Por Inés BusquetsLa editora independiente María Gómez conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre la historia de Eloísa Cartonera, editorial y cooperativa fundada por el escritor Washington Cucurto con 20 años de existencia; y sobre Nebliplateada, su proyecto personal.
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo nace Eloísa Cartonera? María Gómez: Comenzó en el 2003, se podría decir que como el siglo pasado, todo era muy distinto. Recordaran que todavía estábamos transitando la famosa crisis del 2001, para el 2003, todo eso seguía muy activo y habían surgido, de una manera muy masiva, los cartoneros. Por otra parte, Cucurto (poeta) y Javier Barilaro (artista plástico), se conocieron en Belleza y Felicidad. Cucurto es muy lector de literatura americana y tenía ganas, siempre, de hacer una editorial y Javier es, también, diseñador gráfico. Conversando, se les ocurrió la idea y empezaron a hacer unos libritos muy lindos que se llamaban Ediciones de Eloísa Latinoamericana. Los hacía en unas cartulinas que imprimían en la biblioteca donde trabajaba Cucurto, en la Casa de la Poesía, en la casa de Carriego, por calle Honduras. Sólo compraban las cartulinas, pero era una época muy dura, los sueldos eran muy bajos, todo era muy conflictivo. El papel, como siempre que hay una crisis, se disparó. Lo hacían como podían. Inspirados, también, en otras editoriales que ya existían, como la misma Belleza y Felicidad, Ediciones del Diego, Siesta. Era un momento muy activo en lo que rodeaba a la poesía y la cosa independiente. Y como un hecho artístico, poético, surge esta idea. Hernán Bravo Varela cuenta cómo, estando en Buenos Aires, se les ocurrió comprar cartón y ahí hacer los libros con eso. Con lo que había, con lo que tenía la sociedad en forma material, y con la poesía latinoamericana. Los poetas que comienza a editar Eloísa en esa época son muy buenos, pero no circulaban, no podías leer un libro de Enrique Lihn, Gonzalo Millán o Martín Adán. A la par de que hacía un proyecto interesante en cuanto a la manufactura, también lo hacía en el recorte literario. APU: ¿Y cómo fue la búsqueda de ese catálogo? M.G.: Es esa búsqueda de poner en circulación, de compartir toda una poesía muy importante, muy hermosa que por una cuestión de mercado, el no ser comercial, había que romper esa lógica y, obviamente, no iba a ser desde ese lugar. Había que inventar algo y surgió así. Tenía que ser ahí y ahí fueron, no hay mucha más explicación que eso. Personas activas, creativas, que siempre están buscando convertir una cosa en otra. APU: Pasaron 20 años ¿Cómo fue ese recorrido? M.G.: Pasaron muchísimas cosas, quizás la más importante en la historia del proyecto es que en 2008 nos convertimos en cooperativa. Ya trabajábamos de esa forma, pero más de hecho. En esa época, nos convertimos en cooperativa de derecho, haciendo los papeles y todos los trámites, que tardamos un año. Fue un proceso hermoso, de crecimiento, del grupo y de la editorial. Nos dimos cuenta que cooperativizarnos nos hacía más iguales, todavía; mas comprometidos y nos daba más responsabilidades, beneficios. Todo se unía de forma tal que hacía crecer el proyecto, para darle otra potencia. Era la época en que estábamos en la Boca, estuvimos como 8 años, ahí. Después, también, fue muy lindo que apenas comenzó la editorial, ya en el 2004, la idea se empezó a multiplicar. Por ejemplo, en Perú, se armó la segunda editorial cartonera que es Sarita Cartonera. Después en Chile, Animita Cartonera; en Bolivia, Yerba mala Cartonera; en Paraguay, Yiyi Jambo. Ahora no sé cuántas hay, se empezó a multiplicar la idea porque nos dimos cuenta de que teníamos el tema de la crisis socioeconómica, del papel, del cartón y era como natural que este proyecto surgiera acá. En otros países no tenían esta problemática, pero sí la de la circulación de los discursos y del acceso a los libros. Quién decide qué se lee, qué se publica. Se podía romper eso haciendo estos pequeños proyectos. Se fue dando estos espacios, incluso, en Europa, en lugares donde no existe el cartonero. Sin embargo, lo otro sí. APU: A partir de esa circulación de voces y de pluralidad, me imagino que se empiezan a acercar autores ¿Cómo es hoy, el catálogo de Eloísa Cartonera? M.G.: Desde siempre, el catálogo cruzaba estos mundos. Es un catálogo muy contemporáneo. Teníamos todos esos súperpoetas y, también, autores jóvenes, con sus primeros libros. Hay otra parte más queer, Cecilia Palmeiro escribió todo un libro hablando un poco de eso. Ella arma como una pequeña genealogía de editoriales cartoneras, como siguiendo un recorrido perlongheriano entre Brasil y Argentina, se llama Desbunde y felicidad, lo editó Blatt & Ríos. Ella habla de la antiestética de lo trash. Eloísa tuvo un catálogo muy importante porque abordaba todo esos lugares distintos y circulando en el mismo momento. También, el catálogo se va armando por afinidades, amistades. Muchas veces te recomiendan tal poeta, un lugar donde pasó gente y colaboró, un espacio que otra gente se apropia. APU: ¿Cómo fue, en esta instancia, empezar a distribuir y comercializar? M.G.: Esta fue una parte a inventar. Nosotros, por ejemplo, no consignamos los ejemplares en las librerías. No podemos hacer miles de cada uno, no es una forma que nos permita subsistir. En las librerías nunca tuvimos una gran distribución. Algunas, que se copaban con el proyecto, los tenían. Nos manejamos mucho en ferias y tenemos un local/taller donde trabajamos y está abierto al público, ahí también se venden los libros. Ahora tenemos una página web y un instagram, por donde se pueden comprar. APU: ¿Cómo nace Nebliplateada? M.G.: Siempre digo que es la prima hermana de Eloísa. Nace de mi aprendizaje en Eloisa y de una necesidad personal. Es como mi proyecto narcisista, algo que me da un poco de risa y otro poco de vergüenza haberlo dicho y seguir repitiendo, pero que también es cierto, una necesidad de ser más independiente. Como que no pienso mucho las cosas. Si me entusiasma, me mando. Después, lo voy viendo. Sí tiene un catálogo muy lindo de literatura latinoamericana contemporánea. Muchas que conocí en Eloísa Cartonera, como María Auxiliadora Álvarez, poeta venezolana. La misma Monserrat Álvarez, de quien publicamos ahora Nómade, una poeta latinoamericana de culto. Publicamos la obra reunida de Beatriz Vignoli, una poeta rosarina, espectacular, que no sólo tiene toda su poesía sino que suma un libro inédito incluido en Viernes, que se llama Tálamo, y una cronología donde cuenta, prácticamente, la historia de cada poema que escribió. Y dos libritos que editó ella misma, cuando tenía 15 años. Ahora sacamos a Caterina Scicchitano, una escritora de Mar del Plata, que en Eloísa le habíamos publicado Limonada, su segundo libro, en Nebliplateada le publicamos Chaco mecánico y Be a body, que es el primer libro que escribió. Está Carmen Ollé, también, una gran escritora peruana a la que le publicamos su novela Una muchacha bajo su paraguas. Yo quería publicar un libro que me mató cuando lo leí, que es Noches de adrenalina, pero todavía no conseguí los derechos. Pero está buenísimo, porque escribió ambas al mismo tiempo y los personajes se cruzan. Publicamos muchos poetas peruanos, también, en Nebliplateada. Entre ellos, a Lucho Hernández con su Vox Horrisona, otro orgullo de nuestro catálogo. Y después, tenemos un libro del chileno Enrique Lihn que escribe estando en Perú. Se llama Estación de los desamparados, por una estación de subte en ese país. APU: ¿Cuándo nace Nebliplateada? M.G.: Hace poquito, en 2019, justo antes de la pandemia. APU: ¿Cómo fue, ese momento de la pandemia, para ustedes? M.G: Fue duro. En esa época no estábamos tan cancheros con las redes sociales. A mí no me gustaban para nada, teníamos un instagram, pero así nomás. Y Nebliplateada peor, todavía, porque tenía casi nada de seguidores, recién nacía. Hasta que, más o menos, empezamos a entender cómo iba a ser el futuro, aprendimos un poco y entramos en contacto de esta manera en que se lo está ahora. La pandemia nos obligó a aprender todo eso. Nos vimos todos, un poco así. Se aceleró demasiado rápido. Fue un momento de aprendizaje y, después, de crecimiento, con todas las salvedades del caso. APU: ¿Dónde queda el taller de las editoriales? M.G.: Tanto el de Eloísa como el de Nebliplateada se encuentran en Almagro, en Venezuela 3892, cerca de la estación de subte Castro Barros, de la línea A. Tenemos el taller, ahí trabajamos, hacemos muestras de arte y están los libros a la venta.
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