Generando cambio

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LA INGENIERÍA ELECTORAL DEBE BASARSE EN ACUERDOS ESTRATÉGICOS PDF Imprimir Correo
Escrito por Jorge Rachid   
Viernes, 17 de Febrero de 2023 00:00

altLas últimas décadas han permitido al neoliberalismo, degradar los procesos democráticos en base a la superficialidad de la política, como una cuestión sólo electoral y personificada en determinadas figuras, apuntaladas desde usinas del poder real, sin otro sustento que la promoción, las promesas, los mecanismos de armado del mensaje y la comunicación, la manipulación de la opinión publicada, la tergiversación, ocultamiento y mentiras como método planificado.
Esa es la expresión de la antipolítica, concebida ésta en los términos de cuestionamiento y destrucción de las complejidades doctrinarias, filosóficas e ideológicas de las miradas de los pueblos, diluyendo sus identidades, borrando sus memorias y produciendo la frivolización de esos contenidos en el seno del pueblo, que son desplazados del eje del pensamiento crítico, llevando incluso a la militancia al contestarismo cotidiano superficial, repitiendo la agenda comunicacional que producen en forma diaria las usinas del poder. Las complejidades de la política nunca son tácticas ni coyunturales, esas son las demandas cotidianas y presiones originadas en un sistema de intereses, que no contempla a los de las mayorías populares, cuyo nivel de presión sólo puede sustentarse en la movilización del pueblo cuando lo hace, pero que siguen siendo frágiles ante el poder, si no se sustentan en una organización permanente de la comunidad en la defensa de sus propios intereses. Eso se llama Comunidad Organizada y organizaciones libres del Pueblo, que el poder real ubica en forma permanente como el enemigo principal de sus objetivos de acumulación capitalista, de manera peyorativa llamando al mismo “populismo”.
Comienza entonces la discusión sobre el rol del Estado, que la antipolítica desplegada por el poder colonizado, intenta poner a su servicio, evitando las regulaciones de cualquier tipo, con un eje centrado cuando ejerce el gobierno, en el control social del conflicto y el disciplinamiento del pueblo que establece desde la relación gubernamental, similar a la dinámica opresor-oprimido, con mecanismos más sutiles revestidos de supuestas garantías constitucionales, en estructuras legales instituidas por esos mismos factores de poder. El poder popular constituido por el voto del pueblo en términos democráticos es denostado, aún en los marcos formales republicanos, siendo entonces demonizado como “totalitario” o “autoritario” aunque atraviese múltiples elecciones populares, llevando al poder real, Círculo Rojo por ejemplo, a desplegar acciones destituyentes o golpistas.
En ese marco la dilución y debilitamiento de los sentimientos patrióticos, el recorte de los términos de Patria y Pueblo como expresión antigua o nostálgica, van provocando una diáspora social en el afianzamiento del individualismo como proyecto no comunitario, donde sólo prevalecen los más fuertes y sucumben aquellos sectores mayoritarios, condenados a la exclusión y a la pobreza-indigencia. No hay Patria sin pueblo, ni soberanía nacional sin políticas estratégicas, que marquen el modelo hacia el cual se conduce el gobierno y se van tomando las decisiones tácticas, pero con objetivos a largo plazo, que expresen esos contenidos que en un mundo conflictivo de guerra mundial, adquieren relevancia geopolítica, en especial regional y latinoamericana, permitiendo diseñar una política común defensiva, ante el avance imperial que lo sustenta en el uso de la fuerza, en una región que ha hecho de la paz un culto permanente, sólo alterado por la acción depredadora de fuerzas externas a la región.
Sin memoria y con identidad diluida, sin compartir el sentimiento patriótico que atraviesa a todas las capas sociales y las pertenencias políticas, el coloniaje cultural se traslada al sometimiento institucional, colocando al país en condiciones de ser amordazado en su capacidad de decisión política estratégica por temas que suman desde la deuda externa a los intentos privatizadores de todos los aspectos de la vida nacional, entregando herramientas claves de soberanía política y económica, desde el río Paraná a la Patagonia, desde el Mar territorial a la Antártida y Malvinas, eliminando derechos y reprimiendo la protesta social emergente a la situación provocada de ajuste y exclusión.
Es entonces cuando se instala en el seno del pueblo el desconcierto sobre el rumbo que podrá tomar cualquier gestión futura en el marco democrático, dado que la ingeniería electoral, marquetinera y direccionada a los oídos sensibles de la preocupación del día al día, legítima por cierto, pero aprovechada por la respuesta fácil de la mentira a futuro, que una vez consolidada la captura del gobierno nacional se diluyen. Esa fue la realidad de un gobierno neoliberal macrista, que ofreció el “oro y el moro”, produciendo la mayor depredación del país en sus recursos naturales, cercenando su soberanía con un endeudamiento único en la historia nacional y excluyendo sin pudor a las mayorías populares.
 Por eso cuando se reúne una Mesa Política del PJ a discutir las propuestas electorales, independientemente del proyecto nacional que sustente el Modelo argentino de construcción social productiva y política, con objetivos expresados al conjunto de la comunidad, desde una Nueva Constitución a la recuperación estatal de todas las empresas de servicios públicos, que son Derechos Humanos esenciales a la calidad de vida del pueblo, pasando por la liberación del Paraná a las reformas financieras y fiscales, con libertad inmediata a los prisioneros políticos del régimen macrista, con la consecuente expulsión de la Corte y la reforma del sistema de servicio de Justicia hacia un marco democrático y republicano al servicio del pueblo y no de las minorías dominantes del poder, se vuelve un ejercicio retórico sobre personas que disminuye la política.
Marcando esos caminos y difundiendo los objetivos, de emancipación nacional basados en la filosofía y la teología de la liberación que parecen haberse diluido en el tiempo y sin pudor ni vestimentas ajenas al sentir nacional, sin necesidad de aparecer “políticamente correctos” como demanda la prensa hegemónica y el poder real, el peronismo filosófico, eje vertebral del movimiento nacional y popular en la Argentina que trasciende partidos, sindicatos, movimientos sociales, religiosos y políticos porque se dispone a asumir las demandas de la hora, con la valentía necesaria de enfrentar los cambios estructurales que necesita el país, para salir de las garras de la dependencia y la claudicación nacional, que ha sido eje dominante neoliberal en las últimas décadas, aún con la recuperación de identidad y compromiso de los 12 años felices de Néstor y Cristina no pudimos consolidar una estructura institucional y patriótica que nos preserve de la voracidad imperial.
Patria si colonia no sigue siendo un norte a construir, más aún en la hora actual.
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