Generando cambio

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LA NUEVA ARCA DE NOE PDF Imprimir Correo
Escrito por Lic. Marta Giralt   
Jueves, 02 de Julio de 2020 00:02

altLa nueva forma del Arca de Noé es hoy una rara mezcla de la Biblia junto al calefón, un cambalache con aroma a Smart tv.
Si hay algo que mueve a pensar en estos días es la forma en que la contingencia juntó a unos con otros. Dejando afuera o adentro alguna necesaria ausencia. En días de pandemia y virus con coronita, la soledad parece el fantasma más presente. Ya sea por su presencia monopólica o su añorada ausencia.
La cuarentena que se fue extendiendo como elástico de medias viejas, ha dejado “cada tasa en su casa”. Y están, por un lado:
-los solteros y las solteras, que, en el mejor de los casos se han dado una vuelta para visitar a novios o “tengo algo”, cuando tienen menos de la edad de riesgo. Otros han aceptado el sucedáneo uso de NETFLIX para todo terreno. 2-los solos por decisión propia o por contingencia, que no desafían otra política que la sobrevida, pertrechados de barbijos con glamour y mucha lavandina. Desarrollando aceleradamente sus habilidades virtuales al punto de encontrar en una cámara web el placer que antes se encontraba en un zaguán o en un baño de café.
3-Los adolescentes que se tienen que aguantar la abstinencia del grupo de pertenencia infaltable, remedio antídoto para padres todopoderosos. Porros fumados a destajo, eliminando aromas espurios de Pachuli en baños y antesalas. La casa se ha transformado en una especie de continuado que habilita la noche para esos jóvenes que no quieren encuentros con sus mentores. El día es una larga dorminata, mezcla de dormida y caminata.
La soledad siempre es una afrenta cuando se la padece. Pero ¡que necesaria!
Quienes realmente padecen esta arbitraria distribución de los cuerpos en la pandemia son los amantes.
Los que lo son, los que lo fueron antes, los que aún no llegaron a concretar el acto, pero los agarró la cuarentena con ganas y distancia.
Los amantes que se encontraban en la oficina, todos los días. Y se daban besos a escondidas. Y con ese encuentro pasaban el tirón hasta el otro día. Desde hace tres meses no se ven. Y no pueden ni siquiera hablarse por video llamada. Mensajes de texto o WhatsApp eliminados, este es un período de “promiscuidad virtual”
Fotos fugaces, y frases que transitan los ciber-cielos de encuarentenados amores. Los amores platónicos de miradas cotidianas, soñando siempre con un mañana.
Los amantes que no pernoctan en albergues transitorios, suspendida ya la seguridad de toda forma de fugacidad corpórea, transitan la virtualidad solitaria.
Los hombres avezados en la pornografía, suelen tener más desarrollado el hábito manual del autoplacer. Las mujeres, con más roles que pelos para depilar, no encontramos esa imprescindible soledad para explorar el deseo, en medio de tanta versión casera de Utilísima. Cocinar para más de cuatro. Limpiar hasta que del virus no quede ni el nombre. Llega la noche y cada hembra se mete en su sobre sin ninguna cucharita. Salvo las recién casadas. Las que, por azar o suerte inauguraron novio en medio de tanta muerte y tanto miedo.
Los amantes, repito, esos son los que perjudicó el virus. Parte de la clandestinidad lavada a desgano. Amores que hay que olvidar o añorar buscando excusas en miedos o angustias.
Amantes que se veían cada viaje de él, cada tren, cada terminal de una ciudad. Amantes que ya no se pueden ni oler ni tocar las manos por esos segundos eternos.
Amantes soportando la presencia de lo cotidiano como una moralina obligada y remedio al mal que debe haber traído al virus de castigo.
Los amantes viejos, que pecan por haber transgredido la edad establecida para el amor como dios manda.
Amantes jóvenes que no sacian su anhelo de disfrute con una sola piel.
Amantes que saben que lo prohibido es la causa de su deseo.
El mundo de la pandemia es un mundo monógamo a la fuerza. Con el rigor de la mentalidad profiláctica del virus. Que no tiene vida, ni la deja vivir a los demás.
Mundo de bolsas repasadas una y otra vez con lejía. Solo el barbijo adquiere un valor seductor de ojos que se abren sorteando la soledad.
Y mientras tanto, la soledad de vivir con la compañía del virus y de las pérdidas. Mirando fotos que recuerdan el espacio perdido.
Porque el tiempo está coagulado y es un presente constante, en un lugar similar a una obra teatral, en un mismo escenario.
Zoom de clases de yoga, mesa para video conferencias, ventas de sol para siestas sin sueño.
La sexualidad ejercida es la gran ausente en esta cuarentena. Se tuvo que refugiar en los lugares más inverosímiles. Ahí donde no la encontramos ni para saber que soñamos.
Los solos porque están solos, y los que están acompañados, porque lo están todo el tiempo, sin variar el elenco, lo que se extraña es la variedad.
Para consuelo de solos y solas mal acompañados, está la música y el baile, a cualquier hora y lugar.
La soledad es el viento anhelado entre tanta humedad.

 
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