de manera inmediata sobre la realidad (…) si escribir supone una actitud lucida con respecto a la realidad, esta bastante claro que la realidad lleva a sentir la necesidad de reaccionar políticamente y descubrir que la novela no es una de las armas más eficaces para la acción. Una novela no es una ametralladora”.
En “la era de la lucha armada”, no había tiempo para esperar al escritor, para que éste creara “la nueva mentalidad”. Esos tiempos se pensaban en armas, en lo inmediato, en la acción. La escritura trabaja en el plano de lo mediato, de lo discursivo, lo progresivo, lo racional. La literatura era el bastión de punta en el ‘56 cuando había que formar, crear las condiciones de posibilidad de esa nueva mentalidad. Pero en el ’71, la novela pesa, es trabajosa, lenta. No le sirve al escritor comprometido y eso lo deja en claro Haroldo Conti:
“La novela inmoviliza demasiado tiempo: mientras uno la escribe, la realidad le pasa por encima. El único recuerdo que tengo de mi última novela –ocho años de trabajo- es una gran fatiga”.
La novela se adecuaba al “proceso de formación” de tiempos más largos y con la mirada puesta en el futuro, pero en los setenta no se adecua al “plan de acción” que apunta y se crea en el hoy. En ese sentido, la escritura periodística es concebida como un recurso revolucionario y un posible medio de salida. Así lo expresan Casullo al entender que “en este momento, el escritor que asume la participación en el proyecto de cambio social debe encontrar los espacios de la palabra escrita más eficaces para colaborar en ese proyecto”.
Del pensamiento al proyecto
Si en el ‘71, Paco está pensando en y al presente –en contraposición a lo que ocurría en el ’56 cuando pensaba mirando hacia el futuro- ¿Qué sucede en 1974? Aquí encontramos otro artículo titulado “Algunas reflexiones” y  publicado en el Nº 17 de Crisis. Ya en esa época Paco había pasado por una detención provisoria en Devoto y estaba empezando a ser desvinculado y desplazado al interior de Montoneros. Este artículo, entonces, es escrito a la luz de las “contradicciones” del proyecto, de los desencuentros que empezaban a gestarse entre los intelectuales y militantes y entre las distintas facciones revolucionarias. Asimismo, nos topamos con la emergencia de nuevos conceptos y diferentes corrientes teóricas que calan hondo en el pensamiento y expresión de Paco. De esta manera, lo primero que salta a la vista es la aparición de la idea de vanguardia y el planteo de la unión entre los problemas culturales y los políticos-sociales:
“La intima relación que existe entre los problemas culturales y los problemas político-sociales e históricos, la imposibilidad de separar unos de otros, incluso para el análisis, permitiría aventurar la idea de incorporación del concepto de vanguardia para la resolución del campo específicamente cultural".
“Por ese camino podrían ser evitadas las desviaciones populistas. También las desviaciones de izquierda, con su carga natural de ideologismo. Como en los problemas estrictamente políticos, tanto una desviación como la otra pueden ser conjuradas a través de una vanguardia que impida ignorar la experiencia concreta del pueblo que la rodea, como suele ocurrir le a la izquierda, pero que tampoco idealice a ese pueblo, como suelen hacer los populistas”.
Paco, ahora, habla desde el seno del propio campo político adoptando una postura. Ni populismo (peronismo puro) ni izquierdismo (izquierda radical). Esta actitud, este posicionamiento es nuevo con respecto a las anteriores etapas de reflexión teórica.
“Los hombres que den los primeros pasos, que encaminen la construcción de esa vanguardia, tendrán que identificarse con el campo popular  -sin idealizarlo- aunque no pertenezcan naturalmente a la clase productiva”.
Es interesante como en este estadio, además, Paco vuelve a la idea de “formación”, de construcción de identidad, de “mentalidad” pero focalizándose en la imbricación de las problemáticas culturales y políticas a través de la vanguardia, de un proyecto vanguardista, que deba centralizarse en el pueblo. ¿Qué necesita el pueblo? ¿Qué se pretende de él?
Habla en términos marxistas, leninistas, guevaristas. Y esa es otra transformación observable en la expresión de su pensamiento. Pensamiento que se consolida, a la vez que se vuelve mucho más radical y combativo. Paco rompe filas al interior del campo político y del campo intelectual. Y se invierten los campos, sí, porque Paco a esa altura es más político que intelectual. Habla de los artistas y de los intelectuales desde un pensamiento y una acción política, los juzga críticamente desde el distanciamiento, señalando a ellos mismos, a su campo y a su trabajo como presos de la ideología aislada e individualista. El pecado original reside en su práctica que no ha dejado de ser burguesa. Morada última y eterna del enemigo que habita en el seno de ellos mismos:
“Un segundo requisito fundamental para la construcción de esa vanguardia será actuar dentro del marco histórico adecuado y en observancia de las fuerzas que operan en ese marco, remitirse al momento histórico y a las fuerzas que lo componen. Tener en cuenta –como cualquier vanguardia política- al enemigo principal y la contradicción principal”
“El individualismo, el descompromiso, toda la sintomatología del liberalismo, estarán sumándose a las dificultades objetivas que intelectuales y artistas tienen para aportar su tarea a la causa del pueblo".
"El problema entonces está en las prácticas y en cómo están destinadas esas prácticas. Para quien se trabaja. Los artistas, intelectuales, científicos, técnicos, generalmente hemos tenido que trabajar dentro de los cánones de la ideología burguesa, aunque pudiéramos suponer en algún momento que la estábamos enfrentando".
No obstante, él no deja de percibirse como un artista y como un intelectual, pero lo hace desde la formación y la experiencia política, que es, ahora sí, la que deba conducir el verdadero cambio, la verdadera transformación de la formación y de la acción. Paco vuelve a pensar en el futuro y lo hace a partir de su fusión con el presente. Presente y futuro fusionados, como la teoría y la práctica. La teoría, de tiempos más largos, y la práctica, de tiempo inmediato y mucho más corto.
"La tarea seria ser fiel a un mecanismo dialéctico que sirva al análisis y a la síntesis entre la teoría y la práctica, entre la tarea cultural del pueblo y la producción de intelectuales y artistas".








 
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