Generando cambio

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LAS PASTILLAS DEL ABUELO PDF Imprimir Correo
Escrito por Lic. Marta Giralt   
Sábado, 04 de Julio de 2020 12:39

altEl tiempo pasa.... El aristotélico, y el tiempo de las ciencias. Pero hay otro tiempo, el de la repetición, que no cesa de no pasar. Cuando creemos que tenemos todo controlado en relojes o celulares, se independizan las agujas y los ceros, bostezan los viejos relojes de pie que sobreviven, firmes en los recuerdos que representan. El tiempo se ha cansado de estar siempre. De obedecer al virus su reinado incierto. Como el de todo tirano. Aunque uno sabe que todo reinado llega a su ocaso. Que siempre que llovió paró. Que aún este virus pasará. Como pasa el tren que tanto amenaza con ser el último. Pero mientras tanto, uno va haciendo cambios de marchas, como en una bici de esas que nos llevan a lugares de sol, con viento en la cara y los cabellos al aire. La historia es la que escribe otro tirano: el tiempo. Cronos. O cómo quiera llamársele. Cuando se distraen las cosas que urgen, las benditas prioridades, nos marca el paso. Siempre está. Es ese palpitar, ¿vio? Sandro dixit.
Ansiosos, con prisa por salir del pasado sin siquiera tocar el “ahora”, para asirse a un futuro que no logra llegar a paladear. El ansioso, voraz consumidor de momentos, guarda lo que logra, sin saber dónde lo acumula. Y sigue por la cinta sinfín del "TENGO QUE"
Un nostálgico habitante de las horas, en cambio, no termina de despedirse de "ese dolor" que ya ni siquiera dejó pétalos secos. Sólo sus ideas pertinaces y posesivas, frente a un mundo que no le interesa. Es entonces ese dolor del amor perdido, lo más vivo que tiene.
El tiempo es quien abre la puerta para ir a vivir. ¿Pero a vivir cuál de los tiempos? ¿El del deseo y sus alivios, o el de las hadas madrinas, que instan a ser alguien que nunca se es del todo?
Se confunde en este bricolage pandémico el mundo de las ciencias duras y modernas, con el de los cuentos y los mitos. Unos y otros están engarzados de manera inseparable.
Lo demás es transcurrir y transitar en monopatín el aquelarre de amores que fugan, o no contestan, y construir el propio castillo de una vida que nunca será con la forma de lo soñado, pero sí de lo que supimos disfrutar. El pasado está a nuestra merced para ser cambiado a como sea lugar.
Mientras tanto, el mundo de la farmacopea ha hecho ya su derrotero de sales y belladona, para mujeres sin músculos tonificados. Pálidas, mórbidas y siempre al borde del desmayo. Almodovarianas. DI FEMME.
Hoy pastillas de todos los colores, y tamaños, nos hacen tragar las angustias y desesperanzas en dosis reguladas.
A esas compañeras de la vida, más sencillas que el duro arte de pedir y dar, de aceptar y amar, de poner puntos finales en los párrafos que nos hacen sufrir, también se les cambia el tiempo.
Hoy en esta "rebelión en la granja", nada es para siempre. (Fabi Cantilo, no me apuntes). Ni los pastilleros o los que se olvidan con alcohol de lo que tenían que olvidar, los que fuman para acompañar el paso de las cosas, y haciendo humo de los días. Aún todos los viciosos que omnipotentemente pretenden domar la rueca de las horas, no logran más que una pausa, más o menos breve, de apaciguar el alma.
Y entonces, ¿qué es de la vida de los desalmados? Esos que llegamos al siglo 21 con bienestar y sin utopías. El alma que canta, como el libro de cuando éramos niños. El alma de los ateos, y de los agnósticos. El alma de los confinados a vivir sin dios. Pero la repetición insiste. La vida pulsa.
Algunos expertos en diagnosticar, extienden recetas de palabras raras, pero seguramente certeras. Ahora, ante el virus, esos señores no tienen respuestas.
Que ya va a pasar. Que falta el pico, que hay que evitar el rebrote...Que el barbijo. Que la distancia.
Sólo sé que no sé nada. Sócrates es el sabio de la humanidad.
En fin. El tiempo es un chicle rosa. Y tengamos cuidado de no pegarlo debajo de una mesa. Ahí donde seguro apoyamos la pierna o se seca como las buenas intenciones.
“Todo pasa y todo queda”, decía un poeta en España. Como el tiempo está tan raro, el espacio también ha perdido su forma y su quicio. Bien lo decía el filósofo Kant, las coordenadas del ser humano son su paso y su pa ciencia. o sea, “tiempo y espacio”
La quietud alteró ritmos y ansias, remplazando el amor por chocolate. Y los cuerpos, quietos como ganado de feed lot, fueron hinchándose hasta perder su forma. La ropa ya se resiste a soportar esa afrenta. Botones forzados a la represión más cruel. Cierres que de relámpago ya sólo les quedan los dientes. Total, en vez de mirarse en el espejo uno mira la heladera full time. Lo demás ¡ es incierto!
Estamos ante lo nuevo de toda novedad. Aquello que nos hace afrontar a todos por igual. Pero ojo, nada es igual a nadie. I cada uno/una construye su ahora con las agujas que le quedan. Las de coser, las de marcar horas muertas, las del clavar el final de ciertos dolores. Para otra pandemia.

 
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