Análisis sobre la situación de la moneda norteamericana en el
país. En los últimos días, la devaluación del peso es la más fuerte de
los recientes diez años y ya está en el 45% anual. A qué llaman los
economistas "stress cambiario".
Por Santiago Gómez
Razones personales hacen que desde
hace más de tres años pueda participar de conversaciones con economistas
que trabajan en el Estado Nacional, ninguno con responsabilidades
relevantes, o mejor dicho, de los que toman decisiones. Que Argentina
está en una situación de crisis en su mercado cambiario no es ninguna
novedad. Los especialistas lo suelen llamar “stress cambiario”, pero
nosotros que no somos tan finos le decimos corrida cambiaria, es decir,
mayoritariamente los agentes del mercado quieren comprar dólares.
Con la
incertidumbre que tenemos todos los militantes que no tenemos una
sólida formación en economía, considero que compartir algunas de las
reflexiones que Los Economistas Amigos me dieron para pensar lo que está
sucediendo en el país, puede servir para enriquecer los análisis que el
presente requiere.
¿Qué está pasando con el dólar en Argentina?
Al preguntarles a los que entienden
de economía sobre las corridas, que fue una de las principales causas
de conflictos económicos que el gobierno señaló hace tiempo, me
explicaron que los motivos de la corrida son discutidos, y por lo que
vengo escuchando y leyendo, difícilmente alguien que ofrezca certezas
sobre el asunto esté diciendo la verdad. Para explicarme algo de lo que
está pasando, Los Economistas Amigos (LEA) me dicen que están quienes
piensan que el tipo de cambio está “atrasado” y que cómo finalmente se
va a tener que corregir apuestan al dólar; que hay otros que piensan que
el problema es más estructural y que como el país se acerca a un
período de escasez de dólares (por déficit energético, del que también
hace muchos años que los escucho hablar, tanto antes de la
nacionalización de YPF; por las necesidades de la industrialización,
por la deuda y las ganancias de las multinacionales) va a tener que
devaluar irremediablemente y por lo tanto compran dólares. Otros
sostienen que es un problema financiero vinculado a lo baja rentabilidad
relativa del ahorro en pesos, y finalmente están también quienes
piensan que es lisa y llanamente una forma de desestabilizar al
gobierno.
Según dicen, los diagnósticos son muchos y variados. A cada
diagnóstico le corresponde una respuesta de política diferente siempre y
cuando lo que se busque es evitar una devaluación brusca que convalide
la corrida y beneficia a los que compraron dólares.
Al preguntarles a los economistas amigos qué estamos haciendo desde
el gobierno, la respuesta fue que el gobierno tomó actitudes diferentes a
lo largo del ya extenso período que tiene el problema. En un principio,
cuando comenzó la corrida en los meses previos a la elección de
Cristina del 2011, el gobierno decidió responder mostrando su poder de
fuego sobre el mercado y salió a vender reservas y mantener el tipo de
cambio. Como la corrida no se frenó y se consumían demasiadas reservas,
después de las elecciones se cambió de estrategia y se optó por los
controles. El “cepo” como le llaman.
Los controles tienen ya un tiempo largo y la justificación fue,
efectivamente, la de evitar una gran devaluación que tuviera efectos
negativos sobre la distribución del ingreso. Al pedirles que me
expliquen los efectos de una devaluación, me respondieron los LEA que si
el tipo de cambio se devalúa fuerte, los precios de los productos
importados suben, los precios de los alimentos exportables suben, se
encarece la canasta de consumo básica y por lo tanto se transfieren
ingresos desde los trabajadores al capital. Además, se premia a todos
los que apostaron a comprar dólares, que al final de cuentas van a tener
muchos más pesos con los billetes verdes que fugaron. Eso era lo que se
quería evitar.
La realidad demuestra que después de un tiempo de controles
aparecieron algunos problemas adicionales. Por un lado las reservas
siguieron cayendo por el pago de la deuda externa y porque se hacía
difícil controlar efectivamente que no se fugaran dólares por algunas de
las ventanillas todavía abiertas. Por otro lado, la dinámica del
mercado paralelo y los negocios financieros vinculados al dólar se
volvieron demasiado atractivos e incentivaron algunas conductas que
tendieron a agravar la situación. Los exportadores que tienen productos
cuyo valor está dolarizado retienen sus productos para venderlos cuando
la devaluación sea un hecho (esto lo podemos ver al ir por la ruta 2 a
la costa y ver los silo bolsa durmiendo sobre los campos). Los
importadores inventan formas para simular que los productos que compran
son más caros y conseguir que les vendan más dólares que los que
realmente necesitan, y los turistas aprovechan sus salidas al exterior
para hacerse con todos los dólares que puedan.
Después de las elecciones del año pasado y el cambio de gabinete, los
amigos dicen que se modificó de nuevo la estrategia. La estrategia
proponía un mix de instrumentos: un poco de controles, un poco de
devaluación y un poco de apuesta a resolver los problemas de acceso al
crédito externo y una intervención sobre el dólar paralelo a través de
los mercados de deuda pública en dólares.
¿Por qué entonces se mantiene esa sensación de stress cambiario?
La nueva estrategia se topó con algunos problemas, me respondieron.
Algunos más esperables que otros. Por un lado el verano y las vacaciones
son un momento de fuerte demanda de dólares para turismo, lo cual
impulsó la suba del dólar paralelo, por el otro en el plano
internacional la mayoría de los países emergentes están sufriendo salida
de capitales y devaluaciones por el cambio en la política monetaria de
los EEUU, lo cual hace más grande la supuesta corrección cambiaria que
hace falta. Por último, les parece que hubo una cierta apuesta a
conseguir algo de reservas que no funcionó. Si el Banco Central pierde
reservas mientras devalúa se genera la sensación de que es el mercado el
que la está haciendo, si la devaluación ocurriera con reservas
estables, el Estado es el que parece tener el control del mercado.
Como no me encuentro en el país, ayer les escribí a Los Economistas
Amigos para preguntarles de qué se trató la devaluación de ayer, porque
no pareció tan gradual como la que ellos venían diciendo que había que
hacer. La respuesta consensuada fue que la devaluación de ayer es una
novedad. Que hay que esperar para ver si efectivamente se decidió
abandonar la devaluación gradual y cambiarla por una devaluación más
fuerte que elimine las expectativas de devaluación. Según me dijeron, en
los hechos, es convalidar la corrida. Pero hay que esperar un poco para
confirmar que esto sea así. En ese caso el gobierno tendrá que buscar
las formas de compensar los efectos regresivos de la devaluación.
No parece casualidad entonces que justo el día de la mayor
devaluación de los últimos años, la Presidenta anunciara un ambicioso
programa de inclusión social que, debemos reconocer, tiene el mismo
objetivo que el existente Programa Jóvenes con Más y Mejor Trabajo,
lo cual debe interrogarnos respecto a si el mismo no tuvo el alcance
esperado por problemas de comunicación o porque los intendentes no lo
implementaron como correspondía. Al devaluar la pelea fuerte deberá
darse en este campo: muchos esfuerzos para controlar la inflación y
sostener los acuerdos de precios y mucha política para tratar de
compensar a los sectores que puedan verse más afectados.
En el correo que les envié después de esa respuesta, les pregunté si
tenemos que pensar si la batalla contra la corrida la perdimos. La
respuesta fue que tenemos que entender una cosa: el kirchnerismo tuvo
durante mucho tiempo al tipo de cambio alto (es decir devaluado) como un
pilar fundamental de su política. El problema es que siempre pensó que
las devaluaciones debían ser compensadas, es decir que debían evitarse
los efectos distributivos regresivos. Hasta 2008 esto se hacía a través
de las retenciones a las exportaciones. Se devaluaba el tipo de cambio y
para evitar que los productores de alimentos exigieran mayores precios
en el mercado local por sus productos, se incrementaban los impuestos de
exportación. Tras la crisis del campo, las retenciones dejaron de ser
una opción de política y el gobierno perdió su instrumento para
compensar las devaluaciones. Si efectivamente se decidió que la única
forma de frenar la corrida cambiaria es una devaluación más fuerte,
deberá hacerse un esfuerzo muy grande para compensar los efectos
distributivos de la medida. El gobierno intentará lograr que los
ingresos de los sectores populares crezcan más que los precios, en un
contexto en el que se pretende que el dólar suba más que los dos
anteriores. La responsabilidad se traslada a las áreas de gobierno que
tienen que controlar precios y diseñar políticas sociales. Aunque
todavía hay que esperar para confirmar lo de ayer.
Desde el 2010 que vengo escuchando a mis amigos economistas y, hasta
el momento, nunca se equivocaron con los análisis que me dieron, es por
eso que los comparto.
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