Escrito por Agencia Paco Urondo
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Lunes, 28 de Diciembre de 2020 13:31 |
La obra del periodista y docente publicada por Editorial Paradiso se presentó el pasado 11 de diciembre. A partir de la recuperación de los restos de su padre, militante desaparecido, el autor escribió este testimonio conmovedor sobre la cárcel clandestina de Tucumán.- Por Carlos Ulanovsky
Entre abril y julio de 1976, Ernesto Espeche, por entonces un bebé de 2 años, y Mariano, su hermano menor, atravesaron una situación de esas que ni una vida entera alcanza para superarla. Sus padres, Carlos Espeche y Mercedes Vega, ambos médicos, solidarios, militantes, apreciables personas, fueron secuestrados, uno en Tucumán y la otra en Mendoza. Mercedes sigue desaparecida; los restos de Carlos fueron recuperados en Tucumán en el 2014. Sobre ese crucial hecho de su entorno personal y familiar, Ernesto escribió y publicó su primera novela, Treinta y nueve metros (Editorial Paradiso) Hace seis años, el Equipo Argentino de Antropología Forense le avisó que, en un auténtico espacio de ultratumba, se habían localizado los restos de su papá. Espeche decidió visitar ese lugar, ubicado entre San Miguel de Tucumán y Tafí Viejo, un depósito de agua en desuso, originalmente construído por los ingleses próximo a las vías del ferrocarril. Los militares de la dictadura, tan feroces en la provincia de Tucumán, habían convertido ese hueco de casi cuarenta metros de profundidad en una de las tantas cárceles clandestinas que funcionaron en el país. Ese lugar, fue indeseable calabozo y destino final para más de 100 prisioneros. Hasta allí llegó un día, desde Mendoza, Espeche dispuesto a replicar en tripas y corazón el descenso al infierno que su papá padeció 38 años antes. Con elogiable capacidad literaria, pero sin forzar ni torcer hechos, el autor utiliza buena parte de los 39 capítulos en la descripción – detallada, morosa, necesaria – del viaje de cinco minutos de duración en un precario descensor-ascensor que, sin escalas, lo trasladó a 39 metros de profundidad. Para él, aquella excursión a los bajos fondos de su historia fue el punto de partida de este libro por muchas razones abismal. Un texto que es mirada profunda sobre el dolor, descenso inevitable pero que nunca se convierte en caída, sino que deviene permanentemente en aleccionadora forma de reparación. Que los apreciados científicos del EAAF y él mismo pudieran encontrarse con los huesitos del doctor Espeche resultó algo providencial, la posibilidad de completar memoria, suturar heridas, mitigar las angustias más secretas. Y escribir esta novela. Paradiso ediciones Así escribe (1) “Ruy y yo estamos en el inicio de un viaje hacia abajo. El ascensor que nos hunde en el vacío apenas se mueve. El viaje será largo. El Pozo de Vargas tiene treinta y nueve metros de profundidad. Esa hondura es el destino final. Lo fue para mi viejo en el más crudo y drástico sentido literal. Lo es para nosotros, ahora mismo, en un traslado que toma el color de su acepción más opaca” Para allá Con la fuerza y la convicción de una militancia heredada de sus padres, Ernesto Espeche (periodista, docente en la Universidad Nacional de Cuyo, ex director de Radio Nacional Mendoza y actualmente concejal por el Frente de Todos en Mendoza capital) desarrolla su historia a través de conversaciones con personas que supieron o compartieron el calvario de sus mayores: una maestra de la escuela primaria, una sobreviviente de otro centro clandestino, el Turco, el Oso, la abuela, una amiga Margarita que atesora una muy recomendable hipótesis acerca de las diferencias políticas entre un boludo y un pelotudo. Frente a ellos recibe imágenes de Carlos y Mercedes, seguidores de un grupo de izquierda revolucionaria, que completan su propia visión y en esos intercambios confiesa que más de mil veces se hizo preguntas que casi nadie pudo responderle: ‘¿Dónde está mi papá? ¿Dónde está mi mamá? Así escribe (2) “El ascensor se desplaza con lentitud. Utiliza un sistema antiguo, precario. Quizás los recursos presupuestarios solo alcanzaban para instalar en ese espacio minúsculo una maquinaria de fácil reparación en caso de alguna avería. Quizás fue una decisión a conciencia dada la delicadeza de los trabajos que allí se hacen a diario. Me dispongo a consultar esa inquietud a mi acompañante, pero no me salen las palabras. Bajar en el Pozo es, en cualquier caso, una secuencia que transcurre en el tiempo aletargado de una cámara lenta” Recuerdos del “acuerdo” Espeche (Licenciado en Comunicación por la Universidad Nacional de Cuyo, con un doctorado en la Universidad Nacional de La Plata, investigador, militante de los derechos humanos) reflexiona sobre la falta de las figuras que no tuvo cerca mientras crecía; “Soy hoy el adulto que busca ser un buen padre, pero a quien antes le impidieron ser hijo “. En la novela, Espeche se permite volver a ser el niño que fue. Cuando llega a cumplir su cita en el Pozo de Vargas, adonde llegó acompañado de su familia, sus hijos quedan afuera cantando una especie de mantra: “Papi sube, Papi baja; Papi sube, Papi baja”. Y en ese ida y vuelta no faltan recuerdos que parecen tardíos reclamos. Febrilmente dialoga con su mamá: “Ese era el acuerdo. Mientras el viejo se ocupaba de la revolución, vos te protegías y nos cuidabas”. Pero algo pasó en el medio. El libro reconstruye vidas que no fueron lo que podían haber sido. En el final, la literatura, que es sueño y realidad, le posibilita que los cuatro (Carlos y Mercedes, su hermano Mariano, hoy artista audiovisual y él) vuelvan a estar juntos. “Todo está bien y así será siempre”, elige el escritor. No es poco. Así escribe (3) “El cubo metálico está totalmente detenido. ¿De dónde viene, entonces, el rugido lejano que ahora escucho? ¿Será que el motor de la máquina que me trasladó hasta aquí, entró, exhausto y ahogado, en estado de reposo luego de exigirse al límite en su descenso al centro de la tierra? Sí, creo que es eso. Sin embargo, el sonido se me presenta apenas perceptible, en un segundo plano y opacado por un silencio potente que me perfora las sienes. La oscuridad es absoluta. Cierro con fuerza los ojos y bajo la cabeza. Me mantengo inmóvil, quieto, a la espera de que algo, ya no sé bien qué cosa, finalmente ocurra”. *** Treinta y nueve metros se presentó, vía Zoom, el pasado 11 de diciembre. Junto a su autor estuvieron Silvia Ontivero (Asociación de Ex presas y presos políticos de Mendoza, el periodista y escritor Daniel Cecchini y la representante de la APDH en Mendoza Macarena Casals. Ernesto Espeche acompaña a Julio Rudman en el programa cultural El Candil que se emite por Radio Nacional, Mendoza.
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