Escrito por Agencia Paco Urondo
|
Domingo, 31 de Enero de 2021 09:37 |
El interés que despertó Mindhunter en el año 2017 allanó el camino para un revival de los true crimes, posicionándolos en la actualidad como uno de los géneros más vistos en Netflix.
A la par que creció en popularidad, también lo hizo en polémica, demarcando una pregunta clave que se ajusta sobre su propia supervivencia: ¿cuál es el peso del marco narrativo que elegimos para popularizar la tragedia? -Por Manuela Bares Peralta Algo es verdad, los true crimes se remasterizaron y modernizaron al calor de esta época como si estuvieran empecinados en formar parte de la selecta lista de clásicos. Del boom de Court TV en los 90, a inundar la grilla de programación de los principales canales de cable y aire, el interés que despertaron algunos casos hizo de la tragedia un nuevo consumo cultural. Sin ir más lejos, se transformaron en uno de los géneros más vistos de la televisión estadounidense y fueron importados a todo el mundo. La narrativa sensacionalista repleta de estereotipos de "raza" y género fue suplantada por otra retórica. Una menos clara, pero que, por momentos, se anima a ensayar una autocrítica sobre el sistema de justicia, el tratamiento mediático, la sociedad y la época. El Proyecto Williamson (2018) y El Proyecto Inocencia (2020), ambas en Netflix, se erigen como voceras de un sistema quebrado y nos proponen un recorrido sobre la evidencia, los testigos y el procedimiento que llevaron a personas inocentes a la cárcel. Mientras que, The Keepers (2017) y Los crímenes de Atlanta (2020), disponibles en Netflix y HBO respectivamente, construyen una fuerte crítica sobre otros factores de poder que operan sobre la justicia, como la iglesia y los medios, a la par que se hacen eco de los problemas estructurales que impartió el racismo sobre todo el sistema. Diferente es el tono con el que Netflix inauguró el 2021 de la mano de producciones como El Destripador de Yorkshire o El Acosador Nocturno. Dejando de lado la primera voz de los asesinos, un recurso que había funcionado en Las cintas de Ted Bundy, opta por hacer foco en los policías y detectives que estuvieron a cargo del caso. Quizás, este tono es el que más se les acerca a franquicias como La Ley y el Orden, Chicago o CSI. Alejándose de las vidrieras idílicas sobre las que los crime-shows, decidieron exhibir el sistema de justicia penal estadounidense; pero reapropiándose de la voz principal del policía héroe, terminan por perder una de las características más importantes que adquirió el género en los últimos años: la capacidad para dar un vuelco narrativo sobre su propia existencia y transformarse en algo más que una serie documental; convertirse en su propia denuncia.
|