(Sherlock Holmes se pichicateaba, los detectives de la serie ne-gra consumían grandes cantidades de alcohol y palizas. A nuestro investigador cuando los problemas lo desbordan reacciona con una violencia inútil., la ciclotimia lo hunde en depresiones, prisionero de la impotencia atisba el mundo como a través de las rendijas de una celosía. Hasta que el simple ejercicio de la rutina diaria le devuelve cierto equilibrio) Ese viernes amaneció con fiebre, gripe en puerta y sin invitación, por la mañana se quedó en cama, pero por la tarde debía concurrir a su oficina en la agencia de seguridad, tenía citada gente. Le prometió a su mujer que no realizaría ninguna otra tarea y para tranquilizarla dejó el coche en el garage. Manejar por el centro es un despelote, caldo de cultivo de atropelladores que cambian de carril cincuenta veces para anticiparse a los demás aunque no ahorrasen ni un minuto, o de sádicos, que los hay, los hay, y les gusta tensar a los demás automovilistas y a los transeúntes. Se daría el lujo de viajar repantigado en el asiento de atrás como los tipos que tienen chofer, tomaría taxi a la ida y a la vuelta, total por ochenta pesos… aunque sobrar, no le sobraban. Apenas salió a la calle pasaron varios vacíos, eligió el más moderno de los que volvían hacia el centro, lo manejaba un hombre algo mayor. Después de indicarle el camino que prefería tomar, para prevenir un viajecito por medio Buenos Aires, se puso a charlar con el conductor. Le contó que estaba medio engripado y por eso no viajaba en auto, tampoco le gustaba tanto manejar. -Dicen que el taxi es como un confesionario: Sabe las cosas que escuchamos hasta el fin del día? ¿Es muy viejo? -Quién? -¿Quién va a ser? El auto. -Tiene menos de cuatro años y anda bien. -¿No lo quiere vender? Mi hijo anda buscando uno. (De paso cañazo.) –No… mejor siga manejando. -Cómo dijo que no le gustaba manejar. Se lo paga al contado -Vamos a dejarlo ahí. - El que empezó a hablar es usté. -Conversar es una cosa, pero que me traten de ventajearme no me gusta. -Y a mí no me gusta que me falten el respeto, soy un hombre grande. -Para no faltarle el respeto ¿tengo que dejarme tomar por sonso? Había un tráfico infernal hacia el centro, comenzaba un feriado largo. Como estaba feo y hacía mucho frío, en vez de minivacaciones, la gente se largo a pasear por el centro. Iban a paso de hormiga, el taxista se lamentaba pensando en la recaudación, las fichas caían cada dos minutos, en cambio andando ligero caían cada veinte o treinta segúndos. Y él en vez de gastar ochenta pesos iba a gastar ciento veinte. Avisó a la oficina por el celular que se demoraría media hora para que lo esperaran, Cuando se bajó, el intercambio de palabras había quedado atrás monedas mediante, el taxista le agradeció la propina, por hay no era tan malo. La cosa se puso peliaguda a la hora del retorno, no se veía un taxi vacío ni para consuelo, y cuando aparecía preguntaba: -¿para donde va? estoy por entregar el turno. Acertar era más difícil que ganar el quini. Por fin paró uno que no tenía rumbo prefijado. -¿Adonde va? - A Plaza Irlanda (y le salió el mandamás administrativo) Tome Tucumán, cuando pasemos el Abasto doble hacia Lavalle, para seguir por Estado de Israel, Angel Gallardo, Gaona… -Naaa! yo no tomo Tucumán ni por broma, voy por Córdoba -Para agarrar Córdoba por acá hay que hacer como seis cuadras de más. -Si no le gusta bajesé, recien un viaje me llevó como una hora. -¿Por Tucumán? –No, pero yo tomo Córdoba.- Violentamente abrió la puerta de atrás - ¡Bajesé! -¿Por qué me voy a bajar? - Le digo que se baje ¿¡Usté es guapo!? –No el guapo es usted. Soy un ciudadano decente, aquí tiene mi documento, llevo plata para pagar el viaje y el taxi es un servicio público. - ¡Bajese! -No me bajo nada. - Cuando encuentre un vigilante lo hago bajar.(Cerró la puerta y puso el coche en marcha.) -Está bien… dese el gusto, vaya por Córdoba. Pero no tomó Córdoba, se desvió cinco o seis cuadras hasta Paraguay y Azcuénaga donde dió con un vigilante y abrió la puerta. -¡Hágalo bajar! -¿Por qué voy a bajar? No soy delincuente, llevo dinero para pagar el viaje, y éste es un servicio público. (El agente) -Pero si él no lo quiere llevar… -No me quiere llevar porque enseguida engancha otro viaje, si anduviera dando vueltas vacío, me llevaba encantado. -Ellos tienen derecho a no ir a la Provincia. -Yo no voy a la Provincia, voy a Plaza Irlanda y él había aceptado el viaje. (Agente)-Si no lo quiere llevar… yo enseguida le consigo otro taxi. Pensó en ir hasta la comisaría para hacer valer sus derechos, pero con el ajetreo y el disgusto, se sentía más engripado, llevó su mano a la frente, ardía. Además, no le gustaba exhibirse como ex subjefe de la Policía Aeronáutica, prefería la condición de simple ciudadano. -Está bien, usted se equivoca agente al ceder a la prepotencia para tratar de evitarse complicaciones (al fin se bajó). Taxis no aparecían, estuvo esperando como tres cuartos de hora, soplaba el viento y hacía mucho frío, hasta que el agente relegando a otros interesados lo hizo subir a un taxi que por casualidad se desocupó en la esquina. Encima se le ocurrió bajar para comprar analgésicos en la farmacia de Avenida San Martín frente al Banco Nación, llegaría a su casa desfalleciente, le esperaba un fin de semana en cama. Era la mejor farmacia de la zona, por pago en efectivo descontaba 25% y nunca le faltaba ningún remedio. El dueño que habitualmente controlaba a los empleados no estaba, lo atendió una mujer grande con más cara de cansada que la de él mismo. - ¿Qué le pasa señora? La circunstancia favoreció la confidencia -Estoy desde las nueve de la mañana y hasta las nueve de la noche falta una hora. -¿Y el descanso del mediodía? -Me dan sólo media hora. Encima fin de semana por medio, me toca trabajar sábado y domingo. Mañana de vuelta a las nueve. - Por lo menos las extras son buenas? Porque acá no paran ni un minuto. -Mejor no hablar. Mal de muchos…en el Once las empleadas están peor, mordisquean un bocado en el depósito entre cliente y cliente, trabajan doce horas por una miseria, pero por lo menos el domingo descansan. ¿Quién le mandaba a él interesarse en los problemas ajenos? Taxi desocupado consiguió enseguida, volvían hacia el centro para cargar pasajeros. Cuando le dijo que iba a doce cuadras no le gustó nada, se debía haber ilusionado con hacer doblete, ocupado hasta el centro para enganchar allí otro viaje largo. La titular del coche era una comanditaria que debía tener quinientos, alquilados por trescientos, o cuatrocientos pesos el turno. Cuando sube la tarifa aumen- tan el alquiler, tomar taxi en una emergencia puede resultar prohibitivo.¿Por qué carajo transformaron el taxi en negocio especulativos Las licencias se vendían y algunos turros chapaban a dos manos ¡Qué mundo, por favor! ¿Y por qué carajo él sólo veía lo negro de las cosas? Lo llevó volando. Fue lo mejor que le pasó en el día. Encontrar un pobre infeliz que para salvarse tenía que enganchar viajes largos. Ediciones Agua Clara- www.edicionesaguaclara.com.ar-
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ESCENAS DE LA CALLE DEL DIABLO (Sherlock Holmes se pichicateaba, los detectives de la serie ne-gra consumían grandes cantidades de alcohol y palizas. A nuestro investigador cuando los problemas lo desbordan reacciona con una violencia inútil., la ciclotimia lo hunde en depresiones, prisionero de la impotencia atisba el mundo como a través de las rendijas de una celosía. Hasta que el simple ejercicio de la rutina diaria le devuelve cierto equilibrio) Ese viernes amaneció con fiebre, gripe en puerta y sin invitación, por la mañana se quedó en cama, pero por la tarde debía concurrir a su oficina en la agencia de seguridad, tenía citada gente. Le prometió a su mujer que no realizaría ninguna otra tarea y para tranquilizarla dejó el coche en el garage. Manejar por el centro es un despelote, caldo de cultivo de atropelladores que cambian de carril cincuenta veces para anticiparse a los demás aunque no ahorrasen ni un minuto, o de sádicos, que los hay, los hay, y les gusta tensar a los demás automovilistas y a los transeúntes. Se daría el lujo de viajar repantigado en el asiento de atrás como los tipos que tienen chofer, tomaría taxi a la ida y a la vuelta, total por ochenta pesos… aunque sobrar, no le sobraban. Apenas salió a la calle pasaron varios vacíos, eligió el más moderno de los que volvían hacia el centro, lo manejaba un hombre algo mayor. Después de indicarle el camino que prefería tomar, para prevenir un viajecito por medio Buenos Aires, se puso a charlar con el conductor. Le contó que estaba medio engripado y por eso no viajaba en auto, tampoco le gustaba tanto manejar. -Dicen que el taxi es como un confesionario: Sabe las cosas que escuchamos hasta el fin del día? ¿Es muy viejo? -Quién? -¿Quién va a ser? El auto. -Tiene menos de cuatro años y anda bien. -¿No lo quiere vender? Mi hijo anda buscando uno. (De paso cañazo.) –No… mejor siga manejando. -Cómo dijo que no le gustaba manejar. Se lo paga al contado -Vamos a dejarlo ahí. - El que empezó a hablar es usté. -Conversar es una cosa, pero que me traten de ventajearme no me gusta. -Y a mí no me gusta que me falten el respeto, soy un hombre grande. -Para no faltarle el respeto ¿tengo que dejarme tomar por sonso? Había un tráfico infernal hacia el centro, comenzaba un feriado largo. Como estaba feo y hacía mucho frío, en vez de minivacaciones, la gente se largo a pasear por el centro. Iban a paso de hormiga, el taxista se lamentaba pensando en la recaudación, las fichas caían cada dos minutos, en cambio andando ligero caían cada veinte o treinta segúndos. Y él en vez de gastar ochenta pesos iba a gastar ciento veinte. Avisó a la oficina por el celular que se demoraría media hora para que lo esperaran, Cuando se bajó, el intercambio de palabras había quedado atrás monedas mediante, el taxista le agradeció la propina, por hay no era tan malo. La cosa se puso peliaguda a la hora del retorno, no se veía un taxi vacío ni para consuelo, y cuando aparecía preguntaba: -¿para donde va? estoy por entregar el turno. Acertar era más difícil que ganar el quini. Por fin paró uno que no tenía rumbo prefijado. -¿Adonde va? - A Plaza Irlanda (y le salió el mandamás administrativo) Tome Tucumán, cuando pasemos el Abasto doble hacia Lavalle, para seguir por Estado de Israel, Angel Gallardo, Gaona… -Naaa! yo no tomo Tucumán ni por broma, voy por Córdoba -Para agarrar Córdoba por acá hay que hacer como seis cuadras de más. -Si no le gusta bajesé, recien un viaje me llevó como una hora. -¿Por Tucumán?
–No, pero yo tomo Córdoba.- Violentamente abrió la puerta de atrás - ¡Bajesé! -¿Por qué me voy a bajar? - Le digo que se baje ¿¡Usté es guapo!? –No el guapo es usted. Soy un ciudadano decente, aquí tiene mi documento, llevo plata para pagar el viaje y el taxi es un servicio público. - ¡Bajese! -No me bajo nada. - Cuando encuentre un vigilante lo hago bajar.(Cerró la puerta y puso el coche en marcha.) -Está bien… dese el gusto, vaya por Córdoba. Pero no tomó Córdoba, se desvió cinco o seis cuadras hasta Paraguay y Azcuénaga donde dió con un vigilante y abrió la puerta. -¡Hágalo bajar! -¿Por qué voy a bajar? No soy delincuente, llevo dinero para pagar el viaje, y éste es un servicio público. (El agente) -Pero si él no lo quiere llevar… -No me quiere llevar porque enseguida engancha otro viaje, si anduviera dando vueltas vacío, me llevaba encantado. -Ellos tienen derecho a no ir a la Provincia. -Yo no voy a la Provincia, voy a Plaza Irlanda y él había aceptado el viaje. (Agente)-Si no lo quiere llevar… yo enseguida le consigo otro taxi. Pensó en ir hasta la comisaría para hacer valer sus derechos, pero con el ajetreo y el disgusto, se sentía más engripado, llevó su mano a la frente, ardía. Además, no le gustaba exhibirse como ex subjefe de la Policía Aeronáutica, prefería la condición de simple ciudadano. -Está bien, usted se equivoca agente al ceder a la prepotencia para tratar de evitarse complicaciones (al fin se bajó). Taxis no aparecían, estuvo esperando como tres cuartos de hora, soplaba el viento y hacía mucho frío, hasta que el agente relegando a otros interesados lo hizo subir a un taxi que por casualidad se desocupó en la esquina. Encima se le ocurrió bajar para comprar analgésicos en la farmacia de Avenida San Martín frente al Banco Nación, llegaría a su casa desfalleciente, le esperaba un fin de semana en cama. Era la mejor farmacia de la zona, por pago en efectivo descontaba 25% y nunca le faltaba ningún remedio. El dueño que habitualmente controlaba a los empleados no estaba, lo atendió una mujer grande con más cara de cansada que la de él mismo. - ¿Qué le pasa señora? La circunstancia favoreció la confidencia -Estoy desde las nueve de la mañana y hasta las nueve de la noche falta una hora. -¿Y el descanso del mediodía? -Me dan sólo media hora. Encima fin de semana por medio, me toca trabajar sábado y domingo. Mañana de vuelta a las nueve. - Por lo menos las extras son buenas? Porque acá no paran ni un minuto. -Mejor no hablar. Mal de muchos…en el Once las empleadas están peor, mordisquean un bocado en el depósito entre cliente y cliente, trabajan doce horas por una miseria, pero por lo menos el domingo descansan. ¿Quién le mandaba a él interesarse en los problemas ajenos? Taxi desocupado consiguió enseguida, volvían hacia el centro para cargar pasajeros. Cuando le dijo que iba a doce cuadras no le gustó nada, se debía haber ilusionado con hacer doblete, ocupado hasta el centro para enganchar allí otro viaje largo. La titular del coche era una comanditaria que debía tener quinientos, alquilados por trescientos, o cuatrocientos pesos el turno. Cuando sube la tarifa aumen- tan el alquiler, tomar taxi en una emergencia puede resultar prohibitivo.¿Por qué carajo transformaron el taxi en negocio especulativos Las licencias se vendían y algunos turros chapaban a dos manos ¡Qué mundo, por favor! ¿Y por qué carajo él sólo veía lo negro de las cosas? Lo llevó volando. Fue lo mejor que le pasó en el día. Encontrar un pobre infeliz que para salvarse tenía que enganchar viajes largos. Ediciones Agua Clara- www.edicionesaguaclara.com.ar-
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