Escrito por Agencia Paco Urondo
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Sábado, 31 de Octubre de 2020 23:07 |
El thriller escrito y dirigido por Benjamín Naishtat en 2018, ganador de importantes premios en el festival de San Sebastián, fue subido a Netflix en los últimos días . Una película que pinta, con frescura, el clima de época de un pueblo cordobés en la antesala de la última dictadura.- Por Camilo Garcia Quinn
El plano inicial de una típica casa chorizo basta para darnos cuenta de que en Rojo nos encontramos en algún pueblo de Argentina, y los siguientes cinco minutos son suficientes para ubicarnos a mediados de los 70 y someternos a un sentimiento de tensión que tendrá pocos momentos de calma. La película retrata la década en el aspecto y ropa de sus personajes, en la música y televisión, en los autos y, en especial, esa sociedad enrarecida de violencia como un anticipo del terror que estaba por llegar. Los años 70 son un período muy recurrente en la historia del cine nacional, pero pocas veces se elige mostrar las historias y vivencias de la sociedad civil en el interior del país. Lo atractivo de la propuesta de Naishtat, ganador del premio a mejor dirección en el festival de San Sebastián, es que no necesita mostrar el despliegue de las fuerzas armadas ni la represión estatal para que los espectadores entiendan que estaban ahí, como un personaje tácito. Así como también se logra instalar de forma eficaz el germen de la violencia que ya existía, pero que en los años siguientes mostraría su peor cara. Otro de los ganadores en el festival, y uno de los grandes motivos para ver esta película, es la actuación protagónica de Darío Grandinetti. Su trabajo como el reconocido abogado del pueblo, que se ve envuelto en un extraño y violento episodio, es una evidencia más de que somos contemporáneos a unos de los mejores actores de la historia argentina. La construcción del personaje sigue la misma lógica que la del clima de época. Sin manifestar una sola posición política, podemos conjeturar qué piensa sobre lo que sucede e, incluso, sobre lo que sucederá en el tranquilo pueblo cordobés del que se siente amo y señor. La cinematografía, a cargo del brasilero Pedro Sotero, también se llevó un galardón y es otro punto a resaltar. Hay una apuesta osada a la hora de construir las tomas y un uso inteligente de la luz, con guiños recurrentes al título del film, para alimentar el argumento y colaborar en esta propuesta de transmitir sin evidenciar. Las escenas en el desierto resultan tan placenteras, desde el aspecto visual, como incómodas, cuando entendemos qué tipo de atrocidades podrían suceder sin que nadie pueda dar cuenta de ello. La asociación con aquellas secuencias en el desierto de Nuevo México de Breaking Bad, una serie emblemática desde el aspecto cinematográfico, son inevitables. Gracias a estos grandes aciertos en dirección de Naishtat, la actuación de Grandinetti y la fotografía de Sotero, es que podemos matizar algunas fallas en cuanto a subtramas inconclusas, algunos pobres desempeños de personajes secundarios y secuencias que pueden ser consideradas como pretenciosas. En definitiva, Rojo es una película que rompe con una cierta monotonía en la forma de desarrollar un relato al que nos tiene acostumbrados el cine argentino en los últimos tiempos. Una propuesta interesante a la hora de ver la película es descifrar los significados ocultos, los sentidos subyacentes en las distintas escenas que componen el guión de Naishtat. Una invitación a ejercitar la memoria sobre nuestro pasado y detectar los diversos procesos, sentidos comunes y fenómenos sociales que jugaron a favor de que nuestro país transitara uno de los períodos más sangrientos de su historia.
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