Por Mariano NievaCristina Dall, cantante, pianista y compositora, conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre su excelsa trayectoria que la tiene como una de las referentes del blues y el R&B local.
Agencia Paco Urondo: Últimamente estuviste armando espectáculo con Miguel Botafogo, alguien a quien conoces desde hace muchos años. Cristina Dall: Creo que desde el 2000, más o menos, que tuvimos un armado junto a otros músicos como Juan Pillado, en batería, y Pablo Memi, en bajo. Fue bastante ocasional, un solo show en Capital que sirvió como preparativo para otro que nos gustó mucho hacer que era en Buzios, todo un desafío. Se hacía un festival de blues, ahí, e hicimos un par de shows. No continuamos, después yo me quedé tocando con Pablo y Juan, pero en guitarra con Sarco (Pablo Cano), que también fueron un par de presentaciones. APU: Guitarra y bajo de Los Ratones Paranoicos, ni más ni menos. C.D.: Un lujo. Adoro tocar con músicos que cultivan la misma música, o por lo menos las mismas raíces musicales, que las que escuché. Personajes de la música, además. Eso lo hace divertido, si se quiere. APU: ¿De dónde viene tu admiración por la música de Johnnie Johnson? C.D.: Empecé a escuchar este género musical gracias a la bandas sureñas como Allman Brothers y Lynyrd Skynyrd, bandas que surgieron en los 80, más o menos, en Estados Unidos. Igual venía con mis escuchas de tecladistas ya antes de eso, que fue la época del rock sinfónico, porque yo venía desde el piano clásico. Para linkear con toda esta cosa más americana, más negra, el referente central recaló en Estados Unidos, pero hay previas a través de europeos que cultivaban la música afroamericana como por ejemplo Clapton y los Stones, que tuvieron de pianistas a Johnnie Johnson. Me terminó gustando, pero yo no sabía quién era el pianista hasta que una vez, un amigo me trajo el disco Johnnie be bad, que jugaba graciosamente con el tema de Chuck Berry, del que también fue pianista, “Johnny be good”. Ese fue el primer disco que escuché de Johnson y la verdad que ahí quedé prenda de su ejecución. Después me di cuenta que en realidad estaba quedando más enganchada del grupo. Esa cuestiones grupales, para mí son más importantes, a pesar de que siempre lo emergente es algún músico o violero, un bajista, un baterista, un cantante, cuando la magia se produce en forma grupal, es mucho mayor. Me di cuenta que contaba con unos músicos, en ese disco, que eran anillo al dedo. No era gente muy grosa sino que sencillamente sabían sumarse al pulso de este señor al piano. Ese swing, ese ritmo, se ensamblaba perfectamente con todos esos músicos y daba como resultado otro producto que te da la posibilidad de escuchar algo más completo. Uno después destaca en cada uno de los músicos, sus toques, pero hay algo que se produce meramente en el ensamble de un grupo. Después lo escuché en otros discos, con otras formaciones, y no era lo mismo. De hecho, cuando tocó en Buenos Aires con la banda Bo Diddley, casi me desenamoro. Creo que en esto también participa mucho la producción musical. Esa es mi historia amorosa. APU: Tu otra historia amorosa es, sin ninguna duda, con los teclados, ya que de pequeña, tocabas el acordeón. C.D.: Era medio piano y había que arreglarselás con los botoncitos de la izquierda. No fue tan difícil, pero no lo cultivé, aunque si tengo que agarrar un acordeón ahora, me la rebusco. APU: La fusilera, Magnum 44, son experiencias que seguramente te templaron mucho en el ambiente rockero ¿Cómo recordás esas noches? C.D.: En la primera banda, La Fusilera, estuvo tocando la batería el “Bolsa” González. Hoy es un personaje hipereconocido, un músico de la hostia, en ese momento ya prometía con 16 años. Era una banda casi familiar. Entré a través de un primo político y yo empezaba con el piano de ese género. Después vinieron los Magnum. Ahí tuve el famoso rol de frontwoman, salir al frente de lo que esa banda estaba proponiendo que era un rock and roll fuerte. Eso dependía de la unión o la pelea entre los hermanos Yaría (Luis y Daniel) que iba determinando las distintas formaciones, en distintos momentos. Por eso hay fotos que tengo de esa época donde están uno o los dos hermanos, esa era la raíz de los Magnum, era inevitable esa mutación si los dos no estaban juntos. Para mí fue muy importante porque fue pensar el escenario frente a un público bastante pesado, si se quiere, y esa oportunidad me la de la brindaron ellos. A pesar que la primera, cuando me fui a probar porque uno de los hermanos me había escuchado en una fiesta y me lo propuso, fue de terror. Lo hice tan mal (después me entero) que uno de los hermanos le dijo al otro “¡pero qué tenés en la oreja, una marmicoc!”. Parece que después pudo ocurrir el milagro, tenía unos nervios, porque de cuidar dos criaturas pequeñas a subir a un escenario había que hacer un tránsito casi bizarro. Finalmente fueron los que creyeron, hasta pude empezar a componer, a hacer letras. APU: Luego viene el momento de más exposición: Las Blacanblus. C.D.: Fue de una forma sumamente atinada. Me encontré en la calle con un hombre que se llama Eduardo Barone y que fue productor, en su momento. Me cuenta que está estudiando canto negro con Cristina Aguayo y me pasa el teléfono. Me atiende la secretaria, en ese momento yo no la conocía, pero era Viviana Scaliza. Me da un turno equivocado, porque fui y no había nadie en el estudio. Insistí. Hasta ese momento, yo no conocía ninguna. Se armaban unos ensambles, los sábados, con todo el alumnado de Cristina, la mayoría mujeres. Ahí conocí a las chicas, era un poco esto de encontrarte con las personas con las que más afinidad tenés. Éramos cinco o seis, al principio. Después, algunas no pudieron venir, entre ellos un varón, y quedamos las cuatro. APU: Una originaria, una negra, una judía y una lesbiana, cuatro características diferentes siendo mujeres en un ambiente como el del rock y el blues ¿Cómo era encarar un mundo que generalmente ha sido misógino? C.D.: En ese momento, nosotras no nos estábamos preguntando mucho sobre ese estigma, no teníamos mucha conciencia de esta cuestión, no estábamos ni siquiera atentas a ver por dónde saltaba la perdiz. Sabíamos que la gente le gustaba lo que hacíamos y se empezaban a sumar cada vez más. Mona (Freiman) tenía el contacto de una radio under, desde donde nos vinieron a ver. Esa persona nos llevó al Samovar y empezamos a llenarlo. Era un boca a boca, nunca tuvimos una campaña de prensa. Después fue creciendo, vino Oliverio, las giras, los distintos lugares en Capital y en provincia, hicimos viajes, fuimos a festivales de jazz donde, además de ser todos hombres, eran todos puristas, y sin embargo éramos bien recibidas. Eso generó una fluidez en el tránsito, no sentíamos que hubiese nada estigmatizante, al contrario. Generaba curiosidad y, aparentemente, esa curiosidad quedaba tan satisfecha que no había tiempo para otra cosa. Cuando pudimos a analizar la cosa un poco más en retro, empezamos a ver que “pedíamos mucho” en el escenario. Queríamos que se nos escuche, por ejemplo. Cuatro monitores… ¡Qué hinchapelotas, estas minas! Cuando fuimos a abrevar de las mieles de la fama y la popularidad, se cambió este calificativo por el de profesionales. Hay muchas cosas para desarmar en el ser humano, no sólo en cuestión de género. APU: Pensaba en la experiencia que generaron las Blacanblus y que luego permitieron otros experimentos como Bandana: ustedes marcaron una huella en ese sentido. C.D.: Marcamos un diseño, que como todo diseño original está plasmado de alguna profundidad. Como vos marcaste, éramos cuatro mujeres con distintas características muy estigmatizantes. Eso, más allá de que te puedo dar mi mirada astrológica, porque éramos de los cuatro elementos, tierra, aire, agua, y fuego. Había muchas cosas en juego, y eso le da profundidad a un diseño original que, después, es replicado. Se le adiciona cosas, algo más que el mercado acepta gratamente como en el caso de Bandana, que fue el despliegue que las chicas tenían con el tema del baile. Era muy seductor, hicieron una gran carrera. APU: Otra mujer muy importante para ustedes fue la Negra Poli, manager de Los Redondos, con quienes van a presentar Lobo suelto, cordero atado ¿Cómo fue ese encuentro y qué les dejó? C.D.: Nos encontramos con Poli, la primera, siendo teloneras de La Mississippi. Fuimos al baño y de ahí estaba saliendo Poli. No fuimos citadas a una oficina, nos encontramos en el baño (risas) Nosotras estábamos grabando un demo y ella tenía el contacto de Gustavo Gauvry, del Cielito Records, y creo que se lo dimos para que se lo haga llegar. Le dábamos el demo a un montón de gente para que lo hiciera circular y a Gauvry le estaban empezando a llegar noticias de las Blacanblus, eso le despertó la curiosidad por saber de qué se trataba, nos vino a ver y terminó comprando, de alguna forma, el formato. APU: ¿Es verdad que un día, tocando con Memphis La Blusera en el Gran Rex, saludaste a la Mississippi? C.D.: Yo puedo hacer eso y puedo hacer más cosas. Si te cuento, nos cancelan la audición. Una distracción, una más. Me faltaba el piano adelante, se ve que sin él me sentía perdida. Y se produjo un silencio en el escenario, que muchas veces son producto de los nervios, de estar frente a una audiencia muy importante como es el público de los Memphis, se hacían eternos y había que llenarlo con algo. Y dije “Bienvenidos a otro show de La Mississippi y las Blacanblus”. Se volvió a producir otro silencio y mis compañeras no sabían dónde meterse, pero Viviana, hábil y rápidamente, dijo “hoy la Negra vino muuuuuy chistosa” y presentó el tema que seguía. APU: Tenés dos discos de estudio como solista, Asunto mío y High Society Pachanga ¿Estás trabajando en nuevo material, tenés ganas? C.D.: No. Después de High Society Pachanga no me crece ni un tema. Sinceramente no sé por qué y tampoco me preocupa demasiado. Hoy pensaba en esto: sentí que la pandemia no me hizo nada, al contrario, me parecía que estaba ratificando algo que yo ya estaba sintiendo y era esto de de venir aminorando un poco la marcha, sin pensarlo. Con ese disco sentí como si llegara a un objetivo de vida, de carrera, de vocación, un punto cúlmine. Después de eso, vino la pandemia y no toque más. Me dediqué a estudiar más astrología, también tengo mis intenciones de poder escribir sobre eso, todavía no. Con el paso de los años, me da la sensación de que eso que hice, ahora estoy en condición de repartirlo. Me está pasando mucho con los alumnos, vienen muchas chicas a aprender blues en piano y a mí me llena de orgullo, porque sé que hay muy buenos profesores, pero hay una cosita que se le suma, justamente, que es esto del género, de ser una mujer, con una historia, también en la composición, de haber armado y desarmado bandas, un recorrido hecho. Una clase se nutre de todas esas historias, no solamente de saber cómo es una séptima mayor, cómo es un cromatismo o lo que fuese. Creo que muchas de esas chicas vienen con sed de eso que una le puede aportar, más allá de los tecnicismos. Quizás ya no estoy más en condiciones de generar sino de repartir todo eso que me dejó la música.
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