Generando cambio

Generando cambio

Columna de Opinión: Un Cuento de Raúl Silva PDF Imprimir Correo
Escrito por Raúl O. Silva-Director Revista El Cardalero, Especial para Nuevo País   
Miércoles, 11 de Septiembre de 2013 14:25

                                        YO; RODOLFO WALSH

altTal vez mi descendencia irlandesa introdujo en la concepción de mi futura personalidad un biso de inquietudes relativas a la lucha por la libertad y fundamentalmente por la justicia.

En mi pueblo natal la Nueva Colonia de Cloele-Choel, en la Provincia de Río Negro, a diferencia de otros niños, las horas de recreación no las utilizaba en diversión y juegos propios de la edad, prefería escuchar y leer temas relacionados con la actualidad social, y me atraía fuertemente las conversaciones de mis mayores referidas a esos temas. Logrando desconcertar a mis padres creando en ellos una gran preocupación, pues sus planes referidas a mi futuro nada tenían que ver con la problemática social, y mucho menos con la política. Para entonces la desestabilización económica llevó a mis padres a dejarme al cuidado de unos parientes, de los 10 a los 13 años fui pupilo en una escuela religiosa de Capilla del Señor.

Mis enormes deseos de conocer la gran ciudad, se concretaron al cumplir los catorce años, transcurría el año 1941, y llegué a Buenos Aires para realizar mis estudios secundarios.

Habiendo logrado este primer objetivo y, ya adolescente, experimenté una gran confusión vocacional, sentía dentro de mí fluir la necesidad casi incontenible de canalizar mis expectativas hacia un mayor conocimiento de los porqué de las eternas luchas sociales, en su reclamo por derechos que les eran sistemáticamente negados a través de la historia y, consecuentemente el accionar político de los poderosos, para evitar estas reivindicaciones. Pero el temor a defraudar la confianza de mis padres, colaboró aún más en mi desconcierto a la hora de elegir mi carrera.

Comencé a estudiar Filosofía, pero debí abandonar, no sentía que ese fuera mi destino.

Necesité emplearme para lograr un ingreso que me permitiera afrontar mis gastos, y así deambulé por los más diversos oficios; desde oficinista de un frigorífico, pasando por obrero, lavacopas, vendedor de antigüedades, hasta limpiador de ventanas.

Ya había cumplido diecisiete años, cuando logré incorporarme como corrector en la Editorial Hachette, lo que me permitió, más allá de recibir un mejor salario, darle un primer curso a mis aspiraciones hacia una profesión que me satisfaga y que finalmente era lo que exactamente me atraía; el periodismo.

Sin embargo esta preferencia; ¿era cabalmente lo que mi inquieto espíritu deseaba, o era ciertamente un camino directo al mundo de la información y de la formación de un militante político?, esa existencial duda me llevó a incorporarme a la Alianza Libertadora Nacionalista, buscando en ellas experiencias y certezas junto a otros jóvenes con inquietudes similares. Supe a partir de ese momento que había encontrado mi destino, tal vez no en ese movimiento que califiqué prontamente como nazi, pero el horizonte se me presentaba diáfano, y sentí dentro de mí el vibrar de aquellos potenciales.

Decidí comprometerme más con aquellos ideales, y participar activamente en las luchas populares, y adherí al peronismo.

Casi sin darme cuenta había cumplido veintitrés años, ya transcurría el año cincuenta y el amor llegó, también sin advertirlo, como si en la lucha solitaria de la vida, la misma vida me propusiera una aliada para compartir heroicidades y penumbras.

Mi amor por Elina, se confundía entre la ternura incomparable de la mujer amada, y la lealtad de una compañera ideal, en la lucha por mis convicciones.

No sólo nos unía un amor único, aquel que llega una sola vez, sino que transitábamos un mismo camino.

Patricia Cecilia y María Victoria, llegaron para integrar el grupo familiar soñado, y crecieron a nuestro lado concientes que sus padres no eran como los demás, nuestras costumbres y debates tampoco eran como los demás, y así crecieron...aprendiendo de pequeñas, que la cumbre de nuestras enseñanzas era luchar por los que sufren, por los marginados, por los desposeídos de sus derechos, por la injusta pobreza.

Elina había logrado como reconocimiento a su capacidad la Dirección de una escuela para ciegos en La Plata , en tanto yo recibía, para mi sorpresa, una mención en el Primer Premio de Cuentos Policiales organizado por Vea y Lea y la editorial Emecé, cuyo jurado estaba integrado nada menos que por Jorge Luis Borges, Bioy Casares y Leónidas Barletta.

Mi trabajo como periodista en Leoplán y Vea y Lea, reafirmaba aún más aquella vocación que en mi adolescencia no terminaba de definirse, y la maravillosa posibilidad de liberar mis ideas a traves de las letras, colmaba todas mis expectativas; ¿todas?.

Ya cumplía mis veintiséis años cuando afortunadamente logré que se publiquen la antología « Diez cuentos policiales argentinos», y un libro de relatos «Variaciones en rojo», a través de la Editorial Hachette , este último fue galardonado con el premio Municipal de Literatura de Buenos Aires. En esa instancia de mi vida sentí dentro de mí, la reafirmación de mis valores como escritor, ya no era por mi propio convencimiento, sino por el reconocimiento de otros.

Transcurría el año 1956, cuando Fabián Dominguez, escribe «El caso Rodolfo Walsh: un clandestino» y, tal vez sin darse verdadera cuenta estaba sellando con esa manera de calificarme, lo que sería definitivamente mi destino. En su relato dice: «El 18 de diciembre, seis meses después de la rebelión, mientras estaba en un bar de La Plata jugando al ajedrez, alguien lo sorprendió con una frase misteriosa que cambiaría su vida para siempre: ‘Hay un fusilado que vive’. Al día siguiente conoció al abogado Jorge Doglia, quien llevaba adelante la denuncia judicial de un fusilado sobreviviente de aquella madrugada: Juan Carlos Livraga. El 20 recibió la copia de la demanda y, al otro día, conoció y entrevistó al hombre que escapó de la muerte.

El periódico ‘Propósitos’, dirigido por Leónidas Barletta, dio a conocer a la opinión pública la denuncia del caso Livraga, que destaparía el escándalo de los fusilamientos. Aunque al día siguiente de Navidad ya estaba listo, el reportaje a Livraga nadie lo quiso publicar, hasta que el 15 de enero del ‘57 apareció en el periódico nacionalista ‘Revolución Nacional’, de Luis Benito Cerrutti Costa, ex ministro de Lonardi. El título de la nota era ‘Yo también fui fusilado’, y sería el primer artículo de una larga serie que se irían publicando en otros medios. El minucioso trabajo de búsqueda y pesquisa trajo consecuencias no esperadas para la tranquila vida del escritor de cuentos policiales y de periodismo cultural. A los pocos días de iniciada la investigación, Walsh dejó su trabajo, abandonó su casa de La Plata y debió pasar a la clandestinidad. Dejó de ser Rodolfo Walsh para ser Francisco Freyre. Llevaba encima una pistola de manera permanente, vivió oculto en casas de Tigre o ranchos de Merlo, pueblos del conglomerado urbano que entonces se estaba formando y que hoy llamamos Gran Buenos Aires. Los allanamientos a su hogar se transformaron en una constante, sin lograr detenerlo. Lo esencial de la investigación concluyó el 21 de febrero, y una serie de nueve artículos apareció desde mayo en el diario ‘Mayoría’, de los hermanos Jacovella. Finalmente la primer edición del libro, a fines de ese mismo año, tuvo como título ‘Operación Masacre, un proceso que no ha sido clausurado’, siendo el artífice de la publicación el nacionalista Marcelo Sánchez Sorondo. No le interesó la ideología de su mecenas, en el prólogo de la primera edición sostendrá: ‘Escribí este libro para que fuese publicado, para que actuara, no para que se incorporase al vasto número de las ensoñaciones de ideólogos..., en éste momento no reconozco ni acepto jerarquía más alta que la del coraje civil. ¿O pretenderán que silencie estas cosas por ridículos prejuicios partidistas? Mientras los ideólogos sueñan, gente más práctica tortura y mata’. La investigación, a pesar de la edición del libro, no paró.

El año 1957 me sorprende en plena tarea de publicar mi obra producto de una extensa y difícil investigación; «Operación masacre, un proceso que no ha sido clausurado», la Editorial Sigla permitió que ese libro llegara a las manos de mis lectores.

Al año siguiente publico una serie de treinta y dos artículos en el que se investiga la muerte del abogado Marcos Satanowsky, crimen en los que destaco la participación de organismos estatales.

En 1959 decido viajar a Cuba y me instalo con la mente llena de proyectos.

Fundo la agencia Prensa Latina, junto a Jorge Masetti, Rogelio García Lupo y Gabriel García Márquez.

Mi afición por la Criptografía me lleva a descubrir a través de unos cables comerciales, la invasión a Bahía de Cochinos, instrumentada por la CIA. Estaba tan entusiasmado por el tema que recurrí a unos manuales de criptografía recreativa, y a pesar de no haberlo hecho nunca antes logré descifrar el mensaje luego de muchas noches insomnes. Sin embargo el destino me guardaba otra sorpresa; No sólo había encontrado una sensacional noticia, para un periodista militante como yo, sino una información providencial para el Gobierno revolucionario de Cuba. Gabriel García Márquez publicó en una revista este relato bajo el nombre de; «Rodolfo Walsh, el hombre que se adelantó a la CIA ».

El advenimiento del año 60 me encuentra de regreso a Buenos Aires, para entonces debí recluirme en mi casa «Lorelei», sobre el Río Carapachay en el Tigre, y durante un tiempo trabajé en un negocio de antigüedades perteneciente a mi segunda mujer Poupée Blanchard. Mis desencuentros amorosos se repetían ahora con más frecuencia y como otras veces creí que este nuevo amor sería el definitivo, razonamiento que justificaba mi nueva relación Susana «Piri» Lugones, nieta del poeta Leopoldo Lugones.

Transcurre el año 1965, cuando la Editorial Jorge Alvarez me publica «Los oficios terrestres» y dos obras de teatro; «La batalla» y «La granada».

Ya en el año ´66 la revista Panorama publica mi primera nota. Y trabajo simultáneamente en la producción de un nuevo libro.

Llega el año ´67, Jorge Alvarez me publica en Buenos Aires; «Un kilo de oro», para entonces me involucro sentimentalmente con Lilia Ferreyra, mujer con la que compartí el resto de mi vida.

En el año ´68 decido volver a Cuba, donde se realiza el Congreso Cultural de la Habana. A mi regreso paso por Madrid, y visito a Juan Domingo Perón, quien en la oportunidad me presenta al líder sindical Raimundo Ongaro. En mayo de ese mismo año fundo y dirijo el semanario la CGT de los argentinos, que llega a publicarse regularmente hasta el 25 julio del año ´69, y hasta febrero del ´70 se publicará y distribuirá en forma clandestina.

¿Quién mató a Rosendo? es una novela que la editorial Tiempo Contemporáneo, me publica en Buenos Aires, a mediados del año 1969.

Fiel a mis convicciones y en la certeza que la realidad de la imposición de la fuerza sólo se cambia con la fuerza comienzo a militar en las Fuerzas Armadas Peronistas.

Ya en el año ´72 comienzo a colaborar en un semanario villero, y tengo la alegría de presenciar el 27 de septiembre de ese año, en el estreno cinematográfico de «Operación Masacre», dirigida por Jorge Cedrón.

El año ´73 produce en mi vida un cambio de gran importancia; decido unirme a la Organización Montoneros , con el grado de Oficial 1º, y un flamante alias «Esteban». Creo el Departamento de Informaciones de Montoneros, y coordino personalmente el nuevo área.

Junto a mi amigo Francisco «Paco» Urondo participo en el proyecto del Diario Noticias, (organo de difusión de Montoneros, que llegó a tirar 130.000 ejemplares diarios.

El mayor desafío que se le presenta hoy por hoy y que se le presenta sistemáticamente a un escritor de ficción es la novela. Yo no sé bien de dónde procede eso, por qué esa exigencia y hasta qué punto la novela es la forma más justificable, porque hasta cierto punto tiene una categoría artística superior, aunque hay excepciones; a Borges, por ejemplo, nadie le pide una novela. Habría que ver hasta qué punto el cuento, la ficción y la novela no son de por sí el arte literario correspondiente a una determinada clase social en un determinado período de desarrollo, y en ese sentido y solamente en ese sentido es probable que el arte de ficción esté alcanzando su esplendoroso final, esplendoroso como todos los finales, en el sentido probable de que un nuevo tipo de sociedad y nuevas formas de producción exijan un nuevo tipo de arte más documental, mucho más atenido a lo que es mostrable. Me hicieron la pregunta cuando apareció el libro de Rosendo. Un periodista me preguntó por qué no había hecho una novela con eso, que era un tema formidable para una novela. Lo que evidentemente escondía la noción de que una novela con ese tema es mejor o es una categoría superior a la de una denuncia con ese tema. Yo creo que esa concepción es una concepción típicamente burguesa, de la burguesía y ¿por qué? Porque evidentemente la denuncia traducida al arte de la novela se vuelve inofensiva, no molesta para nada, es decir, se sacraliza como arte. Ahora, en el caso mío personal, es evidente que yo me he formado o me he criado dentro de esa concepción burguesa de las categorías artísticas y me resulta difícil convencerme de que la novela no es en el fondo una forma artística superior; de ahí que viva ambicionando tener el tiempo para escribir una novela a la que indudablemente parto del presupuesto de que hay que dedicarle más tiempo, más atención y más cuidado que a la denuncia periodística que vos escribís al correr de la máquina. Creo que es poderosa, lógicamente muy poderosa, pero al mismo tiempo creo que gente más joven que se forma en sociedades distintas, en sociedades no capitalistas o en sociedades que están en proceso de revolución, gente más joven va a aceptar con más facilidad la idea de que el testimonio y la denuncia son categorías artísticas por lo menos equivalentes y merecedoras de los mismos trabajos y esfuerzos que se le dedican a la ficción.

Llega el fatídico año ´76, y con él importantes cambios en mi vida y en la vida política y social de mi querido país. Disidencias entre la conducción de Montoneros y mi persona hace que resuelva tomar distancia de ese órgano, ya para entonces mi nombre y mi filiación constaba en todas las listas de candidatos a la desaparición.

Compré una casa en San Vicente bajo la identidad falsa de un profesor de Inglés jubilado, y comienzo a trabajar en la creación de una Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA), como respuesta a la censura impuesta por el gobierno militar.

el 29 de septiembre mi hija Victoria, 2º oficial de la Organización Montoneros , muere en un enfrentamiento con el Ejército. Sentí un gran dolor mezclado con la responsabilidad que inexorablemente debía asumir, por inculcar a mis hijas mis propias ideologías. No pude recomponerme de lo sucedido y en diciembre de ese mismo año, publicó un mensaje relatando los hechos bajo el título «Carta a mis amigos»;

«De pronto -dice el soldado- hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablarnos en voz alta pero muy tranquila. No recuerdo todo lo que dijo. Pero recuerdo la última frase, en realidad no me deja dormir.

-Ustedes no nos matan -dijo-, nosotros elegimos morir.

Entonces ella y el hombre se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros», del testimonio de uno de los conscriptos que disparó contra mi hija María Victoria Walsh.

El 24 de marzo de 1977, al cumplirse un año de la dictadura militar, envío mi «Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar », pero no logro que ninguna redacción la publique.

1. La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi

treinta años.

El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades.

El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron.

Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese "ser nacional" que ustedes invocan tan a menudo.

Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentina.

2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror.

Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.

Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su nulidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta  que lo hacían fueron a su turno secuestrados.

De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda una ley que fue respetada aún en las cumbres represivas de anteriores dictaduras.

La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el "submarino", el soplete de las actualizaciones contemporáneas.

Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido.

3. La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga.

Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en vehículos que se incendian son los estereotipos de un libreto que no está hecho para ser creído sino para burlar la reacción internacional ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carácter de represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las acciones guerrilleras.

Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a la voladura del Departamento de Policía de La Plata , 30 por el atentado en el Ministerio de Defensa, 40 en la Masacre del Año Nuevo que siguió a la muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosión que destruyó la comisaría de Ciudadela forman parte de 1.200 ejecuciones en 300 supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos.

Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia, incapaces de influir en la política que dicta los hechos por los cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas según la doctrina extranjera de «cuenta-cadáveres» que usaron los SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam.

El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un año atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y sólo 10 ó 15 heridos, proporción desconocida en los más encarnizados conflictos. Esta impresión es confirmada por un muestreo periodístico de circulación clandestina que revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la guerrilla 63 muertos.

Más de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco está destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y los partidos de que aún los presos reconocidos son la reserva estratégica de las represalias de que disponen los Comandantes de Cuerpo según la marcha de los combates, la conveniencia didáctica o el humor del momento.

Así ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en Córdoba, después con la muerte de Hugo Vaca Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de fuga, ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor.

El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército que manda el general Suárez Masson, revela que estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las 3 Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno.

4 Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas.

Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada , fondeados en el Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, “con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles” según su autopsia.

Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el Lago San Roque de Córdoba, acudió a la comisaría donde no le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la publicaron.

Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Río Luján el 9 de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a 15 kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.

En esos enunciados se agota la ficción de bandas de derecha, presuntas herederas de las 3 A de López Rega, capaces de atravesar la mayor guarnición del país en camiones militares, de alfombrar de muertos el Río de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la Primera Brigada Aérea7, sin que se enteren el general Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti. Las 3 A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre “violencias de distintos signos” ni el árbitro justo entre “dos terrorismos”, sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear el discurso de la muerte.

La misma continuidad histórica liga el asesinato del general Carlos Prats, durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan José Torres, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruíz y decenas de asilados en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democráticos en Chile, Bolivia y Uruguay.

La segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal , conducido por oficiales becados de la CIA a través de la AID , como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station Chief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las que hoy sacuden a la comunidad internacional que no han de agotarse siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del Ejército, encabezados por el general Menéndez, en la creación de la Logia Libertadores de América, que reemplazó a las 3 A hasta que su papel global fue asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas.

Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas como el asesinato del capitán Horacio Gándara, quien desde hace una década investigaba los negociados de altos jefes de la Marina , o del periodista de “Prensa Libre” Horacio Novillo apuñalado y calcinado, después que ese diario denunció las conexiones del ministro Martínez de Hoz con monopolios internacionales.

A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: “La lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal”

5. Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.

En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales. Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9%12 prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados

que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.

Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la “racionalización”.

Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante política la convirtió en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua porque las industrias monopólicas saquean las napas subterráneas, millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes sólo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo, el río más grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martínez de Hoz arrojan en él sus residuos industriales, y la única medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se bañe.

Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar “el país”, han sido ustedes más afortunados.

Un descenso del producto bruto que orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza a 600 dólares por habitante, una inflación anual del 400%, un aumento del circulante que en solo una semana de diciembre llegó al 9%, una baja del 13% en la inversión externa constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda inepcia.

Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal , doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120%, prueban que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y de la muerte, único campo de la actividad argentina donde el producto crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el dólar. Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT , la Esso , las automotrices, la U.S .Steel, la Siemens , al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete.

Un aumento del 722% en los precios de la producción animal en 1976 define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: “Llena de asombro que ciertos grupos pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos”

El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su capital sin producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía a acabar con el “festín de los corruptos”.

Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso , rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en la Argentina.

Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse

quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideología que amenaza al ser nacional.

Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas.

Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.

Rodolfo Walsh - C.I. 2845022

Buenos Aires, 24 de marzo de 1977

Ese mismo 24 de marzo del año 1977, ante el rechazo sistemático de los medios en publicar mi Carta abierta a la Junta Militar , trabajé duramente en repartir copias de la misma a mis allegados, amigos y militantes de las distintas líneas de la resistencia guerrillera, temía que no llegara a las manos deseadas, sabiendo que mi suerte estaba echada.

Enterado del allanamiento de mi casa en Tigre, sentí que mi final solo era cuestión de tiempo. Sin embargo había logrado sentir la paz que se pronuncia a través de cumplir con los mandatos del corazón, de las convicciones ideológicas, de mi lucha por resistir a la barbarie a la prepotencia, al uso indebido de la fuerza contra mis propios hermanos, y mi pecho recogió el gran alivio por el deber cumplido.

Hoy 25 de marzo de 1977, el sol me complace al asomarse, a las ocho de la mañana, tomé algunas cosas de la vivienda de San Vicente, y me trasladé al centro para encontrarme con Lilia. El nuevo departamento donde nos instalaríamos, era uno más de los tantos refugios a los que recurrimos en la búsqueda de liberarnos del acoso cada vez más cerrado.

Ya estoy en la calle Entre Ríos y San Juan, me rodean fuerzas del ejército y busco entre mis ropas el arma, siempre supe lo que haría cuando llegase ese momento me defendí lo más que pude, ahora siento que la vida se me va, y recuerdo «ustedes no me matan, yo elijo morir», y el sol que alumbró mi amanecer, se va apagando.

Última actualización en Miércoles, 11 de Septiembre de 2013 19:54
 
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