Generando cambio

Generando cambio

En Pleno desarrollo del festival de festivales, un gran homenaje a Zitarrosa - Otra joya de Agencia Paco Urondo para NUEVO PAÍS PDF Imprimir Correo
Escrito por Agencia Paco Urondo para Nuevo País   
Lunes, 21 de Enero de 2013 00:00
¡Extraordinario Material de Paco Urondo!
                         Zitarrosa: un Pueblo en la garganta
Recordamos al maestro uruguayo, voz y cuerpo del canto popular suramericano. Su estilo marcó a fuego el oficio del cantor, sus letras aun nos guían en este sueño de Patria Grande y dolores que nos obligan a continuar la lucha.
SUMARIO // PRESENTACIÓN // El oficio de cantor, por Juan Ciucci / Entrevista de Alfredo Zitarrosa a Atahualpa Yupanqui // MUSICA: Entrevista a Eduardo Berti sobre el rock de los años `80 // DISCOS: La más maravillosa música // LETRAS: El CHE, el tango y el mate //
Presentación En el Suplemento de hoy invocamos a uno de los más grandes artistas populares que ha dado el Río de la Plata: Alfredo Zitarrosa. Recuperamos así la obra y trayectoria de un hombre que, como expresa el texto de Juan Ciucci, comprendió que en las fuentes de la tradición podía encontrar el espíritu vital de su pueblo. A su vez, recordamos su labor periodística en una notable entrevista a Atahualpa Yupanqui, realizada por Zitarrosa en 1971 para el semanario uruguayo Marcha.
Imbuidos en la música que irradia la invocación a Don Alfredo, presentamos también una entrevista a Eduardo Berti sobre el rock nacional en los años `80. Y la ya clásica columna La más maravillosa música de Lucio Guarnaccia, que en esta oportunidad se concentra en el género del folk y nos acerca dos discos emblemáticos: Pink Moon (1972) de Nick Drake y This is…Tunng (2006) de la banda inglesa homónima.
Por último, un nuevo capitulo inédito del libro que está preparando Lois Pérez Leira sobre el Che Guevara. En este caso, su pasión por el tango, la poesía y el mate.
Feliz domingo para tod@s!
El oficio del cantor
El canto, la palabra, el oficio del hombre de Pueblo que ofrece su arte a sus pares. Proponemos pensar a Zitarrosa desde Guitarra Negra, su obra en la que reflexiona sobre los alcances y responsabilidades que eligió asumir.
Por Juan Ciucci l Hablar de destino parece imprimirle una dimensión sacra a la vida de Don Alfredo, que quizás suene excesiva para un materialista. Pero Zitarrosa, sin proponérselo, encarna como pocos el espíritu de una época, de una voluntad, de un Pueblo. El hombre que empezó como locutor, periodista, poeta, encuentra en su camino al canto, y ambos se perturban. Pronto comenzaría a construirse una carrera de esas incipientes canciones, que lo revelan como un poeta de una notable profundidad y sencillez. Una de sus primeras obras, con tan sólo 29 años, es Milonga para una niña, donde analiza los difíciles tiempos del amor; o Mire amigo, que refleja el dolor y la bronca contenida de aquel que vive y sufre su existencia.
Pronto Don Alfredo comienza a ser reconocido en su país, y en toda Suramérica. Hay algo novedoso en su voz, en sus guitarras, en sus palabras. Parte de una generación brillante del canto uruguayo (Viglieti, Los Olimareños, El Sabalero), su estilo recuperó las tradiciones populares del canto de su país. Sus milongas revitalizaron el género, del que fue un profuso conocedor y defensor. Esa fue una de sus banderas, entre muchas otras que supo llevar y que le costaron la persecución y el exilio. “Compongo por milonga porque es un estilo de expresión muy vivo en mi país y conserva una total vigencia entre las clases populares tanto del campo como de la ciudad. Yo me tomo muy en serio esto de ser un artista popular, porque cuando eso es el resultado de una retribución de la gente que se siente interpelada, se convierte en una gran responsabilidad”. Es un tradicionalista revolucionario, que comprendió que en esas fuentes fecundas de la tradición podía encontrar el espíritu vital de su Pueblo.
Fue un autor que cantó a muchos otros, y que reconocía el valor de esas obras y se interesaba por difundirlas: Silvio Rodríguez, Rubén Lena, Atahualpa Yupanqui, Washington Benavides, Yamandú Palacios, José Alonso y Trelles, Enrique Estrázulas, Nicolás Guillén, Carlos Di Fulvio, Idea Vilariño, Gastón Ciarlo “Dino”, Aníbal Sampayo, Ignacio Suárez, Armando Tejada Gómez, Eliseo Salvador Porta. Su obra también se reflejó en otros, y en nuestro país fue fundamental la versión de Zamba por vos que hiciera Jorge Cafrune.
Con sus canciones acompañó los años tumultuosos de la Patria Grande, época de luchas y reivindicaciones sociales y políticas. Con filiación frenteamplista, su canto estuvo presente en actos y encuentros, en los frentes de lucha. Un hombre de Pueblo, que interpretaba su accionar como parte de ese todo al que pertenecía, en eso que llamaba el oficio del cantor. “Para mí las canciones no generan revoluciones, no modifican el movimiento de las sociedades. La sociedad, en cambio, sí modifica las canciones”.
Contracanciones
Ese trajín del cantor popular, lo enfrenta a su accionar como sujeto histórico, a su bella posición de artista. Zitarrosa interroga su figura, sus rebotes, el aplauso que le devuelve la sala a oscuras. Ese proceso creativo toma forma en sus Contracanciones, que darían nacimiento a Guitarra Negra, una de las obras de música popular más importantes del Siglo XX. Su reflexión política y cultural se expresa en esta búsqueda, en este enfrentamiento con su estilo. La persecución, el comienzo de la derrota generacional, el rol de su voz en ese camino que comienza a dejar de ser tan nítido, la concepción del artista militante; son algunos de los temas que ocupan este largo poemario.
“Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra... Cómo haré para que sientas mi torpe amor, mis ganas de sonarte entera y mía... Cómo se toca tu carne de aire, tu oloroso tacto, tu corazón sin hambre, tu silencio en el puente, tu cuerda quinta, tu bordón macho y oscuro, tus parientes cantores, tus tres almas, conversadoras como niñas... Cómo se puede amarte sin dolor, sin apuro, sin testigos, sin manos que te ofendan... Cómo traspasarte mis hombres y mujeres bien queridos, guitarra; mis amores ajenos, mi certeza de amarte como pocos... Cómo entregarte todos esos nombres y esa sangre, sin inundar tu corazón de sombras, de temblores y muerte, de ceniza, de soledad y rabia, de silencio, de lágrimas idiotas...”
Esta introducción a Guitarra Negra dice todo aquello que le duele al cantor, esos sentimientos que intenta reflejar, que su voz ocupa, y que se vuelve arte para el que lo oye. Pero desconfía de su suerte, de su arte, de la vida en esas voces. Su honda ironía se refleja en Flor show, metáfora emparentada con su Canto de nadie, donde Zitarrosa se vislumbra como mero espectáculo, espectacularizado por quienes hacen uso de su show.
“En la punta del agua... una flor blanca, luminosa, de quince dólares, se hace chispa, se abulta, se diluye, chorrea entre otras flores más pequeñas, llora, se agita, la catapulta el chorro de agua y sube como bola en el aire... Está naciendo siempre, mientras el agua canta en esa fuente de la boîte... Entre aplausitos, al compás de la orquesta, blanda flor blanca, acuosa, nostalgiosa en el aire... subida en los aplausos como espitada, hendida, empitonada... gime y llora en la noche, tira estrellas bailando bajo el humo, renace, llora por el chorro azul-blanco de la fuente como si fuera planta que la cría -y que no es-... y sin embargo, así seguirá abriéndose, muriendo, hinchándose y flotando, mientras duren la noche, su belleza infantil de ingeniería, su blando corazón bajo el foquillo fijo y lechoso... el gringo, el chorro de agua a precio, el aire de importación, esas hembras, el mozo, esos señores...”
Su obra quizás pueda resultar lejana por sus revueltas tradicionales, en este siglo XXI tecnologizado. Zitarrosa se aleja de los lugares comunes, retoma desde la tradición los discursos de vanguardia, exhorta a no creerle o aplaudirle como zonzos. Este breve repaso lo cerramos con Uruguay for export, otra desgarradora reflexión política del lugar en que se inscribe el intelectual, el artista. Un hombre que construyó su nombre, decide romperlo para vaciarlo intentando renovarse. Los últimos años de Don Alfredo fueron muy duros, murió en su tierra pero con el dolor intrínseco en su sangre. No pudo componer en el exilio, lejos de esta tierra americana. Y al volver volvió con sus muertos, con quienes se marchó. Sabemos que tendrá larga vida en nuestra memoria, maestro.
Uruguay for export
“Temblando, con el frontal partido por el marrón, por el marronero, cae sobre sus costillas, pesada como un mundo, la res... Cae con estrépito, de bruces sobre el cemento... balando al descuajarse su osamenta, ya sólo un pobre costillar enorme, ya sólo un pobre cuero y sangre, media tonelada de huesos astillados, hincados en toda esa vida temblorosa y atónita... Ahí se va alzando, como un pesado pingajo, atrapada por la pata por un gancho que le salta arriba, que la alza por un ojal abierto en el garrón de un cuchillazo en plena estupidez sentimental, en plena media tonelada de monstruoso dolor, incomprensible, absurdo, balando, plañidera y tonta, como un escarabajo que no piensa, mientras medita lentamente por qué duele tanto y por qué duele qué parte de quién que es ella misma, la res, abierta al descuartizamiento atroz por todas partes, que nunca habían dolido y que eran tantas partes, tan extensas... y que pastando nunca habían dolido... haciendo leche, esperma, músculos, crin y cuero y cornamenta viva, que eran la vida misma manando hacia sus adentros, vibrando tiernamente como un sol cálido hacia sus adentros... y nunca habían dolido... Ya está colgada... Las patas delanteras se enderezan, se endurecen y avanzan hacia adelante y hacia arriba, implorantes y fatalmente rígidas, rematadas en cortas pezuñas que hace un instante amasaban el barro del corral, el estiércol de otros cien balidos, dinosaurios del siglo de las máquinas, nacidos para morir de un marronazo... Ahora ya es carne azul colgada en la heladera: "Uruguay for export"... Aquella res, que murió de un marronazo, cayó y tembló todo el frigorífico... Aquella otra res que recibió el marronazo en plena frente, de dos dedos de espesor, mientras entraba al tubo desconfiando porque allí no había pasto, alcanzó a comprender que había otra res delante, balando, que ya se la llevaba el gancho... y cayó detrás, también, y el cemento tembló bajo esos huesos... Aquella otra res, que esquivó el marronazo y que cayó también, con un ojo reventado y una guampa partida, deshecha, también cayó y tembló la tierra, tembló el marrón, tembló el marronero; la res, murió temblando de dolor y de miedo... de un marronazo en plena frente "for export" del Uruguay...”
Cuando Zitarrosa entrevistó a Atahualpa Yupanqui
Fragmento de la entrevista para el semanario Marcha (Uruguay) a Atahualpa Yupanqui por Alfredo Zitarrosa (1971).
"Hoy por hoy, don Atahualpa Yupanqui es uno de los más controvertidos creadores populares del Río de la Plata. Porque vive en París, porque está viejo, porque "uno cree que no cambia y que cambian los demás". Lo mismo que sería imposible remover una montaña sin demolerla, la historia de sus "renuncias", de su "envidia", de su "malhumor", de su "divismo", tan larga ya como reiterada y mejorada en cada tramo por sus detractores de ayer y de hoy, no ha bastado para abrir siquiera una fisura de su bien ganada fama mundial y permanente. La fama en el caso de don Atahualpa abarca significados más hondos, sobrevive a innumerables contingencias a lo largo de cincuenta años de canto y guitarra campesinos, que ocupan en su voz y por gracia de su sensibilidad casi todo lo que va del siglo (...)
Don Atahualpa es un hombre cercado, desde hace mucho, principalmente por su notoriedad, que no ha sabido superar. No nació para lucir smoking y animar la fiesta, firmar autógrafos, recibir aplausos. No goza con eso, no puede. Nació para crear, con humildad y obstinación; para elegir con certeza, entre todas las canciones posibles, la más bella, la más honda para la mayoría, la más antigua, la menos suya (...) Los que amamos su arte y los que no, los que amamos su integridad de arista y los que siempre van a encontrar en el payador perseguido un peronista, un mal poeta, un comunista renegado o cualquier otra cosa que puedan despreciar, odiar u olvidar sin recato, especialmente los cantores, somos culpables de su soledad. Hoy, allá en París, lejos de su hijo, de sus caballos de andar, lejos del piano que supo tener, esa soledad que él no pudo aborrecer y que le ayudamos a tejer en su torno, lo envuelve como un capullo seco, apenas traslúcido (...)
(...) El Atahualpa de hoy difícilmente hablará bien de nadie o de sí mismo. Estará siempre a la defensiva. Incurrirá en vanidad o será injusto, aun hablando de la justicia o de la vanidad, esa deformación.
Se sentirá burlado, avasallado, herido o halagado y reaccionará siempre igual, valido de su rara inteligencia, con una frase corta, cuyo sentido es claro, muchas veces mordaz, siempre sentenciosa, a veces amable pero impersonal. Y será profundamente antipático para el que lo envidie o para el adulón; enternecedor o ambiguo, esquivo según el interlocutor. "Divo" siempre, buscará centrar la atención sobre sí mismo y sobrellevará con tozudez de indio puro el esplendor del que brille más. Pero va a ser difícil, siempre ganarle a la carrera (...)
Conducta
–(...)Es muy delicado cantar, paisano. Porque mal se pueden cantar canciones con sentido social, si en el fondo de su alma o en la conducta diaria no hace más que hacerse mantener por una vieja rica o tener un Mercedes (...) es más honorable el ciego que vende lápices en una esquina, que el cantor que anda diciendo por ahí que la tierra y el hombre, y el obrero, y el minero... y resulta que cada año cambia el coche... ¡Hay algo falso ahí!
–¿Usted toca la guitarra todos los días, maestro?
–No, nunca... muy pocas veces (...) Leo todos los días, pero no toco la guitarra. Porque me di cuenta de que no voy a aprender más de lo que he aprendido, por los años que tengo, tengo mis manos endurecidas, tengo una técnica defectuosa, un montón de defectos guitarrísticos... En cambio me hace mucha falta aprender de la vida, cosas...
–¿Y esos dos mil temas folklóricos que usted dice?
–Esos los tengo acá (señala la cabeza)... los publicaré alguna vez. He vivido mucho, he caminado mucho. ¿Yaravíes del Perú? Me animaría a jugarle a un indio del Cuzco, a quién sabe más sobre yaravíes, si él o yo (...) he vivido con el indio, en Bolivia, he arado la tierra con él y sé lo que es trabajar, lo que es llorar y lo que es rezar... He visto muchos rituales que no conoce la gente (...) No es el hecho de aprender sólo... un disco, cuatro zambas, tres chacareras, once milongas y salir a decir "fulano de tal, folklorista"... eso da risa... a veces, otras, lástima (...)
Los artistas
–(...) ¿Usted decía que su papá decía que hay artistas que se hacen artistas para levantarse tarde?
–Sí... y está el que "vio la veta" o el que tiene voz ronca... o aquel que le dice: "Porque yo tengo mis cositas, ¿sabe?" Esos son los piores, los falsos modestos...
– (...) Así que unos tienen voz gruesa, otros ven la veta, y otros...
–Y otros van nomás... (N. de R.: salen a comer).
–(...) ¿Usted vive allá (Francia) con toda la familia?
–No, no. Porque yo tengo un chango que está estudiando en la facultad y hay que ayudarlo a él. Yo me largo solo. Pa’ padecer prefiero padecer solo; siempre he padecido solo.
–Ha estado siempre separado de los grandes contratos, esos que se estilan ahora, por grandes sumas.
–Toda la vida...
–Tal vez ahora esté recogiendo el fruto de esos años.
–Pa’ recogerlos tengo que andar muy lejos (...) Recoger fruto se llama "consideración popular", eso, ésa es la ganancia, mi ganancia es ésa...
–Pero su casa de Agua Escondida, ¿usted la hizo cantando, no es cierto?
–No; esa la hizo mi mamá, una vasca. Ha puesto muchas moneditas ahí, mucha pobreza... Y yo lo hice prohibido... empecé mi casa cuando empezaron a prohibirme con la dictadura de Perón... cuando acá no tenía que hacer, ¿a dónde me iba a ir? Al medio ‘el campo, y una casa que está hecha de piedra, con piedra del lugar. Y a eso yo he ayudado, he sido pion de mi propia casa y lo he hecho sin un centavo, prohibido y perseguido.
–Usted, como viejo cantor rebelde, maestro, ¿cómo ve América latina desde París?
–Yo no sé cómo la verán las demás (...) Hay gente que la ve a través de las patillas y las barbas. En París hay muchísimos muchachos que dicen que son revolucionarios, generalmente latinoamericanos (...) se dicen revolucionarios y andan jugando a cuál tiene la barba más larga, las patillas más largas, a cuál se viste de más rara manera...
Muchos están en el ambiente artístico, algunos duermen todo el día...
Ahí los veo... Ahora, nunca les he preguntado ni me atrevería a preguntarles qué es la revolución para ellos, porque no quisiera que me mintieran. Yo creo que la revolución para ellos es una moda (...)
París, como Buenos Aires que usted lo verá, como Montevideo, está lleno de "blandos" de mucha barba y poco concepto (...)
Folklore
–Maestro, ¿qué piensa de eso que llaman el canto folklórico?
–Folclore es general (...) un lazo, un poncho, una empanada, una manera de hacer la comida, con más o menos picante, según las regiones, lo que se llama viandas folclóricas; son las maldiciones, las supersticiones, un chiste, una manera de ser...
–¿Y dentro de esa cosa plural, ¿sus canciones qué son?
–Y nada, no son ni cerca, no son nada folclóricas... Yo ese asunto lo conozco porque lo he estudiado y lo he vivido. Yo, además de las cancioncitas mías, que son un puñao, conozco las cosas anónimas, y muchas, porque así me enseñaron, de chico, mis tíos, mi padre, las peonadas en las estancias.
–Maestro, cuénteme de su guitarra.
–Esa ha caminao mucho conmigo por todos lados... Me la hicieron acá en la Casa Núñez... A mí me rompieron una guitarra viniendo de Montevideo. En los tiempos que yo estaba prohibido acá, me ganaba
la vida en el Uruguay. Iba al Uruguay, cantaba y volvía acá, con mis chirolitas... Y en una de ésas, en la aduana me la hicieron pedazos a patadas... Sí, me la pisaron, la sacaron del estuche, la hicieron pedazos y la cerraron (...) la Casa Núñez me hizo con el resto, con algunos restitos que quedaron, del mástil, por ejemplo, me hicieron esta guitarra... Salió bastante simpática de sonido, salió seria, media gravecita, me gusta y la uso...
–¿Cuántos años piensa que va a vivir todavía, don Ata?
–Y... muy poco, muy poco... No creo que llegue al año... Por eso el apuro mío por cumplir algunas diligencias que necesito cumplir en cuanto a trabajo...
–Me gustaría ser su amigo, Don Atahualpa... y hasta pensaba pedirle consejos (...)
–Lo único que le puedo aconsejar: sea prudente, no se embarque muy seguido, no se apure (...) usted lea, piense, medite (...) porque usted viene de una tierra de poetas, de la tierra de Yamandú, de Romildo, de la tierra de viejo Pancho, de Morosoli, de Santiago Dosetti (...) Si usted olvida eso es porque está negando a la tierra... usted no puede olvidar que antes que usted hay cuarenta notabilísimos poetas criollos que han escrito una verdad profunda del Uruguay (...) Dos estrofas de Yamandú son toda una generación de Zitarrosas que no han dicho nada (...) ¡A leer! A leer y meditar y a cantar trovas hechas por otros hasta que a usted se le prenda la vela... Pero que la vela que se le prenda sea su tierra... No un sentimiento de amor por la chica que vino, que salió, que quién sabe, que volveré mañana, si la luna se asoma... ¡A la mierda con eso...! y que Dios lo ayude... Pero no le cante ni le grabe. No le cante ni le grabe, porque va a estar cometiendo una traición con la tierra... ¡A la luna le han cantao todos los poetas... ninguno se la culió! (...) Por ese lao creo yo, paisano... ¿eh? ¿Vamos diendo a dormir?
–Vamos diendo.
 
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