YO; RODOLFO WALSH
Tal
vez mi descendencia irlandesa introdujo en la concepción de mi futura
personalidad un biso de inquietudes relativas a la lucha por la libertad
y fundamentalmente por la justicia.
En
mi pueblo natal la Nueva Colonia de Cloele-Choel, en la Provincia de
Río Negro, a diferencia de otros niños, las horas de recreación no las
utilizaba en diversión y juegos propios de la edad, prefería escuchar y
leer temas relacionados con la actualidad social, y me atraía
fuertemente las conversaciones de mis mayores referidas a esos temas.
Logrando desconcertar a mis padres creando en ellos una gran
preocupación, pues sus planes referidas a mi futuro nada tenían que ver
con la problemática social, y mucho menos con la política. Para entonces
la desestabilización económica llevó a mis padres a dejarme al cuidado
de unos parientes, de los 10 a los 13 años fui pupilo en una escuela
religiosa de Capilla del Señor.
Mis
enormes deseos de conocer la gran ciudad, se concretaron al cumplir los
catorce años, transcurría el año 1941, y llegué a Buenos Aires para
realizar mis estudios secundarios.
Habiendo
logrado este primer objetivo y, ya adolescente, experimenté una gran
confusión vocacional, sentía dentro de mí fluir la necesidad casi
incontenible de canalizar mis expectativas hacia un mayor conocimiento
de los porqué de las eternas luchas sociales, en su reclamo por derechos
que les eran sistemáticamente negados a través de la historia y,
consecuentemente el accionar político de los poderosos, para evitar
estas reivindicaciones. Pero el temor a defraudar la confianza de mis
padres, colaboró aún más en mi desconcierto a la hora de elegir mi
carrera.
Comencé a estudiar Filosofía, pero debí abandonar, no sentía que ese fuera mi destino.
Necesité
emplearme para lograr un ingreso que me permitiera afrontar mis gastos,
y así deambulé por los más diversos oficios; desde oficinista de un
frigorífico, pasando por obrero, lavacopas, vendedor de antigüedades,
hasta limpiador de ventanas.
Ya
había cumplido diecisiete años, cuando logré incorporarme como
corrector en la Editorial Hachette, lo que me permitió, más allá de
recibir un mejor salario, darle un primer curso a mis aspiraciones hacia
una profesión que me satisfaga y que finalmente era lo que exactamente
me atraía; el periodismo.
Sin
embargo esta preferencia; ¿era cabalmente lo que mi inquieto espíritu
deseaba, o era ciertamente un camino directo al mundo de la información y
de la formación de un militante político?, esa existencial duda me
llevó a incorporarme a la Alianza Libertadora Nacionalista, buscando en
ellas experiencias y certezas junto a otros jóvenes con inquietudes
similares. Supe a partir de ese momento que había encontrado mi destino,
tal vez no en ese movimiento que califiqué prontamente como nazi, pero
el horizonte se me presentaba diáfano, y sentí dentro de mí el vibrar de
aquellos potenciales.
Decidí comprometerme más con aquellos ideales, y participar activamente en las luchas populares, y adherí al peronismo.
Casi
sin darme cuenta había cumplido veintitrés años, ya transcurría el año
cincuenta y el amor llegó, también sin advertirlo, como si en la lucha
solitaria de la vida, la misma vida me propusiera una aliada para
compartir heroicidades y penumbras.
Mi
amor por Elina, se confundía entre la ternura incomparable de la mujer
amada, y la lealtad de una compañera ideal, en la lucha por mis
convicciones.
No sólo nos unía un amor único, aquel que llega una sola vez, sino que transitábamos un mismo camino.
Patricia
Cecilia y María Victoria, llegaron para integrar el grupo familiar
soñado, y crecieron a nuestro lado concientes que sus padres no eran
como los demás, nuestras costumbres y debates tampoco eran como los
demás, y así crecieron...aprendiendo de pequeñas, que la cumbre de
nuestras enseñanzas era luchar por los que sufren, por los marginados,
por los desposeídos de sus derechos, por la injusta pobreza.
Elina
había logrado como reconocimiento a su capacidad la Dirección de una
escuela para ciegos en La Plata , en tanto yo recibía, para mi sorpresa,
una mención en el Primer Premio de Cuentos Policiales organizado por
Vea y Lea y la editorial Emecé, cuyo jurado estaba integrado nada menos
que por Jorge Luis Borges, Bioy Casares y Leónidas Barletta.
Mi
trabajo como periodista en Leoplán y Vea y Lea, reafirmaba aún más
aquella vocación que en mi adolescencia no terminaba de definirse, y la
maravillosa posibilidad de liberar mis ideas a traves de las letras,
colmaba todas mis expectativas; ¿todas?.
Ya
cumplía mis veintiséis años cuando afortunadamente logré que se
publiquen la antología « Diez cuentos policiales argentinos», y un libro
de relatos «Variaciones en rojo», a través de la Editorial Hachette ,
este último fue galardonado con el premio Municipal de Literatura de
Buenos Aires. En esa instancia de mi vida sentí dentro de mí, la
reafirmación de mis valores como escritor, ya no era por mi propio
convencimiento, sino por el reconocimiento de otros.
Transcurría
el año 1956, cuando Fabián Dominguez, escribe «El caso Rodolfo Walsh:
un clandestino» y, tal vez sin darse verdadera cuenta estaba sellando
con esa manera de calificarme, lo que sería definitivamente mi destino.
En su relato dice: «El 18 de diciembre, seis meses después de la
rebelión, mientras estaba en un bar de La Plata jugando al ajedrez,
alguien lo sorprendió con una frase misteriosa que cambiaría su vida
para siempre: ‘Hay un fusilado que vive’. Al día siguiente conoció al
abogado Jorge Doglia, quien llevaba adelante la denuncia judicial de un
fusilado sobreviviente de aquella madrugada: Juan Carlos Livraga. El 20
recibió la copia de la demanda y, al otro día, conoció y entrevistó al
hombre que escapó de la muerte.
El
periódico ‘Propósitos’, dirigido por Leónidas Barletta, dio a conocer a
la opinión pública la denuncia del caso Livraga, que destaparía el
escándalo de los fusilamientos. Aunque al día siguiente de Navidad ya
estaba listo, el reportaje a Livraga nadie lo quiso publicar, hasta que
el 15 de enero del ‘57 apareció en el periódico nacionalista ‘Revolución
Nacional’, de Luis Benito Cerrutti Costa, ex ministro de Lonardi. El
título de la nota era ‘Yo también fui fusilado’, y sería el primer
artículo de una larga serie que se irían publicando en otros medios. El
minucioso trabajo de búsqueda y pesquisa trajo consecuencias no
esperadas para la tranquila vida del escritor de cuentos policiales y de
periodismo cultural. A los pocos días de iniciada la investigación,
Walsh dejó su trabajo, abandonó su casa de La Plata y debió pasar a la
clandestinidad. Dejó de ser Rodolfo Walsh para ser Francisco Freyre.
Llevaba encima una pistola de manera permanente, vivió oculto en casas
de Tigre o ranchos de Merlo, pueblos del conglomerado urbano que
entonces se estaba formando y que hoy llamamos Gran Buenos Aires. Los
allanamientos a su hogar se transformaron en una constante, sin lograr
detenerlo. Lo esencial de la investigación concluyó el 21 de febrero, y
una serie de nueve artículos apareció desde mayo en el diario ‘Mayoría’,
de los hermanos Jacovella. Finalmente la primer edición del libro, a
fines de ese mismo año, tuvo como título ‘Operación Masacre, un proceso
que no ha sido clausurado’, siendo el artífice de la publicación el
nacionalista Marcelo Sánchez Sorondo. No le interesó la ideología de su
mecenas, en el prólogo de la primera edición sostendrá: ‘Escribí este
libro para que fuese publicado, para que actuara, no para que se
incorporase al vasto número de las ensoñaciones de ideólogos..., en éste
momento no reconozco ni acepto jerarquía más alta que la del coraje
civil. ¿O pretenderán que silencie estas cosas por ridículos prejuicios
partidistas? Mientras los ideólogos sueñan, gente más práctica tortura y
mata’. La investigación, a pesar de la edición del libro, no paró.
El
año 1957 me sorprende en plena tarea de publicar mi obra producto de
una extensa y difícil investigación; «Operación masacre, un proceso que
no ha sido clausurado», la Editorial Sigla permitió que ese libro
llegara a las manos de mis lectores.
Al
año siguiente publico una serie de treinta y dos artículos en el que se
investiga la muerte del abogado Marcos Satanowsky, crimen en los que
destaco la participación de organismos estatales.
En 1959 decido viajar a Cuba y me instalo con la mente llena de proyectos.
Fundo la agencia Prensa Latina, junto a Jorge Masetti, Rogelio García Lupo y Gabriel García Márquez.
Mi
afición por la Criptografía me lleva a descubrir a través de unos
cables comerciales, la invasión a Bahía de Cochinos, instrumentada por
la CIA. Estaba tan entusiasmado por el tema que recurrí a unos manuales
de criptografía recreativa, y a pesar de no haberlo hecho nunca antes
logré descifrar el mensaje luego de muchas noches insomnes. Sin embargo
el destino me guardaba otra sorpresa; No sólo había encontrado una
sensacional noticia, para un periodista militante como yo, sino una
información providencial para el Gobierno revolucionario de Cuba.
Gabriel García Márquez publicó en una revista este relato bajo el nombre
de; «Rodolfo Walsh, el hombre que se adelantó a la CIA ».
El
advenimiento del año 60 me encuentra de regreso a Buenos Aires, para
entonces debí recluirme en mi casa «Lorelei», sobre el Río Carapachay en
el Tigre, y durante un tiempo trabajé en un negocio de antigüedades
perteneciente a mi segunda mujer Poupée Blanchard. Mis desencuentros
amorosos se repetían ahora con más frecuencia y como otras veces creí
que este nuevo amor sería el definitivo, razonamiento que justificaba mi
nueva relación Susana «Piri» Lugones, nieta del poeta Leopoldo Lugones.
Transcurre
el año 1965, cuando la Editorial Jorge Alvarez me publica «Los oficios
terrestres» y dos obras de teatro; «La batalla» y «La granada».
Ya en el año ´66 la revista Panorama publica mi primera nota. Y trabajo simultáneamente en la producción de un nuevo libro.
Llega
el año ´67, Jorge Alvarez me publica en Buenos Aires; «Un kilo de oro»,
para entonces me involucro sentimentalmente con Lilia Ferreyra, mujer
con la que compartí el resto de mi vida.
En
el año ´68 decido volver a Cuba, donde se realiza el Congreso Cultural
de la Habana. A mi regreso paso por Madrid, y visito a Juan Domingo
Perón, quien en la oportunidad me presenta al líder sindical Raimundo
Ongaro. En mayo de ese mismo año fundo y dirijo el semanario la CGT de
los argentinos, que llega a publicarse regularmente hasta el 25 julio
del año ´69, y hasta febrero del ´70 se publicará y distribuirá en forma
clandestina.
¿Quién mató a Rosendo? es una novela que la editorial Tiempo Contemporáneo, me publica en Buenos Aires, a mediados del año 1969.
Fiel
a mis convicciones y en la certeza que la realidad de la imposición de
la fuerza sólo se cambia con la fuerza comienzo a militar en las Fuerzas
Armadas Peronistas.
Ya
en el año ´72 comienzo a colaborar en un semanario villero, y tengo la
alegría de presenciar el 27 de septiembre de ese año, en el estreno
cinematográfico de «Operación Masacre», dirigida por Jorge Cedrón.
El
año ´73 produce en mi vida un cambio de gran importancia; decido unirme
a la Organización Montoneros , con el grado de Oficial 1º, y un
flamante alias «Esteban». Creo el Departamento de Informaciones de
Montoneros, y coordino personalmente el nuevo área.
Junto
a mi amigo Francisco «Paco» Urondo participo en el proyecto del Diario
Noticias, (organo de difusión de Montoneros, que llegó a tirar 130.000
ejemplares diarios.
El
mayor desafío que se le presenta hoy por hoy y que se le presenta
sistemáticamente a un escritor de ficción es la novela. Yo no sé bien de
dónde procede eso, por qué esa exigencia y hasta qué punto la novela es
la forma más justificable, porque hasta cierto punto tiene una
categoría artística superior, aunque hay excepciones; a Borges, por
ejemplo, nadie le pide una novela. Habría que ver hasta qué punto el
cuento, la ficción y la novela no son de por sí el arte literario
correspondiente a una determinada clase social en un determinado período
de desarrollo, y en ese sentido y solamente en ese sentido es probable
que el arte de ficción esté alcanzando su esplendoroso final,
esplendoroso como todos los finales, en el sentido probable de que un
nuevo tipo de sociedad y nuevas formas de producción exijan un nuevo
tipo de arte más documental, mucho más atenido a lo que es mostrable. Me
hicieron la pregunta cuando apareció el libro de Rosendo. Un periodista
me preguntó por qué no había hecho una novela con eso, que era un tema
formidable para una novela. Lo que evidentemente escondía la noción de
que una novela con ese tema es mejor o es una categoría superior a la de
una denuncia con ese tema. Yo creo que esa concepción es una concepción
típicamente burguesa, de la burguesía y ¿por qué? Porque evidentemente
la denuncia traducida al arte de la novela se vuelve inofensiva, no
molesta para nada, es decir, se sacraliza como arte. Ahora, en el caso
mío personal, es evidente que yo me he formado o me he criado dentro de
esa concepción burguesa de las categorías artísticas y me resulta
difícil convencerme de que la novela no es en el fondo una forma
artística superior; de ahí que viva ambicionando tener el tiempo para
escribir una novela a la que indudablemente parto del presupuesto de que
hay que dedicarle más tiempo, más atención y más cuidado que a la
denuncia periodística que vos escribís al correr de la máquina. Creo que
es poderosa, lógicamente muy poderosa, pero al mismo tiempo creo que
gente más joven que se forma en sociedades distintas, en sociedades no
capitalistas o en sociedades que están en proceso de revolución, gente
más joven va a aceptar con más facilidad la idea de que el testimonio y
la denuncia son categorías artísticas por lo menos equivalentes y
merecedoras de los mismos trabajos y esfuerzos que se le dedican a la
ficción.
Llega
el fatídico año ´76, y con él importantes cambios en mi vida y en la
vida política y social de mi querido país. Disidencias entre la
conducción de Montoneros y mi persona hace que resuelva tomar distancia
de ese órgano, ya para entonces mi nombre y mi filiación constaba en
todas las listas de candidatos a la desaparición.
Compré
una casa en San Vicente bajo la identidad falsa de un profesor de
Inglés jubilado, y comienzo a trabajar en la creación de una Agencia de
Noticias Clandestina (ANCLA), como respuesta a la censura impuesta por
el gobierno militar.
el
29 de septiembre mi hija Victoria, 2º oficial de la Organización
Montoneros , muere en un enfrentamiento con el Ejército. Sentí un gran
dolor mezclado con la responsabilidad que inexorablemente debía asumir,
por inculcar a mis hijas mis propias ideologías. No pude recomponerme de
lo sucedido y en diciembre de ese mismo año, publicó un mensaje
relatando los hechos bajo el título «Carta a mis amigos»;
«De
pronto -dice el soldado- hubo un silencio. La muchacha dejó la
metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos.
Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era
flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablarnos en
voz alta pero muy tranquila. No recuerdo todo lo que dijo. Pero
recuerdo la última frase, en realidad no me deja dormir.
-Ustedes no nos matan -dijo-, nosotros elegimos morir.
Entonces
ella y el hombre se llevaron una pistola a la sien y se mataron
enfrente de todos nosotros», del testimonio de uno de los conscriptos
que disparó contra mi hija María Victoria Walsh.
El
24 de marzo de 1977, al cumplirse un año de la dictadura militar, envío
mi «Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar », pero no logro
que ninguna redacción la publique.
1.
La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento
de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de
una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me
obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado
libremente como escritor y periodista durante casi
treinta años.
El
primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la
acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que
ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son
crímenes y lo que omiten son calamidades.
El
24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban
parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política
represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para
nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no
fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un
proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes
continuaron y agravaron.
Ilegítimo
en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los
hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de
1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como
expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible
de ese "ser nacional" que ustedes invocan tan a menudo.
Invirtiendo
ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de
minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas,
explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo
puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo
los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más
profundo que ha conocido la sociedad argentina.
2.
Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas
de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror.
Colmadas
las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales
guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra
ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto
militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la
investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros
que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.
Más
de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados
negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición
el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su
nulidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que
los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados.
De
este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo.
Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez
en diez días según manda una ley que fue respetada aún en las cumbres
represivas de anteriores dictaduras.
La
falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de
límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó
directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas,
ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron
los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida,
la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios
junto con la picana y el "submarino", el soplete de las actualizaciones
contemporáneas.
Mediante
sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la
guerrilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la
tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin
original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas
que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana
hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que
ustedes mismos han perdido.
3.
La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es
asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares
descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados
combates e imaginarias tentativas de fuga.
Extremistas
que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en
vehículos que se incendian son los estereotipos de un libreto que no
está hecho para ser creído sino para burlar la reacción internacional
ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carácter
de represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a
las acciones guerrilleras.
Setenta
fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a la
voladura del Departamento de Policía de La Plata , 30 por el atentado en
el Ministerio de Defensa, 40 en la Masacre del Año Nuevo que siguió a
la muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosión que destruyó la
comisaría de Ciudadela forman parte de 1.200 ejecuciones en 300
supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su
mando no tuvieron muertos.
Depositarios
de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia,
incapaces de influir en la política que dicta los hechos por los cuales
son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sindicales,
intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados,
simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las
bajas según la doctrina extranjera de «cuenta-cadáveres» que usaron los
SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam.
El
remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es
asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un
año atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y sólo 10 ó 15 heridos,
proporción desconocida en los más encarnizados conflictos. Esta
impresión es confirmada por un muestreo periodístico de circulación
clandestina que revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de
febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la guerrilla 63 muertos.
Más
de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga
cuyo relato oficial tampoco está destinado a que alguien lo crea sino a
prevenir a la guerrilla y los partidos de que aún los presos reconocidos
son la reserva estratégica de las represalias de que disponen los
Comandantes de Cuerpo según la marcha de los combates, la conveniencia
didáctica o el humor del momento.
Así
ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer
Cuerpo de Ejército, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos
Osatinsky, detenido en Córdoba, después con la muerte de Hugo Vaca
Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley
de fuga, ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor.
El
asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de
enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdicción del Primer
Cuerpo de Ejército que manda el general Suárez Masson, revela que estos
episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la
política misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten
en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las 3
Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno.
4
Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto
después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres
que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros
países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus
propias fuerzas.
Veinticinco
cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas
uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la
muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada , fondeados en el Río de
la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años,
Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, “con lastimaduras en la
región anal y fracturas visibles” según su autopsia.
Un
verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino que
buceaba en el Lago San Roque de Córdoba, acudió a la comisaría donde no
le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la
publicaron.
Treinta
y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976,
ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Río Luján el 9 de octubre,
sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a
15 kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.
En
esos enunciados se agota la ficción de bandas de derecha, presuntas
herederas de las 3 A de López Rega, capaces de atravesar la mayor
guarnición del país en camiones militares, de alfombrar de muertos el
Río de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de
la Primera Brigada Aérea7, sin que se enteren el general Videla, el
almirante Massera o el brigadier Agosti. Las 3 A son hoy las 3 Armas, y
la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre
“violencias de distintos signos” ni el árbitro justo entre “dos
terrorismos”, sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y
sólo puede balbucear el discurso de la muerte.
La
misma continuidad histórica liga el asesinato del general Carlos Prats,
durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general
Juan José Torres, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruíz y decenas de
asilados en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos
democráticos en Chile, Bolivia y Uruguay.
La
segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos
Extranjeros de la Policía Federal , conducido por oficiales becados de
la CIA a través de la AID , como los comisarios Juan Gattei y Antonio
Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway,
Station Chief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras
revelaciones como las que hoy sacuden a la comunidad internacional que
no han de agotarse siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa
agencia y de altos jefes del Ejército, encabezados por el general
Menéndez, en la creación de la Logia Libertadores de América, que
reemplazó a las 3 A hasta que su papel global fue asumido por esa Junta
en nombre de las 3 Armas.
Este
cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas
como el asesinato del capitán Horacio Gándara, quien desde hace una
década investigaba los negociados de altos jefes de la Marina , o del
periodista de “Prensa Libre” Horacio Novillo apuñalado y calcinado,
después que ese diario denunció las conexiones del ministro Martínez de
Hoz con monopolios internacionales.
A
la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de
la guerra pronunciada por uno de sus jefes: “La lucha que libramos no
reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y
del mal”
5.
Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son
sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino
ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes
incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo
la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a
millones de seres humanos con la miseria planificada.
En
un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%,
disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6
a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la
canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no
persisten ni en los últimos reductos coloniales. Congelando salarios a
culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas,
aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y
comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al
récord del 9%12 prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han
retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era
industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han
calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados
que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.
Los
resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de
gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más
del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas
populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad
infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las
Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta
la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan.
Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el
presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos
militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras
centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo
provocado por el terror, los bajos sueldos o la “racionalización”.
Basta
andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con
que semejante política la convirtió en una villa miseria de diez
millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua
porque las industrias monopólicas saquean las napas subterráneas,
millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes
sólo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo, el
río más grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los
socios del ministro Martínez de Hoz arrojan en él sus residuos
industriales, y la única medida de gobierno que ustedes han tomado es
prohibir a la gente que se bañe.
Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar “el país”, han sido ustedes más afortunados.
Un descenso del producto bruto que orilla el 3%, una
deuda exterior que alcanza a 600 dólares por habitante, una inflación
anual del 400%, un aumento del circulante que en solo una semana de
diciembre llegó al 9%, una baja del 13% en la inversión externa
constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación
y la cruda inepcia.
Mientras
todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian
hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve autónoma.
Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a la mitad de las
exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en
1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal , doce
mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un
obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en
secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en
un 120%, prueban que no hay congelación ni desocupación en el reino de
la tortura y de la muerte, único campo de la actividad argentina donde
el producto crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más
rápido que el dólar. Dictada por el Fondo Monetario Internacional según
una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o
Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como
beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía
especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales
encabezados por la ITT , la Esso , las automotrices, la U.S .Steel, la
Siemens , al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz
y todos los miembros de su gabinete.
Un
aumento del 722% en los precios de la producción animal en 1976 define
la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez de
Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su
presidente Celedonio Pereda: “Llena de asombro que ciertos grupos
pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser
baratos”
El
espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido
posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por
ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su
capital sin producir más que antes, la rueda loca de
la especulación en dólares, letras, valores ajustables, la usura simple
que ya calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un
gobierno que venía a acabar con el “festín de los corruptos”.
Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo
las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso ,
rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o
Singapur y desocupación en la Argentina.
Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse
quiénes
son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde están los
mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideología que
amenaza al ser nacional.
Si
una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no
pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende
los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría
pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran
sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una
guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que
empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte
años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas
sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de
las atrocidades cometidas.
Estas
son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto
gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin
esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel
al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos
difíciles.
Rodolfo Walsh - C.I. 2845022
Buenos Aires, 24 de marzo de 1977
Ese
mismo 24 de marzo del año 1977, ante el rechazo sistemático de los
medios en publicar mi Carta abierta a la Junta Militar , trabajé
duramente en repartir copias de la misma a mis allegados, amigos y
militantes de las distintas líneas de la resistencia guerrillera, temía
que no llegara a las manos deseadas, sabiendo que mi suerte estaba
echada.
Enterado
del allanamiento de mi casa en Tigre, sentí que mi final solo era
cuestión de tiempo. Sin embargo había logrado sentir la paz que se
pronuncia a través de cumplir con los mandatos del corazón, de las
convicciones ideológicas, de mi lucha por resistir a la barbarie a la
prepotencia, al uso indebido de la fuerza contra mis propios hermanos, y
mi pecho recogió el gran alivio por el deber cumplido.
Hoy
25 de marzo de 1977, el sol me complace al asomarse, a las ocho de la
mañana, tomé algunas cosas de la vivienda de San Vicente, y me trasladé
al centro para encontrarme con Lilia. El nuevo departamento donde nos
instalaríamos, era uno más de los tantos refugios a los que recurrimos
en la búsqueda de liberarnos del acoso cada vez más cerrado.
Ya
estoy en la calle Entre Ríos y San Juan, me rodean fuerzas del ejército
y busco entre mis ropas el arma, siempre supe lo que haría cuando
llegase ese momento me defendí lo más que pude, ahora siento que la vida
se me va, y recuerdo «ustedes no me matan, yo elijo morir», y el sol
que alumbró mi amanecer, se va apagando.
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