“El macrismo se ha puesto de espaldas a la cultura”
Entrevista
al filósofo y candidato a diputado nacional, Ricardo Forster. “Se ha construido
una buena lista de candidatos que implica las confluencias que se han dado en
el kirchnerismo”.
Por
Nicolás Bondarovsky
APU:
¿Cómo va la campaña y cómo ve este momento político en la Ciudad de Buenos
Aires?
Ricardo Forster: La campaña va bien, estamos recorriendo todos los barrios
porteños. Hay una muy buena recepción, no de rechazo o violencia, un clima que
rescato. Incluso la gente acepta los volantes y quienes no piensan como
nosotros sigue su camino pero no hay improperios, injurias.
Eso me parece
bastante rescatable, sobre todo, es esa especie de burbuja artificial donde
supuestamente estaríamos todos metidos, en una Ciudad cargada de odios y
resentimientos. Me entusiasma sentir que hay un clima bastante amable y tenemos
una buena recepción allí donde hemos ido y hemos interactuado con los vecinos.
Creo que eso, para este momento, no es nada menor y la verdad que hay un caudal
de apoyo muy significativo.
APU: Desde su candidatura, ¿Se imaginaba en este lugar?
RF: Obviamente esta es mi primera experiencia como candidato y todo tiene
algo del orden de la novedad.
APU: Es un cargo electivo importante...
RF: Por supuesto. Para mí implica un enorme compromiso y
responsabilidad. Estoy muy contento de intervenir en una lista con los
compañeros con los que estoy. Se ha construido una buena lista de candidatos
que implica las confluencias que se han dado en el kirchnerismo, su diversidad.
La biografía de cada uno de los que están en las listas me parece que marca
algo bastante notable de lo que ha venido sucediendo en la Argentina en estos
últimos años.
En lo personal, es una experiencia muy significativa, muy conmovedora. En un
mismo día caminar las calles de Almagro, de Belgrano, de Villa Crespo y
terminar en Ciudad Oculta, la verdad que no es algo menor. Tiene que ver con lo
que es el vínculo con una cantidad de personas con las que se va tejiendo una
relación. Siento que hay allí una ida y vuelta muy potente, siento también que
es un momento político extremadamente importante, que por supuesto tiene su
dosis de dramatismo, como tiene su intensidad y su oportunidad.
Nada es sencillo en una historia como la que estamos viviendo en Argentina y en
América Latina. Estamos en un momento muy definitorio, parte aguas respecto a
lo que se va a abrir y cómo se va a abrir. Estar allí, dar esta pelea, hacerlo
con entusiasmo, rodeado de personas que están muy próximas a lo que uno siente,
la verdad que es un privilegio y me siento absolutamente privilegiado de haber
tenido la oportunidad de haber vivido este momento muy fuerte. No lo veo como
algo incompatible ni como una extrañeza respecto a lo que han sido estos años,
al involucramiento, a lo que ha significado Carta Abierta, mi participación en
el debate público, como si esto estaba allí esperando que sucediera en algún
momento y ahora sucedió.
APU: ¿Cómo juega esto que siempre se discute, el filósofo crítico con el
político?
RF: Por supuesto que siempre son preguntas, si no me hiciese preguntas
estaría viviendo una vida distinta a la mía. Para mí hay un lenguaje propio de
la política que tiene sus propias reglas. No es lo mismo escribir un ensayo,
que lo hago en nombre personal, que me hago cargo de todo lo que escribo y
cualquier problema que suscite ese texto, en última instancia, remite a mi
propia individualidad, que participar de un espacio colectivo. Hablar no sólo
en mi nombre, sino también hablar en nombre de un proyecto, de una cantidad de
expectativas, de objetivos, de sueños que me involucran pero también involucran
a muchísimas otras personas, entonces, obviamente que allí hay otra estructura.
No del cuidado porque la palabra escrita -sobre todo en la tradición del
ensayo- es una palabra cuidadosa pero el riesgo es propio, absolutamente
individual, mientras que aquí el riesgo es colectivo y que estoy dispuesto a
tomar. Creo que lo mejor del lenguaje político no es cuando se convierte en
dogmático, cuando solamente repite un consignismo vacío, sino cuando es capaz
de mirar críticamente el propio dispositivo. Señalar también su falibilidad,
sus debilidades.
Creo que la política es un lenguaje que lo que hace es poner en evidencia lo no
resuelto, incluso, aquello que no puede completarse nunca. La política es
siempre el ejercicio de lo que no se completa, por eso hay política, si las
cosas terminasen completándose bajo la forma del absoluto, no habría política.
La política mira con terrible sospecha ese discurso de lo totalizador, de lo
absoluto, trabaja más bien en la fragilidad, en los vínculos sociales, las
problemáticas estructurales, de lo no resuelto en el interior de una sociedad.
En ese sentido hay relación entre el lenguaje político y el lenguaje de la
crítica filosófica. Entiendo que hay una diferencia en que la política tiene
una dimensión afirmativa o proposicional que no es necesario tenerla cuando uno
está experimentando una escritura que analiza las condiciones actuales de lo
civilizatorio. Uno ahí se puede permitir una lógica de la crítica del pesimismo
o del desgarramiento que no tiene la misma posibilidad de desarrollarse cuando
uno está tratando de plantearle a la sociedad un proyecto proposicional de
país. Hay obviamente diferencias pero hay algo que se puede cambiar y
enriquecer mutuamente también.
APU: Hablando de propuestas ¿En qué proyectos está pensando? Imagino varios
relacionados con la cultura...
RF: No sólo del lado cultural, obviamente que allí siempre hay muchísimo
por hacer, se ha hecho mucho pero aún hay mucho más por hacer. Me interesa
mucho involucrarme en un debate que todavía la Argentina se merece: que es el
debate en torno a la tierra. Una ley de tierra que tenga que ver con todo lo
que para mí es el eje de la disputa contemporánea: el litigio por la igualdad.
Creo que hay una zona de la vida social argentina que es el de la distribución
de las tierras, tanto urbanas como rurales, especialmente rurales.
Porque el lugar más débil es el de la pequeña producción campesina, el de
aquellos que paradójicamente son los que garantizan la diversidad y la
soberanía alimentaria. Porque no son aquellos que extienden la frontera sojera,
sino que son aquellos que siempre han trabajado la tierra pensando en la
diversidad con la propia característica de la pequeña producción. Al mismo
tiempo son los sectores más lastimados, donde malamente se expande esa frontera
agropecuaria y van a parar a las zonas más pobres de las periferias y las
grandes ciudades y creo que allí hay mucho por hacer. Hay un trabajo que se
viene haciendo muy fuerte y muy interesante de la Subsecretaría de la
Producción Familiar del Ministerio de Agricultura, pero queda por avanzarlo en
un debate parlamentario.
No solamente hacer un catastro de propiedad de la tierra y de la
extrajerización de la tierra en Argentina, sino que hay que tratar de ir
avanzando cada vez un paso más. Ver cómo se garantiza la protección al avance
de los desalojos, que todo eso tenga la forma real de una ley que también
implique ver cómo se puede distribuir un poco la propiedad rural y también el
acceso a la vivienda de los sectores más humildes en las grandes ciudades.
APU: Se habla mucho de profundizar lo que se ha logrado ¿Cree que por ahí es
el camino?
RF: Es parte de eso, así como se habla de una necesidad cada vez más
imperiosa de una reforma impositiva que implique gravar a quienes más tienen.
Que efectivamente la recaudación de impuestos no tienda a esa condición
desfavorable para los que menos tienen, que pagan una cantidad de impuestos
directos, cuando de lo que se trata también es de salir de algunas de las
normas o de las estructuras ligadas al neoliberalismo. También hay que pensar
en los tiempos, en las oportunidades y son una cantidad de cuestiones que están
dando vueltas.
Gravar la renta financiera, eso está ahí, probablemente no estemos lejos, no
creo que sea la panacea que resuelva todos los problemas pero es un elemento
más. Creo que hay que profundizar también hacia una política de transportes que
se pase de lo que fue imprescindible, que fue el subsidio para que el
transporte no tenga una incidencia gravosa en el bolsillo de los trabajadores y
que ese dinero pueda volcarse al mercado interno. Pero creo que estamos en un
momento donde hay que trabajar sobre la dignificación del transporte, que es
clave para una vida mejor vivida para el conjunto de la sociedad.
Creo que ir hacia el Congreso de la Nación es ir hacia ese territorio
legislativo donde permanentemente tenés que dar cuenta de aquello que no está
resuelto en el interior de la sociedad. Tenés que pensar qué es lo que merece
seguir avanzando en términos de legislación.
APU: Lo que define un estilo de gobernar es la actitud frente a las mayorías
populares. ¿Cómo definiría ésa actitud por parte del macrismo?
RF: Por un lado, el macrismo tiene un componente de neopopulismo
conservador que le viene de un neoperonismo de los ´90 y que está expresado en
los Ritondo, donde hay una suerte de construcción clientelar más o menos
importante en las zonas del sur de la Ciudad. Creo que a veces hemos perdido de
vista que cierto sector del macrismo ha construido una política para sectores
populares que ha llevado a que una parte de esos sectores los hayan votado
claramente en las elecciones para Jefe de Gobierno que se ha dado en el 2007 y
en el 2011. No en las elecciones legislativas, donde el macrismo tiende a
reducir su voto y a encontrarse con el núcleo duro de un voto más propiamente
macrista que podríamos pensar como la combinación de un voto de la derecha de
Buenos Aires con un cierto cualunquismo de clases medias bajas incluso.
Me parece que ahí hay un desafío de quienes pensamos otra ciudad, no a una
ciudad reducida a lógicas patrimonialistas, a negocio inmobiliario, a
privatización, en una ciudad que reconstruya sus tramas públicas, que incluyan
salud, educación pública, los espacios públicos, las políticas de inclusión.
Las políticas de resolución de urgencias en el mapa de lo que no está resuelto
en las zonas más frágiles de la Ciudad de Buenos Aires. Miradas de ciudad que
son antagónicas. Te doy un ejemplo, para mí un modelo de convergencia en lo
público es la rambla montevideana, absolutamente abierta a la sociedad: va el
montevideano pobre, de clase media y el rico. Ahí no hay espacio privatizado,
hay una apertura de la ciudad, no sólo hacia el río, sino la idea de un ámbito
abierto y compartido. El antagonista de la rambla montevideana es Puerto
Madero, ciudad emblemática del liberalismo menemista de los ´90, ciudad en la
ciudad, cerrada, para pocos, absolutamente construida bajo la especulación
inmobiliaria. Me parece que hay que apuntar a la reconstrucción de una memoria
porteña, esa que supo ser una ciudad muchísimo más igualitaria, muy definida
por lo público, desde sus espacios públicos como las calles, las plazas.
APU: ¿Qué
nos puede decir sobre las políticas culturales del PRO?
RF: Queda claro que el macrismo ha pensado la cultura sólo bajo la
lógica del show o del espectáculo, que es una desviación que se ha impuesto,
incluso desde el primer gobierno radical del alfonsinismo, pensar que la
cultura es un mega espectáculo en el Obelisco. Ahora como metieron el Metro
Bus, se van a encontrar con problemas para esos mega espectáculos en el Obelisco.
Pero la cultura es otra cosa, el macrismo se ha puesto de espaldas a la cultura
porque la piensa bajo la lógica patrimonialista, la cultura es negocio, es
rentabilidad, es emprendimiento privado. Y piensa en el Estado como aquel que
tiene que garantizar que el negocio privado esté bien protegido para desarrollar
su capacidad de “inversión”.
Nosotros entendemos la cultura como un lugar de experimentación, donde el
Estado tiene una enorme responsabilidad para sostener justamente aquello de que
la cultura no puede ser pensada como negocio, que es ese lugar sin el cual la
cultura se vuelve sólo mercancía, se vulgariza, se achata y se convierte en
empobrecimiento. La cultura ya sea popular, en movimiento, necesita también de
esa protección sin la cual no hay poetas, dramaturgos, pintores, músicos que
puedan desarrollarse, que el modo como ellos piensan y hacen la cultura no
tiene una resolución mercantil inmediata. Ahí hay una tarea, una
responsabilidad del Estado de la Ciudad de Buenos Aires absolutamente decisiva,
de la misma manera de poder llevarla a los barrios. Pero no bajo el formato del
mega show y del gran espectáculo, sino bajo la forma de la participación, de la
construcción de espacios culturales, sostenerlos en el tiempo, financiarlo.
Pensar la cultura no como un gasto, sino como una inversión esencial para
mejorar la vida y la calidad de los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires, me
parece que esa es la gran diferencia con el modo en que la ha pensado el
macrismo. En cuanto a la educación, el proyecto de estos años de kirchnerismo
ha sido de reconstrucción y de recuperación de la escuela pública, de la
universidad pública, obviamente la creación de nuevas universidades en la
periferia del Gran Buenos Aires. Es toda una decisión biológica, política,
ética, que de nuevo estemos circulando aquello de la primera generación de
estudiantes universitarios en familias donde no podían imaginar siquiera que
eso fuera posible, marca una decisión bastante importante. El pasar de PBI en
educación de 2 y monedas al 6,5% es también una gran decisión estructural y
estratégica que por supuesto no está en el pensamiento ultraliberal que tiende
a pensar la educación desde una lógica meritocrática, desde una lógica donde lo
privado se va comiendo sistemáticamente lo público. El macrismo no hizo nada
por generar un despliegue de la educación pública. La construcción de escuelas
en el país ha sido responsabilidad absoluta del Gobierno Nacional que ha
construido 1700 escuelas, el macrismo había prometido 20 y construyó tres.
APU: ¿Cree que en estos años de macrismo la Ciudad ha sufrido un retroceso
cultural?
RF: Te doy un ejemplo: en Resistencia se creó La Casa de la Cultura, un
lugar interesantísimo, de convergencias culturales, de tradiciones culturales y
de pueblos originarios donde se cruzan dramaturgos, poetas, antropólogos,
pintores. En la Ciudad de Buenos Aires nada de eso sucedió, no hay una
construcción política sobre la cultura desde esa perspectiva; pero al mismo
tiempo la Ciudad de Buenos Aires es extraordinaria, la fluidez cultural que hay
en Buenos Aires es extraordinaria. Sigue siendo algo notable porque hay una
suerte de potencia intrínseca a la vida cultural porteña que va más allá de
todo lo que ha impedido el gobierno de Macri. Creo que si hubiese una inyección
en términos de apoyo real, de un Estado en términos a la multiplicidad de
actividades culturales, creo que el despliegue sería mucho mayor.
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