Generando cambio

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Escrito por Ediciones Agua Clara   
Domingo, 05 de Junio de 2011 06:02
EL ASESINO SILENCIOSO                                                                       
1) (5 de Junio, en defensa de la Naturaleza y los seres humanos)                            
Un tema urticante de actualidad,  en una cola para tomar el ómnibus, en la de los jubilados frente a los bancos donde perciben sus magras asignaciones (los que cobran“grosso”no hacen cola), en las conversaciones de café o con los vecinos, se manifiestaban alarmados por la inseguridad y lo adjudicaban a los diferentes, a los más pobres que ellos, en general  inmigrantes de países vecinos o habitantes de las villas miseria, borrachos y drogadictos. Además esa intranquilidad les venía de periquete a los medios de difusión, en su tiempo el Diario Crítica fue creador de un estilo sensacionalista y populachero, ilustraciones tremendistas, realizadas por buenos dibujantes, atrapaban desde su primera página, lo populachero no fue óbice para que apoyara políticas conservadoras, hasta impulsar, por ejemplo el golpe de Estado de 1930, que derribó a Hipólito Irigoyen, e instituyó la reiterada violación de las normas constitucionales y de la soberanía ciudadana. Los medios “serios” por entonces no copiaban ese modelo periodístico, pero luego en pos de atraer lectores tiraron la zapatilla y usaron la inseguridad con el mismo criterio mercantilista.
Esperamos que también  interesen las peripecias de un investigador preocupado de verdad por el crimen, que como los protagonistas de la serie negra, arriesgó una cómoda posición y hasta su vida para descubrir los entresijos de la inseguridad.
Desde muy joven se sintió atraído por lo que se ocultaba tras la  realidad. Aunque tenía facilidad para los números, las ciencias duras no eran su fuerte, por lo prefirió dedicarse a indagar sobre las finanzas y los emprendimientos económicos.
En los años noventa alcanzó la licenciatura en administración y entró por concurso a uno de los organismos que recaudan las rentas de la Nación. Para progresar había que cerrar los ojos. Prenderse y participar de la corrupción era lo corriente, pero al no aceptar vegetó relegado en un puesto oscuro.
Cuando un ex compañero de estudios al que estimaba, le ofreció incorporarse a la recién creada Policía Aeronáutica se le abrieron nuevas perspectivas.
En la policía federal, o en las provinciales, encargadas de combatir el delito, hay de todo como en botica. Algunos cumplen su función y hacen lo que pueden, otros no lo hacen y por supuesto existen quienes, como sucede en las demás actividades sociales, tratan de sacar ventaja infringiendo la ley, solos o pervirtiendo a sus laderos, al amparo de las inmunidades que les brinda el espíritu de cuerpo.
Eso no sucedió, o sucedió en menor medida, en la  Policía Aeronáutica, que reemplazó en el control de los aeropuertos a la Fuerza Aérea.
Bajo la dirección de su amigo diseñaron un organigrama eficiente y lo pusieron en marcha con éxito, pese  a lo cual luego lo renunciaron. Él no vaciló en solidarizarse y pedir el retiro.
Quería dedicarse a  una investigación sobre las raíces del delito. Conocimiento que permitiría cortar los eslabones y actuar contra los principales causantes. Para  subsistir instaló una agencia de averiguaciones y vigilancia, de las tantas que existen, que le permitiría encubrir su actividad principal.
Vestido humildemente, disfrazado de cualunque, vaquero  desteñido y remera mersa deco-rada con tremenda lengua saliendo de gruesos labios,  peinado a la moda, pelopinchos para-dos y endurecidos en medio de la cabeza, montado en una motito cachuza, comenzó a frecuentar el bajo Flores y algunas villas, haciéndose el  interesado en comprar dosis de paco. Después de entrar en confianza pidió cocaína. Le preguntaron si tenía para pagarla, la dosis no costaba un peso ni cinco como el paco, y  lo conectaron con un vendedor de papelitos.
Al cabo de unos días  volvió con un autito, y los invitó a celebrar un viraje en su suerte.  Desconfiaron ¿No sería un buchón? No lo apretaron con los fierros porque si de verdad había encontrado un fato les interesaba prenderse. Procuró beber poco y que ellos bebieran mucho a cuenta del “gil enriquecido”, entre los comentarios y la joda se les podían escapar algunas confidencias. Les preguntó si no resultaría invertir la guita en un par de kilos  para distribuirla fraccionada en centros turísticos. Fruncieron la nariz como si olieran a yuta, pero finalmente mordieron el anzuelo, al calor de varios convites y atraídos por la posible comisión, o la devolución de favores,  quedaron en presentarle un capo, con quien  podría hacer negocio.
A todo esto su esposa con la que tenían tres hijos,  mientras limpiaba la casa encontró los  papelitos escondidos. No le había caído bien que él renunciara para realizar investigaciones personales, la pérdida del sueldo seguro con la que  se mantenía el hogar la tenía en vilo, pe-ro se calló la boca, él marido siempre había enfrentado con seriedad sus obligaciones, al   punto que el sueldo de ella como docente lo destinaban a gastos adicionales, ir al teatro
y a cenar, o recorrer el país con los hijos durante los feriados puente.                   (2
Se calló pero el temor  que sentía era tan evidente, que fue él mismo quien le preguntó que le pasaba. Cuando sacó algunos librotes pesados de la biblioteca tras los cuales  aparecieron los papelitos, él sonrió. -¿No creerás que me volví drogadicto? Y le explicó detalles de la investigación que había emprendido. Siguió asustada. Lo único que le pedía era que se cuidara, ella seguía queriéndolo y sus hijos lo necesitaban, la familia era su mayor bien.
En algo debe haber influido esa recomendación  porque en el encuentro con el capo se mos-tró dubitativo.
-¿Entonces para que carajo pediste verme? ¿Vos cres que estamos jugando?
- Yo tampoco juego, me parecen muchos los riesgos y el margen de ganancia no dá pa’ tanto.
-¿No me digas? Querés hacerte el grande y no sabés nada. Si los clientes son gente de   guita desesperada por consumir podés exprimirlos como quieras.
Lo miraba con desconfianza. Le vio llevarse la mano al sobaco, respiró debía picarle y se rascaba.
-Bué si viniste al pedo, tenés que ir sabiendo que no acostumbro perder tiempo con perejiles. ¡tomátela!
Para no levantar la perdiz siguió comprándoles algunos papelitos como cualquier “logi”, hasta que pasado un tiempo se hizo humo sin llamar la atención.
Analizando el tema llegó a la conclusión que el paco hacía mucho daño a la salud pero movía poca guita, los delincuentes que se pichicateaban tal vez  constituían una fuente de ingresos importantes para otros pesados, pero no en la comercialización de la droga, el toco debía provenir de la venta a consumidores con plata, gente de una capa social más elevada, y sobre todo del transito de la “merca” hacia países del primer mundo. Argentina les sentaba bien a los  traficantes, veían simplificado el lavado del dinero  por la gran cantidad de efectivo, acciones, títulos, joyas  que se ocultaba en cajas de seguridad bancarias y otros “resquicios”. Además policías corruptos sobraban y cuando hay tantos interesados en ofrecer protección, o hacer la vista gorda,  el precio de la protección  baja, es menor al de otros lados. Y los narco-traficantes se especializaban en manejar los vaivenes de la oferta y  la demanda, aparentar escasez para enloquecer a los viciosos y engrosar el negocio.
Cuando le comentó a su mujer que la investigación sobre la droga estaba acabada o había entrado en stand by, la paz pareció retornar a su hogar. Ella siguió alerta ¿Qué nueva variante se le ocurrirá ahora a éste? pero por el momento el incendio estaba sofocado o en vías de extinción. También  contribuyeron a tranquilizar a la conyugue los beneficios más prosaicos de la agencia de averiguaciones, guardias con personal contratado, protección de edificios, ingresos que permitían mantener el nivel de vida de la familia.
El investigador tomó otro rumbo, cambió el autito por un furgón y se presentó a los comercian-tes de autopartes, usadas o disfrazadas de nuevas, como revendedor en pequeños pueblos del interior, por lo que se vio obligado a comprarles algo, un amigo  que vivía en la Patagonia los colocaba a talleristas cambiando la plata. Poco a poco consiguió irse arrimando a los desarmaderos de autos, en algunos casos robados con empleo de violencia, asaltos, heridos y hasta muertos, pero en su mayoría levantados por descuidistas que recibían chauchas, costo al que había se agregaba la coima  para que los dejaran trabajar “tranqui”
Los autos  de precio  que “exportaban” al Paraguay eran otra historia, se pagaban un fangote lo que atraía a miembros del hampa que ponían en juego la vida, o la muerte de los demás y hasta la de ellos mismos.
Después de compulsar las cifras  que erogaban  las aseguradoras  por los coches robados, llegó a la conclusión que el costo en vidas y sacrificios humanos era preocupantes, pero los  montos de ese delito ridículos en comparación a con los dividendos de los fabricantes de automóviles,  elusión impositiva mediante en  la importación de las autopartes,  subsidios a la exportación de los terminados, sin contar la deformación económica  y ambiental que la proliferación irracional de vehículos ocasionaba.
Entretenido en razonamientos, no había advertido que estaba siendo a su vez vigilado, los dueños de comercios y desarmaderos, tenían conexiones con la droga. Sus “afanes” por vehículos  de precio para “exportar”  los cobraban con droga, que los conectaba a su vez con los capos de la distribución.
La visita del investigador no había pasado desapercibida, a un operador entre los dos
delitos le resultó sospechoso que del  negocio del cocó se hubiera pasado al de los  repuestos.  Su integridad física comenzaba a correr peligro, y aunque procuraba disimular la  (3 zozobra, los delincuentes olfateaban la falta de naturalidad,  le hicieron una ratonera en la que como no cantó lo creyeron un busca más, pero el susto se lo había  comido, por momentos
le pareció que no volvería a contar el cuento.
Un domingo llevó a sus hijos al teatro infantil, compartió la alegría con la que se reían y  disfrutaban ingenuamente, pero a la vez se sintió hondamente acongojado. Debía dejarse de joder con los repuestos si no quería ser boleta  y conformarse con entresacar conclusiones  
Pero no abandonó la investigación sólo cambió de objetivo, le tocó el turno a la prostitución y la trata de blancas, morenas, negras, lo que fuera, en ese medio resultaría más fácil pasar desapercibido, los clientes eran muchos y de diferentes idiosincrasias, el nerviosismo y los reviros cosa de todos los días.
A su esposa no le comentó nada, no quería que además de intranquila se pusiera celosa sin motivo, el no pensaba desfogarse, entre tantos clientes pasaría como uno más de los que tienen dificultades para concluir el acto y se conforman con menos, son voyeuristas, o a lo sumo franeleadores.
Empezó concurriendo a  boliches de cuarta donde recalaban muchachitas  a  las que les ofrecían trabajo legal y terminaban esclavizándolas en el prostíbulo. Locales de diversión clase “C” atendidos por mujeres con poca vergüenza y mucha exhibición, donde se podía beber, charlar y bailar prologando el momento de cerrar trato para pasar a  piezas, burdamente ocultas tras el negocio. En otros el expediente era más rápido. Pero también los había más distinguidos, una o dos mujeres que compartían departamentos bien puestos y hasta algunas bellezas cultas, estudiantes universitarias que se pagaban la carrera, coristas de espectáculos y  figuras en decadencia, o momentáneamente sin cartel, incluyendo a las acompañantes de lujo de turistas, que estaban  disponibles en los lobbys  como un servicio más de los grandes hoteles. En todos los casos había organizaciones de macrós, cafishos, o como quiera llamárselos, que disciplinaban la actividad.
El se creía inmune a ese tipo de  atractivos. Pagaba por la compañía y la conversación porque resultaba indispensable para investigar. Pero el diablo, o el instinto, metió la cola, el encanto y la perspicacia de una mujer lo mareó. Aunque sólo fue un par de veces, en la cama conyugal daba vueltas y vueltas  avergonzado de la infidelidad. Recapacitaba sobre  la fragilidad de su supuesto autodominio y de la animalidad que no pudo controlar. Lo peor que le podía pasar había sucedido, el exceso de confianza en si mismo lo había traicionado.
Justamente en ese momento lo citó el gerente de seguridad de su principal cliente, la empresa mundial líder en agroquímicos, herbicidas y semillas transgénicas, para la que su agencia rea-lizaba tareas de vigilancia en depósitos de Buenos Aires, Rosario y otros lugares del interior, quien le comunicó que habían decidido prescindir de sus servicios.
-Eso no es posible tenemos un contrato que vence a fin de año, en todo caso lo que pueden hacer es no renovarlo.
-Existe una cláusula de rescición inmediata ante conductas peligrosas.
- Nunca presentaron ninguna queja sobre la labor de nuestro personal, si tienen algo concreto hágamelo saber y lo voy a solucionar.
- No se trata del personal sino de usted.
-¿Cómo?
-Preferiría evitar escabrosidades.
-A ustedes les resulta muy fácil, piden personal a otras empresas para cubrir nuevas áreas y listo ¿Pero yo que hago con la gente? Los voy a tener que  indemnizar.
-Ese es asunto suyo.
-No me obliguen a iniciarles juicio por incumplimiento de contrato, daños y perjuicios, lucro cesante.
-En ese caso se ocupará nuestra gerencia legal, pero le aconsejaría que no se apresure (le alcanza un sobre) mire una por una, si quiere se  puede llevar las copias.
-  ¿Y con esto qué? Son fotos de investigaciones que estuve haciendo sobre drogas, autos robados, prostitución.
-Por cuenta de quien? Usted renunció a la policía aeronáutica.
- Por cuenta mía, justamente renuncié para eso, quiero hacer un mapeo de los delitos según su importancia, para proponer formas de combatirlo.
- ¿Nos quiere hacer creer que invirtió dinero en drogas, vehículos, prostitutas, para      combatirlo? Las películas con detectives  recios e  idealistas son viejas, en la realidad esos héroes nunca existieron.  Creo que no tenemos más que hablar.
Le enviaremos  el telegrama de rescición y sanseacabó.                                       
- No  invertí tanto dinero … ni alcanzaba al 10% de mis ingresos personales.
- Buenos días, debo atender otras urgencias.
Salió a la calle aún sorprendido por el triste papel de investigador investigado, buscó un bar para tomar algo fuerte. Si se le venía la agencia abajo, le quedaba el recurso de  solicitar la reincorporación a la Policía Aeronáutica, aunque no le haría ninguna gracia.  Al volver a la oficina se puso a diagramar el traslado del personal  desocupado a la vigilancia en recitales, salas de espectáculos y deportivos, eso se cobraba menos pero tal vez  le permitiera salir del paso.
Llegó a su casa a la misma hora  de siempre y encontró a su mujer llorando, trató de averi-guar que le pasaba y solo recibió  miradas despectivas.
-Todavía tenés el coraje de pedirme que te explique, fijate en la computadora el video que
recibimos.
Mostraba la compra de papelitos, como cargaba autopartes en un desarmadero y con lujo de detalles su concurrencia a prostíbulos, deteniéndose en las caricias, manoseos, desnudeces, filmadas desde el interior del cuarto donde consumó su infidelidad.
Trató de explicarle pero se quedó sin palabras.
Ella no podía seguir viviendo en común, le había preparado la valija
Recaló provisoriamente en un hotelito de medio pelo. Le sobró tiempo para reflexionar, lo estaban extorsionando ¿pero quien? Su esposa, franca y directa, nunca hubiera encargado un seguimiento.
Tenían documentado fotos y filmaciones todo, desde sus primeras visitas al bajo de Flores, disfrazado de consumidor a bordo de la motito, hasta sus devaneos de gran señor en los prostíbulos lujosos.
Descartó a los narcotraficantes, porque no perdían el tiempo filmando  a todos los perejiles que andaban por Flores Sur. Los cosos de los desarmaderos podía ser pero sus compras nunca llegaron a  alcanzar un volumen significativo, le parecía difícil. En los prostíbulos de lujo en cambio,  disponían de cámaras con las que filmaban  a gente importante, para  que ante una eventualidad se vieran obligados a protegerlos,  Filmaciones con las que también extorsionaban a habitués adinerados, cuando dejaban de interesarles como clientes.
Diversos delincuentes podían disponer de filmaciones parciales, pero todas juntas solo un servicio de espionaje, a ellos vinculado.
Mientras tanto se dedicó a reorganizar la agencia, a algunos se vio obligado a indeminizarlos en cuotas, no disponía de fondos para pagarles al contado, pero la mayoría que lo conocía desde hacía tiempo, aceptó la reducción de  tareas y de remuneración.
Mes a mes hacía llegar a su familia la misma suma que aportaba cuando vivía con ellos y los fines de semana se hacía cargo de sus hijos para compartir los habituales espectáculos infantiles o deportivos, como si no hubiese pasado nada.
Aconsejado por amigos abogados inició acciones contra la empresa multinacional por la rescición del contrato. Mientras no probaran que afectaban el trabajo contratado, deberían abstenerse de inmiscuirse en su vida privada  y en sus investigaciones sobre delitos pues corrían el riesgo de engrosar la demanda con nuevos cargos.
Había llegado a la conclusión que ellos pudieron hacerse de todas las filmaciones, con la colaboración de la  CIA el FBI o cualquier otro Servicio del país donde funcionaba la casa matriz,  al que arribaban millones y millones en divisas, derivados de los negocios y patentes tecnológicas de la compañía en todo el planeta.
La extorsión les había salido como tiro por la culata, deberían  meter violín en bolsa y llegar  a un acuerdo económico, pero quien le devolvía su vida arruinada, lo habían dejado con la sangre en el ojo.
Y si les daba vuelta la tortilla? Algunas de las actividades que desarrollaban podrían conside-rarse delitos?
La venganza dicen que es el placer de los dioses, cautelosamente comenzó  a moverse.
No le costó mucho tenían enemigos en todo el mundo, miles de denuncias. Enfrentarlos im-plicaba un riesgo, contaban con partidarios incondicionales que se enriquecían con los agro-negocios, cuando su sola importancia  no los arredraba disponían de recursos ilimitados  para comprar a funcionarios, y colaboraban generosamente con los periodistas, pagaban por la publicidad y se asociaban a los medios.
Sin embargo, tanto poder no había sido óbice para que científicos  prestigiosos  arriesgaran sus carreras denunciando tremendos daños.
El paquete tecnológico  que vendían (semillas transgénicas, herbicidas, plaguicidas)   (5 afectaba seriamente a la población de los lugares donde se aplicaba. En una localidad del Chaco, con registros que databan de los diez años anteriores a la aplicación de ese paquete tecnológico, y de diez años posteriores, se comprobó que el uso del herbicida había incidido en el aumento de un 400% en los casos de cáncer y un 300% de malformaciones en los fetos, niños que al nacer carecían de brazos o presentaban serias deficiencias. En los países donde era usado intensivamente, se multiplicaban las enfermedades que provocaba su uso.
Según las normas Internacionales de Salubridad, era la empresa distribuidora  de esos productos, tal como sucede con los medicamentos, quien debía demostrar su inocuidad y no los afectados, pero hecha la ley, hecha la trampa. Para equilibrar la  balanza comercial  externa y acrecentar los recursos fiscales,  los países en desarrollo, aceptaban el incremento del peligroso agronegocio, e incluso la inversión del derecho de prueba sobre perjuicios a la salud.
Los millones de litros del herbicida desparramados en cada campaña anual provocaban además un gran desequilibrio ecológico, la desaparición de muchas especies enemigas de las plagas y el desmonte de millones de hectáreas, en fin un deterioro irreversible.
Y la producción transgénica requería mucha menor participación de mano de obra, desplazando a los campesinos que en esas tierras vivían, hacia las villas miserias de las conflictivas megaciudades.
Es decir que además de los daños a la salud y a la naturaleza que se derivaban de su uso, el desarraigo influía en el incremento de otros delitos, el uso de drogas, el robo de automóviles, la trata de mujeres, los asaltos y asesinatos, la agobiante sensación de inseguridad.
Eran  responsables directos, o indirectos, de la mayor cantidad de muertes extemporáneas en los países en desarrollo. Uno de los mayores enemigos de la humanidad: El asesino silencio-so, al que le rendían pleitesía los  círculos financieros, o los que se enriquecían.
Durante los meses que le había demandado reorganizar su agencia y adquirir conciencia de quienes eran sus enemigos, nuestro investigador se había resignado a  la abstinencia sexual, Lo que no resultaba fácil a un hombre casado, habituado a practicar el coito varias veces por semana, pero  a él no le demando mayor esfuerzo, el shock al que lo sometiera la pérdida de su familia y la ímproba tarea para reorganizar la modesta agencia de la que dependían sus ingresos, habían adormecido su impulso sexual.
Sin embargo no se resignaba a seguir vagando como un perro viudo. Un domingo al retirar del hogar a sus hijos, dejó como quien la olvida una copia detallada de sus investigaciones sobre la mesa del comedor.
Durante toda la semana esperó ansiosamente un llamado. Recién el viernes le habló su mujer.
-Por favor mañana vení  a retirar los chicos un rato antes, tengo algo que comentarte- Y cortó.
Pasó la noche entre ascuas y llegó apichonado al nido.
-Te conozco bien, leí lo que dejaste haciéndote el olvidadizo. Si no se puede hacer nada para que sirve tu investigación?
-Les inicié juicio por la indeminización.
- ¿Y con eso te conformás?  Sólo se trata  entonces de un asunto de dinero?
- No es por el dinero, a otros los dejan sin trabajo, o los matan, pero a mí me cagaron la vida.
-Y entonces?
-Voy a tratar de difundirlo como hace otra gente, a lo mejor entre todos logramos frenarlos.
- Yo también me olvidé una nota sobre el aparador, si querés leéla.
- Es una carta de tu primer novio.
-Me la escribió apenas supo que me había quedado sola. No la contesté.
Seguían siendo los mismos personajes apasionados que una vez decidieron enfrentar juntos lo que les aconteciera.
El retorno al hogar significó para el investigador el aliento indispensable para continuar luchando.
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