Derogar para volver al neoliberalismo noventista
Gentileza de Tiempo Argentino - ESCENARIO ECONÓMICO El verdadero propósito de la oposición es volver a instalar una amarga receta que hemos sufrido. En
un acto en Tecnópolis, donde realizó anuncios en materia de salud,
desarrollo social y educación, la presidenta Cristina Fernández alertó
que "el objetivo es muy claro: asustar para ajustar", ejemplificando con
una información capciosa de medios periodísticos que anunciaban que en
nuestro país casi la mitad de los trabajadores está en la informalidad.
Es capciosa porque los datos de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) toman la totalidad de empleados, incluyendo asalariados y
cuentapropistas. Un cálculo totalmente distinto al que realiza el
Ministerio de Trabajo argentino, que toma en cuenta el porcentaje de
asalariados no registrados sobre el total de asalariados, cuya última
medición arroja el 33,1%, la cifra más baja de estos últimos años,
aunque debe reconocerse que aún es elevada.
En
esa campaña de asuste, los candidatos opositores han salido al unísono,
cual si fueran movidos por el mismo titiritero, a comentar que, de ser
gobierno, derogarían la mayoría de las leyes que se votaron estos
últimos años. En principio, tales propuestas tienen un claro sentido
antidemocrático: esas normas han sido aprobadas por el Parlamento, cuyos
integrantes fueron elegidos por voluntad popular, la cual se fortalece
cuando se consiguen mayorías sólidas en el Congreso que permiten
legislar. Cabe recordar que cuando el Grupo A tuvo esa mayoría, en 2010 y
2011, evidenció un desempeño legislativo paupérrimo. Todos
los candidatos opositores proponen derogar la Ley de Comunicación
Audiovisual, buscando la complacencia de los grandes medios monopólicos,
esencial para sus campañas marketineras. En la lista "derogadora"
también se encuentran la ley de regulación de la producción y el
consumo, conocida como ley de abastecimiento y la nueva normativa del
mercado de capitales, que indica un gran avance en la organización de
este mercado. Otra de las leyes en la picota es la reforma a la Carta
Orgánica del Banco Central, que permitió un progreso significativo en
las funciones de la autoridad monetaria y su relación con el gobierno.
La anterior versión, a la cual se volvería con la derogación, es la
votada en plena época neoliberal de los noventa. Pero
sucede que esta campaña de asuste logró su efecto con muchos
potenciales votantes, que comenzaron a preguntarse qué sucedería con los
importantes beneficios obtenidos en la década, como la vuelta al
régimen de jubilación de reparto, las moratorias previsionales, la
Asignación Universal por Hijo (AUH) o si habrá que volver a la vergüenza
y el desasosiego de ver cómo las empresas privadas vacían nuevamente
Aerolíneas Argentinas o YPF. Los
primeros en intentar desmarcarse fueron los diputados del PRO, seguidos
por Mauricio Macri, quien salió a prometer que seguiría con la AUH, y
comentó que "ya se perdió lo que se había hecho (añorando las AFJPs),
ahora hay que lograr que funcione el sistema de reparto". Al referirse a
YPF, Macri reiteró que no fue una expropiación ni una estatización sino
que fue una "confiscación" de las acciones, pero aclaró que "no
volvería atrás" con la medida (Ámbito Financiero 16.10.14), un enfoque a
todas luces falaz ya que la ley habla de expropiación. Seguramente le
hubiera pagado a Antonio Brufau los U$S 15 mil millones que solicitaba,
"para no confiscarlo". Cuando se
recuerdan los 10 km de subte por año prometidos, o las más de 118 leyes
aprobadas por la Legislatura de la CABA y vetadas por el alcalde, muchas
de ellas promovidas por su propio partido, cuesta creer que pueda
sostener sus actuales promesas, puesto que, además, van contra su propia
naturaleza privatista y desreguladora, de la que ha dado sobradas
muestras con su gestión en la CABA. Para muestra basta un botón, las
declaraciones de Macri en septiembre pasado sobre el programa ARSAT-1:
"Hay mucho despilfarro. Hacen empresas tecnológicas que no hacen falta,
se generan empresas satelitales que no funcionan". Afirmaciones que
colisionan con su posterior felicitación con un tuit a CFK, luego del
exitoso lanzamiento y el amplio apoyo recibido por la presidenta de gran
parte de la población, orgullosa de los logros tecnológicos de nuestro
país. La volatilidad de ciertas
variables constituye un escenario propicio para la avanzada de planteos
conservadores. Por caso, se llevó a cabo un seminario organizado por el
Banco Ciudad, bajo el lema "Cómo Insertar a la Argentina en el Mundo",
una definición muy emparentada al idioma de los años noventa, porque la
inserción que ellos desean es la de las relaciones carnales y el Estado
mínimo. El toque "académico y legitimante" de esta perspectiva la dio el
ex ministro de Hacienda de Chile, Andrés Velasco, quien señaló (El
Cronista 17.10.14) que "la política es nuestra principal falencia.
Nuestros sistemas políticos son débiles, populistas, dominados por la
consigna y por el afán de las cámaras. En los últimos tiempos hubo un
común denominador en la región: el populismo, la demagogia y el
cortoplacismo". Acto seguido, concluyó con una frase de colección, digna
de ser expresada por cualquiera de los miembros más encumbrados de
nuestra oposición, los "derogadores", al señalar: "Espero que esto esté
tocando fin y podamos tener en Argentina el gobierno que se merece." Por
más que intenten recubrir sus políticas, el verdadero propósito de la
oposición es volver a instalar el neoliberalismo, una amarga receta que
hemos sufrido y que hoy están siguiendo los países desarrollados, que no
logran salir de la crisis económica y social en que están inmersos. UN
MUNDO MENOS DINÁMICO. En su último informe de octubre, el FMI describe
un panorama de mayor debilidad de la economía mundial, con una
recuperación que se ve ensombrecida en las principales economías
avanzadas, a la vez que los países emergentes se estarían “ajustando a
tasas de crecimiento económico más bajas que las que habían alcanzado
durante el boom previo a la crisis y la posterior recuperación”. Ante
este panorama, el FMI ha vuelto ha reducir las proyecciones de
crecimiento para 2014 (3,3%), por debajo del valor estimado a principios
de año (3,7%). La situación en la
Eurozona sigue siendo delicada. Italia, por ejemplo, no crece desde 2011
y continúa evidenciando un deterioro de su frente fiscal; Grecia genera
nuevas dudas, a la luz de la pronta finalización del paquete de rescate
de la Troika. A éstos debe sumárseles la debilidad de la principal
potencia de la zona, Alemania, que para ciertos analistas verificará una
nueva caída del PIB en el tercer trimestre, tras el descenso del 0,2%
del segundo trimestre, pudiendo entrar en recesión. De hecho, los datos
de la producción industrial muestran que en agosto ésta se contrajo un
4% respecto de julio, la caída más pronunciada desde febrero de 2009. En
Estados Unidos, las proyecciones de enero del FMI del 2,8% de
crecimiento en 2014 han sido derribadas por la propia Reserva Federal,
al estimar recientemente un 2% de aumento del PIB para este año,
considerando que en 11 de los 12 distritos que componen el esquema de la
FED se ha verificado un crecimiento entre "modesto" y "moderado". No
hay que perder de vista algunas de las causas que podrían explicar este
pobre desempeño, entre ellas el profundo recorte del déficit
presupuestario, que a septiembre de 2014, cierre del año fiscal, se
situó en los US$ 483.400 millones, dos tercios por debajo del valor de
2009 (US$ 1.4 billones), y que opera como un factor contractivo del
nivel de actividad. Semejantes
condiciones de contexto plantean importantes desafíos para los países de
nuestra región, principalmente derivados del impacto en términos de
crecimiento económico, a través del canal de las exportaciones, que para
la CEPAL variarían apenas un 0,8% durante este año. Ante
ello, el FMI ha avanzado nuevamente con su prédica ortodoxa, señalando
la necesidad de que "las principales economías de mercados emergentes
emprendan importantes reformas estructurales para impulsar el
crecimiento de una manera más robusta". En lo que respecta a América
Latina, en caso que las transformaciones estructurales no se lleven a
cabo, "el crecimiento podría seguir siendo decepcionante" y por lo tanto
"poner en peligro los importantes avances sociales logrados en la
región", una afirmación temeraria que esconde las verdaderas causas de
la moderación actual del crecimiento global: las políticas conservadoras
que ha impulsado el FMI. Esta visión fue criticada por el propio
director general de la OIT, Guy Ryder, quien sostuvo que "las reformas
estructurales no son una receta mágica para generar crecimiento y
reducir el desempleo". Ajustes a los
cuales muchos opositores locales quieren llevarnos (y que algunos
líderes sindicales acaban de definir como inevitables) con técnicas más
elaboradas que los espejitos de colores, muchas veces con las mentiras
más flagrantes, suficientemente edulcoradas y vagas, para intentar
volver a una situación muy similar a la de la empobrecida Argentina de
los noventa.
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