El médico intensivista y profesor e investigador de la Universidad Nacional de La Plata dialogó con AGENCIA PACO URONDO RADIO (domingos de 10 a 12, FM La Patriada) sobre la situación sanitaria que atraviesa el país por la segunda ola de COVID-19.- Por Martin Massad y Juan Cruz Guido
AGENCIA PACO URONDO: ¿Qué análisis hace sobre el panorama actual de la segunda ola de contagios por COVID-19? Arnaldo Dubin: Lamentablemente estamos cayendo en el abismo de una catástrofe sanitaria sin precedentes. Esta no es una apreciación ligera, sino que tiene que ver con una situación epidemiológica definida, con un aumento brutal y aceleradísimo, con una pendiente muy empinada en cuanto al número de contagios. Actualmente, hemos llegado a valores que superan ampliamente los del pico máximo de la primera ola. La última semana tuvimos en CABA un promedio de casi 1600 contagios diarios, lo cual marca un 50% más que la semana previa. De modo que los casos crecen aceleradamente, a diferencia de la primera ola, donde existió esa tan denostada cuarentena que permitió no solo fortalecer un sistema sanitario que estaba destruido, sino también enlentecer el ritmo de los contagios, de modo que cada paciente pudiera ser atendido en los hospitales y en las terapias intensivas. Ahora no hay ningún tipo de restricción, por el contrario, una parte importante de la población parece entender que la pandemia ya terminó. Además, existen otros agravantes epidemiológicos como la circulación comunitaria de variantes del virus, que podrían ser más contagiosas y letales. A su vez, la vacunación está enlentecida, las vacunas están llegando a cuentagotas, respetando una problemática geopolítica global muy compleja en la que somos víctimas de los manejos de las potencias imperialistas que nos utilizan para chantajearnos y humillarnos. Como contraparte de esta situación epidemiológica, tenemos un sistema sanitario que lamentablemente está más débil que en la primera ola de la pandemia. En especial las terapias intensivas, no porque tengamos menos camas, respiradores y recursos físicos y tecnológicos, sino por la situación de los trabajadores de la salud, que estuvimos expuestos a una carga de trabajo enorme, sin descanso, que terminamos exhaustos física y anímicamente, y no podemos recuperarnos aún. Éramos pocos antes de la pandemia y ahora nuestras filas están raleadas por la enfermedad. Muchos compañeros se contagiaron, algunos no han vuelto a trabajar y otros lamentablemente fallecieron. Sumemos también que muchos no pudimos tomarnos vacaciones. Entonces, estamos fatigados y la fatiga en un sistema de salud significa que los pacientes son peor tratados y se mueren más. El año pasado alertaba sobre el aumento de la letalidad que estaba ocurriendo en la ciudad de Buenos Aires, que en pocos meses duplicó. Si bien había distintas explicaciones para esto, como, por ejemplo, una carga tardía de datos, otra explicación plausible es que tenga que ver con la sobrecarga del sistema, con el estrés y con la fatiga. Tenemos datos, a través de un estudio que hemos hecho en todo el país, donde claramente queda evidenciado que el mes de ingreso en la terapia intensiva fue un determinante independiente de la mortalidad. APU: A su entender, ¿hubo una baja de casos considerable entre la primera y la segunda ola de contagios? A. D.: Nosotros siempre continuamos con un nivel de circulación viral muy alto, y esto tiene que ver con los motivos que aceleran los contagios. Después de octubre tuvimos una disminución del número de casos, pero en CABA nunca bajamos de un piso de 250 a 300 contagios diarios. Sin ninguna duda, ello estuvo vinculado con la falta de cuidados, en el sentido de que los contagios solamente ocurren cuando no se usa barbijo, no se respeta la distancia, se está en ambientes cerrados y se concurre a reuniones sociales. Cuando los casos estaban disminuyendo, hubo violaciones absurdas a estos principios básicos. En consecuencia, tuvimos un rebrote enorme en diciembre y enero e, incluso, se llegó a valores de contagios diarios similares al pico de la primera ola. Luego hubo una leve disminución. Ahora, antes de que llegue el frío, que es condicionante de la segunda ola porque hace que nos encerremos en ambientes cerrados y sin circulación de aire, los contagios son más verosímiles. Por eso insisto en que esto no ocurre mágicamente y tiene explicaciones que son claras. APU: ¿Considera que la Argentina debería volver a Fase 1? A. D.: Este panorama que planteo, junto a esta proyección de un desastre sanitario, no es inevitable. Si nosotros nos cuidamos, tomando esas precauciones que mencioné y cada uno asume su responsabilidad individual, podemos evitarlo. Pero está claro que esto no está ocurriendo. Por lo tanto, cuando las responsabilidades individuales no alcanzan, el Estado tiene que asumir la suya. En este sentido, considero inaceptable que, en este momento, solamente se haya recurrido a medidas que son insuficientes y cosméticas en CABA, y que algunos gobiernos además hayan declarado enfáticamente que no van a cerrar nada en esta localidad. APU: En relación al punto anterior, ¿considera acertada la postura del GCBA sobre la ausencia de restricciones de todo tipo? A. D.: Pienso que junto con las decisiones que se toman, es imprescindible advertirle a todo el pueblo argentino que vamos a tener decenas de miles de muertos más. Es decir, debemos hablar sin eufemismos. APU: ¿Cómo se encuentra el nivel de ocupación de camas en el sistema sanitario estatal y privado? A. D.: No estoy de acuerdo con muchas aseveraciones respecto a que el sistema de salud está robusto y que en este momento hay mucho resto. Algunas prepagas, incluso, han manifestado su preocupación por el nivel de ocupación de camas. Es decir, que en este momento hay muchos pacientes que tienen prepagas que brindan una cobertura fantástica y, sin embargo, pasan horas en ambulancias, o que incluso tienen que ser derivados a un hospital público. Si bien no tengo estadísticas precisas, nuestros compañeros en hospitales públicos nos refieren que está aumentando progresivamente la internación. Honestamente, no creo que ningún funcionario público esté tranquilo en este momento. APU: ¿A qué se refiere cuando dice que “el sistema sanitario no está tan robusto”? A. D.: Me refiero a que los trabajadores de la salud estamos en muy malas condiciones. En este sentido, ya no me refiero a que tenemos condiciones de trabajo malas, a que nos pagan poco, a que los enfermeros, parte fundamental de la lucha contra la pandemia, son considerados personal administrativo y no profesional en CABA. Me refiero puntualmente a que esta fatiga, que ya lleva más de un año, incide directamente en nuestro funcionamiento. No rendimos como antes y esto ocasiona que estemos colapsando física y anímicamente. Esto no aparece en las planillas de Excel, hay que ir a verlo en cada lugar de trabajo. Hay que evaluar cómo están los médicos, los kinesiólogos y los enfermeros. Además, creo que es necesario que nos veamos en espejo, por ejemplo, con Francia que en este momento está en una cuarentena estricta. En París, donde se encuentran los mejores sistemas sanitarios del mundo, se han reunido los jefes de las terapias intensivas para generar protocolos que definan los pacientes que se van a tratar y los que no porque están saturados. También tenemos que mirarnos en el espejo cercano de Brasil, donde no solamente han colapsado los hospitales sino también los cementerios. APU: Por último, ¿cómo explica la situación actual del presidente Alberto Fernández en torno a la vacunación de dos dosis que recibió? A. D.: Los contagios son factibles después de la vacunación. El principal beneficio de la vacunación es evitar el desarrollo de formas graves o críticas de la enfermedad y de esta forma tener impacto en la mortalidad. Por eso, después de la vacunación, es indispensable continuar con los cuidados. La pandemia no terminó.
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