Archivo Histórico Municipal Aldo Pirola
El
baúl de la Historia
Las
calles de
Pringles: Giofredo Flesia, parte II
Continuamos en esta nota
con la reseña sobre el primer
maestro de Coronel Pringles, cuyo nombre lleva la calle 43. Su
acción no se
limitó a la enseñanza, por lo que aquí recordaremos otros
aspectos de su
actuación y el recuerdo de algunos de sus ex alumnos.
A
fines de 1884, cuando hacía menos de un año que las autoridades
se habían
instalado en el ejido del pueblo, se crea la Sociedad
Cosmopolita de Socorros
Mutuos. A poco de llegado al pueblo, Flesia es incorporado a la
misma, el 30 de
marzo de 1885. Esta Sociedad
inauguró su
sede, la Pieza Social,
que se
constituyó en lugar de reunión de eventos de distinta índole, ya
que era el
único apropiado que por entonces existía: reuniones sociales,
comunales,
políticas, la primera capilla del culto católico estuvo allí;
también funcionó
la Guardia Nacional y la enfermería de las Damas Benefactoras.
Años más tarde, en
1912 es elegido para reorganizarla ya que desde 1899 había
tenido serios
altibajos en su funcionamiento.
Simultáneamente, el 9 de
enero de 1887 los italianos
se congregaron en otra mutualidad. La proclama, redactada por
Flesia, recuerda
los conflictos vividos en la lejana patria:
“¡Italianos! La voz de la fraternidad
llama a unirse
en la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos. Como hijos de
aquel bello país, que
tanto sufriera cuando no se daba valor a la unidad, tenemos
aquel espléndido
resultado de haber atravesado el engaño del jesuitismo y
mantenido en camino el
sentimiento de la nacionalidad”.
Flesia
fue electo
presidente y participó en la inauguración de su sede, en junio,
ejecutando el
clarinete en la banda de música de Fermín Carletti.
También en 1887 se instala
en su casa, de ladrillos
(hasta entonces había vivido en la casa de madera en que
funcionaba la escuela
N° 1), ubicada en Stegmann y Suárez, de la que hoy solo subsiste
un ala en la
que funciona el Museo Flesia.
Si
bien Flesia se
afirmaba en la nueva comunidad, se hacen evidentes las
desavenencias que se
generaban en torno a su figura: en el primer año de presidencia
de la Sociedad
Italiana, tres veces renunció y tres veces debió retirarla, ante
el pedido de
coterráneos que le ratificaban su confianza. Tal situación se
reprodujo con
posterioridad, y con iguales resultados.
Además,
fue cónsul
italiano desde 1897, y en 1908, las autoridades italianas le
otorgan el grado
de Caballero de la Orden
de la Corona.
Poco
después, en
1911, publicó un folleto destinado a la exposición de Torino,
sobre Los Italianos en la
República Argentina. La
colectividad italiana en Coronel Pringles.
Allí realiza una apreciación de nuestro partido en esa
época:
“El resto de la campaña de esta
comuna estaba ya en
propiedad privada, con un total de 6500 kilómetros,
representada por estancias,
poblados de animales, más hoy, mucho campo está cultivado con
agricultura. No
obstante la gran ventaja del precio y su pago, pocos italianos
compraron
chacras, porque casi todos carecían de familia, o sea sin
ayuda para el cultivo
y sin medios para proveerse de manutención, sementeras,
animales e instrumentos
indispensables, o sea porque en esta época, los productos se
vendían a bajísimo
precio, porque era demasiado costoso el transporte a la
estación ferroviaria,
que estaba lejos, por caminos en estado primitivo e
impracticables en tiempo
lluvioso. Por eso, nuestros connacionales, que vinieron al
principio, preferían
ocuparse como jornaleros en trabajos de edificación o en
negocios de poco
capital.
Este pueblo poco próspero en los
primeros veinte años,
porque se encontraba con difíciles vías de comunicación con
plazas lejanas para
comerciar (desde el tendido de dos líneas férreas) tiene ya el
aspecto de
ciudad industrial. La población comunal es cosmopolita; hay de
todos los países
de Europa, y se calcula en casi 15.000 la urbana y la rural.
Tiene luz
eléctrica, una empresa telefónica, 4 semanarios, escuela
pública en grandes
edificios construidos ex profeso, dos colegios particulares
para varones y uno
dirigido por monjas, dos consulados –uno italiana y otro
español-, dos bancos,
cuatro sociedades de socorros mutuos –italiana, española,
francesa,
cosmopolita-, dos sociedades de beneficencia –de las cuales
una subsidia a los
pobres y tiene un asilo y la otra tiene a cargo un hospital,
un club social,
una logia masónica, un centro comercial, una sociedad
recreativa que
periódicamente da bailes en el teatro. También dos políticos
los cuales, para
disputarse el gobierno de la municipalidad, ponen en juego
todas las astucias
para vencer o para hacer anular las elecciones; tampoco
reparan en reclutar
elementos de terror –matones- para introducir el temor y
promover el desorden
en los comicios. Por eso la votación no ha sido nunca la
expresión genuina de
tan decantado pueblo soberano”.
Para
recibir el
premio que se le diera por este trabajo, viaja a Italia, luego
de 33 años de
ausencia.
Testimonios
de sus
ex alumnos lo recordaban tanto por su carácter fuerte y
enérgico, como organizando
asados para los niños a fines del año escolar. José Pedro
Braglia había sido su
alumno en 1905. Lo recuerda así:”era de
carácter fuerte y enérgico, lo que me parece que fue muy
necesario con cantidad
de educandos indisciplinados, traviesos y camorreros, entre
los que había
algunos hombres, que portaban cuchillo al cinto”. Domingo
Cruci contaba que
“había aleccionado de tal
forma a su
perrito negro lanudo que éste se echaba vigilante junto a su
mesa, y cuando
alguno de los alumnos se movía en cualquier travesura, lo
avanzaba ladrando y
alertaba al Maestro”. Jorge Gorza, por su parte, relataba
que “acostumbraba hacer
una fiesta con
asados para todos los niños, mediante pocos centavos de
nosotros y gran parte
de él”.
Falleció
en
Pringles, el 11 de agosto de 1929. Desde entonces, ha contado
con el reconocimiento
permanente de la comunidad.
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