Escrito por Agencia Paco Urondo
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Lunes, 31 de Mayo de 2021 15:53 |
Una reseña sobre el último libro de la escritora publicado este año por EME e ilustrado por Powerpaola, donde además de los relatos subyace una forma de ver el mundo.- Por Inés Busquets
Mirar al sol es el nuevo libro de Inés Kreplak, editado por EME e ilustrado por Powerpaola. También publicó la novela Confluencia (Alto Pogo, 2017) y el libro de poemas La ilusión de la larga noche (Santos Locos, 2019), este es su primer libro de cuentos. Mirar al sol es un libro de relatos, pero también es una forma de ver el mundo. Desde ese infinitivo que te conduce a dos posibilidades: quedarse ciega, como lo atañe el saber popular o resistir y atreverse a sostener la mirada a un rayo incandescente. Algo así como vencer el miedo, desobedecer y arriesgarse, de alguna manera mostrarse indiferente ante la advertencia. En este hermoso libro, Inés Kreplak pareciera dividir el mundo en dos. No de manera antagónica, ni opositora pero si con una distancia ideológica. Dos lenguajes, dos universos que a veces conviven sin vincularse. Por un lado el de los adultos, por el otro el infantil. Allí los personajes protagónicos son mujeres niñas o adultas que cuentan sus historias con una mirada diferente. Quizá la niña mira al sol de lleno, quizá la adulta lo piensa un poco más. Mirar al sol atraviesa muchas historias, pero con características comunes. Mujeres independientes, niñas fuertes y desenfadadas que sobrevuelan el conflicto y se aferran a aquello que les da seguridad, una piedra de cuarzo, un perro, un juguete, un rezo. La belleza de los detalles, la capacidad de sorpresa, el extrañamiento y el asombro parece habitar la atmósfera de estos relatos, resaltando la importancia de contemplar la vida con los ojos de alguien que mira por primera vez. Aquí los conflictos se dirimen o no (no pareciera importar) sin embargo la atención está puesta en la manera de enfrentarlos. Una palabra, una mirada, un comportamiento pueden ser grandes disparadores de angustia en la niñez. Esas marcas que con el paso del tiempo se vuelven recuerdos tormentosos o se convierten en secretos decisivos para la historia personal. La curiosidad también comprende un universo persistente, con una mirada poética Inés busca el significado detrás de las cosas. Sus personajes escudriñan, observan, descubren y también son mirados. Sartre en El Ser y la Nada dice que al ser mirados formamos parte del proyecto del otro y viceversa. Algo así sucede en Mirar al sol, con los vínculos entre sí y con esa sombra perturbadora que suele ser la mirada ajena. La voz interna juega un rol fundamental: a veces en forma de reminiscencia turbia, otras en el registro de madre que como un superyó indica lo que se debe y lo que no. Para la infancia la resonancia de las conversaciones de grandes acoplan con lo relevante y en Mirar al sol triunfa el pensamiento genuino, el que parece intrascendente, porque estas niñas resilientes siempre encuentran un camino para esquivar el dolor. El refugio es la complicidad con los lectores, existe un acuerdo tácito en el que sin explicación alguna entendemos y resignificamos lo que transitan los personajes. Ese padre en “Lobo con piel de cordero” del que queremos huir con cada propuesta; la desazón y la necesidad de abstraerse de Sofía mientras viaja y luego cuando espera que la vayan a buscar en “Mona” o la desesperación de Mariana con sus pensamientos rumiantes en “El remanso” Inés Kreplak en Mirar al sol desacraliza la forma del miedo, el origen de la angustia, la estructura mental de los adultos. Prueba sentidos, desafía la velocidad de la mente o la intromisión de las cosas no resueltas, se entrega a la incertidumbre y avanza. Como bien dice Betina González en la contratapa: “En Mirar al sol el mundo se somete a juicio y sale perdiendo. Esas niñas abren la pregunta sobre la supuesta fortaleza personal que cada experiencia dolorosa habría de ayudarnos a construir y, en cambio, optan por la fantasía como la forma más sana de habitar y poblar el desierto particular que todos llevamos dentro”
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