Generando cambio

Generando cambio

Londres (Inglaterra) PDF Imprimir Correo
Escrito por Carlos Heller   
Lunes, 22 de Abril de 2013 10:46

UN FANTASMA RECORRE LATIONAMÉRICA.

Falleció Margaret Thatcher, la ministra británica que impuso a sangre y fuego el neoliberalismo a ultranza, con privatizaciones, desregulación, liberalización comercial, destrucción de los derechos de los trabajadores y la represión feroz de sus protestas.
Sin embargo, otro reciente deceso, el de Alfredo Martínez de Hoz, nos hace recordar que los primeros pasos de esas mismas políticas se comenzaron a dar en Argentina. Se necesitó una dictadura genocida en nuestro país, y una Dama de Hierro británica, con un fuerte vínculo con Ronald Reagan, para poder aplicarlas en aquellos momentos, dado que cambiaban el paradigma existente. Thatcher inició su mandato con un gravamen progresivo sobre la renta cuya tasa máxima llegaba al 83% y Reagan con una tasa máxima del 75%; cuando finalizaron sus mandatos, en ambos países esas tasas máximas no superaban el 33 por ciento. La aplicación de estas políticas conocidas como thatcherismo y reaganomics fue el inicio de la destrucción del Estado de bienestar de los países centrales, de un proceso de endeudamiento estatal fruto de la pérdida de los ingresos fiscales por las desgravaciones a los ricos y de un cambio cultural que perdura hasta nuestros días, artífice tanto de la actual crisis económica internacional como de las políticas que se aplican para supuestamente paliarla. Tal es el cambio cultural, que la nueva tasa máxima del 75% sobre la porción de ingresos que supere el millón de euros anuales, impuesta por el presidente francés François Hollande, parece una cruda anormalidad.
Impulsaron el sálvese quien pueda, el más profundo individualismo que, como el fuego de la antorcha olímpica, trasladaron estos días a Rosario los herederos de esas políticas, entre ellos José María Aznar, Esperanza Aguirre, Luis Alberto Lacalle, Mario Vargas Llosa; este último intenta disfrazar de mil maneras estas políticas derechistas e insolidarias, para quitarles el cariz negativo que han ido forjando durante todos estos años, intentando vanamente purificar la palabra "liberalismo".
Esta reunión es una más de las innumerables acciones que llevan a cabo los liberales por tratar de vivificar estas ideas retrógradas en el continente latinoamericano, que desde hace años ha venido tomando un camino opuesto, a partir de los gobernantes que se parecen a sus pueblos. No es menor que Mario Vargas Llosa haya comentado en la reunión de Rosario su más profundo deseo de que en Argentina "una fuerza endógena debe en pocos años voltear la tortilla y empujar al país por el camino del progreso" (Tiempo Argentino, 10/04/13), en una grave e insolente intromisión en los asuntos internos de nuestro país. Las intenciones de estos "ilustres visitantes" han sido correctamente evaluadas en la solicitada que tuvo por título "Reunión de reaccionarios y golpistas" y que fuera publicada en varios medios el 11 de abril con la firma de multitud de dirigentes sociales, políticos e intelectuales.
En paralelo, en otra reunión en Buenos Aires, Michel Camdessus, director gerente del FMI entre 1987 y 2000, invitó a hacer un exorcismo en América Latina de dos demonios, el "populismo intervencionista y el neoliberalismo doctrinario" que dijo haber combatido desde el FMI. Si las recetas del FMI han estado reñidas con el "neoliberalismo doctrinario" vaya a saberse qué define Camdessus con ese título, con lo cual queda claro que la principal preocupación son las políticas de intervención del Estado que se vienen aplicando en gran cantidad de países de la región.
Su objetivo claro es destronar a los gobiernos populares, una tensión que recorre toda América Latina, y que se expresa en el reclamo de Capriles por la supuesta deuda de 13 mil millones de dólares de Argentina con Venezuela. Dicha deuda no existe, es un cálculo estimativo que deriva de los menores precios por petróleo que Capriles considera que ha pagado Argentina. Curioso, porque muchos opositores argentinos objetan los altos costos pagados por el oro negro a Venezuela. Ambos mienten, pero sin embargo coinciden en lo esencial, su crítica artera a los procesos populares en la región y a las políticas de integración aplicadas que, en beneficio de los pueblos, han ido en contra de los mercados.






 
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