Generando cambio

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Tratando de reflexionar PDF Imprimir Correo
Escrito por Ediciones Agua Clara   
Lunes, 15 de Agosto de 2011 00:00
LA TELARAÑA DE LA RIQUEZA.
La reciente difamación contra un gran jurista y ciudadano de la democracia, nos llevó a reflexionar sobre la maraña que entorpece  la creatividad y la obra de quienes  intentan acrecentar el saber de la  humanidad.
Balzac acosado por las deudas y los adelantos de sus editores, se veía obligado a escribir novelas y novelas a un ritmo febril, aunque su capacidad excediera la de los  escribas de folletines semanales (versión en la época de capítulos de telenovelas y programas conducidos por millonarios del entretenimiento)
El conde León Tolstoy entregado a la pasión literaria que nos enriqueció cultural y espiritualmente (La guerra y la paz y Ana Karenina, entre otras) se vio obligado a dejar en manos de la condesa Tolstoy sus bienes y fortunas, quien uso el dominio de esos bienes para amargarle la vida y tratar de condicionar sus actitudes y creaciones. Unos por mucho y otros por poco, Chejov, quizás con Maupassant, los más gran-des cuentistas  del siglo XIX, debió para sostenerse, ejercer durante la mayor par-te de su vida un humilde puesto de médico rural.
Nuestro talentoso Roberto Arlt, no habiendo obtenido beneficio económico de los inventos que patentó, para sustraerse de los condicionamientos impuestos por los medios periodísticos y  los editores, entre otras razones, se hundió en la depresión que lo llevó a suicidarse a los 49 años. Aún parte de su obra, la dramaturgia, no es repuesta con la frecuencia que mereciera. (En la época  también se suicidaron, tal vez por otros motivos, Leopoldo Lugones y Horacio Quiroga)
¿Qué influencia pudo tener en los raptos de locura de Van Gogh el desinterés por su obra, que lo sumía en la pobreza y la dependencia de su hermano Theo para subsistir? Los cuadros adquiridos en pocos francos por un marchand oportunista, desaparecido el pintor elevaron su cotización hasta cifras multimillonarias.
Jorge Luis Borges entregado a las reflexiones de su creación, debió resignarse a ejercer de bibliotecario, puesto del cual fue trasladado, como venganza política, al de inspector de ferias. Cuando sus derechos de autor crecieron, ya anciano y cie-go se casó con una colaboradora más joven cuya buena vista lo auxiliaba en la lectura y redacción de sus trabajos. AL fallecer, la heredera se apropió de la totalidad de sus bienes, sin realizar un pequeño reconocimiento a la persona de servicio que lo había atendido durante toda la vida, como tenía pensado el escritor.
El juez Zaffaroni recibió por sus brillantes estudios de criminología 70.000 dólares o euros, pensó usarlos en viajes de estudio  los depositó en un banco Suizo. Poseía otros bienes heredados que invirtió en departamentos, y se desentendió de ellos confiando la administración a terceros, para dedicarse íntegramente a sus funciones de Juez de la Corte suprema y al desarrollo de teorías jurídicas, motivo por el cual intentaron difamarlo los socios habituales de las  injusticias.
La verdadera inteligencia es enmarañada   por el dinero transformado en principal objetivo de la sociedad. ¡Qué joda!
Sustraerse de un sistema que endiosa las ganancias económicas resulta muy difí-cil aún para los mejores de entre nosotros, de su tranquilidad dependen frutos creativos, verdadero legado al futuro, que debieramos  preservar.
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