Escrito por Agencia Paco Urondo
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Sábado, 07 de Septiembre de 2024 18:08 |
Por Carlos A. BozziEn estos grises días, surgió nuevamente en el escenario de la Republica Argentina, la palabra “Terrorista”¸ adjetivo que se le aplica a todo aquel que no esta de acuerdo con ciertas políticas oficiales.
Los latinos utilizaban el verbo terrere con el sentido de “espantar, aterrar, causar terror” o sea, “miedo muy intenso”. Si bien desde el siglo XII, fue una práctica muy utilizada por políticos y guerreros de todas las épocas, solo a partir de cierto período de la Revolución Francesa (abril de 1793 hasta julio de 1794), que pasó a la historia bajo el nombre de Reinado del Terror, el alcance del adjetivo terrorista, quedó fijado a la historia. En el año 1884 , el diccionario de la Real Academia , lo incorpora con ciertas diferencias: si una organización política de cualquier signo mata civiles indistintamente para infundir el terror, puede ser calificada como terrorista, pero si un grupo de personas se levanta en armas contra un gobierno, sin matar civiles de manera indiscriminada, puede ser caracterizado como “rebelde, sedicioso, revolucionario” o “subversivo”, pero no como terrorista. Lo anterior viene a cuento, a raíz de la tremenda represión sufrida , en forma física por Fuerzas del Estado Argentino, con motivo de marchas organizadas por distintas agrupaciones de jubilados , en protesta por la baja de sus ingresos por jubilación , por recortes en subsidios a medicamentos y por la supresión , para no utilizar la palabra “eliminación” , de variadas prestaciones que cubrían distintas enfermedades de todo tipo para los mayores de la tercera edad. Represión que ni siquiera la Dictadura Militar de la Década del 70, se animó a efectuar. Aprobado por el Congreso, un reducido aumento de las magras prestaciones que percibe esto sector social, bajo el nombre de “haber jubilatorio”, estalló en ira el Presidente de la Nación, acusando a quienes había aprobado tal “descomunal aumento”, de “degenerados fiscales” Acostumbrado a tirar cifras delirantes, el veto sostiene que la medida aprobada por el Congreso, significa un gastos adicional de seis billones de pesos para el Año 2024 y quince billones para el 2025, equivalentes al 1,02 del PBI para el año en curso y el 1,64% para el año próximo. La primera pregunta , surge si es posible que un aumento de las jubilaciones, equivalente de casi tres kilos de milanesas de pollo, puede causar semejante descalabro. Me permito dudar. La segunda inquietud, surge de preguntarse, cuanto es el ahorro del Estado Argentino, en la supresión lisa y llana de los descuentos de medicamentos que beneficiaban a los jubilados a través del PAMI, los que alcanzaron a casi una reducción de un tercio de los remedios que tenían ese beneficio. Impúdicamente, el ex ministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires, entre 2007 al 2009, durante el Gobierno de Daniel Scioli, manifestó: “Los jubilados, consumen muchos medicamentos” , concepto que por inhumano, no merece comentario alguno. Otros opinadores, en especial, cínicos e ignorantes legisladores, afirmaron en estos días, que la reducción en el beneficio de los descuentos en medicamentos esenciales para la supervivencia de los “jubilados”, se justificaba a raíz que los hijos de estos, utilizaban recetas de sus padres, para obtener medicamentos gratis para ellos. Eso resulta no solo falso, sino imposible, dado que el sistema del PAMI, rechazaría toda prescripción que no se ajuste a los síntomas de la enfermedad o dolencia que afecta al beneficiario. Es decir, que tenemos actualmente en nuestro país, una nueva categoría de personas: jubilado - terrorista, posibles desestabilizadores del sistema. Al circo romano, entonces. Una enorme subclase inmóvil, hay que decirlo con todas las letras, opta hoy en forma permanente entre subsistir como sea o dejarse morir sin sentido alguno. No esta lejos el día, en que el Presidente o algún funcionario explique: “Yo no los mato, se mueren solos” El ejército multinacional de estos nuevos desamparados, excluídos y carenciados, se sienten definitivamente apartados de la gran aldea global. Los nuevos pobres, generados por esta economía a dos velocidades, integran el "ejército en la reserva", en permanente adaptación hacia abajo. El miedo al mañana, la angustia y la inseguridad, impulsan esta nueva "era de las desigualdades" (Fitoussi). Las víctimas del "horror económico" (Forrester) se sienten definitivamente excluídos de "integrar la red" y sufre aturdida las consecuencias de la privatización, la liberación y la desregulación, realizadas en nombre del progreso. Trabajador de usar y tirar, disponible en el momento justo y por el tiempo necesario, flexibilizado, excluído, padeciendo los modernos procedimientos de reducción (downsizing), desplazamiento (outsourcing), reorganización ( re-engineering ), sienten que han caído -definitivamente- en "la trampa de la globalización" (Martin y Schumann), que los conducirá lentamente hacia un destino final, que no merecen, como tampoco lo merece cualquier ciudadano argentino. Los críticos liberales señalan una creciente herencia de problemas (deuda, decadencia social, caída de los niveles de vida de la clase media, erosión del liderazgo económico del país, etc,), que hacen necesarias estas dolorosas medidas hacia este sector social, ya que como dijo, el delirante diputado Venegas Linch, sin ponerse colorado, que hoy “ a los ricos, los están desangrando”. Sin comentarios. En la actualidad, por primera vez, la clase trabajadora de la tercera edad, está siendo paulatina y sistemáticamente eliminada, destinada a fenecer lentamente, por medidas adoptadas por el propio Estado Argentino. Linda esta situación, con la violación de los más elementales derechos humanos. ¿Puede el hombre vivir en un estado de inseguridad permanente? ¿Tiene capacidad para absorber la extraordinaria angustia que le produce estar sin salario digno, cobertura médica adecuada y justa, cerciorada por el Estado en nombre del mercado? ¿Hasta donde puede resignarse a este destino? Pareciera que el capitalismo (o turbocapitalismo, como lo llaman algunos) , se está destruyendo a sí mismo. Aunque probablemente los que hoy están "danzando en el Titanic", estén en los botes salvavidas antes que choquemos contra el iceberg y obviamente no serán los jubilados. ¿Que confianza podemos tener hoy en una sociedad que observa sin reaccionar, que sus padres se van extinguiendo no solo por la biología, sino también por la pobreza y la carencia de atención medica, negada por el mismo Estado que dice protegerlos? ¿En quién debemos tener confianza?. ¿En los golden boys (por aquello de que "algo caerá")? ¿En el capitalismo que sustituye al estado? ¿A la economía social? ¿O al abismo? Ese abismo que cada vez amplía más la distancia entre ricos y pobres y que amenaza con tragarse el sistema. El freno capitalista y la mano invisible del mercado han ahogado toda posibilidad de aproximarse al ideal liberal de igualdad sin dominación. Dominados por el miedo no atinamos siquiera a reclamar ni la más mínima igualdad. Probablemente Adam Smith, hoy, los hubiera corrido del templo. ¿Cuánto tiempo puede mantenerse el sistema este actual genocidio de la clase jubilada? ¿Habrá llegado el momento -tal vez- cuando la desesperación supere al miedo, y toda la sociedad en su conjunto, apoye sin límite alguno a este nuevo grupo de "terroristas", para poner fin a este holocausto? Aunque la mentira nos la van diciendo "de a poquito", no puedo dejar de recordar las palabras de un filósofo norteamericano por los años 1950, cuando afirmó: “ Cuando el fascismo vuelva, regresará en el nombre de la libertad” Muchas veces los grandes enemigos de la libertad, aparecen disfrazados como amantes de la libertad.
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