Escrito por Agencia Paco Urondo
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Lunes, 14 de Marzo de 2022 00:00 |
Hay una televisión que obedece a una época: la que se producía bajo la estela menemista y aprendió a sobrevivir con lo justo a partir de la crisis del 2001, la que entendió el rigor del rating y defendió ese pacto invisible que creó con su público. Esa televisión es la que no tiene formatos predefinidos porque sabe que todo se dirime en el minuto a minuto, tampoco tiene conductores o conductoras fetiches, sólo tiene sobrevivientes y Jorge Rial es uno de ellos.- Por Manuela Bares Peralta
Rial es artífice de muchas cosas, pero (sin dudas) fue el tipo que hizo del chimento su lema y su bandera. En el 2001, en medio de la crisis, fundó Intrusos y reescribió la forma de hacer periodismo de espectáculos que le había heredado Lucho Avilés. Del ninguneo que recibió de sus colegas, creó un culto y edificó una retórica, el chimento, eso que todos consumen, pero nadie ve, no era bueno ni malo, sino masivo y sobre todo popular. La historia de Intrusos es como la de Rial, un formato que él moldeó a imagen y semejanza. Las peleas en el piso que protagonizaban las vedettes de la temporada, cámaras ocultas, la sociedad con Sofovich, las amenazas editorializadas por el mismo Rial y Ventura. Todo eso formaba parte del espíritu de Intrusos, pero no era sólo eso. También fue el formato donde irrumpieron otro tipo de debates, sin ir más lejos, a lo largo de una semana recibió a Florencia Freijo, Malena Pichot, Julia Mengolini y Luciana Peker para debatir sobre feminismo. Sí, esa televisión de los lugares comunes ahora televisaba temas como la violencia de género. El formato del chimento era versátil porque Rial y el clima social eran versátiles. En esta nota, no me importa debatir si Rial es feminista o si el periodismo de espectáculo como institución tiene conciencia social, sino la capacidad de uno de sus referentes de leer la calle. En síntesis, el formato no evolucionó, es más no importa. Lo que cambió fue su público y Rial eso siempre pudo y supo leerlo. No vamos a decir que su carrera profesional está plagada de éxitos. Una vez que dejó Intrusos y saltó al primetime de América con TV Nostra, fue cualquier cosa menos un gol de media cancha. El formato parecía importado y los informes no tenían timing, el resto es historia conocida. Pero, la búsqueda de Rial por ganarle al género que él mismo creó no se remontaba a este experimento, sino que había comenzado mucho antes con su programa de actualidad en Radio la Red, su coqueteo televisivo con Massa y las entrevistas que le hizo a Cristina y a Macri. El desembarco de Rial en Sobredosis de TV se le parece bastante al de Fantino en Intratables, dos conductores que forjaron su éxito en el barro y dos formatos que lograron subsistir a pesar de todo. Ambos conocen el tempo de la televisión abierta y tienen olfato para hacer rendir eso que garpa. Rial estrenó la previa con polémica y críticas del público que se había hecho habitué del programa. Jorge lo sabía y no le escapó para nada. Su falta de purismo ideológico y su forma de hacer televisión colapsaban con un programa devenido en trinchera durante el gobierno de Mauricio Macri. Y Rial decidió no adaptarse y hacer que el formato se adapte a él. Tenía algo que ofrecer: mainstream y masividad. Él podía traer invitados con los que Gvirtz nunca hubiera soñado con sentar, Milei es prueba de eso. El público acompañó y lo convirtió en el programa más visto de la televisión por cable, superando a varios canales de aire. Eso en la televisión es un éxito. También despertó polémica y se convirtió en uno de los temas más comentados en redes sociales. Y eso, también es un éxito. Pero, ojo, me permito discrepar con varias opiniones que leí en Twitter. No creo que sea el fin de un programa, es más, el punto fuerte de Sobredosis de TV siempre fueron sus informes y ese espíritu con el que se edita, recorta y musicaliza permanece intacto. Pero, al igual que lo hizo con Intrusos, Rial ensanchó las márgenes del programa y, por consiguiente, expandió su público porque, como dije antes, el formato no es malo o bueno, pero si puede soñar con ser popular y masivo. Eso Rial lo sabe, quizás mejor que muchos.
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